Pulp Fiction
Alguien tendría que cagar a piñas a Jarvis Cocker. Ni un solo tema de Pulp, Jarvis; ni uno hiciste. Eso es no tener códigos. Me extraña de vos, noble hijo de las barriadas obreras de Sheffield. Pero pasa en las mejores familias, y nosotros también estamos llenos de desagradecidos. Lo preveía. Por eso me dediqué a la preparación exhaustiva del recital. Un espectador también debe prepararse. Las probabilidades de disfrute aumentan si uno conoce los temas a interpretar. Como sospechaba que iba a limitar su repertorio a los temas de su disco solista, me apliqué a su escucha. Lamentablemente, y aunque el disco es muy bueno, acerté. Aclarado este punto, es menester comunicar que el tipo dio un show excepcional.
Llegué temprano y muy temprano. Me dediqué a amenizar la espera con una latita de Quilmes. Pasa el grupo soporte y las luces se apagan. Silencio en la sala. Después, avalancha de murmullos y griterío histérico. El telón se abre y los músicos pasan. Pasan, prueban y se dispersan. Queda el humo. Quedan las lucecitas rojas de telo y una atmósfera de tensión; la aparición del Mesías es inminente.
Pero no. Tardó más de media hora en salir a la cancha, y yo con la cerveza acumulándose en mi verija. ¿Voy al baño? No. Mirá si sale. Me la corto si sale y yo no lo veo salir. Así que no fui. Podrías haberla hecho más corta, Jarvis.
Finalmente salió, y era tan flaco y espigado y amanerado como preveíamos, con un racimo de uvas en la mano. Lo que vimos de ahí hasta el final fue a un actor interpretando a un músico de hard rock dando un show de café concert. Y music hall, ya que estamos british. Pero más bien el tipo de recital que ofrecen esos crooners formateados en Las Vegas, esos hijos de Elvis y Sinatra. Jarvis se dedicó a hacer chistes entre tema y tema. Ocupó nuestro tiempo en hablar hasta por los codos y explicarnos el tópico de las letras a interpretar en un inglés mechado con algo que llamó ‘lunfardo’. Así, pudimos escucharlo hablar de ‘chabones’ ‘limados’, ‘minitas’ ‘piolas’, de ‘kilombos’ al por mayor. Entre chiste y chiste, un tema actuado con sangre, sudor y lágrimas. Hay electricidad en tus ojos, Jarvis. Pero no la misma de los Who o de Zeppelin, no. Es la pantomima de la electricidad, es la dramatización del llanto y el desgarramiento. Porque Jarvis habla de Scott Walker. Que Scott Walker por aquí, que Scott Walker por allá, que mi disco favorito es uno de Leonard Cohen. Patrañas. Patrañas, Jarvis. Se necesita tanto músico para tapar tamaño padre. Jarvis es el hijo mayor, el alumno privilegiado de Bowie. Con los padres, es sabido, solo se puede hacer una cosa: matarlos.
El disco, como les dije, es muy bueno. En vivo mejora. En vivo se intensifica. Jarvis se contorsiona y mueve los brazos y las manos. Jarvis escupe al cantar. Jarvis se tira al suelo y entra en convulsiones. Jarvis es un pésimo bailarín. Pensé en tocarlo, porque estaba pegado al escenario y la atracción del ídolo es instantánea e irresistible. Pero me pareció muy de minita. Entonces reprimí mi parte femenina y pensé en escupirlo. Pero, como dice la juventud de hoy día, “no daba”. Así que segué de cuajo la tradición que había inaugurado con Iggy (ahí sí daba) y me tragué el gargajo.
Al final se despachó con una versión de “Purple Haze”, de Jimi Hendrix, que nos dejó patitiesos y con ganas de más. Pero la vida te da revancha. Por lo menos esta vez. El sábado toca Dylan. Ya lo tengo a Onetti escribiendo la pancarta. Dice: “Bienvenido, Bob”.
Matías Pailos
Llegué temprano y muy temprano. Me dediqué a amenizar la espera con una latita de Quilmes. Pasa el grupo soporte y las luces se apagan. Silencio en la sala. Después, avalancha de murmullos y griterío histérico. El telón se abre y los músicos pasan. Pasan, prueban y se dispersan. Queda el humo. Quedan las lucecitas rojas de telo y una atmósfera de tensión; la aparición del Mesías es inminente.
Pero no. Tardó más de media hora en salir a la cancha, y yo con la cerveza acumulándose en mi verija. ¿Voy al baño? No. Mirá si sale. Me la corto si sale y yo no lo veo salir. Así que no fui. Podrías haberla hecho más corta, Jarvis.
Finalmente salió, y era tan flaco y espigado y amanerado como preveíamos, con un racimo de uvas en la mano. Lo que vimos de ahí hasta el final fue a un actor interpretando a un músico de hard rock dando un show de café concert. Y music hall, ya que estamos british. Pero más bien el tipo de recital que ofrecen esos crooners formateados en Las Vegas, esos hijos de Elvis y Sinatra. Jarvis se dedicó a hacer chistes entre tema y tema. Ocupó nuestro tiempo en hablar hasta por los codos y explicarnos el tópico de las letras a interpretar en un inglés mechado con algo que llamó ‘lunfardo’. Así, pudimos escucharlo hablar de ‘chabones’ ‘limados’, ‘minitas’ ‘piolas’, de ‘kilombos’ al por mayor. Entre chiste y chiste, un tema actuado con sangre, sudor y lágrimas. Hay electricidad en tus ojos, Jarvis. Pero no la misma de los Who o de Zeppelin, no. Es la pantomima de la electricidad, es la dramatización del llanto y el desgarramiento. Porque Jarvis habla de Scott Walker. Que Scott Walker por aquí, que Scott Walker por allá, que mi disco favorito es uno de Leonard Cohen. Patrañas. Patrañas, Jarvis. Se necesita tanto músico para tapar tamaño padre. Jarvis es el hijo mayor, el alumno privilegiado de Bowie. Con los padres, es sabido, solo se puede hacer una cosa: matarlos.
El disco, como les dije, es muy bueno. En vivo mejora. En vivo se intensifica. Jarvis se contorsiona y mueve los brazos y las manos. Jarvis escupe al cantar. Jarvis se tira al suelo y entra en convulsiones. Jarvis es un pésimo bailarín. Pensé en tocarlo, porque estaba pegado al escenario y la atracción del ídolo es instantánea e irresistible. Pero me pareció muy de minita. Entonces reprimí mi parte femenina y pensé en escupirlo. Pero, como dice la juventud de hoy día, “no daba”. Así que segué de cuajo la tradición que había inaugurado con Iggy (ahí sí daba) y me tragué el gargajo.
Al final se despachó con una versión de “Purple Haze”, de Jimi Hendrix, que nos dejó patitiesos y con ganas de más. Pero la vida te da revancha. Por lo menos esta vez. El sábado toca Dylan. Ya lo tengo a Onetti escribiendo la pancarta. Dice: “Bienvenido, Bob”.
Matías Pailos
Etiquetas: Recitales
10 Comentarios:
En descargo de mi amigo Jarvis, "el que avisa no traiciona". Jarvis avisó que no iba a hacer ningún tema de Pulp.
Ya lo dije, todo bien con Jarvis pero los 200 mangos de entrada excedían mi exiguo presupuesto. Es cierto que Jarvis avisó que no haría temas de Pulp, yo lo leí en Crítica, pero no quise decirte nada, Matías, para no frustar la ilusión, aparte siempre existía la remota posibilidad de que nuestro fervoroso público lo conmoviera y decidiera cambiar de opinión.
Me quedé con ganas de decir algo más: me encantó la crónica y el link final entre Dylan y JC me tocó de cerca. (Aunque Bienvenido, Bob no sea de mis relatos preferidos ¿Qué tal con Jacob y el otro?)
Vip: Que Jarvis se vaya a cagar. Tendría que haberlo escupido.
Ariel: me avisó Zato, así que ya sabía de mucho antes, nada grave. Jacob y el otro es un gran relato.
Sí, me extraña que hayas tenido tantos reparos en lanzar el gargajo, ¿un signo de madurez aqueja a nuestro insigne pendejo?
Otras joyas onettianas: "El Infierno tan temido" y "Un sueño realizado" (que se llama igual que una novela de Aira pero nada que ver)
ay, matías, es que me la dejás tan picando que no puedo evitar que me salga la policía de género:
¿¿"Pensé en tocarlo... Pero me pareció muy de minita. Entonces reprimí mi parte femenina..."??
si de verdad existiera la policía de genéro, el Estado se haría rico con tus multas... y las de varios más...
beso. julieta.
nunca confíes en un rocker.
Abajo la policía, Julieta.
Syp: son muy traidores.
pero no entiendo, estuvo bueno o malo?
era careta o no?
yo creo que no, después de todo, regalaron entradas y se re coparon. Los malos de la peli eran los que lo trajeron ( http://bolcheviquesuperstar.blogspot.com/2008/03/jarvis-cocker-x-2.html )
Estuvo genial. Pero lo cortés no quita lo valiente: no venís nunca y hay gente que se muere por escucharte cantar temas de Pulp. No seas tan putita, viejo.
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