Los borregos de la madre patria
Una generación es más que un símbolo, un intelectual, un padre –que ni siquiera tiene tu misma edad, que no comparte códigos- y una novela. Pero desde acá, desde lejos, no se ve más que eso. Ahora: uno puede meterse en Internet y ponerse las pilas para empezar a sacar nombres de ñatos, de obras, de puntos de conexión, interés y fuga. Sí, pero, ¿para qué? No me pagan para elaborar una investigación exhaustiva –de hecho, no me pagan-, sino para que diga qué me parece.
Me parece interesante.
Lo primero –o lo segundo- es lo mejor: los muertos. O –mejor- “Los muertos” -porque como el código es escrito, las comillas no tienen que ser incómodos garfios clavados en el aire-, que es una novela de un pendejo llamado Jorge Carrión –con Carrión nacimos en el medio de una generación: la misma, porque somos del ’76-, que estuvo por acá justo para la aceleración de nombres presidenciales, a principios de siglo. (Como buen grafómano, no se la iba a perder. Deja huella de su estancia local en “La piel de La Boca”, muy buena crónica de más o menos 100 páginas, que de todas formas no terminé, porque no me llevo muy bien con el registro filo-periodístico.)
De qué la va: en un mundo bastante parecido a este, en donde la gente es, como era el sueño de Sartre, arrojada a la existencia, generalmente en callejones de mala muerte, y recibida con una buena tunda a cargo de cuasi skinheads, lo primero es saber quién fue uno –para eso están los muy caros mediums- en esa otra vida de la que se tienen recuerdos nítidos –o "interrupciones", sería mejor-, y lo segundo es cuidarse el culo, porque nos persiguen, nos controlan y no quieren que sepamos la verdad. ¿Dick? No se dan una idea. (Además, por contraste, uno comprende lo falso de la acusación que el enorme Dick recibe: que sus personajes son solo marionetas, que les falta carnadura, que no evolucionan y esa suerte de giladas.) ¿LOST? A full, nena. ¿Lo malo? No tiene lado malo. No sean chotos, no esperen siempre lo peor.
Son dos partes separadas por dos ensayitos. En el primero, se muestran las aplicaciones de la bioética a la crítica literaria. En el segundo, la crítica de los medios se vuelve manual de autoyuda y manifiesto político. (Me dirán que ya lo son, que es un peligro, o que es inevitable. Les diré que ni ustedes ni yo tenemos idea de lo que hablamos.) En el medio, una segunda parte que recuerda a las Batman de Nolan, y a los expedientes X.
Esa es la novela. Del padre no sé bien qué decir.
Por ejemplo: una ninfomana muerta cuenta cómo iba a matar a su marido. Ese era un buen comienzo. O también calzarse la piel de Fresán y decir que es una mezcla de Bolaño hardcore y Dick comprimido, o alguna otra conjunción de nombres adjetivados con la que, más o menos, tratar de conjurar las connotaciones de una obra. “España”, de Manuel Vilas, es eso, y además un rejunte de mojones de la historia española reciente, lo que justificaría el nombre de “fresco”. También hay mucho de la literatura posmoderna norteamericana, que es nueva en el sentido de contemporánea por servirse de recursos en los que se olfatea técnicas del mundo contemporáneo. También es pop, en sus referencias y en sus narraciones “micro”. También es metaliteraria, en el sentido europeo, con su cruza de ensayo, crónica y autorreferencia, y en el sentido latinoamericano, lúdico, bien cerquita del chiste, el chascarrillo y el retruécano. ¿Es una novela? Bueno, hay un hilo conductor: el índice. Y una progresión temporal: empieza en el futuro; termina en el fin de los tiempos. Pero tranquilamente puede vérsela como un montón de relatos, muchos buenísimos, algunos buenos, otros novedosos, y varios intrascendentes. Lo sostienen los primeros cuentos, que funcionan de garantía, y una expectativa continuamente renovada por una imaginación fuera de borda, que no deja escenario sin construir.
Eso podía funcionar. Armar una receta de cocina con los elementos que componen un libro. Sí, es cierto: mejor si se cuenta una historia. Mejor si se lo defiende o combate. Mejor si devela un significado oculto. Pero para eso necesito más espacio, y no lo tengo. Porque les quiero decir esto: Vilas también es parte de una generación. Bueno: él es más bien un hermano mayor. Una referencia. Un mojón. Un escudo y una primera línea de defensa para el nuevo o novedoso o (si uno quiere hacerse el banana, puede distinguir eso de lo) reciente moviendo "Afterpop", como el libro de Fernández Porta -el intelectual del grupo-, de la generación Nocilla, como la serie de novelas o, bueno, libros de Fernández Mallo. Sí, ya sé: mucho Fernández. Por eso siempre son buenos un Carrión o un Vilas, para desFernandizar el ambiente.
“Afterpop”, el libro, es un ensayo sobre literatura. Nadie sabe más de literatura posmo que el autor. Nadie tiene tanto bagaje crítico y filosófico para encarar la cuestión como el autor. Habla de la nueva literatura posmo española, pero abre la cancha y se permite hablar, con solvencia, de Hispanoamérica. Después dice, ¿y por qué no?, y habla de literatura posmoderna norteamericana, de Barth para acá. También habla de cyberpunk y de máquinas blandas de Burroughs. Eso por la mitad del libro, que es donde lo dejé.
El último eslabón es Agustín Fernandez Mallo, físico, poeta y novelista. Y figurita emblemática del grupo. Ambicioso, qué duda cabe. Si bucean (ay, qué verbo de mierda…), podrán encontrar declaraciones del estilo “el 99% de los poetas de mi generación son malísimos”. La novela en cuya búsqueda estuve embarcado algunas semanas se llama “Nocilla Dream”, y empieza en una carretera del Medio Oeste norteamericano. La dejé a la tercera página.
Matías Pailos
Etiquetas: Reseñas
4 Comentarios:
Pailos!
También Los muertos, en usados, unas 10 páginas leí. Buenísimo. Aunque un poco confuso: esto ocurre mucho cuando salteamos páginas. Nocilla dream lo leí en librería sobre Santa Fé, creo que unas cinco páginas, bien interesante. Y de After Pop leí la contratapa, y creo que es el libro más interesante de los tres. Manuel Vilas nada. ¿Qué podemos decir de la literatura posmoderna? Creo que hay algo: en una crónica sobre la visita de los fernández a buenos aires, cuenta una lectura que hicieron en el malba; leyeron con música a todo volumen, juegos de luces, con ipods, tipo discoteca; cuando terminó, un escritor argentino saltó a aplaudir y gritó feliz que falta más de esto en la literatura.
El año pasado leí a un escritor español muy moderno, Francisco Ayala. El libro: El Hechizado. Magistral, hermoso y más.
Saludos!
Ever querido! Anoto a Ayala. (Anoto también que le afanó el título a Gombrowicz, que es un buen lugar para afanar.)Te super recomiendo a Vilas. Está publicado por Mansalva, y se consigue en todos lados.
Saludos. Espero tener noticias literarias tuyas en breve.
Voy a empezar por Vilas, que es el que tengo a mano. Mientras en España miran a Barth y cía acá el buenazo de Carver (vía generación poética de los 90') parece imbatible como padre extranjero.
Lo bien que hacés.
Trataremos de liquidar prontito a ese padre. No nos llevamos muy bien. (Es claro que no quiere a los hijos de otro.)
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