Vida en comunidad
Tres o cuatro cabezas piensan mejor que una. Tres o cuatro corazones laten más fuerte que uno. Tres o cuatro cuerpos pensando y latiendo a la vez conforman una entidad diferente, que es más que cada componente pero que no es una persona, que hace más fuertes y felices a sus integrantes. Es la esencia del fascismo. También del amor a los equipos de fútbol. Ayer (justo ayer) descubrí otro escorzo de este monstruo de mil caras. Ayer, por primera vez, sentí que el cantante, el bajista y yo éramos una banda y no solo un rejuntado de borrachos.
Y no es que sonáramos bien. Salvo Zato (que la descoce con los agudos de “Starman”), los demás agradecemos de rodillas al cielo cada vez que pegamos una nota. Pero sí: estamos tocando mejor. El cambio, no obstante, fue cualitativo. No somos una banda porque toquemos mejor. Somos una banda porque tocamos coordinados. Esa estupidez es toda la diferencia.
Sí, puede ser: vengo cebado con la película sobre Dylan. Todo lo relacionado con la música adquiere ribetes heroicos que no necesariamente están en la cosa misma. Concedo. Pero no es eso. Es, en parte, la felicidad de encontrar compañía ahí donde pensamos que estábamos solos.
Cada dos o tres semanas nos reunimos Seba, Facu, Ariel y yo y, dos o tres pizzas más allá, tres o cuatro birras más acá, leemos lo que escribimos. ‘Lo que escribimos’ es otro nombre, menos pomposo, de nuestra ‘ficción’. ¿No les dije? Cuando seamos grandes queremos ser escritores. Y lo que escribimos mejoró una, dos y cuatro veces desde que nos juntamos.
No sé si escriben. Escribir es la felicidad. Más temprano que tarde es una soledad imbancable a arrojar por la borda contra cualquier mínima distracción: youtube, facebook, una entrevista subida de tono en la radio. Está bien. Es un precio justo por la ilusión de participar en la creación de otros mundos posibles, de realidades paralelas, de captar esencias renuentes o inexistentes, de dar con algo importantísimo, sustancial, imperecedero. Después de todo, uno es un boludo. ¿Qué tiene que ver uno con eso? ¿Quién se cree uno que es? Y en medio de esa pelea entre epifanías y autocastigos aparece algo impensado: escribir te permite compartir el análogo de un asado con amigos. Porque nuestras reuniones son como un asado con amigos, en las que ellos, además de darte charla, tinto y vacío, te hacen el trabajo para el lunes.
Acaso sea eso. Eso, los amigos, y no la literatura, y no la música, lo que me alegra. Pero esta hipótesis no explica el plus que siento tras estas reuniones. Ese plus no tiene que ver con la felicidad de un momento compartido. Es el orgullo de estar construyendo algo que podría justificar nuestro paso por esta tierra, algo que haga del mundo, si no un lugar mejor, al menos más interesante. Es ese tipo de autoengaño.
Matías Pailos
Y no es que sonáramos bien. Salvo Zato (que la descoce con los agudos de “Starman”), los demás agradecemos de rodillas al cielo cada vez que pegamos una nota. Pero sí: estamos tocando mejor. El cambio, no obstante, fue cualitativo. No somos una banda porque toquemos mejor. Somos una banda porque tocamos coordinados. Esa estupidez es toda la diferencia.
Sí, puede ser: vengo cebado con la película sobre Dylan. Todo lo relacionado con la música adquiere ribetes heroicos que no necesariamente están en la cosa misma. Concedo. Pero no es eso. Es, en parte, la felicidad de encontrar compañía ahí donde pensamos que estábamos solos.
Cada dos o tres semanas nos reunimos Seba, Facu, Ariel y yo y, dos o tres pizzas más allá, tres o cuatro birras más acá, leemos lo que escribimos. ‘Lo que escribimos’ es otro nombre, menos pomposo, de nuestra ‘ficción’. ¿No les dije? Cuando seamos grandes queremos ser escritores. Y lo que escribimos mejoró una, dos y cuatro veces desde que nos juntamos.
No sé si escriben. Escribir es la felicidad. Más temprano que tarde es una soledad imbancable a arrojar por la borda contra cualquier mínima distracción: youtube, facebook, una entrevista subida de tono en la radio. Está bien. Es un precio justo por la ilusión de participar en la creación de otros mundos posibles, de realidades paralelas, de captar esencias renuentes o inexistentes, de dar con algo importantísimo, sustancial, imperecedero. Después de todo, uno es un boludo. ¿Qué tiene que ver uno con eso? ¿Quién se cree uno que es? Y en medio de esa pelea entre epifanías y autocastigos aparece algo impensado: escribir te permite compartir el análogo de un asado con amigos. Porque nuestras reuniones son como un asado con amigos, en las que ellos, además de darte charla, tinto y vacío, te hacen el trabajo para el lunes.
Acaso sea eso. Eso, los amigos, y no la literatura, y no la música, lo que me alegra. Pero esta hipótesis no explica el plus que siento tras estas reuniones. Ese plus no tiene que ver con la felicidad de un momento compartido. Es el orgullo de estar construyendo algo que podría justificar nuestro paso por esta tierra, algo que haga del mundo, si no un lugar mejor, al menos más interesante. Es ese tipo de autoengaño.
Matías Pailos
14 Comentarios:
lindo post, MP.
es un poco tierno, es verdad. Eso es raro porque nuestros personajes no son así, en general nuestros personajes son otra cosa. Pero sí es verdad lo del sentimiento de que algo pasa cuando nos juntamos y cuando ya todoso vamos sabiendo por qué razón el otro escribe como escribe. Como al comienzo, larga vida al gobierno provisorio de afiebrados!
Sin intención de ponernos blandengues y melancólicos (o melanalcohólicos, como decía Lambor)la verdad que el de escritor es un trabajo muy solitario, casi solipsista, y si el escritor es rabiosamente inédito, aún peor. En medio de estas oquedades el hecho de juntarnos y "leernos" me parece que nos ha insuflado otro ánimo. Yo escribo más y mejor cuando sé que se acerca la fecha de la próxima reunión. Eso por no hablar de cómo mejoran los conatos de textos cuando se exponen a la visión de los demás.
Larga vida al provisorio.
ja "escriben" "hacen literatura"
muy lindo (julieta) muy bueno ( el otro)sólo ustedes se babean con su monstruoso niño tuerto
Anónimo, se ve que a vos algo te babea este monstruo también, ya que todas las noches querés participar aunque sea con un comentario. Seguí participando, anónimo...
Es verdad que el post cae un poco demasiado del lado meloso. Y elegíaco también. Hubiera que haber debido sofrenar un tanto ambos impulsos. Por lo demás:
-gracias Julieta.
-nuestros personajes DEBERÍAN ser otra cosa.
-que no decaigan las reuniones.
No se sofrene Pailos.
El post me conmovió, pero no creo que por lo meloso, sino por la intensidad de las emociones involucradas y porque provoca empatía...(al margen de que, como siempre, escribe Ud. muy bien)
Saludos,
Romina
Matías no frene los impulsos, haga y escriba que siempre es un gusto pasar por acá. Saludos!
y vos me contestás anónimo...también te babean mis comentarios
Es la última vez que te respondo. Apuesto a que vos vas a seguir comentando.
La "vida en comunidad" la tengo asociada a los experimentos de granjas en los años sesenta y setente (si le interesa a alguien escuché que hay una comunidad medieval [sic.] en Gonzalez Catán).
Me gusta el comunitarismo amical que propone Pailos. Es el único que conozco y en el que confío.
Saludos y larga vida a Lai Tsu y sus seguidores!!
yo siempre lo dije: El día que toquemos Zato sale como el sex symbol de la banda.
Comparto con matías que más allá del hecho del momento compartido la gratificación es que uno hace algo que le gusta, que elige hacerlo.
saludos
Es tierno y cursi, dulce y meloso pero no empalagoso.
Pusto que viene de alguién que no demuestra seguido un halo de ternura, resulta agradable y muy conmovedor.
Debo decir que hasta envidia me ha causado, puesto que no se escribir y que mis reuniones con amigos y amigas están muy lejos de ser ese "asado cultural".
Saludos
¿Post meloso? post-meloso, mejor dicho.
Me gustó.
La escritura y la amistad (o sea la vida), dos términos que se deslizan en la autopista/cinta de moebius de la realidad/ficción/realidad.
Después de todo uno escribe sólo para decir cosas.
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