El Mate Tuerto

"Se fingirá el saber que no se tiene."

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Nombre: El Mate Tuerto
Ubicación: Argentina

21 julio, 2010

Auto de fe

"Ahí lo vemos. Este es Walter, nuestro Walter, parado en una esquina típicamente ciudadana, típicamente parado de modo típicamente ciudadano.
Despreocupado.
Canchero.
Haciendo un cuatro con las patas, la suela contra el cartel indicador de calles intersecadas.
Fumando un pucho.
Y otro.
Y otro.
Y otro, y van…
Ahí lo vemos, ahí está Walter. Nuestro Walter. Mordiéndose las uñas. Agarrado a una posibilidad remota. Aferrado a una esperanza vana.
Ahí lo vemos. Pero no queremos verlo. No queremos que siga parado de modo típico, de modo ciudadano, de modo alguno. Lo queremos suelto. Lo queremos torpe o preocupado –pero suelto.
Ahí lo vemos y ahí está y entonces nos preguntamos: ¿para qué? Nos preguntamos: ¿por qué? Nos decimos: ¿también a vos?
Es que podemos ser geniales, pero (acaso por eso mismo, porque nuestra genialidad no sólo no implica ninguna pérdida sino que también conlleva algunas ganancias que en otros son precios a pagar) no por eso dejar de sorprendernos ante lo –que reconocemos– natural.
A cualquiera le pasa.
A todos les pasa.

Walter podrá ser único, pero es uno más.
Ya van dos horas, Walter. ¿Qué hacés, Walter?, dan ganas de decirle. Pero nos vamos a quedar callados. Eso que cae del cielo no es un mensaje, Walter. Es lluvia. Común y silvestre. Típica. Ciudadana. Pero una cosa puede ser otra sin merma de ningún tipo.
Puede ser un mensaje.
Puede estarte diciendo: rajá, hermano: rajá.
Puede ser un mensaje aunque solo sea lluvia y aunque no sea un mensaje.
Otra cosa como Walter, que además de cancherito, despreocupado, de ciudadano y típico, es un boludo como pocos.
Walter encarna, en esos momentos, la quintaesencia del boludo. Como no es un boludo –sólo se dedica a sumar propiedades sin pérdida de ningún tipo–, se da cuenta de que es un boludo, y se siente el más boludo de todos por no hacer nada al respecto. Entonces toma una decisión.

Ser el más boludo de todos.

Elegirá libremente su boluda condición, y la realizará del modo más pleno que caber pueda. Llevará la boludez a lugares impensados, traspasando fronteras que se creía infranqueables y fronteras desconocidas. Hará de la boludez una idea platónica. Un ideal encarnado en un boludo concreto –él mismo, que no es ningún boludo, porque claramente se da cuenta de que estar ahí parado, más de tres horas seguidas –ya van más de tres horas seguidas– bajo la lluvia –ya va más de una hora de lluvia ininterrumpida que cala hondo en sus huesos tras haber obviado a su piel y haberle hecho pito catalán a su ropa– es el summum de la boludez, es un modo boludo de ser un boludo cancherito, despreocupado y típicamente ciudadano. Y sigue clavado, estaqueado, agarrado y aferrado a su lugar boludizado por su modo boludo de ser un boludo consuetudinario haciendo un cuatro con las patas y adosado por la suela del zapato al cartel indicador de calles intersecadas.

–¡Usted, ¿qué hace?!

Walter mira al bigote con cara de ¿qué?, ¿quién?, ¿yo?

–¿Es boludo?

Walter abre la boca y pasan montadas en una Ferrari de Fórmula 1 las ganas bárbaras de decir sí, claro –y como yo no hay ninguno–.

–¡Documentos!

Walter mete la mano en el bolsillo, dispuesto a satisfacer el deseo policial cuando, en el entrevero de papeles, tiene otra idea –que califica de “brillante”, aunque sabe que es una boludez atómica–. Pero nada de adversativos: es brillante porque es una boludez atómica.
Aristóteles inventó muchas cosas. Entre otras pavadas, el razonamiento práctico. La conclusión de un razonamiento práctico es una acción.
Walter decidió darle una vuelta al asunto. ¿Qué tal un razonamiento práctico que finalice con la inacción?, se dijo el boludo.
Como la mano ya estaba quietita en su lugar, ahí la dejó. La otra descansaba bajo la axila, en procura de un poco de calor. La soltó. Relajó los hombros. Estiró la sonrisa.
Ahí notó un desliz. Ya no era un boludo perfecto. Pero sí, rectificó: la realización de ciertos absolutos requieren la renuncia a la pureza. Su sonrisa no sería boluda, pero al menos era idiota y estúpida. La impresión general de boludez estaba asegurada.

–¿Qué te pasa, tarado? ¿Con quién te creés que estás tratando?

Walter agudizó un movimiento postrero. La sonrisa empezó a hacerse aún más pronunciada, pero eso fue todo lo que el incipiente upper-cup a la boca del estómago le permitió. De ahí, un rodillazo a la mandíbula y un cachetazo con visos de empujón para abajo lo devolvieron al origen. En posición fetal –la lluvia empezó a amainar– esperó lo que seguía. No puede ser peor, pensó.
Qué boludo.

–¡Vamos, muchachos!

Tres bigotes más salieron de un auto verde estacionado a pocos pasos. Piña-patada-piña demostraron lo equivocado que se puede estar en posición fetal."

(Fragmento de "Auto de fe", segundo cuento de "El amor nos va a separar", de Matías Pailos, Ed. Pánico el pánico. Se presenta el martes 27 de Julio a las 20.30hs en el C. C. Matienzo, en Matienzo y Cabildo. Para más información, ver post de abajo.)

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