El Mate Tuerto

"Se fingirá el saber que no se tiene."

Mi foto
Nombre: El Mate Tuerto
Ubicación: Argentina

23 enero, 2006

Dos miradas acerca de las citas

Mi amigo Zedi Cioso alberga una suspicacia: aquellos autores que plagan sus páginas narrativas con referencias librescas, musicales y pictóricas (del estilo ‘…recordé las conferencias que W. G. Sebald había pronunciado en Zurich…’, o ‘Por suerte iba en tren y la canción de Tom Waits, Underground, me remitía más bien a viaje subterráneo…’) echan mano a un ardid bajo, fácil y repudiable. ¿Por qué fácil? ¿Por qué repudiable? Porque de esa forma están: (1)creando un vínculo inmediato con el lector, que también lee a Sebald, que también goza de Waits, lazo que en nada se parece a aquellos esforzados y complejos nexos que la literatura, qua literatura, haciendo uso de materiales propiamente literarios, debe establecer entre el texto y su consumidor (‘consumidor’ remite más a ‘comensal’ que a ‘comprador’, en este caso); (2)poniéndose por sobre el lector, revelándole cuánto leyeron, cuánto conocen, cuánto escucharon, además de cuán refinado es su gusto literario, filosófico, musical, despertando, de nuevo con escasas y poco nobles armas, la admiración del lector, y generando de allí el gusto del lector por los productos del autor: su obra; (3)equiparándose con aquellos a los que mientan (¿o ‘mentan’? Solicito ayuda en este punto). ¿Qué une a todos estos escritores, artistas plásticos, cineastas, pensadores citados...? Yo: el autor. Estamos vinculados en la misma madeja, parece decir el autor, y más aún: esa madeja es en verdad una red, cuyo centro soy yo. (4) (que es en verdad una variación de (2), la profundización de cierta línea ya presente ahí) exhibiendo dentro de la miríada estrafalaria de fuentes y referencias, algunas escasamente conocidos, por emplear un eufemismo, absolutamente ignorados, para ser más precisos. ¿Quién es la poeta Sofía Podocinsky, quién el crítico cultural Imre Kaprosos, Eugenio Bernal Casas (pianista)? De todos estos habla el detestado (y ahora) desfenestrado autor. ¿Por qué? Nuevamente, para impresionarnos. ¿Con qué? Con la profundidad y variedad y minuciosidad de sus investigaciones, que son tales que llega a familiarizarse con individuos de talla que son infrecuentes (y esto es nuevamente un eufemismo) en el panteón de los consagrados por la Academia (que no es la de Platón). Porque además esto muestra que nuestro autor soslaya, casi desprecia el gusto extendido y seguro de los sancionados como ‘buenos’, porque se atreve a ir más allá, porque tiene el gusto tan acerado como para poder disfrutar de aquello que a nosotros, los simples, nos pasaría indiscernido bajo nuestro propias narices. A menos, claro, que contásemos con la preciada ayuda de nuestro númen, El Autor, lazarillo de nosotros los ciegos ante la grandeza (literaria, cinematográfica, filosófica, etc.). De aquí admiración, ergo, preferencia por este Autor.
Yo no estoy de acuerdo con Zed.
Tengo algunos porqués bajo la manga, que paso a referir.
(a)Estoy de acuerdo con Cioso. Es un recurso fácil. Es fácil porque está moderadamente extendido, es fácil porque es un recurso, y la literatura es un compendio de recursos, todos viejos, todos ya frecuentados hasta el cansancio, hasta borrar las huellas del camino. Sólo que, periódicamente, esos recursos pasan de moda. Al ser redescubiertos (con el agregado de ínfimas variaciones, de algunos localismos), se presentan como nuevos. ¿Es este el caso con el procedimiento madre de este texto que está usted leyendo, su objeto de discurso: la acumulación de citas? Quizás. Está en Borges, pero Borges es viejo. Mucho pasó desde, qué se yo, ‘El Aleph’ u ‘Otras Inquisiciones’ hasta nuestros días. Mucha literatura social, mucho realismo, sucio y limpio, psicológico y político. Estábamos hinchados las pelotas, así que abrazamos la causa de las citas, de las fuentes, con pasión de converso. No está mal usar recursos disponibles en el acerbo literario: es inevitable. Quizás este esté un tanto manoseado ya, y esa sea la causa (no la razón) del disgusto de Zed, de su fastidio, punta de lanza de un fastidio general, del que quienes quieren gozar del beneplácito de sus contemporáneos bien harían de tomar nota.
(b)Es un recurso, lo que no significa que sea un recurso conciente, empleado adrede para ganar los favores del lector. Pero no importa: no estamos evaluando intenciones (podríamos hacerlo, ojo: nada, ni la psicología del autor, es ajeno al gusto literario). Okey. ¿Es lo expuesto en (1)-(4) lo único que podría inferirse de esos textos? No, no creo. Podríamos pensar que el autor, al marcar, al indicar esta película, ese libro y aquella exposición, lo que está haciendo es exponer sus preferencias, lo que lo conmueve o (menos) moviliza, o intriga o (menos aún) lo que le gusta. Que es parte sustantiva de lo que es. ‘Somos nuestro gustos’, tal como quedó establecido en este blog posts atrás. (Léase: somos en parte nuestros gustos.) Si en la obra está el autor, y yo creo que lo está, si en ese estar se cifra parte de nuestro gusto por las obras (porque está el autor, y porque el autor es de determinada manera), ¿por qué prohibir la exhibición de placeres culturales? (No me lean tendenciosamente: algunas obras se gozan así. En otras la búsqueda del autor no constituye parte sustantiva de su deleite.)
(c)Como extensión de (b): gustamos de la acumulación de referencias, no nos hagamos los pelotudos. Nos encanta que A cite a B y mente (¿o ‘miente?) a . Nos encanta. ¿Vale la pena sentirnos atolondremos de culpa por nuestros placeres? ¿Vale la pena que propiciemos el derrumbe de la literatura que le gusta a la gente (a ese sector de la gente que somos vos Zed, vos Cobiñas, vos Per, vos Pailos)? ¿Te parece?

Matías Pailos

3 Comentarios:

Anonymous Anónimo dijo...

Yo sólo planteé una duda al calor de la arena, amigo Pailos, bastante bien expandida (ya que no resumida) por ud. en su artículo. Identifiqué una constante en ciertos autores y traté de indagar al respecto. Mi pequeña duda, por lo visto, puede expandir una fisura capaz de probocar el derrumbe de "toda esa literatura".
Será cuestión de prestarle atención entonces.

C.Z.

24/1/06 22:31  
Anonymous Anónimo dijo...

Así lo creo.
Además sabrás que una cosa son los profetas, sujetos iluminados, y muy otra son los exégetas, laboriosos orfebres del espíritu, carentes de luz propia. Es evidente en este caso qué papel tiene cada uno. No se reste mérito.

Matías Pailos

24/1/06 23:53  
Anonymous Anónimo dijo...

Los libros y los escritores son parte de la realidad, son tan reales como esta mesa junto a la que estamos sentados. ¿Por qué no pueden entonces estar presentes dentro de una ficción?

No son mis palabras -no originalmente. Pueden encontrarlas en la página 202 de la edición de Anagrama de 'Doctor Pasavento', de Enrique Vila-Matas.

1/2/06 01:19  

Publicar un comentario

Suscribirse a Comentarios de la entrada [Atom]

<< Página Principal