El objeto y su contenido
El autor interrumpe la novela en su momento más álgido para pasar a narrar la historia de un objeto. Zedi Cioso, en el margen de un ejemplar ya mítico de la novela, interroga: “¿Por qué nos gustan tanto las historias de los objetos?”. En ese instante comienza la declinación y muerte de ‘El Pasado’. Muchos emparientan la narración en torno a la pintura llamada ‘El agujero postizo’ con ‘El informe sobre ciegos’, solo para acordar que los textos nucleares bien podrían prescindir de estas nouvelles –y que con ello solo mejorarían. Voy ahora a invertir el proceso, en la ínfima medida que me es dado, y hacer de la historia de otro objeto una innecesaria apología de aquello que portaba en su interior.
A estas alturas del año pasado hicimos con el supramentado Cioso lo mismo que este: lastimar los oídos de Momé y Caro con nuestros gritos de chancho a degollar. Volvíamos de San Bernardo en el bólido de Cioso senior, y nuestro amigo, el afamado Cioso junior, desempolvó de la guantera una cajita de 5 por 10. Removió lo que la cajita protegía, sopló sobre ello y acto seguido lo insertó en el medio del auto. Lo que siguió es fácilmente imaginable. Melodías clásicas irradiaron ondas que despertaron nuestros espíritus dormidos, y el conductor (ZC) y el narrador (MP) nos vimos convocados a atronar el aire con nuestras destempladas lamentaciones. Por el aire delimitado por los vidrios circularon melodías clásicas del primer rock&roll blanco, y mucho, pero mucho más. En la cajita, si alguien hubiera traducido su curiosidad en acción, hubiera podido leer, en su perfil, escrito con birome negra, “Elvis: The Essential Collection”.
Tal como dije, este año la escena se repitió. Creí estar en presencia de una revelación (tengo revelaciones una vez por semana) y requerí de Cioso el casete. Generoso, lo cedió, no sin antes inflingirme la siguiente reconvención: “Ojo. Es muy importante para mí. Me ha hecho muy feliz, y quiero que lo siga haciendo”. Lo primero que hice al llegar (después de un viaje de seis horas que debió ser de cuatro, gracias a un congestionamiento eterno en medio de la nada pampeana) fue trepar los escalones, encender la computadora y dejar correr a Elvis, el impulso necesario para dejarme escribir un post catártico, ese (para los interesados que lo hayan leído) en el que denostaba a ‘Wasabi’, pero más importante aún, entronizaba a Gamboa mientras me enredaba y moría en reflexiones en torno al mérito literario.
Escuché el disco de Elvis con fruición, en detalle, una y otra vez. Comprendí cuánta verdad hay en lo que todos dicen, cuánta justicia hay en que sea el solista que más vende en el mundo. Es el padre de todos, es el puntapié inicial. Y entiendo qué hayan encontrado de movilizante, sexual y energético los que en los ’50 escucharon ‘Hound dog’ o ‘Jailhouse rock’. Pero estamos a cincuenta años de los cincuenta, y lo que me mata de Elvis no es lo que mataba entonces. La segunda parte del casete está integrada por temas más nuevos, menos rockeros, decididamente emotivos. Y, ahora sí, comprendí por qué Bowie lo ama, por qué lo contrapone con Sinatra –y por qué, a Sinatra, lo detesta.
‘Crooner’ se dice de dos maneras. Una, la manera Sinatra. Sinatra es medido, nunca se despeina, su voz es un arrullo que nos mece, con el que dormimos en paz. Sinatra es muchas cosas; no rock and roll. Entona canciones de amor como si estuviera preparando una tostada. Nadie cree sus lamentos, no en verdad. Lo que admiramos es su templanza. La otra forma de decir ‘crooner’ es decir ‘Elvis’.
Decir Elvis es decir rock and roll, y si Bowie es Dios, Elvis es el papá de Dios. En esos temas está todo, está, curiosamente, lo mejor del rock. Temas enormes como ‘Suspicious Minds’, claro, o ‘In the Guetto’, en los que en voz baja canta, y se quiebra, y se rompe, pero siempre se mantiene a flote para llegar a la costa. Y después está toda una serie de otros temas, el mejor de los cuáles, quizás, sea ‘The Wonder of You’. Elvis, ahí, emplea todo su caudal de voz. Arrastra, a la par, todas las emociones contenidas, vivida y liberadas. Elvis hace un río caudaloso de un laguito, hace un océano de este río, hace un maremoto que tapa todo y lo arrastra hasta el fondo. Este tema, también, permitió que comprendiera mejor a Bowie. Una de las principales cosas que hizo Bowie, toda su vida, fue tratar de cantar ese tema. Otra, de componerlo. (Fracasó. Nunca compuso ese tema, solo muchos mucho mejores.) En Elvis está todo: está Bowie (ya de por sí todo), está Ferry, está Jarvis Cocker. Están todos los afectados que me desarman, y más.
El círculo, mal dibujado, se cierra, y vuelvo al objeto. El disco de Cioso termina antes de acabar. Elvis concluye y todavía queda cinta. Cioso rellena. El relleno es ‘Closing Time’, el primer y mejor disco de Waits. El disco más triste de la historia.
Matías Pailos
A estas alturas del año pasado hicimos con el supramentado Cioso lo mismo que este: lastimar los oídos de Momé y Caro con nuestros gritos de chancho a degollar. Volvíamos de San Bernardo en el bólido de Cioso senior, y nuestro amigo, el afamado Cioso junior, desempolvó de la guantera una cajita de 5 por 10. Removió lo que la cajita protegía, sopló sobre ello y acto seguido lo insertó en el medio del auto. Lo que siguió es fácilmente imaginable. Melodías clásicas irradiaron ondas que despertaron nuestros espíritus dormidos, y el conductor (ZC) y el narrador (MP) nos vimos convocados a atronar el aire con nuestras destempladas lamentaciones. Por el aire delimitado por los vidrios circularon melodías clásicas del primer rock&roll blanco, y mucho, pero mucho más. En la cajita, si alguien hubiera traducido su curiosidad en acción, hubiera podido leer, en su perfil, escrito con birome negra, “Elvis: The Essential Collection”.
Tal como dije, este año la escena se repitió. Creí estar en presencia de una revelación (tengo revelaciones una vez por semana) y requerí de Cioso el casete. Generoso, lo cedió, no sin antes inflingirme la siguiente reconvención: “Ojo. Es muy importante para mí. Me ha hecho muy feliz, y quiero que lo siga haciendo”. Lo primero que hice al llegar (después de un viaje de seis horas que debió ser de cuatro, gracias a un congestionamiento eterno en medio de la nada pampeana) fue trepar los escalones, encender la computadora y dejar correr a Elvis, el impulso necesario para dejarme escribir un post catártico, ese (para los interesados que lo hayan leído) en el que denostaba a ‘Wasabi’, pero más importante aún, entronizaba a Gamboa mientras me enredaba y moría en reflexiones en torno al mérito literario.
Escuché el disco de Elvis con fruición, en detalle, una y otra vez. Comprendí cuánta verdad hay en lo que todos dicen, cuánta justicia hay en que sea el solista que más vende en el mundo. Es el padre de todos, es el puntapié inicial. Y entiendo qué hayan encontrado de movilizante, sexual y energético los que en los ’50 escucharon ‘Hound dog’ o ‘Jailhouse rock’. Pero estamos a cincuenta años de los cincuenta, y lo que me mata de Elvis no es lo que mataba entonces. La segunda parte del casete está integrada por temas más nuevos, menos rockeros, decididamente emotivos. Y, ahora sí, comprendí por qué Bowie lo ama, por qué lo contrapone con Sinatra –y por qué, a Sinatra, lo detesta.
‘Crooner’ se dice de dos maneras. Una, la manera Sinatra. Sinatra es medido, nunca se despeina, su voz es un arrullo que nos mece, con el que dormimos en paz. Sinatra es muchas cosas; no rock and roll. Entona canciones de amor como si estuviera preparando una tostada. Nadie cree sus lamentos, no en verdad. Lo que admiramos es su templanza. La otra forma de decir ‘crooner’ es decir ‘Elvis’.
Decir Elvis es decir rock and roll, y si Bowie es Dios, Elvis es el papá de Dios. En esos temas está todo, está, curiosamente, lo mejor del rock. Temas enormes como ‘Suspicious Minds’, claro, o ‘In the Guetto’, en los que en voz baja canta, y se quiebra, y se rompe, pero siempre se mantiene a flote para llegar a la costa. Y después está toda una serie de otros temas, el mejor de los cuáles, quizás, sea ‘The Wonder of You’. Elvis, ahí, emplea todo su caudal de voz. Arrastra, a la par, todas las emociones contenidas, vivida y liberadas. Elvis hace un río caudaloso de un laguito, hace un océano de este río, hace un maremoto que tapa todo y lo arrastra hasta el fondo. Este tema, también, permitió que comprendiera mejor a Bowie. Una de las principales cosas que hizo Bowie, toda su vida, fue tratar de cantar ese tema. Otra, de componerlo. (Fracasó. Nunca compuso ese tema, solo muchos mucho mejores.) En Elvis está todo: está Bowie (ya de por sí todo), está Ferry, está Jarvis Cocker. Están todos los afectados que me desarman, y más.
El círculo, mal dibujado, se cierra, y vuelvo al objeto. El disco de Cioso termina antes de acabar. Elvis concluye y todavía queda cinta. Cioso rellena. El relleno es ‘Closing Time’, el primer y mejor disco de Waits. El disco más triste de la historia.
Matías Pailos
8 Comentarios:
"En Elvis está todo (...) está Ferry". No podría estar más d eacuerdo.
Aplaudo mientras bato mis caderas.
La frase "Sinatra Entona canciones de amor como si estuviera preparando una tostada", toda una cumbre.
Amo armar arboles genealógicos de la música.
Hay un sitio en internet (pandora) en la cual uno pone una banda o solista
y te saltan los "familiares",
pero claro, lo lindo es hacer uno ese recorrido.
De padres e hijos me paso con los preludios y fugas de Shostakovich, nunca hubiesen existido de
no haber estado papa Bach unos añitos antes.
y si.. "closing time" es un hermoso disco.
saludos.
Estoy dolida, no pueden hablar así de Sinatra. Será que yo entono canciones de amor (muy mal entonadas, por cierto) a la mañana, mientras preparo mis tostadas. De todos modos, noto que en alguno de los últimos post del blog, sigue en pie el tema del padre y del hijo, de alguna manera, no?.
La relación padre-hijo está presente a la vuelta de cada esquina que tomo. Yo también me conduelo con usted, porque algunas cosas de Sinatra me gustan. Le diré más: Sinatra le gusta mucho a mi padre. Pero Bowie tiene razón, no hay nada que hacerle.
Gracias, ZC, gracias Charlotte y Pau. Las genealogías de todo tipo son pasión de muchos. Por algo parecido, supongo, por lo que me preocupa la relación padre-hijo.
como siempre... yo creo que el mejor disco de tom waits es "black rider"... disco por el cual una vez, en una partida de spades por la internets, me discriminaron por negro.
para el que no me conozca resulta que efectivamente no soy negro (agro-argentino)
Yo también pienso que el mejor disco de T. Waits es 'Black rider'.
'The essential collection' fue el primer disco que me regaló que mi viejo. Era de él y lo quiero mucho (a mi viejo y al disco.)
Justo fui a ver Hollywoodland por dos razones; Adrien Brody y la ambientación década del 50, pero me encontré con la sorpresa, más allá de que no es gran cosa la peli, pero está ok, de que trata tema padre-hijo a full, de una manera muy bonita.
Publicar un comentario
Suscribirse a Comentarios de la entrada [Atom]
<< Página Principal