Buenos Aires, Argentina, humedad
En medio de la noche, con la cara impávida surcada por vientos huracanados, un hombre enarbola una guitarra al cielo. Un segundo después la guitarra barre el piso solitario, sus dos mitades débilmente unidas por cuerdas que tiemblan y ya no suenan. No hay más alegría. La secuencia se repite, se loopea, se degrada. Las energías no son las iniciales, nunca más lo serán. Pero la guitarra tampoco. Las cuerdas ceden. La guitarra ya no es más guitarra sino partes de guitarra y cochambre. El ataque fue anticlimático, intempestivo. Vuelve a su sitio y abre la boca. “En Paraguay estuve una hora tratando de romper una guitarra y no pude”.
La cito temprano porque no quiero llegar tarde y porque presumo que va a ser todo un quilombo pero no: entramos rapidísimo. La atosigo con consejos sobre como comportarse en caso de estampida y malón. Vero me mira con ternura, con cara de este se cree que tengo doce años. Tiene razón, así que dejo de insistir después de insistir un rato largo. En el camino nos bajamos un litro y medio de agua: litro y cuarto yo, un cuarto ella, así que antes del comienzo del recital voy como cuatro veces al baño. Peter Capusotto ameniza la espera con Roberto Quenedi, Pomelo y amigos.
Gracias totales, Ceratti. He ahí un hombre a envidiar. Claro, claro: guita, mujeres, drogas, prestigio, talento, gran voz, gran guitarrista, tremendo letrista (ya hablaré). Pero quería, aquí y ahora, envidiarlo por otra notable condición suya: es un tipo juguetón. Estar parado frente a 65 mil personas te permite lucirte o hacer el ridículo: pero exhibirte. Hay una platea cautiva: aprovechémosla. El rocker qua performer es obviamente histriónico y claramente actoral. Ceratti juega a ser un vaquero, una puta elegante, un tipo duro y un tierno sentimental. Ceratti juega a ser estrella de rock. Ceratti juega a ser Pete Townshend y Jimi Hendrix, así que corta “Sueles dejarme solo” (esa que dice “nena: nunca voy a ser un superhombre”) y destroza su felicidad con su guitarra y está en Woodstock y rompe su guitarra primero como Townshend (con violencia y odio), después como Hendrix (con sensualidad y comunión mística) y como Ceratti: la estrella pop, el ídolo posmoderno que siempre fue. Al confesar que estuvo practicando muestra (bien explícitamente) que eso no es original, que no es auténtico, que es artificial. O, si lo prefieren: que está jugando, bien en serio, a ser lo que a todos nos gustaría ser. Que a él le sale mejor, porque tiene plata y todo el genio musical del rock en sus dedos y su garganta y su cabeza. Así se enrola en una larga tradición de apropiadores y farsantes, con Bowie a la cabeza, para quienes nada del mundo de la música (nada del mundo) les es ajeno.
Al principio fue “Juegos de seducción”. Enseguida, una avalancha de lados-B (Imágenes Retro, Texturas), que por más que sean grandes temas tiran pabajo el show. Como comprenderemos más tarde, esto hace al crescendo. Me mantengo con Vero al medio y a la izquierda del campo. La tengo advertida: en cualquier momento me las pico. Ella tantea la posibilidad de seguirme, pero por cómo su flacura resiste los escasos golpes, mejor que no. Parece, según me contó después, que en algún momento me tragó la multitud. Eso pasó.
Hay momentos de enorme felicidad musical, momentos de gran belleza. (Para nosotros, dijo el Indio, belleza y felicidad son dos nombres de la misma cosa.) Curiosamente (o no, ahora que lo pienso bien), buena parte de ellos viene de la mano (y, también, de los pulmones) de la trompeta en sordina de Gillespie Rodríguez. “Fue” (“he llegado hasta el fin, con los brazos cansados”), el wua-wua más lento de la historia, y “Signos” (cada día más lindo), entre una nube violeta movida al ritmo del wua-wua. Pero el mejor tema de la noche fue esa preciosura que es “Terapia de amor intensiva” (y la obstinación del sujeto de enunciación: “si algo está enfermo, está con vida”).
Van y vuelven, van y vuelven y ya estoy hecho a los golpes. Hay un par de pungas, o al menos eso creo. Me paranoiqueo y meto la mano en el bolsillo con la guita. Adolescentes en efervescencia repasan cosas sabidas y se preguntan cosas sabidas (“¿saldrán de nuevo?”). También los envidio y espero a que vuelvan a volver por última vez. Último tema: Nada personal. (¿Hay que leer entre líneas? No, es ir demasiado lejos.) Estoy agotado. Me reencuentro con Vero, que también está agotada, frente al celular gigante desinflado. Nos sentimos los judíos expulsados de Egipto caminando kilómetros y kilómetros, pero al final del camino nos espera la Tierra Prometida: La Farola; pizza y cerveza.
Hay momentos de exaltación: las cabezas subiendo y bajando al ritmo de esa que dice “ella durmió al calor de las masas y yo desperté queriendo soñarla” y uno sentía el colchón de vapor entre los propios pies y el la tierra a la que pisábamos sin el suelo a cinco metros del escenario, salto y meto presión y voy para adelante y giro y voy de tromba contra las espaldas inexpertas que me abren paso, y en eso la avalancha de la derecha se cruza con la avalancha de la izquierda y mis 74 kilos pasan de metro setenta a metro ochenta de lo estirado que quedo y aguanto y resisto y me pisan y un codo en la cervical y otro en el baso y ahora estoy volando: aprieto los brazos contra mi pecho y vuelo dos metros y no caigo, pero ahora sí y me levanto y nada más queda. Soy feliz.
Matías Pailos
La cito temprano porque no quiero llegar tarde y porque presumo que va a ser todo un quilombo pero no: entramos rapidísimo. La atosigo con consejos sobre como comportarse en caso de estampida y malón. Vero me mira con ternura, con cara de este se cree que tengo doce años. Tiene razón, así que dejo de insistir después de insistir un rato largo. En el camino nos bajamos un litro y medio de agua: litro y cuarto yo, un cuarto ella, así que antes del comienzo del recital voy como cuatro veces al baño. Peter Capusotto ameniza la espera con Roberto Quenedi, Pomelo y amigos.
Gracias totales, Ceratti. He ahí un hombre a envidiar. Claro, claro: guita, mujeres, drogas, prestigio, talento, gran voz, gran guitarrista, tremendo letrista (ya hablaré). Pero quería, aquí y ahora, envidiarlo por otra notable condición suya: es un tipo juguetón. Estar parado frente a 65 mil personas te permite lucirte o hacer el ridículo: pero exhibirte. Hay una platea cautiva: aprovechémosla. El rocker qua performer es obviamente histriónico y claramente actoral. Ceratti juega a ser un vaquero, una puta elegante, un tipo duro y un tierno sentimental. Ceratti juega a ser estrella de rock. Ceratti juega a ser Pete Townshend y Jimi Hendrix, así que corta “Sueles dejarme solo” (esa que dice “nena: nunca voy a ser un superhombre”) y destroza su felicidad con su guitarra y está en Woodstock y rompe su guitarra primero como Townshend (con violencia y odio), después como Hendrix (con sensualidad y comunión mística) y como Ceratti: la estrella pop, el ídolo posmoderno que siempre fue. Al confesar que estuvo practicando muestra (bien explícitamente) que eso no es original, que no es auténtico, que es artificial. O, si lo prefieren: que está jugando, bien en serio, a ser lo que a todos nos gustaría ser. Que a él le sale mejor, porque tiene plata y todo el genio musical del rock en sus dedos y su garganta y su cabeza. Así se enrola en una larga tradición de apropiadores y farsantes, con Bowie a la cabeza, para quienes nada del mundo de la música (nada del mundo) les es ajeno.
Al principio fue “Juegos de seducción”. Enseguida, una avalancha de lados-B (Imágenes Retro, Texturas), que por más que sean grandes temas tiran pabajo el show. Como comprenderemos más tarde, esto hace al crescendo. Me mantengo con Vero al medio y a la izquierda del campo. La tengo advertida: en cualquier momento me las pico. Ella tantea la posibilidad de seguirme, pero por cómo su flacura resiste los escasos golpes, mejor que no. Parece, según me contó después, que en algún momento me tragó la multitud. Eso pasó.
Hay momentos de enorme felicidad musical, momentos de gran belleza. (Para nosotros, dijo el Indio, belleza y felicidad son dos nombres de la misma cosa.) Curiosamente (o no, ahora que lo pienso bien), buena parte de ellos viene de la mano (y, también, de los pulmones) de la trompeta en sordina de Gillespie Rodríguez. “Fue” (“he llegado hasta el fin, con los brazos cansados”), el wua-wua más lento de la historia, y “Signos” (cada día más lindo), entre una nube violeta movida al ritmo del wua-wua. Pero el mejor tema de la noche fue esa preciosura que es “Terapia de amor intensiva” (y la obstinación del sujeto de enunciación: “si algo está enfermo, está con vida”).
Van y vuelven, van y vuelven y ya estoy hecho a los golpes. Hay un par de pungas, o al menos eso creo. Me paranoiqueo y meto la mano en el bolsillo con la guita. Adolescentes en efervescencia repasan cosas sabidas y se preguntan cosas sabidas (“¿saldrán de nuevo?”). También los envidio y espero a que vuelvan a volver por última vez. Último tema: Nada personal. (¿Hay que leer entre líneas? No, es ir demasiado lejos.) Estoy agotado. Me reencuentro con Vero, que también está agotada, frente al celular gigante desinflado. Nos sentimos los judíos expulsados de Egipto caminando kilómetros y kilómetros, pero al final del camino nos espera la Tierra Prometida: La Farola; pizza y cerveza.
Hay momentos de exaltación: las cabezas subiendo y bajando al ritmo de esa que dice “ella durmió al calor de las masas y yo desperté queriendo soñarla” y uno sentía el colchón de vapor entre los propios pies y el la tierra a la que pisábamos sin el suelo a cinco metros del escenario, salto y meto presión y voy para adelante y giro y voy de tromba contra las espaldas inexpertas que me abren paso, y en eso la avalancha de la derecha se cruza con la avalancha de la izquierda y mis 74 kilos pasan de metro setenta a metro ochenta de lo estirado que quedo y aguanto y resisto y me pisan y un codo en la cervical y otro en el baso y ahora estoy volando: aprieto los brazos contra mi pecho y vuelo dos metros y no caigo, pero ahora sí y me levanto y nada más queda. Soy feliz.
Matías Pailos
Etiquetas: Recitales
17 Comentarios:
parece que a pesar de la claustrofofia momentanea al final se la paso barbaro
Yo me quedo con Charly y con ese flamear que se mandaba cual libelula en el conciero de Amnesty hace anos. Yo era chica eh. Pero me quede en el rock serugiranero (fan que se le va a hacer) Al final Charly nos va a enterrar a todos, a pesar de las dorgas, el chupi y que se arroja de los novenos pisos de hoteles no se muere nunca. Mejor!
Otro dia le cuento un episodio clautrofobico que tuve en Rock in Rio , justamente con elastichica
Saludos y Felicidades
Mary
¡Qué bonito post, Pailos! Me dieron ganas de volver a verlos volver. Aunque ya sabés mi opinión: la próxima, porfi, nada de Cerati. Que lidere Zeta Bosio.
Y efectivamente: te tragó la multitud. Dos espaldas inmensas se abrieron como puertas de ascensor y te chuparon para volver a cerrarse. Yo sólo atiné a pensar "¿Lo suelto y lo dejo ir o me disloco un hombro?" Besos totales. V.
Excelente post. Gracias por compartir tus vivencias y hacernos a los lectores vivirlas un poquito. Cómo quisiera haber estado allí...
Es increible, hay gente que no entiende, como te gusta ir a apretarte y a que te hagan mierda, nada importa, el calor humano es el que te hace aguantar la garganta y las piernas, ellos estan en el escenario, pero el sentido de sus canciones se encuentra entre nosotros...
Mary: ver a García tirarse del noveno (u octavo) piso me marcó a fuego. ¿Estuviste en Rock in Rio? Que envidia que tengo.
No me quedó claro, Vero, cómo te cae Ceratti. (Sabia decisión: si amas a alguien, dejalo libre.)
E: tendría que haber estado. En unos años tendrá revancha, me parece. (Por ahora no. Lo próximo es el disco solista de Ceratti.)
Con la edad uno se pone más remilgado. Pero sí: por ahora prefiero el quilombo.
jaja, sí, me puse un tanto reiterativa con lo de Cerati con una t. Agradecé que me perdiste al 5to tema...
Errepece es Rafa, un amigo ecuatoriano que estudiaba conmigo en Pittsburgh. Lo presento en sociedad al Mate tuerto para que le hagan un lugarcito, que le encanta la simpatía argentina ;)
Buen post, Pailos. Una pena que "Bazo" (as spleen, in english) se escriba con "Z" como Bosio
es que estoy a favor de la erradicación de la 'z' del castellano.
No le creo....
Pailos, con eso de erradicar letras no se jode...
Che, dejen de colgar esas cadenas boludas en el blog.
que alegría pasar por acá y encontrar este post. fue genial. yo los vi en venezuela, en noviembre pasado. fue brutal. prácticamente era mi primera vez en un concierto. también escribi luego de eso, pero nada tan bueno. un abrazo
estuve en rock in rio hace como 15 anos con elastichica y estuvo buenisimo pero me acuero entre los aires de droga y la multitud que pense en un momento si me siguen empujando muero aplastada contra el escenario
Se sigue haciendo RinRio?
Mary
Mary: se hace una vez cada tanto, me parece. Pero no está nada mal haber estado.
Marietta: que no sea la última (vez en un concierto).
Me encantó el post, de hecho me puse a escuchar "Sueles Dejarme Solo" en Youtube (siempre hay alguien que usa los temas de cortina para armar algún video de cumpleaños de 15 o algo por el estilo, y donde el audio suena joya).
Me voy a cocinar arroz yamaní, luego yoga.
N
estimadísimos matetuertos: paso a saludar y desearles que tengan un muy buen 2008!!!
Muchas Gracias por sus saludos Pau, nosotros también le deseamos los mejor para el 08'
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