El Mate Tuerto

"Se fingirá el saber que no se tiene."

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Nombre: El Mate Tuerto
Ubicación: Argentina

07 febrero, 2006

El idioma de un argentino

Extiendo mi brazo hacia un anaquel de mi biblioteca y tomo un libro al azar. Resulta ser Orlando de Virginia Wolf. Uno de los tantos libros comprados y archivados en espera de una hipotética lectura. Atiendo a las primeras líneas (ese era el objetivo de mi búsqueda aleatoria: examinar un comienzo cualquiera)
“Él –porque no cabía duda sobre su sexo, aunque la moda de la época contribuyera a disfrazarlo– estaba acometiendo la cabeza de un moro que pendía de las vigas. La cabeza era del color de una vieja pelota de fútbol, y más o menos de la misma forma, salvo por las mejillas hundidas y una hebra, o dos de pelo seco y ordinario, como el pelo de un coco. El padre de Orlando, o quizá su abuelo, la había cercenado de los hombros de un vasto infiel que de golpe surgió bajo la luna en los campos bárbaros del África; y ahora se hamacaba suave y perpetuamente, en la brisa que soplaba incesante por la buhardilla de la gigantesca morada del caballero que la tronchó”.
De inmediato me dije: “esto es Borges”, y volé a la primera página a comprobar mi conjetura: Traducción de Jorge Luis Borges. ¿Cómo es posible –me pregunté- distinguir el particularísimo estilo de Borges en las diez primeras líneas de un libro ajeno? Alguien podría apuntar hacia el uso de ciertos vocablos: acometiendo, pendía, hebras de pelo, cercenar, en lugar de otros más convencionales arremetiendo, colgaba, cabellos sueltos, cortar. Pero no, no son esas las huellas que me ponen sobre aviso sino tan solo pistas que corroboran a posteriori la intuición primera, y ésta proviene de la atención a un sonido peculiar, al rumor de una lengua que, aunque se desconozca, se ha frecuentado en numerosas visitas al país foráneo. El castellano de Borges es, sobre todo, la forma de ejecución de una música particular, y se reconoce antes por el oído que por el intelecto.
Si compartimos con Wittgenstein la presunción de imposibilidad de un lenguaje privado quizá podamos, con Borges, esgrimir la posibilidad de una música personal en la interpretación de una lengua, y eso mismo sería nuestro autor canónico, antes que nada: el sonido Borges.


No afirmo, por supuesto, que Borges se desentienda de lo que está diciendo en aras de cómo lo está diciendo, nadie concebiría este inverosímil sacrificio del contenido en pos de la forma, pero sí que esa forma antecede y moldea a un contenido que tiene que ajustarse a sus cánones. Como el tema dividido en octavas, Borges escancia sus argumentos ajustándolos a la música de las frases sin pretender resignar un ápice de lo que quiere decir: es un esfuerzo titánico pero del que extrae los mejores resultados. Así la frase, además de exacta, debe “sonar” en armonía con el resto del tema. Y, a la larga, esa forma no deja de ejercer su influencia sobre el contenido ¿Cuántas veces nos dejamos convencer por proposiciones ajenas a nuestros juicios por el simple hecho de encontrarlas formuladas según un giro elegante y perfecto? Si aprobamos la música, nos resulta harto más difícil discutir la letra. De ahí una de las claves de Borges y el deseo de leerlo más allá de la materia a la que se aplique, sea ésta el Alcorán, el cinematógrafo o los pobres versos de un poeta de albañal. Borges y lo “borgiano” se imponen, porque primero imponen su melodía, que hace cabeza de playa en los extáticos lectores.


De la exigencia sónica, podríamos conjeturar, surge ese extraño uso que Borges hace de la lengua castellana. Borges interpreta el idioma como si se tratara de un instrumento aberrante, como un violín de viento, o una trompeta de cuerdas, pero del que extrae la más dulce y armoniosa de las melodías. De ahí ese castellano donde las palabras, sin dejar de ser exactas en sus significados, parecen estar puestas a la fuerza, contra su voluntad, como cuando escribe “Es el último espejo que repitió la cara de mi padre” el término “repitió”, puesto en lugar del más acorde “reflejó”, está incómodo, a los codazos con las otras palabras ¡pero cómo suena! el “repitió” repica en forma única y le da cadencia y fuerza a la frase. Otras veces Borges juega con su propia lengua, como un chico, y anota “una de las vanidades del vulgo y de las academias es la incómoda posesión de un vocabulario copioso”, frase exacta, indiscutible, pero que hace gala de un lujurioso empleo del lenguaje para hacerle decir todo lo contrario. Como si un millonario estacionara su auto último modelo en medio de un barrio cadenciado y se bajara a dar un discurso sobre las bondades de la miseria.


Otro aspecto clave en el sonido Borges viene dado por la certera utilización de las palabras esdrújulas. Las esdrújulas, palabras acentuadas en la antepenúltima sílaba, son raras avis en la lengua castellana, profusa en graves y agudas. Para peor, su trabada pronunciación tiende a desterrarlas del lenguaje coloquial. Nadie dice foráneo si puede decir extranjero, el itinerario de la charla elude los propósitos para retomar las intenciones. La palabra esdrújula en el habla es como un vehículo que avanza con el freno de mano puesto, retarda la lengua, adormece la más urgente intención significante. En el texto escrito, por el contrario, la esdrújula es un manjar exquisito y su empleo acertado es muestra cabal de maestría en el dominio del idioma. Busquen una frase al azar en cualquier libro de Borges y podrán comprobar como éste se las ingenia siempre, o casi siempre, para colar una esdrújula en cada línea. Acabo de hacerlo, abrí y leí “Me atrevo a aseverar lo contrario: sobran laboriosidades minúsculas y faltan presentaciones válidas de lo eterno”. Resultado: dos esdrújulas en línea y media. Merced a este hallazgo ramplón he reflexionado últimamente sobre la posibilidad de elaborar un método infalible para determinar si un texto pertenece o no al Gran Maestro. El dispositivo no requeriría mucho más que conocimientos elementales de matemática y un poco de paciencia cuantitativa. Se trataría de contar, en una página cualquiera del texto en cuestión, la cantidad de esdrújulas y de líneas. Después se haría promedio que daría una cifra, esa cifra, si mi intuición no me falla, tendría que estar en el orden de una o dos esdrújulas por línea. El estudio de todo un libro, daría un número aún más aproximado, y, pasión de obsesivos, el escrutinio de la obra completa nos beneficiaría con el guarismo exacto. Pues bien, ese número sería prueba de autenticidad de cualquier página borgeana que por lógica tendería hacia él. Lo llamo “El Algoritmo Borges” y lo pongo a disposición del lector generoso que se atreva a llevar el método al campo de la práctica.


Por último, al lector incrédulo o receloso de mis argumentos le planteo un simple ejercicio: elija al azar una página de Borges. En este caso, evite la poesía, y, de ser posible, inclínese por el ensayo. Abra en cualquier parte y empiece a leer, pero sustráigase del sentido y concéntrese exclusivamente en la música que desgranan las frases. Experimente ese placer físico de la melodía, deléitese con la armonía del sonido Borges y pronto va a comprender por qué nuestro mayor escritor es, sobre todo, nuestro máximo compositor.

Cedi Zioso

14 Comentarios:

Blogger cuti dijo...

Chapeau
Nunca podría haberlo dicho mejor. En realidad nunca podría haberlo dicho, pero asiento a sus palabras que me resuenan familiares.

8/2/06 11:30  
Anonymous Anónimo dijo...

Muchas Gracias, Alfredo. Es muy difícil que cualquier cosa que se diga sobre Borges no suene familiar, a estas alturas, aunque desconozco a quién cité con mis conjeturas.
Gratos Saludos,

Zed

8/2/06 12:19  
Blogger cuti dijo...

Does it matter? Con lecturas y buena memoria el propio Borges suena sospechosamente familiar.

8/2/06 12:29  
Anonymous Anónimo dijo...

Madpercolator: !Gombrowicz, ya! Cortazar tiene cosas maravillosas, pero Witold es otro universo, uno tras y sobre este nuestro de cada día. Se recomienda comenzar con 'Ferdydurke': la mejor traducción del universo, del polaco al castellano, dirigida por un escritor cubano, un compatriota tuyo. El bueno de Virgilio Piñera.
Sobre el algoritmo Borges: no sirve para distinguir Borges de García Marquez (o Marketing). De hecho parece que es el colombiano quien más esdrújulas usa por texto.
Borges, además, siempre llega inferencialmente a dónde debe. Nunca cae en falacias evidentes (menos aún el falacias muy evidentes, como en general caemos todos nosotros). En Borges, la claridad es un vehículo de la corrección: empléa lo más (la corrección) para llegar a lo menos (la corrección inferencial). Notable.
Nuevo algoritmo Borges: esdrújulas + anacronismos + corrección inferencial + larga extensión oracional.

9/2/06 04:53  
Anonymous Anónimo dijo...

Estimado Alfredo, acuerdo nuevamente con ud. La remisión es infinita y todos somos un poco boqueteros literarios. El límite entre la cita y el hurto, entre la creación y la apropiación es puesta en crisis por el propio Borges en "Pierre Menard".
Zed

9/2/06 10:11  
Anonymous Anónimo dijo...

Madpercolator, muchas gracias por sus comentarios. No sé si sabrás que Borges se crió con una institutriz inglesa y que ese fue el primer idioma que aprendió, aun antes que el castellano. Por eso algunos dicen que la clave de su estilo radicaba en que pensaba las oraciones en inglés (que se caracteriza por hacer uso de una mayor economía del lenguaje) y después las trasladaba al español. Personalmente no acuerdo con esa hipótesis, pero me consta que existe.

¡Y qué bueno lo de Gombrowicz! Probablemente uno de los diez mayores escritores del siglo XX. Y vivió como veinte años sin que nadie le prestara atención en Buenos Aires. Al igual que Pailos, yo también recomiendo "Ferdydurke" y tener en cuenta que está escrita veinte años antes de la irrupción del movimiento existencialista.
Saludos,

Zed

9/2/06 10:19  
Anonymous Anónimo dijo...

Sí, Madper, hay toda una teoría sobre el abandono de la "mother tonge" como recurso estilístico. El mismo comentario se hace respecto de Becket, que dejó el inglés para escribir en francés.
De Gombrowicz yo recomiendo Ferdydurke y los Diarios, que son brillantes. Transatlántico y Cosmos pueden venir después, como para complementar la lectura. Ah, Me olvidada, Gombrowicz también tiene muy buenas obras de teatro (su revalorización, en verdad, le llegó poco antes de su muerte cuando empezaron a montar sus obras de teatro en París). De ahí sugiero "El Matrimonio" e "Ivone, princesa de Borgonia".
Saludos,

Zed.

10/2/06 12:19  
Anonymous Anónimo dijo...

Estimado Sr: he leído con `placer su recorrido sobre lo propio de JLB, primero como traductor, y a propósito, JC Martini Real, viejo polemista virulento, solía decir que Las palmeras salvajes era una novela mediocre, salvada en castellano por la enorme traducción de JLB. Difícil estar de acuerdo, pero una opinión estéticamente divertida y vertiginosa...
Respecto de formas, músicas y contenidos, permítame citar:
MUSICA PORQUE SI, MUSICA VANA,
(O. Lamborghini), ya que la forma, música incluída, son de la misma especie que el contenido, según mi parecer, y sin música, nada hay, llamando música a todo aquello que se diferencie de lo que no lo es, música, que en sí misma no es una linda palabra, todo lo que haga de la lengua escrita, un artefacto antinatural.

Eduardo Rubinschik

18/2/06 03:00  
Anonymous Anónimo dijo...

Gracias por sus palabras, estimado Eduardo. Es famosa la parte de las Palmeras Salvajes en la que Borges sitúa a un personaje "sentado en el cordón de la vereda", accidente geográfico urbano que solo puede pertenecer a la geografía semántica porteña. Ese es otro de sus osados gestos de apropiación. En mi opinión creo que, salve o hunda al texto, una traducción de Borges no es simplemente una transcripción al castellano sino una recreación al particular "idioma" de Borges.
En cuanto a la cita, nunca más atinada la mención a Osvaldo Lamborghini.

Muchas gracias por sus comentarios.

Zedi Cioso

20/2/06 01:07  
Blogger Cobiñas dijo...

Lejos de mí, amigos queridos, querer romper la mística pero "Música porque sí, música vana" no es de Lamborghini, es de Nalé Roxlo.
Otra joyita de la traducción de Borges: "estaban al sol como caranchos".
Abrazos,
Cobiñas

20/2/06 21:31  
Anonymous Anónimo dijo...

Muy certera, Cobiñas, en su genealogía de la cita. Sin embargo, permítame discentir en un punto: la operación que realiza Lamborghini sobre ese verso de Roxlo es tan fuerte que de algún modo se lo apropia y convierte a Conrado Nalé, para pensarlo a la manera de Borges, en uno de sus precursores.

Y con lo de los Caranchos Borges demuestra que él también podía irse al carajo.

Zed

22/2/06 01:55  
Anonymous Anónimo dijo...

Estimados:
hoy estoy agradecedor y egocéntrico: agradezco a Cobiñas por desasnarme (en verdad, luego de citar, supuse que sería de otro, pero ya estaba -hecho- para el otro, digo, para el orto), y a la vez, agradezco a Zedi por recubrir con algo así como el leit motiv de este blog, mis orejas de Platero.
¡Qué grosso este Conrado! Pensar que andaba con la Syria Poletti esa, que escribió uno de los más memorables libros de mi infancia, cuyo nombre, en fin...no recuerdo.
Aunque pensándolo bien: esa cita no será de un personaje de Aristófanes?

28/2/06 02:57  
Blogger El Mate Tuerto dijo...

Syria Poletti... recuerdo haber leído en tercer o cuarto grado un librito de ella, _El misterio de las valijas verdes_, cuyo argumento no recuerdo pero que tuve el mérito no menor de haberme regalado la iluminadora certeza de que 'valijas' no se escribía con 'b'.
Abrazos, Cobiñas

8/3/06 03:27  
Anonymous Anónimo dijo...

Perdón... me meto... acabo de leer algo así: "¡Qué grosso este Conrado! Pensar que andaba con la Syria Poletti esa..."
Conrado Nalé Roxlo y Syria Poletti?
Exactamente qué quisiste decir?

7/5/06 20:00  

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