Duelo Urbano
El otro día me encontraba de visita en la casa de mis padres cuando mi hermano me pidió que lo alcanzara hasta la parada del colectivo porque se le había hecho tarde. Salimos y subimos a mi auto, fresco en el mediodía tórrido porque se hallaba estacionado bajo una frondosa arboleda. Cuando nos disponíamos a partir noté que el auto estacionado detrás del mío hacía maniobras para salir y cortésmente lo dejé retirarse primero. Inmediatamente, como si hubiera estado esperando su oportunidad, un auto blanco ocupó su lugar. Entonces le anuncié a mi hermano que íbamos a esperar que el conductor se bajara y abandonara su vehículo, para conservar el lugar bajo la sombra a mi regreso. Efectivamente, el conductor se bajó, pero caminó hacia mi auto.
_¿Ustedes ya se van? Inquirió con indisimulable ansiedad.
_Eh, eh, ahora no… tengo que ir a… buscar algo, balbuceé. El conductor del auto blanco volvió sobre sus pasos y se puso al volante, aunque recostado sobre la butaca, muy orondo con las manos detrás de la nuca. Mi hermano me recordó que ya llevábamos cinco minutos ahí parados. Pero yo no soy de los que dan el brazo a torcer así nomás. Bajé del auto y entré en la casa de mis padres. Busqué una bolsa de supermercado y ante la mirada azorada de mi madre le introduje un trapo de piso, para que hiciera bulto. Esperé un minuto adicional y salí. El conductor estaba casi a diez metros más allá de mi auto, pero en cuanto me vio retrocedió y volvió a su unidad móvil, esta vez se plantó junto al baúl trasero y lo abrió, revolviendo en su interior como si se le hubiese perdido algo. Pensé en volver a entrar a la casa, pero mi hermano se asomó fuera de la ventanilla y me lanzó una amenaza irreproducible. Subí al auto y le exigí al vetusto motor que se quejara por mí. Cuando volví, cinco minutos después, ya saben donde estaba el auto blanco.
Zedi Cioso
_¿Ustedes ya se van? Inquirió con indisimulable ansiedad.
_Eh, eh, ahora no… tengo que ir a… buscar algo, balbuceé. El conductor del auto blanco volvió sobre sus pasos y se puso al volante, aunque recostado sobre la butaca, muy orondo con las manos detrás de la nuca. Mi hermano me recordó que ya llevábamos cinco minutos ahí parados. Pero yo no soy de los que dan el brazo a torcer así nomás. Bajé del auto y entré en la casa de mis padres. Busqué una bolsa de supermercado y ante la mirada azorada de mi madre le introduje un trapo de piso, para que hiciera bulto. Esperé un minuto adicional y salí. El conductor estaba casi a diez metros más allá de mi auto, pero en cuanto me vio retrocedió y volvió a su unidad móvil, esta vez se plantó junto al baúl trasero y lo abrió, revolviendo en su interior como si se le hubiese perdido algo. Pensé en volver a entrar a la casa, pero mi hermano se asomó fuera de la ventanilla y me lanzó una amenaza irreproducible. Subí al auto y le exigí al vetusto motor que se quejara por mí. Cuando volví, cinco minutos después, ya saben donde estaba el auto blanco.
Zedi Cioso
3 Comentarios:
Él jugó mejor y fue un justo ganador. Para ganar, por ejemplo, deberías haber contestado 'No' a la pregunta '¿Ustedes ya se van?'.
Para ganar hay que endurecerse.
M Pailos
Puede que acierte en su apreciación, Pailos, pero no sé si usted advierte que últimamente estoy bregando por la vaginocracia, en virtud de la cual, preferiría ganar tornándome húmedo, blando y terso.
También, dado el caso referido, diría que él "actuó" mejor.
Zeddie Stardust
Usted se está tornando húmedo, blando, terso... e histérico, gata Flora. ¿Quiere el lugar o no? !Pórtese como un hombre y mienta, carajo!
El Coronel Pailos
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