Introducción al Existencialismo
Hacia fines del año 2004, el recientemente licenciado en Filosofía conocido bajo el alias de Playmobil Hipotético decidió que ya era tiempo. Demasiadas veces había postergado el viaje de carácter iniciático extramuros de Argentina, intramuros de Latinoamérica. A fin de que la travesía no trocase al poco de comenzar en una carrera de obstáculos, PH tomó una astuta decisión: cartearse con otro héroe de nuestro tiempo: Rodrigo Salgado Boza, escritor, pero más importante aún: chileno, y para más datos: residente en Santiago. El objetivo: tener dónde dar con sus petates cuando hubiese abandonado suelo patrio. El Hosco RSB, previa increpación e increpaciones (eficazmente) intimidatorias, accedió a alojarlo. ‘Con una condición’. Cuál, se preguntó PH. ‘Una cita a concertarse en este acto en la punta del Aconcagua’. Qué, se preguntó PH. ‘Tendrá el carácter de un duelo. Tranquilo, pelearemos con tus armas. Será una disputa dialéctica’. Ajá, pareció afirmar, pero en verdad se preguntó PH. ‘De salir no digo victorioso, mas sólo indemne de la batalla, te serán otorgadas las llaves de todo nuestro continente’. Muy bien, enfatizó PH, ya atizado, y se sabe que un PH atizado es un PH desbocado. Enfermo del orto, se dijo PH, atiborrado de poesía tenía que estar, justo ahora, la reputa madre. Un poco (confesémoslo) arrepentido, pero comprendiendo redondamente que el compromiso no tenía vuelta atrás (salvo la ignominiosa retirada de la contienda, lo que, dado el temple de sus amistades, significaba el abandono de la ciudad, del país, del mundo. Así de intransigentes son mis amigos, concedió PH, y echó a llorar.) Qué quiere, se preguntó PH en camino a la cordillera, atravesando la pampa inmutable en compañía de su colega del Mar Dragón, babeante en el asiento contiguo. El secundado había sido otra solicitud de RSB, quien tampoco dejó que eligiera la encarnación de su auxiliar. Debía ser DDM. Muy bien, subrayó PH, vos traés a Gernández. Un ruido confuso y turbio, luego el silencio se oyó del otro lado de la línea. Habían cortado. PH se preguntó si esa requisitoria no había sido también prevista por RSB. Después de todo, ¿qué otro amigo de RSB conocía él que no fuera G? PH elevó sus pies del suelo. La baba de DDM inundó el primer piso del micro y ya rebalsaba amenazante hacia la planta baja. El micro frenó. La ayudante de abordo, el copiloto, el piloto, y finalmente PH mismo amordazaron y ataron a DDM. Pero la baba era ya incontenible. La baba, de hecho, atoró radiadores y desató el fuego bajo el vehículo. La baba, entonces, viéndose dominante del terreno, habiendo copado la parada, adoptó modos antropomórficos y atacó a la población de la planta baja. Todo esto redundó en una merma considerable de la población humana ambulante por las arterias de la pampa desértica. La fauna, quizás, ganase en variedad con la baba devoradora, que ahora ascendía al primer piso sirviéndose del manto tendido sobre el suelo cual enorme pseudópodo. La que subía, entonces, era la boca de la baba que, habiéndose fagocitado a los valientes o durmientes que retozaban (¡todavía!) en los primeros asientos, se disponía a hacer algo útil de PH y compañía: los haría comida. Destino no menor, bien visto, el de servir de alimento a una especie mejor adaptada. Extrañamente, la usual ecuanimidad de PH y la parsimonia de su ex-colega académico DDM no lo veían así. La parsimonia de DDM pudo liberar las manos de su detentor y el detentor (DDM) logró garabatear en su libreta cosas como ‘la baba, de hecho, atoró radiadores’, y siguió más adelante ‘sobre el suelo cual enorme’ y siguió ‘durmientes que retozaban’ y corrigió: ‘la baba, paralizada cual Atila ante la magnificencia de Roma, espantose ante la sabiduría y destreza teórica representada y encarnada en PH, dispuesta, ¿por qué no? a un nuevo salto de esferas de existencia, temblorosa y en ascuas (aunque NO tenía por qué temer, aunque NO estaba en ascuas, amén de su delicuescente condición), retrocedió. Y no sólo retrocedió sino que insufló nueva vida al motor que, en su calor autogenerado, derritió (primero) y evaporó (inmediatamente después) la otrora baba vida, baba todo. Pero el camino al infierno, querida baba, está empedrado de buenas intenciones. La baba, baba, solidificó en piedra en el camino del vehículo, que voló por los aires desintegrándose a él mismo y a su tripulación, con las honrosas excepciones de PH y su grumete, DDM, expulsados tan lejos como la punta del Aconcagua, a la que arribaron cayendo dentro de la chimenea que se yergue en la punta de la casa en la punta del pico nevado. Habiendo franqueado las llamas del hogar, revitalizados y vigorosos, emitieron un ‘¡Uajjj!’ que hacía constar su vuelta a las lides, listos para afrontar el peligro con cara de escritor. Con cara de RSB, el diablo para todo fin práctico. ‘Veo que han llegado a tiempo’. Los mofletes de PH bullían de adrenalina e indignación. Poco hubiera faltado para que destrozase la lozana faz de RSB de no interponerse entre ambos G, DDM y su baba, omnipresente, pero amaestrada. Algo contestó, sin embargo. ‘Duelo’, dijo RSB. ‘Escoje tu primero el arma que prefieras’. Dicho lo cual abrió de par en par un gabinete con forma de escafandra. En su interior se veían, relucientes, más de diez libros. ¡Ah!, pensó PH, con este no hay quien me gane, y tendió sus garras hacia la ‘Crítica de la Razón Práctica’. Algo, alguien, lo hizo detenerse. Miró a RSB, quien parecía reprimir una mueca de descontento. Cambió el curso de su mano y tomó un ‘Diario’, el tomo 1. ‘Sabia decisión’ –RSB. Sabia las galochas, pensó PH, la reconcha de tu hermana, acotó. ‘Por mi parte elijo este’, y tomó posesión uno rojo con una foto recortada de un caminante con aspecto de empleado público. ‘El terreno, colega, lo elijo yo. Sepa, qué digo, ya lo sabe: el poeta es un fingidor que finge constantemente, que hasta finge que es dolor el dolor que en verdad siente’.
-Mirá: a mí ese temita de las máscaras perpetuas –dijo retirando de su cara una máscara de gorrión que se había probado- ya me tiene un poquito harto. Está bien: no hay algo así como la sinceridad profunda, siempre actuamos, sea ante auditorios efectivos…
-Ante audiencias fantasmas
-Ante nosotros mismos también (según el caso), en el desdoblamiento esquizo clásico, en el actor y público de su actuación. Pero…
-No hay peros. Fingir es conocerse.
-…puedo conceder. Decía, antes de ser interrumpido –y se retiró la nueva máscara de gorrión que yacía bajo la primigenia máscara de gorrión- si bien hay otro o algo que nos actúa, si bien hay voluntad (algo, al menos) de ser eso otro o eso algo que no somos, afirmar esto es ya decir que somos algo.
-Mera retórica. Expresarse es decir lo que no se siente.
(G bostezaba y limaba sus uñas, muy coqueto. DDM, nadando en un mar de baba que cercaba ya a un distante G que empezaba a levitar y luego redondamente a tomar vuelo, sonreía, asentía, oponía mudos reparos.)
-No. Hay un sentido fuerte, excesivo, en el que no se puede ser auténtico. Es cuando se exige de la autenticidad –tras la segunda gorra se perfilaba una nueva máscara de una máscara de gorrión- pureza. No hay pureza (no al menos de la pura). Pero hay un sentido inocuo de autenticidad que es rescatable. Es el dejar actuar al inconsciente, levantar (algunas) represiones a la manifestación del ello freudiano.
-Expresarse es decir lo que no se siente.
-Es un sentido inocuo. Un sentido más humano, que nos permite respirar más profundamente, que nos saca el peso de encima del perpetuo fingimiento. Que nos deja ser cargosos, escatológicos, soeces, atorrantes y compadritos –esto decía y PH se iba achicando, RSB ganaba altura, pero también volumen. PH se movía con soltura y ya era toda una rata, con cola y todo. Hasta cantaba. RSB, el diablo probablemente, devino estatua-. Que nos permite ser inmaduros.
-Expresarse es decir lo que no se siente.
-¡Basta con la chácara! –PH retiró con sus manitas y cola la última máscara y dejó ver, por fin, su verdadero rostro: una máscara de gorrión.- Seamos inmaduros, seamos maduros. Seamos todo.
G, volátil, había desaparecido diseminado en polvo de alta montaña. DDM nada había escogido, pero presentía, en lo recóndito de su coleto, lo peor. Después de todo RSB era el diablo.
Es el diablo, se dijo PH. Es el diablo, pensó la baba que otrora fuera dragón.
El diablo sonrió.
Matías Pailos’
-Mirá: a mí ese temita de las máscaras perpetuas –dijo retirando de su cara una máscara de gorrión que se había probado- ya me tiene un poquito harto. Está bien: no hay algo así como la sinceridad profunda, siempre actuamos, sea ante auditorios efectivos…
-Ante audiencias fantasmas
-Ante nosotros mismos también (según el caso), en el desdoblamiento esquizo clásico, en el actor y público de su actuación. Pero…
-No hay peros. Fingir es conocerse.
-…puedo conceder. Decía, antes de ser interrumpido –y se retiró la nueva máscara de gorrión que yacía bajo la primigenia máscara de gorrión- si bien hay otro o algo que nos actúa, si bien hay voluntad (algo, al menos) de ser eso otro o eso algo que no somos, afirmar esto es ya decir que somos algo.
-Mera retórica. Expresarse es decir lo que no se siente.
(G bostezaba y limaba sus uñas, muy coqueto. DDM, nadando en un mar de baba que cercaba ya a un distante G que empezaba a levitar y luego redondamente a tomar vuelo, sonreía, asentía, oponía mudos reparos.)
-No. Hay un sentido fuerte, excesivo, en el que no se puede ser auténtico. Es cuando se exige de la autenticidad –tras la segunda gorra se perfilaba una nueva máscara de una máscara de gorrión- pureza. No hay pureza (no al menos de la pura). Pero hay un sentido inocuo de autenticidad que es rescatable. Es el dejar actuar al inconsciente, levantar (algunas) represiones a la manifestación del ello freudiano.
-Expresarse es decir lo que no se siente.
-Es un sentido inocuo. Un sentido más humano, que nos permite respirar más profundamente, que nos saca el peso de encima del perpetuo fingimiento. Que nos deja ser cargosos, escatológicos, soeces, atorrantes y compadritos –esto decía y PH se iba achicando, RSB ganaba altura, pero también volumen. PH se movía con soltura y ya era toda una rata, con cola y todo. Hasta cantaba. RSB, el diablo probablemente, devino estatua-. Que nos permite ser inmaduros.
-Expresarse es decir lo que no se siente.
-¡Basta con la chácara! –PH retiró con sus manitas y cola la última máscara y dejó ver, por fin, su verdadero rostro: una máscara de gorrión.- Seamos inmaduros, seamos maduros. Seamos todo.
G, volátil, había desaparecido diseminado en polvo de alta montaña. DDM nada había escogido, pero presentía, en lo recóndito de su coleto, lo peor. Después de todo RSB era el diablo.
Es el diablo, se dijo PH. Es el diablo, pensó la baba que otrora fuera dragón.
El diablo sonrió.
Matías Pailos’
11 Comentarios:
ese era el duelo que vos hubieras escrito en los detectives salvajes?
La escena de la baba es una de las más divertidas que leí en un largo tiempo; sus connotaciones metafísicas son... metafísicas.
Hay un clima épico -casi como el abrazo entre Ohiggins y San Martín -, un clima de El Quijote, con los fieles pero descomprometidos acompañantes de PH y RSB, y hay un clima de máscaras que no es el del baile de máscaras. Pero sì, ganó el diablo, lo reconozco desde mi tubo de ensayo lleno de baba y de nieve del Aconcagua;
Segunda vez que en tan poco tiempo me hacen reir así. Se agradece.
Yo habría tomado algo de Guattari, o de Deleuze o de Foucault sólo para que entre sus páginas nimias cayese la baba escatológica del Dragón.
Comprendo que, sin saberlo, no me agrade Playmobil Hipotético. Claro,porque a mí siempre me gustaron más los Legos. O los logos. ¿Sabían que tengo una banda? Se llama así: Heráclito y sus Logos Big Band. Ja.
Si PH quiere venir a Chile, pues que venga y se queda una semana conmigo y la otra con Hernández.
Pailos, estás más chiflado que Cioso.
Agradecido al igual que Boza. Honrado de ser personaje menor de epopeya tan egregia. Las risas aún resuenan en la tumba en que trabajo y que a efectos de los demás recibe el nombre de oficina.
Detalle: mal podría limarme las uñas si prácticamente no tengo, pues gozo de la agradable costumbre de comérmelas, llegando en ocasiones a la carne misma de mis dedos. Pero va bien con el tono surrealista de la fábula.
No tendría problemas en acoger al sr. Playmobil Hipotético. Desde ya mando a hacer un babero acromegálico para que se sienta a gusto.
Gracias totales, colegas, amigos. Hay algo de abrazo histórico, un tufillo de conjura subterránea (subterránea porque, de momento, no somos visible para nadie).
Hay algo de baile de máscaras por influencia indirecta de Gombrowicz et alter. Y quise que hubiera algo de 'Me dicen que diga quién soy', un excelso relato de Vila-Matas con protagónico del diablo.
Me gustó el nombre: Heráclito y sus Logos. Un presocrático grunge, un Cobain con toga. Pas mal, pas mal. Nosotros también tenemos una banda. Se llama 'Sonora'. (Aramos dijo el mosquito. La banda es de Zatoichi. Y, hasta donde sé, nunca tocaron, nunca ensayaron, no tienen temas.)
Perdón, Gernandez, por haberlo hecho arreglarse las uñas. Necesidades de la trama (o comodidad, en verdad).
Chiflado no sé. No creo. Y menos de Cioso. Con Cioso pasa más bien lo siguiente: él es algo así como el Doctor Jeckyll, yo soy algo así como Mister Hyde.
Sí, Pailos es más chiflado, chiflado en cines y teatros, chiflado en calle Corrientes por cortes de adolescentes colegialas con tablitas, chiflado en el chiflete del viento en contra que le oprime el pecho en el Río de la Plata cuando hace footing.
Yo siempre fui el cuerdo de la familia.
¿Cómo decirlo? Me honra haberme visto participar de esta gesta acompañando al siempre bien ponderado PH. Al releerlo, me resultó mucho menos inquietante la baba (algo a lo que a fin de cuentas ya estoy acostumbrado) que el final.
Me honra su honor, y me honra verme honrado por verme honrado por su honar, caballero. A ver cuándo vuelve a dar a publicidad los frutos de las labores de la vigilia.
Claramente, Zed, vos sos el hermano cuerdo, yo el hermano abucheado en cines y teatros, y papá y mamá no sé. Nunca los conocí. ¿Vos?
Ah, y como no se me había pasado antes por la cabeza:
Las babas del diablo
Papá murió en Barcelona cuando nosotros éramos muy chicos y ni llegamos a conocerlo más que por lo que nos dejó y lo que nos contaron otros tíos piolas. Y mamá, bueh, a mamá todavía la estamos buscando.
Lo último que supe de mamá es que se había casado con un chileno. Pero también me dijeron que se había casado con un mexicano. Otros insisten en decir que noviaba con un español, y hay quién dice que anda con los tres a la vez. Medio trola, mamá.
Quizás yo la haya visto: con un carro de supermercado hecho a partir de trozos metálicos de prótesis de sobrevivientes de Chérnobil o de accidentados bajo las ruedas de las micros santiaguinas. ¿Será ella? Creo que nos deberíamos juntar para solucionar este galimatías epistemológico.
Por qué no, por qué no...
(Ah: sí, seguro era ella.)
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