sobre publicar y cómo
Dado que en los últimos días el ambiente se ha puesto un tanto geopolítico, y a algunos creo que nada nos disgusta más que discutir con fanáticos, pues no es discutir lo que se hace en esos casos sino otra palabra que no encuentro en mi limitado vocabulario, vamos con la escritura.
Bien, no pretendo aquí más que evacuar algunas sensaciones del momento, y además, estoy seguro de no ser capaz de volcar ninguna originalidad ni mucho menos.
Pero ¿qué se hace con un texto escrito que aún no encuentra su lugar?
¿publicar es simplemente dar cabida al propio ego, excepto en casos como los de Daniel Link, que respondió en una entrevista a la pregunta de por qué publicó no sé cuál de sus novelas, que entendió que el campo literario argentino necesitaba en ese momento de SU participación?
¿es la eficacia de un texto lo que provoca su posibilidad de publicación? Creo que no, definitivamente.
JC Martini Real (perdón por traerlo cada dos por tres), decía que el escritor que no publica está condenado al silencio. Parece una obviedad. O no. En esa época yo no tenía mucho interés en publicar (menos mal), pero esa frase me hizo repensar la cosa.
¿Cómo es hacerse un lugar? ¿Hay que hacerse un lugar? ¿Qué es un lugar? ¿En qué lugar hay que hacérselo? ¿En lugar de quién?
Entre tanta profusión de todo, a veces siento que la escritura es lo mismo que un escudo de un club de voley, o sea: nada.
La publicación pareciera ser una necesidad exclusiva del escritor, hablando siempre como hablo, de gente desconocida, no profesional, es decir, que no vive de escribir nada. Pero a la vez publicar es darle algo al mundo, ay con mis obviedades tontas de domingo, y si un texto es como un propio hijo, ocultarlo es matarlo, o volverlo idiota. Más vale sacarlo al mundo, llevarlo al parque, a la calesita, a la hamaca, y si igual resulta idiota, ya será por mérito propio, no por destrato paterno.
¿No será entonces que uno escribe, hoy en día, fundamentalmente contra cosas?
Bien, no pretendo aquí más que evacuar algunas sensaciones del momento, y además, estoy seguro de no ser capaz de volcar ninguna originalidad ni mucho menos.
Pero ¿qué se hace con un texto escrito que aún no encuentra su lugar?
¿publicar es simplemente dar cabida al propio ego, excepto en casos como los de Daniel Link, que respondió en una entrevista a la pregunta de por qué publicó no sé cuál de sus novelas, que entendió que el campo literario argentino necesitaba en ese momento de SU participación?
¿es la eficacia de un texto lo que provoca su posibilidad de publicación? Creo que no, definitivamente.
JC Martini Real (perdón por traerlo cada dos por tres), decía que el escritor que no publica está condenado al silencio. Parece una obviedad. O no. En esa época yo no tenía mucho interés en publicar (menos mal), pero esa frase me hizo repensar la cosa.
¿Cómo es hacerse un lugar? ¿Hay que hacerse un lugar? ¿Qué es un lugar? ¿En qué lugar hay que hacérselo? ¿En lugar de quién?
Entre tanta profusión de todo, a veces siento que la escritura es lo mismo que un escudo de un club de voley, o sea: nada.
La publicación pareciera ser una necesidad exclusiva del escritor, hablando siempre como hablo, de gente desconocida, no profesional, es decir, que no vive de escribir nada. Pero a la vez publicar es darle algo al mundo, ay con mis obviedades tontas de domingo, y si un texto es como un propio hijo, ocultarlo es matarlo, o volverlo idiota. Más vale sacarlo al mundo, llevarlo al parque, a la calesita, a la hamaca, y si igual resulta idiota, ya será por mérito propio, no por destrato paterno.
¿No será entonces que uno escribe, hoy en día, fundamentalmente contra cosas?
- Contra la inmediatez del periodismo
- contra la estetización fascista de la muerte en kill bill de Tarantino
- contra la utilidad de todo, y dentro de ella, contra la arquitectura del mensaje
- contra el saber y a favor del poder
- contra la desaparición sensible de los restos diurnos
- contra la tele, aunque sea más que tonto, o por eso
- contra los bodrios que uno se traga de teatro argentino
- contra la experiencia del sicoanálisis y a favor de su práctica
- contra el marketing
- contra el romanticismo
- contra el realismo
- contra la estúpida idea de la libertad creativa
- contra la banalidad de la charla ingeniosa, y en su defensa
- contra los géneros literarios
- contra el autor soberano
- contra el autor sorbeanos
y ahora que he logrado hacer lo que tanto detesto, es decir un listado, podría seguir, pero me callo, y sin esperar nada de nadie, sigo escribiendo mi novela, no porque no hay otra, sino porque no tiene mayor sentido que haya otra.
Salud.
ER
9 Comentarios:
Como dijo el Gran Maestro "primero publicar, después escribir".
O como demostró otro gran maestro, Orson Welles que en una conversación telefónica inventó un guión completo sobre la marcha y se lo vendió a un productor y recién después se sentó a escribirlo.
Me parece que no está bueno pensar en publicar antes que escribir, como tener una galeria para exponer antes de pintar y así con todas las artes. Pero lamentablemente es lo mas usual, lo corriente, a veces nadie quiere romperse lo suficiente por el hecho en si, por el placer o necesidad de crear, lo demás es añadidura o lógica continuidad de lo creado (mostrarlo).
saludos.
"La publicación pareciera ser necesidad exclusiva del escritor". Disiento. Quien escribe, en realidad, tiene necesidad de nada, es decir de escribir. Quien en verdad tiene la necesidad de publicar no es otro que el editor, un tipo que trabaja con fantasmas y los sueños de estos.
yo escribo a favor, aún cuando escribo en contra. Busco satisfacer con eso alguno o algunos de múltiples deseos: ser otro (de ahí la profusión de personajes), ser otro escritor (de ahí la copia, homenaje, cita, a la facon de), ampliar el campo de las posibilidades estilísticas y escenarios de historias, mezclar la historia de la literatura con mi historia personal (que es bastante parecido a mezclar la arena con arena), mezclar la literatura con la no literatura y demás.
Las recetas de validez universal son enojosas. Yo quiero publicar (el precio de no hablar de todos es un inocuo 'en general' o un egocéntrico yo, i.e., un yo-yo). Quiero ser leído, quiero gustar. A otros deseos corresponderán otras decisiones. (Pero no me rompan los huevos con mis deseos.)
bueno, en el caso de escritores ignotos, la figura del editor es inexistente, justamente por eso digo que si hay alguien que busca la publicación, es el escritor.
Está claro que hay dos instancias bien diferentes: escribir y publicar. Y puede haber una sola, para aquellos que no sientan interés en publicar, pero en el mar de la literatura, aquel que no publica no pone su canoíta a navegar, se queda en la orillita, mojándose los pies, rumiando a favor y en contra de las canoas que sí andan por ahí, hasta que se lo come el reuma, y tiene que volver a la carpa a tomar mate con don satur mientras lee la Ñ y sueña con lo lindo que sería aparecer ahí...
ER: Vuelvo a disentir. Yo mismo me considero un escritor ignoto, y la figura del editor no me resulta en absoluto algo inexistente. Ya quisiera que así fuese, pero no. Tiene existencia física concreta y retrasa y vuelve a retrasar, valiéndose de los más diversos trucos, la publicación de eso que espero sea mi primera novela con todas sus implicancias particulares: mi nombre repetido a lo largo de sesenta páginas, sin contar la portada y la solapa, más el objeto fetiche completo de mi deseo vuelto realidad concreta. No entraré a discutir con Matías respecto a los posibles deseos pues no sé en qué van a devenir éstos en algún futuro (suponiendo que la publicación tenga lugar). Lo que sí discuto es la unilateralidad del deseo de quien escribe como necesariamente ligado al acto de la publicación, el cual, lo repito, atañe a un editor, al margen de los egos y delirios del fantasma escribiente de turno. Alegar que de no mediar publicación el escritor resultará frustrado y con su barquita amarrada a un puerto propio sin los cojones o el coraje de internarse en el mar de la literatura no es, a fin de cuentas, más que otra de las imágenes a que recurrirá de una u otra manera en su pretensión de que alguien escuche lo bien que articula las palabras y lo comente. Y eso es el deseo de no estar solo y no una preocupación cabal por la literatura como objeto ajeno al yo-yo. Publicar puede sustituirse con tener un perro y obligarse a no pensar en ello.
Estimado gonzalo,
tal vez no supe hacerme entender: no relacioné simultáneamente escribir con publicar, o que publicar guíe el deseo de escribir; precisamente por eso distinguí los dos momentos, porque esa distinción permite escribir sin condicionamientos de orden editorial.
Ahora, una vez puesto el goce propio en texto, es decir fuera del yo-yo, como objeto mundano ya alejado de los límites del sí mismo, si no se produce algún tipo de publicación, es decir hacer pública esa producción privada, la escritura se parecería al onanismo (ojo, no lo condeno en otros, no es lo que quiero para los textos que se producen a través de mí).
Y por otra parte, no poner el barquito a navegar, es solazarse con el PROPIO comentario de qué bien articulan las palabras, porque alguien, una vez que el texto es tal, habrá de comentarlo: o el mundo (lo que yo elijo), o el espejo.
¿Qué es una preocupación CABAL por la literatura? ¿Alguien sabe? Yo uso efectivo más que tarjetas de crédito.
Y lo del perro, mmmm, lo dejaré pasar (por ahora).
Salud.
Estimado Er:
Usted ha desenmascarado muchos trucos de mi discurso. Pero haber dejado al perro afuera es imperdonable pues ahí se concentraban todas (puede que la única) razones por la cual hablé lo que hablé, o articulé lo que articulé.
Concuerdo con el placer de escribir previo a estas consideraciones, cuando el texto es, por decirlo así, ajeno al yo impertinente con sus vanidades de turno. Entonces tal vez ocurre algo auténtico, tal vez no. Quede eso también para un momento posterior. Luego, puede que motivado por este último juicio (una decisión, finalmente), dos posibilidades:
Publicar o no publicar. Ser o no ser. Pero también algunos estadios intermedios, más bien perezozos:
Publicar a medias; publicitar; dar a leer a unos cuantos elegidos; escoger entre aquellos a quienes, conscientemente, sabemos que apoyarán con un discurso a favor, o bien aquellos que no tendrán piedad. Estar, en todo caso, abierto a la sorpresa. Todas estas modalidades del espejo masturbatorio (incluida, por cierto, la decisión de publicar)
Por lo demás. ¿Quién le asegura a usted que con la decisión de no publicar, de recluirse en un equilibrio masturbatorio sano, o incluso en el caso de que a usted se le olvide por completo que escribió algo, eso, esa decisión no termine revertiéndose en algún momento? Usted sabe que los textos, más allá del lugar común, tienen algo así como vida propia.
Ni incendiar la obra lo puede salvar del naufragio. Como dice uno de los personajes de Perdita Durango: "You cannot be always in control".
Por otro lado, reconozco que en este mundo sublunar no existe nada como una preocupación cabal por la literatura.
En realidad, si me apuran, diría que tampoco hay ninguna preocupación cabal allende al yo yo.
No sé qué opinará usted al respecto.
Salud también.
ESTIMADO GONZALO, SOBRE EL PRINCIPIO, ESTAMOS DE ACUERDO, LUEGO, SOBRE LOS INTERMEDIOS, QUE ME PARECEN SALUDABLES DE POR SÍ, COMENTO:
Publicar a medias; ESO NO ES EL ESPEJO, ES PUBLICAR
publicitar; NO SÉ A QUÉ SE REFIERE PERO NO SUENA BIEN
dar a leer a unos cuantos elegidos; ESO ES DE ALGUNA MANERA PUBLICAR TIMIDAMENTE, NO CREO QUE SEA DEL TODO ESPEJO, ESTA BUENO.
Estar, en todo caso, abierto a la sorpresa. BUENO, YO NADA ESPERO, PERO ES BUENO QUE OTROS ESPEREN ALGO.
Por lo demás. ¿Quién le asegura a usted que con la decisión de no publicar, de recluirse en un equilibrio masturbatorio sano, o incluso en el caso de que a usted se le olvide por completo que escribió algo, eso, esa decisión no termine revertiéndose en algún momento? Usted sabe que los textos, más allá del lugar común, tienen algo así como vida propia.
Ni incendiar la obra lo puede salvar del naufragio.
BIEN, VEO ALLI UN AFAN DE POSTERIDAD DE SU PARTE, ME PARECE ADECUADO, YO POR MI PARTE, SI AGUZO LA MIRADA, SOLO VEO GUSANOS.
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