Cohen
La navidad pasada tomé ácido por primera vez. Un cuarto. Tengo mi propia modalidad de prudencia. Ella aconsejaba no ir más allá. Tampoco, por otra parte, es que hubiera podido.
El ácido te despierta. Te pone hablador. Dicen los que saben (los drogones) que te vuelve lúcido. Yo, que soy muy obediente, me sentí tal cuál dijeron que se siente. Me divertí como loco. Casi me cago encima de la risa, incluso. Entre otros logros, y luego de un (corto) período de (semi) retiro, volví a tirar galgos a diestra y siniestra. (Entiéndanme. No es que no levantaba: es que ni siquiera encaraba.) Me enteré, por ejemplo, que mi mirada es, ya no penetrante, sino perforadora. Mirá vos, qué bien, che. No hubo contra con el ácido, al menos no en el plano fáctico. En el contrafáctico, puede decirse justificadamente que pudieron haberme cagado a trompadas. Eso hubiera pasado si el novio desmayado en el colectivo de la chica a la que instaba a que lo abandonara para, asientos delante, se diera unos besos conmigo, se hubiera despertado. Dios es grande, y la mina no me dio pelota. (Se espantó un tanto, eso sí.) En el plano carnal no pasó nada. Apenas robé un beso a otra chica, con todo lo patético y triste que eso es; que eso, corrijo, sería, si no hubiera sido realizado en ácido.
El ácido te pone productivo. Terminé un cuento que me venía costando. (Que haya resultado bueno es otro tema.) Entre otras cosas, me metí a Internet y contesté cualquier cosa en el blog de Salgado Boza. Hablé de lo que quería, de lo que estaba escuchando en ese momento. Hablé de Leonard Cohen.
Sospecho que lo que conviene hacer en estos casos, cuando se pretende hablar en un post de una canción que nos arrastra a la monomanía, a cantarla y tararearla todo el tiempo en toda circunstancia, es, modestamente, transcribir la letra. Ese gesto se parece más al efectivo aunque parco nombrar y señalar, que al pomposo y enredador e ineficaz describir. Pero yo no soy discreto; no quiero serlo. Soy desmañado, y me gusta serlo. Soy hablador. Soy influenciable.
Por eso, mientras leía las transcripciones que hicieran PH de un tema del enorme Benjamín Biolay, y ML de la (acá corresponde un adjetivo) visceral P.J. Harvey, estuve tentado a imitarlos, a no hacer más. Cuanto mucho, agregar algo a guisa de comentario. Pero, como recuerda Aira, ‘al final siempre termina saliendo uno’. Estoy escribiendo esto, por tanto.
Mi disco favorito de Cohen es uno que no es suyo. Es de Phil Spector. Digo: lo produjo Spector –y se lo apropió. Así lo reconoce Cohen: "Those are all scratch vocals, and Phil mixed it in secret under armed guard. I had to decide whether I was going to hire my own private army and fight it out on Sunset Boulevard, or let it go. I let it go". No es el disco favorito de Cohen. No todos opinan lo mismo. “Spector produjo Death of a Ladies’ man, que es uno de mis discos favoritos de todos los tiempos. Sin duda, es un disco que me influyó bastante a nivel inconsciente. Ahora tengo la edad para encarar la música como lo hacía Cohen”. El mayor mérito que tiene Cohen es que Jarvis Cocker, líder de Pulp, quiere ser Cohen. No es virtud menor, pues ese logro congrega multitudes de méritos. Todos los méritos.
Mi tema preferido del disco es “Memories”. Cohen es lo que siempre quise ser: un superhéroe judío. Yo soy un simple goy. Por eso, cuando escribí sobre Cohen en pleno empepamiento, no es raro que haya entendido cualquier cosa. Había creído que trataba de un tipo que busca afanosamente el contacto con mujeres hermosas, y era sistemáticamente rechazado. Nada que ver: es mucho más que eso. No tiene nada que ver con eso: es mucho mejor. Es de un tipo que se acerca a la chica más hermosa, es de Cohen acercándose a la chica más hermosa, parándose frente a ella, diciéndole, con la voz grave de Cohen, como si estuviera tratando de explicar un argumento particularmente alambicado a un alumno voluntarioso, pero que no capta el punto, en voz baja: “Mirá: vos no me conocés; dentro de poco lo harás. Entonces, ¿no me dejarías ver tu cuerpo desnudo?”. Es ella diciéndole: “Andá a la otra punta del bar. Es posible que te deje hacer casi todo. Noto que estás hambriento, y hay tantas partes de mi cuerpo para tocar… pero no: no podés ver mi cuerpo desnudo”. Es de ellos bailando entre globos y papel picado en un fin de año. Es ella diciéndole: “dentro de un minuto vas a estar enamorado”. Es de Cohen diciendo, implorando, salmodiando, clamando en el desierto.
Y antes, un segundo antes, las trompetas, los trombones, la batería, toda la orquesta, se afanan en un crescendo, y cada vez más, cada vez más, cada vez más fuerte y más fuerte, y se detienen y todavía retumban, y el coro angélico eleva a Cohen a los cielos, y desde las alturas, excitado, enamorado, desesperado, Cohen canta:
“Y pongo toda mi fe en ver
Digo: pongo toda mi fe en ver
Digo: pongo toda mi fe en ver
Su cuerpo desnudo”.
Matías Pailos
El ácido te despierta. Te pone hablador. Dicen los que saben (los drogones) que te vuelve lúcido. Yo, que soy muy obediente, me sentí tal cuál dijeron que se siente. Me divertí como loco. Casi me cago encima de la risa, incluso. Entre otros logros, y luego de un (corto) período de (semi) retiro, volví a tirar galgos a diestra y siniestra. (Entiéndanme. No es que no levantaba: es que ni siquiera encaraba.) Me enteré, por ejemplo, que mi mirada es, ya no penetrante, sino perforadora. Mirá vos, qué bien, che. No hubo contra con el ácido, al menos no en el plano fáctico. En el contrafáctico, puede decirse justificadamente que pudieron haberme cagado a trompadas. Eso hubiera pasado si el novio desmayado en el colectivo de la chica a la que instaba a que lo abandonara para, asientos delante, se diera unos besos conmigo, se hubiera despertado. Dios es grande, y la mina no me dio pelota. (Se espantó un tanto, eso sí.) En el plano carnal no pasó nada. Apenas robé un beso a otra chica, con todo lo patético y triste que eso es; que eso, corrijo, sería, si no hubiera sido realizado en ácido.
El ácido te pone productivo. Terminé un cuento que me venía costando. (Que haya resultado bueno es otro tema.) Entre otras cosas, me metí a Internet y contesté cualquier cosa en el blog de Salgado Boza. Hablé de lo que quería, de lo que estaba escuchando en ese momento. Hablé de Leonard Cohen.
Sospecho que lo que conviene hacer en estos casos, cuando se pretende hablar en un post de una canción que nos arrastra a la monomanía, a cantarla y tararearla todo el tiempo en toda circunstancia, es, modestamente, transcribir la letra. Ese gesto se parece más al efectivo aunque parco nombrar y señalar, que al pomposo y enredador e ineficaz describir. Pero yo no soy discreto; no quiero serlo. Soy desmañado, y me gusta serlo. Soy hablador. Soy influenciable.
Por eso, mientras leía las transcripciones que hicieran PH de un tema del enorme Benjamín Biolay, y ML de la (acá corresponde un adjetivo) visceral P.J. Harvey, estuve tentado a imitarlos, a no hacer más. Cuanto mucho, agregar algo a guisa de comentario. Pero, como recuerda Aira, ‘al final siempre termina saliendo uno’. Estoy escribiendo esto, por tanto.
Mi disco favorito de Cohen es uno que no es suyo. Es de Phil Spector. Digo: lo produjo Spector –y se lo apropió. Así lo reconoce Cohen: "Those are all scratch vocals, and Phil mixed it in secret under armed guard. I had to decide whether I was going to hire my own private army and fight it out on Sunset Boulevard, or let it go. I let it go". No es el disco favorito de Cohen. No todos opinan lo mismo. “Spector produjo Death of a Ladies’ man, que es uno de mis discos favoritos de todos los tiempos. Sin duda, es un disco que me influyó bastante a nivel inconsciente. Ahora tengo la edad para encarar la música como lo hacía Cohen”. El mayor mérito que tiene Cohen es que Jarvis Cocker, líder de Pulp, quiere ser Cohen. No es virtud menor, pues ese logro congrega multitudes de méritos. Todos los méritos.
Mi tema preferido del disco es “Memories”. Cohen es lo que siempre quise ser: un superhéroe judío. Yo soy un simple goy. Por eso, cuando escribí sobre Cohen en pleno empepamiento, no es raro que haya entendido cualquier cosa. Había creído que trataba de un tipo que busca afanosamente el contacto con mujeres hermosas, y era sistemáticamente rechazado. Nada que ver: es mucho más que eso. No tiene nada que ver con eso: es mucho mejor. Es de un tipo que se acerca a la chica más hermosa, es de Cohen acercándose a la chica más hermosa, parándose frente a ella, diciéndole, con la voz grave de Cohen, como si estuviera tratando de explicar un argumento particularmente alambicado a un alumno voluntarioso, pero que no capta el punto, en voz baja: “Mirá: vos no me conocés; dentro de poco lo harás. Entonces, ¿no me dejarías ver tu cuerpo desnudo?”. Es ella diciéndole: “Andá a la otra punta del bar. Es posible que te deje hacer casi todo. Noto que estás hambriento, y hay tantas partes de mi cuerpo para tocar… pero no: no podés ver mi cuerpo desnudo”. Es de ellos bailando entre globos y papel picado en un fin de año. Es ella diciéndole: “dentro de un minuto vas a estar enamorado”. Es de Cohen diciendo, implorando, salmodiando, clamando en el desierto.
Y antes, un segundo antes, las trompetas, los trombones, la batería, toda la orquesta, se afanan en un crescendo, y cada vez más, cada vez más, cada vez más fuerte y más fuerte, y se detienen y todavía retumban, y el coro angélico eleva a Cohen a los cielos, y desde las alturas, excitado, enamorado, desesperado, Cohen canta:
“Y pongo toda mi fe en ver
Digo: pongo toda mi fe en ver
Digo: pongo toda mi fe en ver
Su cuerpo desnudo”.
Matías Pailos
4 Comentarios:
excitado, enamorado, desesperado.
eso es.
Justo hace un par de días rescaté de entre los discos que había decidido que era conveniente evitar, 'Death of a ladies man'. Ahora lo escucho obsesivamente, a partir del tema 2 (de paso, ¿cómo se llama? No entiendo la letra)y salteando 'Finger prints' que me parece horrible.
'Memories' es uno de los mejores indiscutiblemente, junto, para mí, con 'Death of a ladies man' y el tema 2.
R.
El tema 2 se llama 'Iodine', y parece que es un nombre de mujer. Y 'Fingerprints' está bien para cortar con el clima tremendista de cualquier disco de Cohen. Es decir, 'Fingerprints' es un cortamambo.
Primero: ¿por qué uno querría cortar con el clima tremendista? Para eso escuche otra cosa.
Segundo: 'Fingerprints' no sólo es corta mambo, además es feo. El tema anterior también es cortamambo ('Don´t go home with your man', si no recuerdo mal), pero está bueno.
Publicar un comentario
Suscribirse a Comentarios de la entrada [Atom]
<< Página Principal