"El Pendejo", de Matías Pailos
Hay novelas sutiles y misteriosas, hay novelas parlanchinas y mentirosas, y hay novelas boconas. Esta es una novela bocona. No es que hable; tampoco que hable todo el tiempo. Es que boquea. Es que habla de más. En eso, es única.
La literatura ya no habla de más, ¿vieron? Se escribe con ganas ‘que no se note’. Los escritores vienen queriendo matar al escritor hace rato, quieren hacernos creer que solo tienen una existencia prístina y evanescente: la de un autor. Este pibe desbarata esta paciente tradición con una maniobra sencilla: parándose delante de la obra. “Yo, yo y yo”, parece gritar todo el tiempo la novela. Maniobras para desbaratar una tradición dominante: párese en otra tradición B y empiece a maldecir a la tradición A, aunque no hable explícitamente de ella.
¿Cuántos antes que él en hacer lo mismo? Su número es legión. Algunos de sus nombres, también: Kerouac, Hemingway, Henry Miller.
-No los leí.
Insiste Pailos. ¿Me toma por idiota?
-De Miller tengo ciento cincuenta páginas leídas de “Trópico de Capricornio”. Cada veinte páginas trato de mentirme que me fascina. Al toque me embolo y lo cambio por cualquier escritor, por menor que sea. Más o menos tengo leídas la misma cantidad de páginas de “En el camino”. Pero me mata la falta de consistencia dramática. Por supuesto que pasan cosas. Pasan muchas cosas. Pero no parecen dirigirse a ningún lugar. Prefiero los libros que crean esa ilusión. Al otro no lo conozco.
Me guardo de citar a Vila-Matas como contraejemplo.
El libro habla de dos cosas: sexo y amor. En ese orden. O al menos: habla de sexo y amor una vez que se logra superar la maraña de “yo, yo y yo” que lo envuelve. Hace poco alguien dijo que nadie escribe escenas de sexo como Houllebecq. Pailos lo hace mejor. (También lo hace peor. Al menos lo hace mucho.)
Sexo, dije. El libro rebosa de sexo hasta que, en el medio, aparece el amor y la caga toda. El libro es una genialidad hasta que aparece el amor. Ahí el autor (Pailos) opta por asumir el aire embobado de su alter ego y sujeto de enunciación (Federico). Por suerte sigue cogiendo hasta el final.
Entre la intensidad y el verosímil, opta por la intensidad. Uno, como niño que es en estos asuntos, entre un helado y un panqueque de dulce de leche, prefiere las dos cosas. Pero Pailos es refractario al universo de la infancia. En cambio, habla como nadie de la adolescencia. Habla (mejor dicho) desde la adolescencia. A veces, solo a veces, uno desearía que creciera un poco.
Como lector de (casi) la obra completa de Pailos, puedo decir que aquí se condensa lo mejor y lo peor de ella, aunque haya cada cosa en cantidades industriales. De lo mejor ya hablé. Lo peor: es una novela solipsista. Los personajes femeninos (todo el resto) aparecen apenas y mal delineados. “Es que es una novela sobre la experiencia subjetiva del sexo y del amor, y no sobre ningún fenómeno objetivo ni intersubjetivo”. Lamento, en este punto, que no haya hecho caso al dictum de Gombrowicz. Para él, las grandes obras se construyen desde una subjetividad fortísima: tirándola contra el mundo y viendo que sale del choque. Pailos parece temer el choque. Parece temer salir herido –y se nota. Le falta, entonces, esa valentía de asomarse al abismo que reivindicaba Bolaño para sí.
Es un libro cínico escrito por un burgués posmoderno y liberal que no salió de casa de mamá. Es un libro que aspira a la ternura.
Le pregunté a Pailos si algo de lo que contaba le pasó. No perdió la oportunidad de hacerse el canchero.
-Todo es verdad.
Matías Pailos
La literatura ya no habla de más, ¿vieron? Se escribe con ganas ‘que no se note’. Los escritores vienen queriendo matar al escritor hace rato, quieren hacernos creer que solo tienen una existencia prístina y evanescente: la de un autor. Este pibe desbarata esta paciente tradición con una maniobra sencilla: parándose delante de la obra. “Yo, yo y yo”, parece gritar todo el tiempo la novela. Maniobras para desbaratar una tradición dominante: párese en otra tradición B y empiece a maldecir a la tradición A, aunque no hable explícitamente de ella.
¿Cuántos antes que él en hacer lo mismo? Su número es legión. Algunos de sus nombres, también: Kerouac, Hemingway, Henry Miller.
-No los leí.
Insiste Pailos. ¿Me toma por idiota?
-De Miller tengo ciento cincuenta páginas leídas de “Trópico de Capricornio”. Cada veinte páginas trato de mentirme que me fascina. Al toque me embolo y lo cambio por cualquier escritor, por menor que sea. Más o menos tengo leídas la misma cantidad de páginas de “En el camino”. Pero me mata la falta de consistencia dramática. Por supuesto que pasan cosas. Pasan muchas cosas. Pero no parecen dirigirse a ningún lugar. Prefiero los libros que crean esa ilusión. Al otro no lo conozco.
Me guardo de citar a Vila-Matas como contraejemplo.
El libro habla de dos cosas: sexo y amor. En ese orden. O al menos: habla de sexo y amor una vez que se logra superar la maraña de “yo, yo y yo” que lo envuelve. Hace poco alguien dijo que nadie escribe escenas de sexo como Houllebecq. Pailos lo hace mejor. (También lo hace peor. Al menos lo hace mucho.)
Sexo, dije. El libro rebosa de sexo hasta que, en el medio, aparece el amor y la caga toda. El libro es una genialidad hasta que aparece el amor. Ahí el autor (Pailos) opta por asumir el aire embobado de su alter ego y sujeto de enunciación (Federico). Por suerte sigue cogiendo hasta el final.
Entre la intensidad y el verosímil, opta por la intensidad. Uno, como niño que es en estos asuntos, entre un helado y un panqueque de dulce de leche, prefiere las dos cosas. Pero Pailos es refractario al universo de la infancia. En cambio, habla como nadie de la adolescencia. Habla (mejor dicho) desde la adolescencia. A veces, solo a veces, uno desearía que creciera un poco.
Como lector de (casi) la obra completa de Pailos, puedo decir que aquí se condensa lo mejor y lo peor de ella, aunque haya cada cosa en cantidades industriales. De lo mejor ya hablé. Lo peor: es una novela solipsista. Los personajes femeninos (todo el resto) aparecen apenas y mal delineados. “Es que es una novela sobre la experiencia subjetiva del sexo y del amor, y no sobre ningún fenómeno objetivo ni intersubjetivo”. Lamento, en este punto, que no haya hecho caso al dictum de Gombrowicz. Para él, las grandes obras se construyen desde una subjetividad fortísima: tirándola contra el mundo y viendo que sale del choque. Pailos parece temer el choque. Parece temer salir herido –y se nota. Le falta, entonces, esa valentía de asomarse al abismo que reivindicaba Bolaño para sí.
Es un libro cínico escrito por un burgués posmoderno y liberal que no salió de casa de mamá. Es un libro que aspira a la ternura.
Le pregunté a Pailos si algo de lo que contaba le pasó. No perdió la oportunidad de hacerse el canchero.
-Todo es verdad.
Matías Pailos
19 Comentarios:
Gracias Hernán Rodríguez por la autoría intelectual de la maniobra.
Colgué, también, un libro de cuentos (“La salvación por la escritura”) y otra novela (“La pureza de corazon”). Del libro de cuentos rescataría el primero y el última. “Ser padre hoy” (el primero) es, en alguna medida, una continuación de “El pendejo” por otros medios. Es el resultado de la indigestión de “El futuro”, de Garcés y “Últimos atardeceres en la Tierra”, de Bolaño, dos relatos acerca de la relación padre-hijo, más mi propia obstinación con el tema. “La salvación por la escritura” es un cuento dentro de una novela, que les ahorraré. El cuento es mi forma de procesar como escritura mi fascinación con Dick, así que sí: es algo entre entre filosofía barata y literatura fantástica.
Hay un cuento dedicado a lo pernicioso de la filosofía, que ya sabrán rastrear. Hay un cuento que pretende imitar a Foster Wallace, hay otro cuento sangriento (que le afana a todos) y hay un cuento malísimo sobre la muerte.
La otra novela (“La pureza de corazón”) puede verse como el reverso de “El pendejo”. En ella, lo mejor está al final.
leí "el pendejo" hasta la mitad hace un tiempo. está bueno. es gracioso y sí, hay sexo y amor. y también inspira ternura, por momentos. aunque si hablamos de sexo me quedo con las escenas de "ser padre hoy", al que leí en el otro blog, "mentes afiebradas".
besos. julieta.
pailos: hace mas o menos un mes descubrí en el margen que estaban sus cuentos y novelas.
Y leí "la pureza del corazón" (que la imprimi y todo!!!)
Y ahora me doy cuenta que nunca le mandé siquiera un mail...
saludos, ya repararé la falta.
Yo leí el pendejo y me morí de risa. Me encanta el retrato de la sala Lugones del San Martín como el lugar de levante por excelencia de los jóvenes intelectuales y artistas. Lástima que no aclara que hay lugares más efectivos.
En cuanto a que todo es verdad, es mentira. Pero creo que él lo cree fervientemente. Una vez le pregunté si de verdad había tenido sexo como en la novela y el me contestó "¿ocho polvos te parece mucho?". Es un grande.
El pendejo empezó a circular y ya no habrá quién lo detenga. Yo por mi parte tengo un ejemplar impreso y autografiado, que me llevaré para hacer contraste con las bucólicas sierras cordobesas, a la vuelta tal vez traiga una crítica disimulada entre los alfajores de Estancia El Rosario.
Me acabo de enterar que tu novela está disponible ahí al costado. ¿Y el autobombo? Hay que aumentar el número de reseñas. Al menos diez o doce. Disperarlas por el mundo, generar un run run. ¿O no se acuerda ud. de la máxima lamborghiniana: "Primero publicar, después escribir"?
En breve me sumaré entonces a las hordas de personalidades que han leido El Pendejo al menos hasta la mitad. Me gustó "Ser padre hoy" (miles de comentarios son censurados aquí por falta de espacio). Expectativa. Regocijo interior por anticipado. Será cuestión de vaso de vino, patas arriba de la mesa, mirada fija en la laptop (no tengo impresora) y a ver qué pasa.
Pau: lo tuyo es un acto de amor. Tendría que compensarte por no haberte prevenido.
Julieta: gracias, y gracias por la publicidad.
N: hay noches y noches, qué te puedo decir.
AB: no te ubico. Eso es malo, porque evidentemente somos amigos. Da la cara. (En "Los plagiarios" tampoco lo aclarás. Yo, como Vila-Matas, te digo que digas quién sos.)
Jus: ojo con el vino. La calidad de la novela exige un "Resero".
nos conocemos de vista. yo te leo acá. tal vez si te digo perdida y desdichada, te suena.
Acabo de bajar sus textos.
Para que no digan que nos olvidamos de ustedes.
Abrazos
Pailos, prometo que cuando todo termine -con excepción de mi vida- leeré las novelas colgadas (en un doble sentido de colgadas).
AB: ya te tengo. Es verdad: no es un texto tan autobombo como pudiera. Pero siempre puedo escribir otro.
RSB: nosotros también siempre nos acordamos de usted y de Gernandez. Abrazo.
ML: no prometas. Nos debemos una cerveza.
Una de las cosas buenas de participar de las sociedades de autobombo es sentirse parte de la creación, en este caso, de un futuro best seller.
"Yo lo leí a Pailos cuando no lo junaba nadie". Lo mismo pasa con las bandas de rock, los clubes chicos, las fiestas electrónicas.
Otra cosa, que no tiene nada que ver con la anterior pero que está buena, es la de leer a alguien que escribe bien, te gusta como escribe y además es amigo tuyo. Eso sí que está bueno de verdad.
Estoy impaciente por venderme al sistema. En este mismo momento me estoy metiendo en doce paquetes con moño con destino a editoriales, a ver qué onda.
Nacho: tengo tus cedés de cumbia colombiana. Cuánto el rescate.
nunca sospeché que pudiese existir gente tan obsecuente, pero usted, nacho, me probó equivocado.
lo anterior no obra en desmedro de lo suyo, pailos, lo cual, por cierto, no es nada despreciable.
anónimo: gracias. Considero que su segundo comentario, lo pone a mi altura pero de manera más sutíl. En todo caso, estamos del mismo lado de la obsecuencia.
mp: sugiero que hagas copias antes de rescatarlo. Y haceme acordar que te tengo que dar el número de Expreso Nova (para los que no se enteraron, la mejor revista literaria made in Argentina desde Cerdos y Peces)
n: claramente no
quizás tenga problemas con su significado, amigo nacho; de cualquier modo usted eleva el concepto a una dimensión desconocida hasta el momento.
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