La fama y sus vericuetos
Días atrás me encontré con un inesperado remanso en mi extensa jornada laboral y decidí aprovecharlo para visitar una librería de calle Florida y ojear las novedades que nos depara nuestro glorioso mercado editorial. Me movía un mero espíritu de curiosidad; nunca compro novedades: sólo saldos y menores a $10, salvo honrosas y contadas excepciones. En eso estaba cuando me detuve ante la retirada de contratapa del nuevo libro de Washington Cucurto: El curandero del amor. Allí, los ingeniosos diseñadores se habían dado a la tarea de acumular vilipendios y anatemas lanzados contra la obra narrativa del autor. El primer comentario pertenecía a Quintín, el segundo a Ariel Schettini, la lectura del tercero de ellos me produjo una especie de dejà vu y al llegar al pie del texto comprendí porqué: estaba firmado por nuestro amigo Facundo GV, más conocido por su célebre nombre de pluma: Playmóbil Hipotético. Ese pequeño fragmento que aniquila a Cucurto en cuatro líneas obró en mí como una suerte de iluminación. Si coincido con Borges en que la verdadera historia es pudorosa y sus fechas, secretas, deberé creer con él que esta fue una de ellas. En esa tarde perdida de verano asistí a la primera señal que el mundo exterior da de nuestra existencia. La mención a playmóbil en la contratapa de Cucurto señala nuestro lento pero inexorable desembarco, el comienzo de una invasión silenciosa que tomará las letras por asalto. Como en la enigmática entrada sobre Uqbar de la Enciclopedia Británica, un universo hasta entonces secreto se sobreimprime subrepticiamente sobre otro. Hoy fue Playmóbil, mañana será Pailos, pasado seré yo. Y el mundo será nuestro.
Zedi Cioso
Zedi Cioso
3 Comentarios:
Para los interesados, ya sea con animos respetuosos o jocosos hoy (copio):
"a las 19 hs, en el Jardín Botánico de la Ciudad de Buenos Aires
Y luego será:
Viernes 16/02 Fabián Casas y Washington Cucurto
Viernes 23/02 Sonia Budassi y Hernán Vanoli"
Que así sea.
Siempre resulta extraño el pasaje, propio, de espectador a protagonista. Hay, entiendo, dos movimientos de la realidad simultáneos que traccionan la sensación de extrañamiento: nuestro ascenso (por estar ahora junto a ellos) y su caída (por codearse, de momento, con nosotros).
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