Cómo mejorar la relación con su pareja
Pelear es bueno. Qué duda cabe. (Digo esto y recuerdo que esta afirmación, como toda afirmación, sólo vale en eso que quienes cursaron Pensamiento Científico recuerdan con el nombre de condiciones ceteris paribus, esto es, en condiciones normales, eufemismo para ‘en general’, que en este caso equivale a: que ambos sean personas más o menos razonables, que el motivo de la reyerta no sea descomunalmente ingobernable, que ninguno esté en una disposición furibunda, y una larga ristra de etcéteras.) Empecemos:
Al pelear, uno expone la propia opinión, el propio parecer, liberándose de una represión que sólo genera rencor y acumulación capitalista de odio. Además, si se ha retenido en exceso observaciones acerca de la conducta o ánimo general del partenaire amoroso, es una ocasión ideal para que ese proceso expulsor de residuos emocionales tenga lugar a gran escala.
Y no sólo eso: uno escucha lo que el otro opina de uno; su punto de vista, sus creencias peculiares, sus objetivos, sus estrategias para hacerse con ese fin. En el mejor de los casos, se aprehende la cosmovisión de nuestra pareja.
Pero hay más: al comprender qué opina el otro de uno y al expresar el propio parecer acerca del otro, uno sabe que el otro sabe lo que uno cree, y el otro conoce que uno conoce lo que el otro opina. Y ambos saben esto, y saben que el otro lo sabe, y así un buen rato más.
Todo lo cuál establece las bases para un acuerdo razonable, que contemple los intereses de ambas partes. Claro: no siempre tal consenso es posible.
En ese caso, al menos sabemos qué le molesta al otro, y el otro sabe qué le molesta a uno. Uno podrá, así, obviar aquellos vericuetos que despierten el enojo ajeno, y lo mismo podrá hacer el otro para con uno. Y en caso de que esto sea imposible, al menos acordaremos que disentimos, que cada uno es como es, y, de repetirse estas trifulcas, precipitaremos un final que, se sabe, es inevitable. Con lo cuál ganamos un precioso tiempo con esa tan fastidiosa persona que envenenaba los días de nuestro acaecer, al fin.
Esta nota me hace pensar que, bien mirado, uno se junta en noviazgos con el único y sólo propósito de reñir.
Matías Pailos
PD: Pelear también tiene sus contras, que son bien conocidas y, en este instante, más aburridas de enumerar.
PD2: Después, claro, están esas cosas de las reconciliaciones mimosas y el sexo violento y resentido, por todos bien conocidas, lo que explica que no nos adentremos en ellas.
Al pelear, uno expone la propia opinión, el propio parecer, liberándose de una represión que sólo genera rencor y acumulación capitalista de odio. Además, si se ha retenido en exceso observaciones acerca de la conducta o ánimo general del partenaire amoroso, es una ocasión ideal para que ese proceso expulsor de residuos emocionales tenga lugar a gran escala.
Y no sólo eso: uno escucha lo que el otro opina de uno; su punto de vista, sus creencias peculiares, sus objetivos, sus estrategias para hacerse con ese fin. En el mejor de los casos, se aprehende la cosmovisión de nuestra pareja.
Pero hay más: al comprender qué opina el otro de uno y al expresar el propio parecer acerca del otro, uno sabe que el otro sabe lo que uno cree, y el otro conoce que uno conoce lo que el otro opina. Y ambos saben esto, y saben que el otro lo sabe, y así un buen rato más.
Todo lo cuál establece las bases para un acuerdo razonable, que contemple los intereses de ambas partes. Claro: no siempre tal consenso es posible.
En ese caso, al menos sabemos qué le molesta al otro, y el otro sabe qué le molesta a uno. Uno podrá, así, obviar aquellos vericuetos que despierten el enojo ajeno, y lo mismo podrá hacer el otro para con uno. Y en caso de que esto sea imposible, al menos acordaremos que disentimos, que cada uno es como es, y, de repetirse estas trifulcas, precipitaremos un final que, se sabe, es inevitable. Con lo cuál ganamos un precioso tiempo con esa tan fastidiosa persona que envenenaba los días de nuestro acaecer, al fin.
Esta nota me hace pensar que, bien mirado, uno se junta en noviazgos con el único y sólo propósito de reñir.
Matías Pailos
PD: Pelear también tiene sus contras, que son bien conocidas y, en este instante, más aburridas de enumerar.
PD2: Después, claro, están esas cosas de las reconciliaciones mimosas y el sexo violento y resentido, por todos bien conocidas, lo que explica que no nos adentremos en ellas.
2 Comentarios:
yo tengo un problema con eso, muchachos, y es esta contradicción:
Tesis A) ¿nunca estuvieron con alguien con quién perdían todas las discusiones, o a quién le ganaban todas las discusiones? Yo sí. Y es aburrido. (La discusión mata la pareja)
Tesis B) Además, todos sabemos que, ceteris paribus, todas las discusiones entre personas razonables en pareja, terminan en sexo. Y eso no es reconocer el disenso, sino el mismo gusto por el sexo, es decir, llegar al consenso. (La discusión salva la pareja)
Todo esto es para decir: la discusión a veces sirve para la pareja y a veces no.
(Díganmen: ¿no estoy mereciendo sacarle el lugar de intelectual televisivo a Rolón?)
Te voy a contratar como mi consultor sentimental particular. Por supuesto, tenés toda la razón.
Matías Pailos
PD: como verás, PH, las continuas trifultas internéticas merman mi ímpetu confrontativo.
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