Voluntad de coger, segunda parte
En aquél encuentro fortuito, en la vecina orilla, un foucoultiano empedernido, expendedor de boletos y guarda de a bordo de la empresa de transportes de medianas distancias Turil, me explicó la vida.
Es decir: la bajó con el pecho, la durmió en el empeine, la amasó bajo la suela y, después de tirar paredes conmigo y con otro muchacho –Eduardo-, la clavó, pero suave, en un ángulo.
Me estremeció. Provocó el cimbronazo esclarecedor: todo pareció estar en paz. Me sentí relativo, ubicado. Cada cosa en su lugar. Acaso la futbolización formal de los conceptos, el efecto ecológico del ponche y la familiarización espontánea con todo avatar microfísica y genealógico de la humanidad fumigaron los gargajos siniestros de mi humus vulgar.
El sujeto de chaqueta café colocó las llaves de la nave nodriza junto a la Pilsen y ofició de guía orbital alrededor del universo.
Los tres ausider –así nos denominó- construimos un lenguaje. El mundo convertido en una fábula. Y Esopo involucrándonos.
-Usted podrá pensar que estoy loco…
-No, no. Tenés razón. Es así.
-Y aquello que ve ahí no es más que…
“… ella consiste en la esforzada defensa de los restringidos, pero inviolables, espacios de la interioridad individual, considerados por Junger el último baluarte de resistencia posible. Siguiendo esta estrategia, sin abandonar la convicción de que lo que cae no debe ser mantenido en pie sino ayudado a caer, Junger no escenifica un ataque frontal contra los valores y los ordenamientos tradicionales, como sería, en cambio, lo propio del estilo de Nietzsche…”
No descarto de cualquier atadura de cabos o conclusión los efectos interpretativos de los antidepresivos con que ocupé el 80 % de mi mochila antes de partir hacia el final de la Patagonia, así como tampoco cajoneo ni censuro del currículum los ocho intentos de suicidio en las laderas del cerro Castorp. Todo suma. Incluso la idea paranoica que me asaltó a bordo de un trino, rumbo a la cárcel más austral del mundo: que el eter todo fuera un experimento del gobierno.
Hache Erre
Es decir: la bajó con el pecho, la durmió en el empeine, la amasó bajo la suela y, después de tirar paredes conmigo y con otro muchacho –Eduardo-, la clavó, pero suave, en un ángulo.
Me estremeció. Provocó el cimbronazo esclarecedor: todo pareció estar en paz. Me sentí relativo, ubicado. Cada cosa en su lugar. Acaso la futbolización formal de los conceptos, el efecto ecológico del ponche y la familiarización espontánea con todo avatar microfísica y genealógico de la humanidad fumigaron los gargajos siniestros de mi humus vulgar.
El sujeto de chaqueta café colocó las llaves de la nave nodriza junto a la Pilsen y ofició de guía orbital alrededor del universo.
Los tres ausider –así nos denominó- construimos un lenguaje. El mundo convertido en una fábula. Y Esopo involucrándonos.
-Usted podrá pensar que estoy loco…
-No, no. Tenés razón. Es así.
-Y aquello que ve ahí no es más que…
“… ella consiste en la esforzada defensa de los restringidos, pero inviolables, espacios de la interioridad individual, considerados por Junger el último baluarte de resistencia posible. Siguiendo esta estrategia, sin abandonar la convicción de que lo que cae no debe ser mantenido en pie sino ayudado a caer, Junger no escenifica un ataque frontal contra los valores y los ordenamientos tradicionales, como sería, en cambio, lo propio del estilo de Nietzsche…”
No descarto de cualquier atadura de cabos o conclusión los efectos interpretativos de los antidepresivos con que ocupé el 80 % de mi mochila antes de partir hacia el final de la Patagonia, así como tampoco cajoneo ni censuro del currículum los ocho intentos de suicidio en las laderas del cerro Castorp. Todo suma. Incluso la idea paranoica que me asaltó a bordo de un trino, rumbo a la cárcel más austral del mundo: que el eter todo fuera un experimento del gobierno.
Hache Erre
3 Comentarios:
Menos mal que contaste con alguien que condescenció a contarte cómo se debe vivir. Yo no tengo esa suerte.
PD: para quien pudo escribir esto, solo tengo envidia.
¿tantas vueltas para decir que no te quieres matar?
Tal vez todos seamos una conspiración del gobierno. Espero que siga fracasando en sus intentos (de suicidio, claro está).
¿Habrá parte 3?
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