El Mate Tuerto

"Se fingirá el saber que no se tiene."

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Nombre: El Mate Tuerto
Ubicación: Argentina

25 agosto, 2011

Este viernes 26 de Agosto, en Cobra (Aganguren 150 -cerca de Parque Centenario-), a las 20.30hs, como adelanto de los libros próximos a publicarse por la Editorial Pánico el Pánico, leemos, junto con Sebastián Robles y Pablo Farrés, las estrellas estrelladas de este blog:

Ariel Idez
&
Matías Pailos

Los libros forman parte de la nueva colección "Potlach", y estarán disponibles en breve en los mejores locales del ramo.
Música: Luciano Lutereau.

21 agosto, 2011

Así empieza CÓMO NO PENSAR EN MÍ, la primera novela de Matías Pailos, parte de la nueva colección 'Potlach', de la editorial Pánico el Pánico:

La decisión está tomada: voy a estar a la moda.

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01 agosto, 2011

Galletitas importadas

Voy a empezar como se debe, contando un chisme. El señor Esteban Castromán estuvo coqueteando durante varios meses con una idea que lo tenía fascinado para la presentación de su libro: armar un motor en vivo. En esta apología metalmecánica sus dicotomías, en lugar de ser del orden de metáfora o metonimia eran del tipo: naftero o diesel. El día que Luciano Lutereau me propuso presentar el libro de Crisitan Godoy junto al de Esteban, le dije que lo haría encantado y sería un honor, siempre y cuando me garantizara que no iba a morir asfixiado por el monóxido de carbono que despidieran los motores de Castromán. Por suerte, la idea fue cancelada.

Para seguir con las infidencias les cuento que Pánico trabaja con autores cuyos nombres la misma editorial se encarga de dar a conocer, por lo que los recibe, por así decirlo, vírgenes de toda connotación. Por eso cuando Luciano me dijo que el autor del nuevo libro se llamaba “Cristian Godoy” yo repetí para mis adentros “Cristian Godoy, Cristian Godoy” tiene nombre de volante central de Olimpo de Bahía Blanca. Entonces, antes de que atravesemos este rito de iniciación que convierte a Cristian en escritor édito, se me ocurrió hablar de fútbol. Especialmente del Athletic de Bilbao. El Athletic de Bilbao es un club de fútbol español de la provincia de Vizcaya en el País Vasco. Fue fundado en 1898 y desde entonces juega en la Primera División Española. Es, junto al Barcelona y al Real Madrid, uno de los tres clubes que han disputado todas las ediciones del campeonato español, sin haber descendido nunca de categoría, mal que le pese este dato a los hinchas de river aquí presentes. Por otro lado, es uno de los cuatro únicos clubes profesionales de España, junto a Real Madrid, Barcelona y Osasuna que no es una sociedad anónima deportiva, de manera que la propiedad del club recae en sus socios. Buena parte de su prestigio histórico lo ha conseguido en la Copa del Rey, que conquistó en 23 ocasiones. En la actualidad, es el segundo equipo español con más campeonatos de esa Copa, con 2 títulos menos que el FC Barcelona y, con 6 más que el tercero, el Real Madrid.7

Pero ustedes dirán qué tiene que ver el Athletic de Bilbao con una presentación literaria. A eso voy. Hoy traigo a colación al Athetic de Bilbao porque una de las particularidades más representativas de este club, es su tradición de jugar únicamente con jugadores nacidos o formados futbolísticamente en el País Vasco y las denominadas provincias vascas, la que ha mantenido casi desde sus inicios. También es reconocido históricamente, por ser un club que promueve constantemente jugadores jóvenes surgidos de sus divisiones inferiores, siendo esta la principal fuente de abastecimiento del primer equipo.

Siempre me resultó muy noble esta decisión, conservada a fuerza de tozudez vasca, de no incorporar refuerzos extranjeros en una liga hipercompetitiva como la española y, sin embargo, obtener numerosos éxitos y reconocimientos con este “arreglémonos con lo nuestro”.

Me parece pertinente mencionar este caso el día en el que la editorial Pánico el pánico, a un año y medio de su creación, presenta sus libros 17 y 18, lo que nos da el promedio prodigioso de un libro por mes, de los cuales la gran mayoría pertenecen a autores hasta entonces inéditos. En este año y medio la editorial ha ganado sus copas apostando por las inferiores de la literatura como pocos clubes lo habían hecho antes. Y ahora, que juega en la liga y podría ser “vidriera” para jugadores que quieren mostrarse para ser vendidos al exterior y “hacer la diferencia económica”, ahora mismo, cuando podría estar presentando al goleador del pasado campeonato, al volante creativo que jugó algunos partidos en la selección, al defensor tosco pero experimentado, al cinco elegante que aporta equilibrio en el mediocampo, dice no, gracias, y vuelve a promover un crédito de las inferiores: Cristian Godoy. Él y toda la generación de autores nacidos en los años 80’ saben que éste es un club donde siempre pueden dar la prueba y, si juegan bien, los dts Gersberg y Lutereau estarán encantados de extenderle una camiseta. “Andá a tu casa a descansar que el domingo jugás en primera”.

No conforme con esta coherencia, Pánico lleva aún más lejos su línea editorial y es hasta involuntariamente conceptual. Por ejemplo, Matías Pailos y yo, que nos conocemos de toda la vida, que gastamos las horas imaginando cómo sería publicar un libro, enviamos nuestros manuscritos por separado y los editores de Pánico decidieron, ignorando por completo nuestra amistad, publicarnos juntos.

Hoy mismo, que tenemos el lanzamiento conjunto de Godoy y Castromán podemos pensar que si éste último ha compuesto un libro de sobrecarga eléctrica, el de Cristian es un Unplugged, en un perfecto ying yang, literario. De hecho, yo recomiendo que hoy se compren los dos libros y los lean alternados: el impulso de estrangular al gato, emprenderla a patadas con la puerta o acelerar su auto con los ojos cerrados desatado por los relatos enchufados a 380 voltios de Castromán podrá ser apaciguado degustando la ternura, la templanza y el sosiego de las galletitas importadas de Godoy.

Pero para hablar propiamente del libro, que para eso me llamaron, diré que en primer lugar me parece que estamos ante una apuesta conceptual en la que el autor se propone –y logra– mirar el mundo a través de la lente oblicua de la infancia. Como en el relato “En pinta”, en el que la niña Yoko toma los binoculares del narrador y éste comenta: “no podía ver nada, porque los sostenía al revés, con los ojos apuntando al vidrio” pero nosotros, lectores, podemos “ver” en ese gesto la resignificación aberrante que la niñez opera sobre todo objeto para liberarlo en el acto de su utilidad y darle otra posibilidad en la vida de los objetos, por ejemplo hacer del largavistas un microscopio para ver a la madre muerta en un grano dorado de arena.

A través de este lens infans Godoy extraña su mirada sobre la realidad. La cámara en sus relatos está siempre en ángulo contrapicado, el adulto es un mundo de gigantes hoscos, amenazadores, deformados por la perspectiva. Excepto por el relato que da nombre al libro, los cuentos no están narrados por niños, celebro esta apuesta de Godoy, de la que sale más que airoso: no contar desde la infancia sino a través de ella. La epifanía entonces sobrevuela los relatos como la sombra de aquella famosa ave benjaminiana: “El pájaro de sueño, que incuba el huevo de la experiencia”. Cierta melancolía entonces es inevitable porque, como dirían las Azúcar Moreno, la epifanía “sólo se vive una vez”

Para no olvidarme que hablaba de fútbol diré que hay jugadores –pocos– que se vuelven célebres por inventar jugadas: la bicicleta de Ronaldinho, la “boba” de D’alessandro, “El escorpión” de Higuita. Pues bien, Godoy hace una jugada que me encanta, y que a falta de un nombre mejor, bautizaré la “metáfora metonímica” y que consiste en metaforizar utilizando un elemento del campo semántico aludido en el relato en cuestión, por ejemplo: en “Caprichito mío”, que narra la bancarrota de una pareja que pone un panadería, nos dice:

“Apenas sintieron la campanita, ambos se arrojaron sobre el mostrador con los codos pegados y una sonrisa curva como un croissant”

En “Cenar de día”, acerca del suplicio de la anglosajona y saludable costumbre impuesta por un despótico abuelo de cenar a las siete de la tarde, escribe:

“Tomasito se cruzaba de brazos y mantenía el plato alejado. Sus amigos seguían jugando en la vereda y en cambio a él lo hacían entrar porque ya estaba lista la cena. Entonces cenaría su cara de puchero sin tocar un solo bocado”.

Situemos entonces al libro de Cristian en este anhelo imposible: El retorno a la infancia. Los personajes de los relatos de Galletitas parecen desear el regreso a esa patria para la que no se extienden visas, pero la prosa de Godoy bien puede facilitarnos un salvoconducto para una visita clandestina y sin papeles.

Estamos, como diría el periodismo deportivo, ante una “promesa que asoma”:

Publica un libro muy joven concentrándose en la etapa más madura de un hombre: la infancia. Se persigna, toca una brizna de pasto y entra a la cancha seguro y con el pie derecho.

Nada puede fallar.

Ariel Idez

Texto leído el 30/7/11 en el Club Cultural Matienzo con motivo de la presentación de los libros Galletitas importadas de Cristian Godoy y 380 Voltios de Esteban Castromán.