La lucha de clases en la verdulería
La mandarina es la fruta proletaria por antonomasia, esmerada y luchadora, se monta todo los días al colectivo para acudir a la obra o la fábrica, donde se desempeña en extenuantes jornadas de ocho horas. Siempre lista para ser pelada y explotada, sin auxilio de utensilio alguno, y respetuosa al punto de no manchar y chorrear, sin embargo las otras frutas la discriminan por su aroma penetrante, producto del infrutado trabajo al que es sometida.
La naranja de jugo es clase media baja, muy explotada, quizá más que la mandarina, pero aparenta un estándar de vida superior. La naranja con ombligo, por el contrario, cuenta con casa propia y se toma vacaciones en la costa todos los veranos.
La clase media alta de los cítricos está ocupada por el pomelo, claro que incluso aquí hay conflictos por un desigual reparto de la renta que favorece a la oligarquía del pomelo rosado por sobre la burguesía nacional del pomelo amarillo, aunque ambos exigen múltiples operaciones para su degustación que incluyen bol, cuchillo, azúcar y cucharita, lo que nos permite arribar a la conclusión de que, entre los cítricos, el lugar en la escala social es inversamente proporcional a la dificultad inherente a su consumo.
En esta particular familia frutal hay un brutal reparto de la riqueza: La sandía es proletaria, pero al menos ostenta el grado de obrero calificado, y se da el lujo de trabajar tres meses al año mientras que el melón es oligarca, artero y embaucador, abundan las teorías para descular si está a punto o no. Todas fallan a su debido momento.
La frutilla es clase alta, pero en diversas coyunturas adversas desciende hacia la más ramplona clase media y se rebaja hasta dos pesos el kilo, instancia durante la cual la humillación que sufre llega al grado de ser adquirida por abnegadas amas de casa que eluden su consumo directo y las convierten en dulce de conserva.
El durazno, la ciruela y el damasco son clase media progresista, solidarios y preocupados por la situación social, siempre dispuestos a votar a la centroizquierda y dar una mano cuando sea necesario.
La banana llega envuelta en misterio. Ni siquiera es seguro que se trate de una fruta (¿No hay países donde se la fríe en aceite para acompañar la comida? ¿No responde también al nombre de plátano? ¿Viaja con pasaporte falso?). No se sabe donde trabaja ni como obtiene sus ingresos, alterna entre el lumpenproletariado y los negociados del narcotráfico y el lavado de dinero. Su posición es holgada pero sus métodos son más que sospechosos.
El kiwi vive muy bien, lo que no es de extrañar tratándose de un miembro del servicio diplomático. Representante de gobiernos foráneos, hace lobby por los intereses de sus empresas de bandera, pero su creciente parecido con un testículo de toro lo hace cada vez menos apetecible para una población que sufrió y gozó una década con sus tejes y manejes.
La uva es un pariente del interior que posee campos y nos visita con toda su familia una vez al año para alegrarnos en las noches tórridas de verano. Si bien es cierto que tiene mucha plata eso no cambia su estilo campechano y su don de gente. Además le debemos el vino, por lo que le estamos eternamente agradecidos.
La manzana se esforzó y logró un título universitario, lo que le permite vivir con el aceptable pasar de un profesional en nuestro país. A veces aspira a más, pero no puede salvar sus limitaciones de clase.
Y sí, claro, la aristocracia está representada por la cereza, fruta de alcurnia que rara vez tenemos el placer de entrever, y a lo lejos. Pero si se trata de auténtica realeza, de sangre azul, debemos rendirnos ante la más excelsa representante de la monarquía: su majestad el arándano: jet set internacional que posee tierras privilegiadas en nuestro país pero jamás sabremos de su estadía en estos pagos. Si alguien tuvo el honor de tratar a esta fruta de alta alcurnia y nombre en esdrújula, por favor, informe a qué tiene gusto.
Su servidor el sociólogo frutihortícola
(Z.C.)
La naranja de jugo es clase media baja, muy explotada, quizá más que la mandarina, pero aparenta un estándar de vida superior. La naranja con ombligo, por el contrario, cuenta con casa propia y se toma vacaciones en la costa todos los veranos.
La clase media alta de los cítricos está ocupada por el pomelo, claro que incluso aquí hay conflictos por un desigual reparto de la renta que favorece a la oligarquía del pomelo rosado por sobre la burguesía nacional del pomelo amarillo, aunque ambos exigen múltiples operaciones para su degustación que incluyen bol, cuchillo, azúcar y cucharita, lo que nos permite arribar a la conclusión de que, entre los cítricos, el lugar en la escala social es inversamente proporcional a la dificultad inherente a su consumo.
En esta particular familia frutal hay un brutal reparto de la riqueza: La sandía es proletaria, pero al menos ostenta el grado de obrero calificado, y se da el lujo de trabajar tres meses al año mientras que el melón es oligarca, artero y embaucador, abundan las teorías para descular si está a punto o no. Todas fallan a su debido momento.
La frutilla es clase alta, pero en diversas coyunturas adversas desciende hacia la más ramplona clase media y se rebaja hasta dos pesos el kilo, instancia durante la cual la humillación que sufre llega al grado de ser adquirida por abnegadas amas de casa que eluden su consumo directo y las convierten en dulce de conserva.
El durazno, la ciruela y el damasco son clase media progresista, solidarios y preocupados por la situación social, siempre dispuestos a votar a la centroizquierda y dar una mano cuando sea necesario.
La banana llega envuelta en misterio. Ni siquiera es seguro que se trate de una fruta (¿No hay países donde se la fríe en aceite para acompañar la comida? ¿No responde también al nombre de plátano? ¿Viaja con pasaporte falso?). No se sabe donde trabaja ni como obtiene sus ingresos, alterna entre el lumpenproletariado y los negociados del narcotráfico y el lavado de dinero. Su posición es holgada pero sus métodos son más que sospechosos.
El kiwi vive muy bien, lo que no es de extrañar tratándose de un miembro del servicio diplomático. Representante de gobiernos foráneos, hace lobby por los intereses de sus empresas de bandera, pero su creciente parecido con un testículo de toro lo hace cada vez menos apetecible para una población que sufrió y gozó una década con sus tejes y manejes.
La uva es un pariente del interior que posee campos y nos visita con toda su familia una vez al año para alegrarnos en las noches tórridas de verano. Si bien es cierto que tiene mucha plata eso no cambia su estilo campechano y su don de gente. Además le debemos el vino, por lo que le estamos eternamente agradecidos.
La manzana se esforzó y logró un título universitario, lo que le permite vivir con el aceptable pasar de un profesional en nuestro país. A veces aspira a más, pero no puede salvar sus limitaciones de clase.
Y sí, claro, la aristocracia está representada por la cereza, fruta de alcurnia que rara vez tenemos el placer de entrever, y a lo lejos. Pero si se trata de auténtica realeza, de sangre azul, debemos rendirnos ante la más excelsa representante de la monarquía: su majestad el arándano: jet set internacional que posee tierras privilegiadas en nuestro país pero jamás sabremos de su estadía en estos pagos. Si alguien tuvo el honor de tratar a esta fruta de alta alcurnia y nombre en esdrújula, por favor, informe a qué tiene gusto.
Su servidor el sociólogo frutihortícola
(Z.C.)
2 Comentarios:
Más que un comentario, una inquietud: ¿y el tomate, esa fruta enmascarada? Labura de espía, es un doble agente en el mundo de las verduras, ya lo sabemos. Su origen y posición social son, para mí, sin embargo, un misterio. Ruego se esclarezca este punto.
Matías Pailos
Pero amigo, el tomate es un agente de la KGB, representa la amenaza roja en el mundo de las verduras, que a duras penas lo mantuvieron a raya, su cualidad de fruta queda demostrada por la existencia de dulce de tomate, pero con el fin del conflicto solapado entre superpotencias ha perdido status y ahora se desenvuelve a duras penas buscando changas en la ensalada o deshidratándose para colarse en bistrós de Palermo Hollywood.
C.Z.
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