Mañana es SanToro
La primera experiencia estética a la que nos somete Daniel Santoro es la de tener que trasladarnos al Conurbano Bonaerense para ver su muestra “Realidad, sueño y elegía” en la Universidad Nacional de 3 de Febrero. Con este propósito recorro la cuadra que me separa de la estación Chacarita de la línea San Martín y me interno en ese fragmento desterritorializado de Latinoamérica en el corazón de Villa Crespo. Es sábado al mediodía, pero el andén está lleno de pasajeros que esperan el tren entre el humo de la grasa refrita de los chorizos y los patys y hay que trepar rápido para conseguir asiento y soportar el desfile incesante de la mendicidad y la venta ambulante, progresivamente expulsada de la ciudad por la policía a cuadritos de Macri. “Señores pasajeros, en esta oportunidad vengo a ofrecerles…”. Lejos del lujo chic y las casonas señoriales que rodean al Malba, la muestra de Santoro se presenta en el centro de Caseros, entre las pancherías, las “casas de modas” y los locales de zapatillas truchas o de tercera marca. En el corazón de lo “grasa”, rodeado de “mersas”, se expone la obra de uno de los más grandes artistas plásticos argentinos.
Alguien lo llamaría coherencia ideológica.
Alguien lo llamaría coherencia ideológica.
Es que Santoro es el “pintor peronista” por antonomasia. Aunque el hombre nació en Buenos Aires en 1954 y vivió apenas su primer año de vida bajo el gobierno del primer peronismo, abrevó en su imaginario gráfico circa ’45-’55 para pensarlo y reprocesarlo como el gran relato mítico argentino: la gesta a través de la cual, para bien o para mal, le damos sentido al devenir de este país. En la Untref me da la bienvenida el modelo a escala 1/2 del Pulqui, esa reliquia técnica de la Argentina Potencia que nunca fue, que Santoro encargó a un viejo metalúrgico peronista e intentó hacer despegar desde la pista de juguete en la República de los Niños (toda la gesta quedó inmortalizada en la película Pulqui, de Fernández Moujan, que también forma parte de la muestra).
Santoro retorna a la etapa clásica del peronismo “con Evita y con Perón” en busca de una utopía situada en el pasado. El locus amoenus del obrero, el grasita, el cabecita, ¿y el piquetero? La arcadia en la que todos pueden trabajar y vivir dignamente en una patria “Justa, libre y soberana”. Este relato mítico y su repertorio de imágenes es capaz de reabsorber centrífugamente a todo tipo de relatos mitológicos, como los elaborados por dos de las más importantes manifestaciones artísticas de la sociedad industrial: el cómic y el cine. Así, la “caída del edén justicialista” simbolizada en el bombardeo de la plaza en el ’55 se reelabora en sus cruces con el cine, a través del Descamisado Gigante trepado al Kavanagh y acosado por los aviones en clara alusión a King Kong en “Descamisado Gigante expulsado de la ciudad” en un hábil juego de desplazamientos de significantes al poner a su descamisado en el lugar que ocupaba, justamente, el gorila. Y en el cuadro “Invierno de 1955” donde las bombas son permutadas por los copos de nieve –en clara alusión a la nevada mortal que imaginara Oesterheld– que caen con infinita tristeza sobre la Plaza de Mayo. En cuanto a los estilos, Santoro no tiene pruritos para tomar influencias de distintas corrientes, como si ensayara un imposible compendio de la pintura moderna traducida a la iconografía peronista. Hay surrealismo en esas explanadas gigantes y vacías que recuerdan los cuadros de Giorgio de Chirico como en “La ciudad ideal” que, otra vez la apropiación mitológica, muestra a Eva como esfinge, arcano de la patria. También hay presencia de Magritte en ciertos paisajes metafísicos, como el de “Tempestad en Chapadmalal”, con esa roca en el medio del mar que dibuja el perfil de Eva, ese perfil que “Dice más de la historia argentina que todo nuestro panteón de próceres”, en palabras de Santoro. Tampoco falta el arte pop (aunque con un menor distanciamiento irónico) en obras como “General Perón con Pulqui” o en lo que parece ser la reproducción de la portada de la revista Perfil Peronista al mejor estilo Liechtenstein. Son precisamente esas revistas de la época: Mundo Peronista, Mundo Deportivo, Mundo Infantil y, sobre todo, Mundo Atómico, uno de los principales acervos de imágenes en los que el artista abreva para construir su mundo. También los manuales infantiles Kapelusz de aquellos tiempos: Patria Justa, Obreritos o Privilegiados, libros de “lectura inicial” en todo sentido. El peronismo, viene a decirnos Santoro, fue también una poderosa pedagogía y de allí el trazo manuscrito e infantil, bien de “primeras letras” con el que Santoro escribe el título en sus cuadros, bien distinto de la caligrafía segura y plástica con la que dibuja los ideogramas chinos, lengua que nuestro artista maneja con solvencia y que también tienen una presencia sostenida y misteriosa en sus telas. ¿Qué tendrá que ver el Peronismo con la milenaria cultura china? El peronismo, significante vacío por antonomasia, apertura del campo ideológico entre los edificios doctrinarios del capitalismo y el comunismo, tal como Santoro los suele pintar, tiene que ver con todo, puede ser todo, es un significante vacío en estado puro, he ahí una de las claves de su fuerza y su perdurabilidad.
Como si fuera producto de un Dr. Frankenstein (aunque él mismo parece un Sabio Loco) Santoro reúne virtudes de otros grandes pintores argentinos: virtuoso dibujante, experto en esoterismo y ciencias ocultas como Xul Solar, dueño de una sensibilidad social cercana a la de Berni, a quien cita y critica al mismo tiempo construyendo la “precuela” del miserable Juancito Laguna a través de la infancia feliz de su madre, siempre representada con inmaculado guardapolvo blanco. ¿Otros símbolos recurrentes en Santoro? La máquina de coser Singer, principio de una economía doméstica y protoemancipación femenina de la madre que “cose para afuera”, la heladera Siam monolito fundacional de la incipiente “Industria Argentina”, el mencionado Pulqui, el edificio de la CGT, pirámide peronista, templo pagano de los descamisados.
La muestra reúne varios Greatests Hits santorianos: “Eva castiga al niño gorila”, “La tempestad”, la estremecedora “Piedad” en la que Eva devora las entrañas del Che que sostiene en brazos y la serie “Siglo XIX” con Malón y concepto espacial” (“Los malones fueron la primer amenaza de inseguridad en el conurbano” dijo el pintor con pasmosa lucidez) o los raptos de centauros mitad caballos mitad descamisados que arrastran en brazos a una desconcertada Victoria Ocampo.
La muestra reúne varios Greatests Hits santorianos: “Eva castiga al niño gorila”, “La tempestad”, la estremecedora “Piedad” en la que Eva devora las entrañas del Che que sostiene en brazos y la serie “Siglo XIX” con Malón y concepto espacial” (“Los malones fueron la primer amenaza de inseguridad en el conurbano” dijo el pintor con pasmosa lucidez) o los raptos de centauros mitad caballos mitad descamisados que arrastran en brazos a una desconcertada Victoria Ocampo.
Un párrafo aparte merece la serie del “Descamisado Gigante”. Este personaje, que Santoro retoma de aquel fallido proyecto del monumento al descamisado que tendría 137 metros de altura, como si el desca cobrara vida y bajara del pedestal para echar a andar, figura onírica, ángel de la guarda peronista, lo vemos ayudar a cruzar el Riachuelo a la mamá de Juancito Laguna, atravesar un campamento de la juventud peronista en el que las carpas tienen la forma del edificio de la CGT y el mausoleo de Eva, reflexionar en cuclillas en el “jardín cultivado” de la Villa Ocampo mientras Victoria toma el té con Rabindranath Tagore y “la muchacha” espera órdenes al fondo y como final de la serie en lo que tal vez anuncie una nueva etapa en la obra de Santoro el Desca irrumpe en nuestros días para “arrasar un campo de soja transgénica” (sic), la última batalla que hasta ahora ha dado el gigante por el bienestar del pueblo (todas perdidas, pero todas libradas). El procedimiento de Santoro, como el de todo gran artista ya se ha independizado de su obra y ha cruzado a otros dominios del arte. En literatura, aparte del precursor Leónidas Lamborghini, tenemos la obra de Juan Diego Incardona, en cine, además del documental Pulqui, pronto veremos Zenitram, con arte y escenografía del mismo Santoro y seguramente seguirán las firmas: el caos revulsivo que el peronismo introduce en el jardín cultivado del arte siempre da buenos dividendos.
Ariel Idez.
6 Comentarios:
Santoro a la selección. Parece que para Santoro el peronismo es un prisma que todo lo mira, una máquina de traducción de todos los lenguajes, un corpus de teorías para entender el mundo, un sueño de la razón burguesa, un manual de historia del arte, un manual de historia del cine, la literatura y el comic, un humonista gráfico: "Eva castiga al niño gorila". Muy bueno todo. Lo que ya conocía y lo que no (la nieve por bombas es un hallazgo). Muy bueno el gesto de hacerlo en medio de San Martín. Adhiero a todo (salvo lo del peronismo como significante vacío. Ser cualquier cosa no es lo mismo que no ser nada, pero esto dicho como una gilada más de filósofo analítico).
(Che, daba para Radar, a full. En particular, para el nuevo Radar, menos croniquero. Es verdad que ya habían sacado una nota hace un tiempo, pero yo hubiera tirado un tiro igual...)
Gracias Matías por el aporte, la razón burguesa argentina sueña pesadillas, esa pesadilla es el peronismo.
Abrazo
Muchas gracias, BL.
Muy bueno! Coincido con MP: a Radar!
Vi dos veces Pulqui y las dos veces admiré la recreación que hace el director de la epoca peronista, que por supuesto no fue tan ideal. Pero ¿ A quién le importa? Es una película realmente bella, que despierta lo mejor que uno tiene en su interior. Martha
Gracias Vero! Te escribo pronto.
Gracias Martha, coincido con respecto a la película, además de un gran artista, Daniel Santoro es un gran personaje.
Besos
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