El Mate Tuerto

"Se fingirá el saber que no se tiene."

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Nombre: El Mate Tuerto
Ubicación: Argentina

20 mayo, 2013

El genio del Dub





Viernes 19 de agosto de 2011

Ese día cambió mi vida

Ese día supe que coexistía en la misma dimensión que Martín Dubini

Era un día cualquiera del que no esperaba nada, como suelen ser los días en los que algo sucede. Me había agendado una lectura para combatir el ennui del viernes a la noche e inventarme algo que hacer. Fui solo, contra mis costumbres, esperando encontrar algún vecino del pueblo chico de la literatura y, en efecto, ahí estaba Cecilia Eraso con un amigo suyo al que yo no conocía y que resultó ser Diego Cousido. La noche, contra todo pronóstico, se puso buena, había mucha atmósfera: me acuerdo que Jaramillo hizo una Jam Sesion con un violero que le punteaba los poemas. Yo fumé una droga poderosa y al rato estábamos inventado con Eraso la historia de un vampiro criollo que chupaba morcillas como si fueran naranjús; pero nada me había preparado para lo que venía. De pronto las luces se apagaron, sobre una pared empezaron a proyectar la imagen alucinógena de una bola de espejos sobre un piso luminoso de un club dance de los setentas y en ese momento atestiguamos la aparición de un Objeto Literario No Identificado.

Dubini leía “Borne” y Borne era el amor, Borne era el deseo, Borne era la neurosis Borne era un dispositivo de retórica high tech programado para producir vibraciones de alta frecuencia en los neurotrasmisores de su audiencia. Aunque podía ser la droga, podrían ser mis sentidos aturdidos, mi entendimiento obnubilado.  Pero Dubini siguió con una lectura completa de Barry Dreams y ahí supe que Dubini se había manifestado, que Dubini existía, que habría que vivir con Dubini por los siglos de los siglos. Es cierto que en las figuritas Cromi de escritores tiene Perfomatividad: diez mil, pero había algo más en esos textos que leía.  Lo miré a Cousido buscando una complicidad, un guiño, una confirmación y Cousido me devolvió una epifanía extraordinaria:

_A este tipo la literatura le queda chica, me dijo, está para la Tele.

A la salida de esa lectura abordamos con Eraso  un taxi que manejaba un chofer obeso y pelado que decía haber estudiado en el Tïbet con los cuatro maestros del Tantra (uno por cada punto cardinal, o por cada color primario, no recuerdo) y que era una encarnación de Buda en la tierra o un demente peligroso y Eraso no me deja mentir y yo pensé “ya hemos estado expuestos a las radiaciones de Dubini, como si fueran rayos gamma y ahora sus efectos empiezan a sobredeterminar la realidad”

Y sí, quise que el mundo compartiera mi dicha. El mundo, en este caso, es Matías Pailos, a quién llamé y le dije “Tenés que leer esto” y le pasé el link de Agencia deControl, el blog de Dubini. Y Matías no sólo leyó, sino que se hizo tan fanático que bajó los post a su computadora, se los imprimió y andaba por todos lados con su pequeño Dubini ilustrado todo escrito y comentado, pero eso mejor que lo cuente él. Con Matías nos fundimos mentalmente en el metal líquido de la escritura dubinesca y fundamos de inmediato el Fans club de Martín Dubini cuya primera cláusula de su nunca materializada acta de nacimiento rezaba:

“Exigimos la inmediata publicación de los textos firmados, producidos, bocetados, esbozados e imaginados por Martín Dubini” así que Gracias Chinatown por hacer nuestro emblema realidad.

Si tuviese que racionalizar mis impresiones y decir por qué me gustó, me gusta, me gustará tanto lo que hace Dubini diría que tiene una cualidad que muy pocos escritores ostentan: se reconoce en una línea. Su prosa es tan buena que puede prescindir de la excusa de una fábula, se puede dar el lujo de arrancar por cualquier lado y dar vueltas, rodeos hasta encontrar algún motivo para seguir adelante; la historia es lo de menos frente al espectáculo de esa escritura y en esto me recuerda al Lamborghini de “El ex–Galewsky en la pesada”, “Sonia (o el final)” o “Las hijas de Hegel”; quiere un loop hermoso del destino que ambos publiquen su primer libro en una editorial con el mismo nombre. 

Otro detalle que me llamó mucho la atención esa noche en que se me reveló Dubini fue su forma de pararse mientras leía. No se paraba como una persona normal, con las piernas juntas o algo separadas y rígidas sino que las separaba a la distancia de un ancho de hombros, flexionando levemente la pierna de apoyo y concentrando toda la fuerza en su abdomen. Solo la gente que ha pasado por la instrucción de las artes marciales aprende a pararse de esa manera. De modo que no me sorprendí tanto cuando me enteré que Dubini era un practicante avanzado de Kung Fu.

Como cualquiera que haya visto una película de Kung Fu, desde Los maestros secretos del templo de Shaolín a  Kung Fu Panda, sabe, este arte marcial chino es esencialmente mimético: se trata de observar los movimientos de los animales y adaptarlos y adoptarlos para dar golpes y evitarlos. Pues bien, Dubini ha incorporado los movimientos, digamos los giros retóricos de animales de muy diferente naturaleza lingüística, desde el posestructuralismo francés al doblaje neutro de series norteamericanas de la década del setenta pasando por papers académicos y memorándums burocráticos y ha usado su fuerza contra ellos mismos, es decir, la a puesto a favor de su escritura.

 Dubini practica una Literatura Kung Fu.

La clave del kung fu es el equilibrio, aún en las posturas más extravagantes el artista marcial debe conservarlo por eso la escritura de Dubini golpea cuando tiene que golpear y protege sus zonas débiles cuando debe hacerlo. La mímesis en el Kung Fu no tiene un objetivo estético o cuanto menos esta función es secundaria, supeditada como está a la eficacia del ataque y la defensa por eso Dubini no imita una lengua cualquiera sino que la re-crea, concentrando todo el poder para el momento de dar el golpe, su prosa, su poesía, yo no las distingo así que diré: su escritura es de piedra cuando se repliega y fluye como el agua cuando ataca. Dubini toma de acá y de allá para extrañar una lengua que ya no se reconoce en sus lugares comunes sino que se abisma en ellos, Dubini le da una forma nueva a la lengua y por “Forma” justamente, se traducen al castellano los movimientos con los que los maestros de las artes marciales practican al amanecer sus movimientos en absoluta soledad; hasta hacerlos suyos: la forma de la Serpiente, la forma del Tigre, la forma del Dragón,

La Forma Dubini.


To be continued...


Ariel Idez
(Texto leído en la presentación de Glosario Privado de Martín Dubini el 17/5/2013 en Naranja Verde). 


Bonus Track: un poema de Dubini

(pibe en estado de poder)
nota al pie de Borne

Ey, Borne  
viste un núcleo de poder de facha caminando por ahí
una especie de meteorito de facha sin fin
era yo
sí.

Eso que viste al principio -lo que te encandiló-
eso se llama "luz de facha"
es algo que me pasa desde siempre

nací con este problema
es una enfermedad que tengo, rara, incurable 
el nombre clínico es "facheromal"
lucho día a día con esta condición
creo que la llevo con altura.