Rapada
Siempre tuve el pelo muy largo. Cuando era chica, lo tenía pasando la cintura. Soy rubia. Cuando iba a la playa, los mechones de la frente se me ponían blancos por el sol y el mar. De más grande, lo usé siempre por la mitad de la espalda, agarrado con una bandita elástica. Siempre igual. Sólo me lo soltaba para dormir.
A los 24 años, conocí al chico con el que luego conviviría durante más de seis. Él se rapaba, casi al ras. Tenía una maquinita para raparse. A los pocos meses de estar con él, me preguntó si me animaba a raparlo. Le dije que sí, que me animaba. Fue fácil. Desde ese día, pensé: “¿y si me rapo yo también?”. Desde ese día, supe que toda mi vida había querido raparme. A la tercera o cuarta vez que lo rapé, le pregunté: “¿y si te pido que me rapes un día?”. “Lo hago”, me respondió. “OK”, pensé.
Pasaron seis años. Estábamos de vacaciones, en San Clemente. Una tarde, parados los dos en la arena, enfrente del mar, le dije: “quiero raparme”. “¿Estás segura?”. “Sí”. Volvimos al hotel. Primero, lo rapé yo a él. Después, él a mí. El cambio no fue tan drástico. A esa altura, yo ya tenía el pelo muy corto desde hacía más de un año. Ya no había melena ni nada. De todas formas, verme rapada fue raro. Y me gustó. Mejor aún. Me encantó. Tenía el pelo aclarado por el sol y el mar, aunque no blanco como en mi infancia, y la piel tostada. Fue raro verme, pero estaba encantada. El asunto era salir del hotel. Salir a la calle, rapada. Me bañé, me vestí y salimos. Algunas personas me miraban. Miraban mi pelo rapado. Me miraban a mí. Después de años de pasar desapercibida, me animaba a llamar la atención. Esa noche que caminé por la peatonal de San Clemente, yo era para mí la mujer más hermosa. Estaba encantada con mi pelo rapado. Pero más encantada estaba con la Julieta que se había animado a raparse.
¿Por qué me rapé? Porque, como llegué a comprender luego, yo cambio primero por fuera para cambiar después por dentro. Necesito los cambios exteriores para empezar (o seguir) con los interiores. Necesitaba verme radicalmente diferente para convertirme en otra. Y es que la que era no era yo. Yo era otra que tenía que descubrir. Necesitaba, además, la dureza que me daba mi pelo rapado. Dureza a la vista y al tacto. Dureza interior. Necesitaba firmeza y decisión para pasar lo que vendría. Lo que todavía no sabía que vendría, pero vino. Mi separación.
Tuve el pelo rapado durante 22 meses. Y siempre que me rapé, cada vez que me rapé, sentí que ganaba algo. Ganaba fortaleza, confianza, no sé bien qué, pero ganaba. Era mejor raparme que no hacerlo. La última vez que me rapé, sin embargo, sentí que perdía, aunque tampoco supiera bien qué. Al mes siguiente, decidí no raparme. Desde esa última vez, pasaron varios meses. Ahora me veo linda aunque no me vea rara. Ahora me siento fuerte aunque no exprese dureza. Ahora me doy cuenta de que cambié de la que era a la que tuve que ser a la que estoy siendo, aunque no sepa bien qué y el pelo siga creciendo…
Julieta Eme
A los 24 años, conocí al chico con el que luego conviviría durante más de seis. Él se rapaba, casi al ras. Tenía una maquinita para raparse. A los pocos meses de estar con él, me preguntó si me animaba a raparlo. Le dije que sí, que me animaba. Fue fácil. Desde ese día, pensé: “¿y si me rapo yo también?”. Desde ese día, supe que toda mi vida había querido raparme. A la tercera o cuarta vez que lo rapé, le pregunté: “¿y si te pido que me rapes un día?”. “Lo hago”, me respondió. “OK”, pensé.
Pasaron seis años. Estábamos de vacaciones, en San Clemente. Una tarde, parados los dos en la arena, enfrente del mar, le dije: “quiero raparme”. “¿Estás segura?”. “Sí”. Volvimos al hotel. Primero, lo rapé yo a él. Después, él a mí. El cambio no fue tan drástico. A esa altura, yo ya tenía el pelo muy corto desde hacía más de un año. Ya no había melena ni nada. De todas formas, verme rapada fue raro. Y me gustó. Mejor aún. Me encantó. Tenía el pelo aclarado por el sol y el mar, aunque no blanco como en mi infancia, y la piel tostada. Fue raro verme, pero estaba encantada. El asunto era salir del hotel. Salir a la calle, rapada. Me bañé, me vestí y salimos. Algunas personas me miraban. Miraban mi pelo rapado. Me miraban a mí. Después de años de pasar desapercibida, me animaba a llamar la atención. Esa noche que caminé por la peatonal de San Clemente, yo era para mí la mujer más hermosa. Estaba encantada con mi pelo rapado. Pero más encantada estaba con la Julieta que se había animado a raparse.
¿Por qué me rapé? Porque, como llegué a comprender luego, yo cambio primero por fuera para cambiar después por dentro. Necesito los cambios exteriores para empezar (o seguir) con los interiores. Necesitaba verme radicalmente diferente para convertirme en otra. Y es que la que era no era yo. Yo era otra que tenía que descubrir. Necesitaba, además, la dureza que me daba mi pelo rapado. Dureza a la vista y al tacto. Dureza interior. Necesitaba firmeza y decisión para pasar lo que vendría. Lo que todavía no sabía que vendría, pero vino. Mi separación.
Tuve el pelo rapado durante 22 meses. Y siempre que me rapé, cada vez que me rapé, sentí que ganaba algo. Ganaba fortaleza, confianza, no sé bien qué, pero ganaba. Era mejor raparme que no hacerlo. La última vez que me rapé, sin embargo, sentí que perdía, aunque tampoco supiera bien qué. Al mes siguiente, decidí no raparme. Desde esa última vez, pasaron varios meses. Ahora me veo linda aunque no me vea rara. Ahora me siento fuerte aunque no exprese dureza. Ahora me doy cuenta de que cambié de la que era a la que tuve que ser a la que estoy siendo, aunque no sepa bien qué y el pelo siga creciendo…
Julieta Eme
Etiquetas: Julieta
24 Comentarios:
Yo me rapé un tiempo. No soy tan poeta. Y además nisiquiera me rapaba yo, sino mi barbero, porque no tengo maquinita. Pero no soy tan poeta, sólo puedo decir que me daba frío.
igual cruzar esas líneas es interesante. de púber tener bigote y eso es medio un bajón, así, el clásico mexican, es lo peor. yo fui el primero en el curso en dejarme la barba, e impuse tendencia. ahora me da calor, y me afeito, a veces. y voy a la facultad.
El histrionismo es una adicción.
Es muy atinada la observación de que los cambios externos pueden (y suelen) apuntalar y fogonear los internos.
El efecto dramático de "Mi separación" suma mucho.
Confundir dureza con fuerza, peligroso es.
Al nacer somos blandos y débil. Al morir duros y rígidos. Las plantas son, mientras viven, blandas y delicadas. Al morir secas y quebradizas.
Lo duro y rígido es compañero de la muerte. Lo blando y débil es compañero de la vida.
hola lautaro: bien por imponer tendencia... a mí no me daba frío. siempre me peguntaban eso: ¿no te da frío? nooo!
suerte en la facultad.
MP: gracias! me alegra que te haya gustado...
hola lao: gracias por compartir tu sabiduría... lo tendré en cuenta...
Yo me acabo de cortar el pelo por primera vez en mi vida.
Bueno me cortaba las puntas, pero no el pelo.
Como todo buen peluquero, iba en contra de mi deseo y me decia que no, que no.
Para convencerlo tuve que llegar a la razón más psicologica que me llevó, salida del psicologo, a la peluqueria.
Si iba enfrentar a mi pasado, a ese del que no hablo, que fuera sin llevarlo en mis hombros.
El tipo accedió y ahora soy bella. Oh si.
Aunque nadie me lo diga yo lo se.
Lo que queria decir no es una alabanza a mi imagen, sino a esto: para mi el pelo es historia. A veces te pesa y necesitas llevarla, atarla, o liberarla y a veces sacarla de tus hombros y poder verla desde afuera.
hola libélula: coincidimos. el pelo es pasado.
felicitaciones por el corte. seguramente te queda muy bello.
saludos. julieta.
Lo mejor de cuando me rapo:
cómo me acarician la nuca
cómo me pasan la mano por todo el pelo
da cosquillas
hace tiempo que no lo hago. Será que pienso que soy grande?
Antes iba a unos estilistas peruanos de 5$ la rapada. Ahora cualquier peluquería de barrio te cobra 20. Así no, es preferible prorratear una máquina y autopelarse, y así poder responder a: "por el pelo de hoy, cuánto pagaste?"
mr em: coincido también con vos. las caricias en el cuero cabelludo, incluida la nuca, son lo más...
sí, cuando me rapaba pensaba exactamente en ese tema de sumo... de todas formas, aunque tenga o llegue a tener el pelo largo, no pienso gastar nada...
Recomiendo que destines algunos ahorros al cuidado y embellecimiento del pelo. Remember, es el marco de la cara. Además, un buen corte de pelo (rapado o no) atrae más moscas que un kilometro de literatura erótica.
Sócrates a Fedón antes de suicidarse:
Soltate, con Belapón soltate
soltá tu pelo con Belapón
Soltá el brilo, soltá la belleza de tu pelo con Belapón
wella: no destino nada. gracias.
cordero: muy bueno.
besos. julieta.
a mi me pasa algo parecido con mi pelo,a diferencia que yo me he cortado el pelo despues de haber tomado decisiones grosas,muchas veces de castigo y otras porque realmente necesitaba un cambio.
Me paso tambien que al cortarmelo tuve que vestirme diferente,porque mi anterior persona no era mas compatible con ese pelo...es raro,es como de dejar sentirse uno,pero seguir siendolo.
negra: coincidencia también...
increíble que todas y todos estemos tan de acuerdo... me encanta!
besos. julieta.
El corte de pelo de castigo es lo menos. Muchas veces pensé "ahora me rapo". Ni en pedo. Es lo mismo que le pasó a Fedón. Si estás mal, lo último que necesitás es un mal corte de pelo.
Acabo de cortarme el pelo. ¡Achtung baby!
no creo que el rapado te quede bien...
¿te cortaste el pelo? pero si te lo habías cortado hace poco...
quiero decir que probé el té de manzanilla y que no es tan feo...
Como una vez le escuché decir a mi primo Octavio (lindo nombre):
"Desde que sé que me voy a morir, pruebo de todo".
Seguramente, la frase es afanada de algún lado... pero yo no sé de dónde...
segun el criterio de tu primo Octavio "La vida es un viva la pepa"
supongo... no sé si sigue sosteniendo esa frase...
como dijo spinoza: nunca se sabe de qué es capaz un cuerpo... o algo así...
besos. julieta.
creo que no me animaria a raparme
ya mucho que me cambie el color de pelo.
Bueno viniendo de una familia de peluqueros, el pelo es una tema para mí y no es literalidad.
De chica, mi viejo (que era peluquero de hombres) insistía en que me pareciera más a un varoncito que a una nena. Yo odiaba el pelo corto.
Apenas tuve edad para ponerme firme en el asunto, nunca más permití que me lo cortaran por arriba de los hombros.
sí, me presté a los cambios usuales de color y rulos/lisos, etc.etc.
como a algunos de los que comentaron, me pasa más de que se produzcan las hecatombes interiores y luegos zas! el rebane o el tijeretazo audaz, como afirmando eso.
Interesante ese pensamiento, al final de que estabas perdiendo "algo" con la rapada, como una Sansón femenina.
Te mando un beso
Lilián
hola meridiana lilián: qué bueno que pasaste y viste mi texto. yo te debo una visita al tuyo... pronto voy a remediar esto...
sí, digamos que al principio era una sansón invertida (cobraba fuerza cuando me rapaba) y después fui una sansón femenina... me recuerdo mirándome en el espejo, recién rapada... recuerdo mi sonrisa, mirándome... fue raro... cada vez que me rapé fue rara...
vudu: bien por los cambios de color...
durante varios años me teñí el pelo, pero no es lo que más me gusta...
un beso. julieta.
no te animás a raparte otra parte pelotuda
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