El Mate Tuerto

"Se fingirá el saber que no se tiene."

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Nombre: El Mate Tuerto
Ubicación: Argentina

27 diciembre, 2006

Adiós al Dacia

Ante el inapelable veredicto del mecánico (“hay que cambiarle el tren delantero y los cuatro amortiguadores, hacerle los frenos, reemplazar el larguero derecho podrido y cuando lo acelerás, el motor fuma) decidí vender mi auto, hasta entonces vehículo oficial de este blog: el querido y célebre Dacia. Tras buscar a un chapista que disimulara la herrumbre que exhibían ciertas zonas de la carrocería y pintara superficialmente el macillado, lo que en la jerga del oscuro mercado de venta de autos usados se conoce como “el disfraz”, acudí a una agencia y mi auto llegó a las páginas del Gran Diario Argentino:

Dacia 1410 93 p/dia s/deuda muy bueno tit (mi teléfono celular)

El aviso salió el sábado, signado como el día clave para la venta de automotores. Recibí dos llamados y una visita: una mujer cuya cara de decepción mutó a gesto de fastidio cuando traté en vano de poner en marcha el motor. Al parecer un desperfecto que venía arrastrando desde un tiempo atrás se había agravado y sólo un milagro podía hacer que regulara en frío.

A la semana siguiente bajé mis pretensiones monetarias y volví a publicarlo. A nadie le importaba que este auto hubiera protagonizado dos post y tuviera un cameo en una novela inédita. No encontraba interesados en pagar el valor agregado de la celebridad literaria. Yo tampoco podía dejar de sentirme un poco ruin: durante 4 años el Dacia había brindado un servicio impecable: casi nunca me había dejado de a pie y yo, ahora que él necesitaba mantenimiento lo abandonaba a la buena de Dios. Traté de subsanar al mismo tiempo mi falta con el Dacia y con la literatura garrapateando una novela protagonizada por mi vehículo, pero el plan naufragó tras unas pocas páginas desganadas.

Al segundo aviso, más exitoso, respondieron 3 llamados y una visita: un hombre que quería comprarle el auto a su esposa. El tipo parecía decidido, pero cuando llegó su mujer y vio el Dacia por poco pide el divorcio. Mis conocidos trataban de alentarme “tené paciencia, siempre hay un roto para un descosido”, pero con esas frases no levantaban el ánimo del auto ni de su dueño. Esa semana traté de solucionar o al menos disimular el problema del motor, solo para volver a chocar con la retórica derrotista de mi mecánico: “Escupe aceite y empasta las bujías: está andando en dos cilindros, en vez de cuatro” ¿Solución? Desarmar el motor y evaluar si hay que cambiar la tapa de cilindros o hacer cambio de aros o ambas cosas. ¿Costo? Arriba de los mil pesos. ¿Conclusión? “Que Dios te ayude”.

Harto del desprecio de los supuestos interesados y abrumado por otras tantas obligaciones decidí tomarme libre el fin de semana siguiente para pensar alguna solución. El domingo almorzaba en casa de mis suegros cuando me sonó el celular: un antiguo interesado quería ver el auto. Acordamos un encuentro ahí mismo. El hombre llegó al rato, acompañado por su esposa. Fuimos hasta el auto y me pidieron que lo pusiera en marcha. Me senté en la butaca del conductor, bombeé una vez el acelerador, introduje la llave, le di contacto y tiré del cebador como si fuera la cuerda de un paracaídas. El motor carraspeó, tosió, escupió y después rugió como nunca. El Dacia vibraba como un fórmula uno. Decidí dejarlo así, cebadísimo, mientras el interesado hacía la acostumbrada inspección visual. Tras unos minutos me preguntó si podíamos dar una vuelta. “Sí, claro” repuse. El hombre ocupó el lugar del acompañante y su mujer se acomodó como pudo en las butacas traseras. Aceleré el Dacia a fondo para que no se apagara y salimos. Puedo decir que fue la vuelta manzana más tensa de mi vida, pero concluyó exitosamente. Dejamos el vehículo en el mismo punto donde habíamos arrancado y descendimos. Contra todos mis cálculos el tipo dijo que estaba interesado e iniciamos una puja por el precio en la que yo traté de defender mi posición menos por afán lucrativo que para desalentar sospechas. Finalmente llegamos a un acuerdo. Volví exultante a la casa de mis suegros y comuniqué la inesperada noticia que suscitó un inmediato brindis. El Dacia me había brindado su última muestra de lealtad y nobleza.

Cuatro días más tarde y tras innumerables y tediosos trámites acordé un encuentro con el comprador para cerrar el trámite. El hombre dijo que como venía de La Plata le resultaba muy incómodo llegar hasta mi casa y proponía hacer la operación en un bar. Al rato recibí el llamado de mi madre, que de pronto había echado a andar su máquina de ficciones paranoicas y había convertido de buenas a primeras a un honesto viajante de comercio en el líder de una siniestra organización criminal. “Te van a robar” “Están arreglados con el taxista” “Te van a asaltar en el baño del bar” “Decile que se cancela la operación” “Decile que no tenés garantías” “Llamalo y decile o sino lo llamo yo”. Finalmente logré zafarme de su asedio, pero logró su cometido de turbarme en grado sumo. Llegué al bar acordado 40 minutos más tarde, tras buscar infructuosamente algún conocido con facha intimidante que pudiera acompañarme y evitar la ya segura celada.
El comprador me recibió con un efusivo apretón de manos, sacó los fajos de dinero de su bolsillo, los metió en una servilleta y me los dio a la vista de todos los parroquianos. Me los engullí en el bolsillo y partí rumbo al baño, pero me topé con un niño que trataba de prender la luz “Pedile al señor que te ayude” apuntó cariñosamente su madre, pero el nene estaba sonrojado “bueno –agregó comprensiva– esperá que vaya el señor y después entrás vos”. Me zambullí como una tromba en el excusado. Conté los billetes dos veces y después me cercioré uno por uno que no fueran falsos. Cuando salí traté de no mirar al niño que ya debía haberse hecho encima. Volví a la mesa y firmamos todos los papeles. Acompañé al comprador hasta el auto. En el camino trató de iniciar una charla “¿El Dacia es búlgaro, no?, pregontó ” “Rumano –respondí- es rumano, -y agregué- La Dacia es una región de Rumania” “Ah, claro, como La Transilvania” “Si, exacto”. Llegamos al auto. El comprador subió y le entregué las llaves. Tras un par de infructuosos intentos, logró ponerlo en marcha. Le di la mano a través de la ventanilla y divisé un taxi conducido por un anciano de aspecto inocente. Lo detuve y lo abordé mientras el comprador aun seguía enfrascado en arduas maniobras para lograr el control del vehículo. Le di la dirección de mi casa al taxista y no miré ni una vez hacia atrás.

Zedi Cioso

14 Comentarios:

Anonymous Anónimo dijo...

Bonus Track 1

El taxista es un viejo tanguero con el que de inmediato inicio una conversación acerca de la mejor ruta para ir a mi casa. Yo menciono que días atrás había tomado la ruta José María Moreno-Acoyte y no la aconsejaba. “Ah, ¿Usted tiene coche?” pregunta el taxista. “No” contesto de inmediato (la máquina paranoica de mi madre continúa activada). “A veces mi papá me presta su auto”. Y enseguida nos enfrascamos en las ventajas y desventajas de tener un vehículo propio. Yo, claro está, adopto la defensa del peatón. “¿Y qué estuvo haciendo por el centro?” dice el taxista como para cambiar de tema (“cuidado con lo que decís” “cuidado con lo que decís” “cuidado con lo que decís”) “Vengo de trabajar y ahora voy para mi casa” le digo “Ah, ¿Y de qué trabaja?” insiste el taxista (“Ojo” “Ojo” “¡Ojo!”) “Arreglo computadoras”, respondo. “Qué interesante” dice el viejo chofer, “Sí, es un buen trabajo, porque me permite regular los tiempos, ahora voy a mi casa y sigo trabajando desde allá, o me llaman y salgo para otra empresa” y me explayo cerca de diez minutos más sobre las ventajas de mi trabajo como reparador de PCs.

27/12/06 14:02  
Anonymous Anónimo dijo...

Bonus Track 2

Hace una semana que vendí el Dacia y debo decir que no cultivo el animismo. No lo “extraño”, no me angustia en lo más mínimo salir a la vereda desde mi casa y saber que ya nunca lo veré estacionado por ahí. Ver un Dacia cualquiera por la calle no me provoca ningún sentimiento. Todo lo contrario, la sensación que tuve el día después de venderlo, fue la de haberme quitado un peso de encima, me sentía liviano, “el auto te da libertad” dicen por ahí, tras librarme del mío yo me sentía liberado de un sinnúmero de preocupaciones que acarrea ser el propietario de un vehículo. No más estacionamientos, multas, seguros, patentes, estaciones de servicio y, sobre todo, ¡no más visitas al mecánico! Al menos por un tiempo (la burguesía impone sus condiciones y sé que tarde o temprano tendré que adquirir otro rodado).

27/12/06 14:02  
Anonymous Anónimo dijo...

yo me subi al rodado de mención antes de que fuera conocido...
muy bueno lo de los bonus tracks, lindo recurso.

27/12/06 21:41  
Anonymous Anónimo dijo...

Un snif por el Dacia. Cortazar bien podría haber tomado a un auto como agente del mal, en lugar del reloj por el que optó, dicho esto sea en detrimento de las lágrimas de la oración anterior.
Siempre es bueno mentirle a un taxista. Un pequeña compensación. Una oportunidad gratuita (como muchas) para el ejercicio de la literatura (oral).

27/12/06 22:05  
Anonymous Anónimo dijo...

qué triste es nuestro dacia!
dijo un lector entre lágrimas de risa.

28/12/06 00:10  
Anonymous Anónimo dijo...

Gracias, amigos. Ustedes que disfrutaron de sus confortables butacas raídas y su andar de latas al viento saben lo que se pierde en esta despedida.

28/12/06 10:15  
Anonymous Anónimo dijo...

En mi infancia "disfrutamos" un Henry J. y dos autounion DKW, salir con ellos siempre fue una "aventura", una vez tardamos 3 días en llegar a San Luis.
Todavía los recuerdo con cariño, son autos especiales. (pero claro, ni hablar de la liberación luego de sus respectivas ventas)
P.D: Al día de hoy no distingo las marcas ni modelos de ningún auto moderno.

saludos.

29/12/06 11:45  
Anonymous Anónimo dijo...

Hacemos así: te devuelvo el Dacia y te doy unos pesos por la molestia. Me está chupando la sangre ese rumano maldito.

30/12/06 11:51  
Anonymous Anónimo dijo...

Gracias Pau, sus modelos son asombrosos (en especial el autounion DKW (es el que tiene como un torpedo metálico en la trompa, ¿no?). Le deseo felicidades y muchos automóviles de europa del este para el 2007

Al que compró el Dacia: Lo siento, no hay trato.

31/12/06 15:12  
Anonymous Anónimo dijo...

Un relato realmente muy emocionante, lo disfrute muchisimo, siento que extraño al Dacia y ni llegue a conocerlo...

P.D: creo que mi vieja ve las mismas peliculas... tienen un acceso a la informacion increible, detectan conspiraciones que ni el FBI sabe de su existencia.

abrazo!

P.d: yo tambien me libre de mi primer auto/pizza fumigador de milagro.

4/1/07 11:14  
Anonymous Anónimo dijo...

Suerte para ud, Maro. Se agradecen sus comentarios.

6/1/07 16:05  
Anonymous Anónimo dijo...

un aplauso para el editos de esta novela cuyo apasionada voluntad penetro en mi ser.
tengo un dacia 1410 loco, y te comprendo perfectamente, tambien estoy en el tedioso intento por venderlo y tambien tengo mucha poesia para dedicare a mi cuatro ruedas bulgaro(?) jajajjajjaaj.entre la ardua tarea por conseguir tantos de los inexistentes repuestos. . . me copo muchisimo tu publicacion un saludo y hasta quizas algun otro momento . . .

23/10/08 16:07  
Blogger Unknown dijo...

https://fbcdn-sphotos-a.akamaihd.net/hphotos-ak-snc7/600012_4297098506078_1109608493_n.jpg no lo vendo ni loco todavia! saludos

25/7/12 19:35  
Blogger Unknown dijo...

https://fbcdn-sphotos-a.akamaihd.net/hphotos-ak-snc7/600012_4297098506078_1109608493_n.jpg no lo vendo ni loco todavia! saludos

25/7/12 19:35  

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