El Mate Tuerto

"Se fingirá el saber que no se tiene."

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Nombre: El Mate Tuerto
Ubicación: Argentina

08 julio, 2006

El Gato

Uno de los días más felices de mi vida fue cuando el Gato Gaudio ganó Roland Garros. Ustedes esperarán que ahora pase a relatarles sucesos y acaeceres (que son lo mismo) que cuanto mucho tienen en común con la victoria de Gaudio el haber acontecido o tenido lugar (que, salvo que nos pongamos quisquillosos –y yo suelo adoptar ese donaire- también son lo mismo) para la misma fecha. Pero no. El motivo de mi felicidad fue el mismísimo hecho, suceso y estado del mundo que es que el Gato haya salido invicto del Gran Slam parisino. ¿Una exageración? Sí. Obvio. Pero hagamos de cuenta que no exagero. ¿Estamos todos en la misma línea? Bien. Ahora imaginen a dos hermanos, por caso el mío y yo mismo, viendo el partido final con Coria, otro argentino. Hubo, días previos, un debate entre los espectadores, cifrado alrededor de esta pregunta: ¿quién conviene que gane? Es decir: qué le conviene al tenis argentino que pase. Que gane Coria era una respuesta. Se especulaba con que, si ganaba, se precipitaría en un derrotero infernal que lo llevaría, si no al número uno, al menos al sitial de privilegio que con el sanbenito de ‘Archirival’ hoy detenta el Rafa Nadal. Que gane Gaudio era la otra réplica. Y había razones de peso para ello. Coria se va a cansar de ganarlo, decían, decíamos. Puede fallar. Cuando mi hermano y yo nos sentamos a ver el partido sabíamos qué queríamos. Queríamos que ganara el Gato. A la mierda la razón y sus pluralidades las razones. A la mierda con todo. El corazón manda. El corazón nos decía: todos con el Gato. Pero a los pocos minutos ya lo estaban paliceando, al poco tiempo ya estaba dos sets abajo. Por suerte mi vieja nos llamó a comer, y apagamos con resignación o iniciando el duelo por la expectativa frustrada, y nos abocamos al bocado. La comida devino migas, y mientras yo mascullaba el sinsabor de otra derrota mezclándola con la pasta dentífrica que restregaba por mi boca, de repente un grito. Subo las escaleras y veo a mi hermano clamando cual enajenado, con ese inequívoco aire de familia típicamente Pailos. Gaudio había ganado el tercero y le estaba pegando un peludo en el cuarto. Escupo el dentífrico y me siento, tironeado por potencias invisibles hacia la pantalla. Gana el cuarto y comienza ganando el quinto y definitivo. Nos enteramos de que Coria está lesionado, pero el guacho la sigue peleando. El final solo depara nervio sobre nervio. Los games se estiran, los puntos cobran la consistencia de un chicle. Más nervio, y tras el nervio, la tensión esencial del espectador al que le va la vida en una pelota. 7 a 6 Gaudio, el saque a su favor. Ya está. Pero no está nada. Coria está a punto de quebrar, pero no. se recupera el Gato. ¡Punto para el Gato! Ppffff. Vamos, Gato, un punto más, Gato, un punto más, Gato, uno más. Saque, devolución, intercambio de fondo. Gastón lo abre a Coria, que devuelve esforzado. Le queda para el revés. ¿Qué va a hacer? Latigazo cruzado. La pelota pica adentro, sale despedida, y vuelve a picar. Listo: ganó. ¡Ganó! ¡Vamos, Carajo! Saltamos del sillón y festejamos dándonos topetazos cual jugadores de N.B.A. ¿Qué festejábamos? ¿Qué veíamos en el Gato? ‘Lo que pasa’, le explicaba otrora a mi última novia, ‘es que el Gato es un jugador con problemitas’. Por problemitas entendía: problemas mentales. ‘¿Y vos hinchás por él porque tiene problemas mentales?’, y eso era el preludio de una pelea. Sí, es la respuesta. Esto funciona por los clásicos mecanismos de identificación (del espectador con el jugador), de representación (del jugador al espectador), de comunión (de todos nosotros con el ídolo), los clásicos burletes y engranajes que generan urticaria en el intelectual reacio a los hábitos de la masa, como las llama él, del hombre en sociedad, como yo prefiero. Claro: el Gato tiene un talento, un revés, una calidad con la raqueta que nosotros el vulgo jamás lograremos. Pero después tiene todo eso otro que sí tenemos (que sí tengo), y a raudales. Falta de confianza, derrotismo, sentimiento de fatalidad, angustia, obsesiones, y todo todo, pero todo todo, expuesto a corazón abierto, a la vista de todos. Gaudio crece en público, como Lou Reed. Tomen, vean: puteo y puteo, y más que nada, me puteo. ‘Yo no sé que hago acá’, ‘soy malísimo’, ‘esto no tiene sentido’, ‘dedicate a otra cosa’, de nuevo ‘soy malísimo’ y demás delicias de su repertorio con las que el Gato nos regalaba, dichas sobre sí mismo. Cuartos de final contra Hewitt, el extremo opuesto: no mucho talento, mucha pero mucha confianza, todo tenacidad. ¿Quién gana?, le preguntan a Gaudio. ¿Qué se espera? Cosas como ‘yo’, o circunloquios que esquiven el bulto. Gaudio escribe: Gauwitt. Vuelvo a ese momento en que la pelota pica y vuelve a picar. El Gato tira la raqueta al aire, hace gestos ampulosos con las manos, se ríe, grita, gime. Saluda a Coria (en esa ocasión, un caballero) y ¿qué hace? Da la vuelta olímpica, saludando a todo espectador que quiera ser parte de su alegría. Después sale corriendo, a un lado, a otro, se abrazo, llora.[1] Y habla y agradece a Vilas, a Coria, a este, aquél y a ese otro también, ¡claro que sí!
Después lo entrevista Miguel Simón, para ESPN. Después le hace una pregunta, una bien boba, lo que pide la circunstancia. Entonces Gaudio niega con la cabeza y dice ‘No puede ser. Esto no puede haber pasado, ¿entendés?’ ¿Por qué, Gato? Porque ‘yo no puedo haber ganado Roland Garros. Yo no puedo haber ganado Roland Garros. Yo no’.

Matías Pailos

[1] ¿Llora? No recuerdo. Es extraño notar que el llanto (esto es una obviedad, pero yo soy una mente primitiva que se sorprende todavía con espejitos de colores) aumenta inevitablemente el efecto dramático de una narración, tiñendo al asunto (ese cualquiera) de ribetes emotivos. Soy un pascual, qué le voy a hacer.

9 Comentarios:

Blogger Playmobil Hipotético dijo...

lo grato del gato es que puteandose asì llega a algo; lo cual explicaría el fracaso de cualquier sesión terapeútica.

11/7/06 18:35  
Blogger principio de incertidumbre dijo...

pocas veces vi a alguien jugando (a algo) con tanta autocatarsis.
Me gusta lo que decís.
Ahora, yo no tengo tanta memoria de torneos, pero no es en ese que llora y dice "a mami, a papi", llorando como un nene. (?)
Si es así, me roba el corazón.

11/7/06 22:57  
Anonymous Anónimo dijo...

Sí, es ese. ¿Cómo me olvidé de ese episodio?

12/7/06 13:29  
Anonymous Anónimo dijo...

Me quedé pensando unos días al respecto de tu post.
Porque nos fascinan esos personajes que "triunfan" de esta forma?
El tipo no tiene la típica actitud deportiva: "sólo importa vencer, entreno para eso", él juega quizás con actitud de artista, o mas que artista, con postura zen (perdón por citar lo zen tan a la ligera) digamos con un no-fin, hace y luego pasa algo o no, pero vuelvo al principio: identificarse con alguien que llegó casi sin proponérselo seriamente (o concientemente)
Es una actitud de protección (por si no lo logra) o pura vanidad de vanidades?

perdón, me colgué.

saludos.

14/7/06 11:45  
Anonymous Anónimo dijo...

las dos a la final. Y yo estoy a favor de utilizar todo, zen incluido, a la ligera. Más saludos de vuelta.

14/7/06 15:16  
Anonymous Anónimo dijo...

juaa.... si yo pudiera tomarme las cosas mas a la ligera, que felicidad!!
Escríbase un post con instrucciones, plis

14/7/06 20:34  
Anonymous Anónimo dijo...

prometido. No sabe cómo estaba esperando ese estímulo para que las fieras dormidas se me echen encima.

15/7/06 21:25  
Anonymous Anónimo dijo...

hay algo que me permito agregar, acerca del gato, que no he visto en ningún otro jugador, salvo (disculpen el viejazo) Illie Nastase: cuando el tipo anda jugando bien, SE DIVIERTE, se ríe, le gusta jugar, no es la furia ganadora de un buen punto del imbécil de coria, ni la descerebrada sobriedad del otro imbécil soberbio de nalbandian, es un pibe que adora jugar bien al tenis, y que no se la cree de verdad, pero entre todos estos de la legión, sin duda es el más talentoso, junto con coria, que aprendí a odiarlo por pecho frío.

Para mí, no es nadal ni federer, ni nunca lo será, pero el gato es entrañable, es un ser humano con poros abiertos, nadal es terminator, y federer una whirlpool, nada que ver, son geniales como microsoft, no tienen ni dejan de tener huevos jugando, fundamentalmente, lo que me parece que les ocurre, es que no juegan, cosa que el gato sí, juega al tenis, pero podría ser al rasti, al teg, a cualquier cosa, es un desubicado.

17/7/06 01:10  
Anonymous Anónimo dijo...

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