Reincidente
Conocí a Reincidentes, claro, de la mano de Matías Pailos, que me llevó a un recital en Arlequines, donde estos hacían las veces de soporte de los 7 delfines, la taciturna banda de Richard Coleman. De aquella primera presentación sólo recuerdo que, en busca de vanas analogías, hice un comentario acerca de la entonación del cantante, Juan Pablo Fernández y dije que se parecía a la de Andres Ciro, voz de los Piojos. Ah, y ahora también recuerdo que me quedé dormido en medio del show de los 7 delfines y sus muros de guitarras distorsionadas y que tuvo que venir Pailos a despertarme al término de la función (no, no había ingerido ninguna sustancia).
Corría 1996 y por esa época yo creía que la banda del futuro era una que fusionaba rock suburbano, cumbia, murga y cómic. Pero Pailos insistió: me forzó a acompañarlo a un par de recitales más (eso sí, le hice jurar que no habría ni un delfín nadando por allí) hasta que algunas canciones, algunos estribillos se me comenzaron a hacer conocidos, de a poco transitaba, sin saberlo, por el mundo de Los Reincidentes, anhelaba visitar su ciudad gris: Montevideo, y me pasé, una tarde de cielo encapotado, 7 horas leyendo, y así finalmente descubrí que la resaca de Tom Waits era definitivamente mejor que el histrionismo de Mick Jagger y Axl Rose.
Sin embargo, no me volví definitivamente devoto hasta que otra vez Pailos adquiriera el segundo disco del grupo y me lo grabara en casette. Al principio me resistía a escucharlo, disgustado con el nombre del álbum: Que sois ahora, que me parecía harto pretencioso, pero poco a poco fui sucumbiendo a esas canciones misteriosas, tristes, de enorme carga dramática: un desdichado que se encuentra con su ex mujer y no puede sacarse de la cabeza la remera blanca y amarilla, Como el curry al arroz, la monedas de un peso y tu dolor: hilo y algodón, el hijo cuya madre le confiesa que no sabe quién es su padre, que lo que creyó toda su vida es una pintoresca mentira, Si te sirve fue al revés/ yo lo inventé/ le puse un lindo nombre / Ivan Dessau / L’artiste fraçais, o el desparpajo para llamar Cruz una canción y preguntarse: Che, este de River, Cruz ¿Juega en Holanda?. Era la banda de sonido ideal para una improbable novela neoarltiana a finales del siglo XX. Claro que las palmas, el altar mayor sería para “Pretty puta sirenita”, la trágica confirmación de que el amor, más frío que la muerte, es capaz de asesinar a la amistad. El último tema del disco se llamaba bonito y hacía honor a su título, pero un guacamayo se ponía a volar entre la niebla smog de los colectivos y ya preanunciaba un giro en la carrera de los Reincidentes: transformarse es una forma diplomática de morir.
Obnubilado por el segundo disco no paré hasta adquirir el primero, sarcásticamente titulado Nuestros años felices, aunque para mí cifra realmente mis años felices con la banda. Comienza literalmente como una novela: Ya era tarde, el taxi se adueñó de las calles, y la tensión va in crescendo tema a tema. Canciones que son como bombas de tiempo: Joselito, no vuelvas a casa. Si ella ya no te espera y brinda con él, no importa si el pueblo es chico o la ciudad inmensa, porque el Infierno siempre es Grande, y allí Salpica la noche el cielo a la carne, pero los Reincidentes se mantienen firmes, con sus uniformes de oficinistas agobiados: traje y corbata con el cuello algo flojo, preguntándose con desesperación:
¿Cuál será el plato del día?
¿Cuál será el plato del día?
¿Cuál será el plato del día?
¿Cuál…
será el plato del día?
¡Nuestra única esperanza!
Lo mejor que pasó en el tercer disco de Reincidentes, Mi suerte, fue el alejamiento de Alejandro Marcer, el engreído y funesto bajista que componía canciones exasperantes (pretenciosas en sus intenciones y decepcionantes en sus resultados, excepto por la bellísima Más allá del mar) y su reemplazo por el contrabajista Rodrigo Guerra. Sin embargo, a partir de este disco Goran Bregovic empezó a ganarle la pulseada a Nick Cave y Tom Waits y la “balcanización” de Reincidentes hizo virar sus letras de la angustia a la gastronomía: nunca compré ni escuché Miguita de pan, el cuarto disco, aunque sospecho que no estará nada mal. Les fue bien, fueron felices y supongo que fieles a sí mismos, los felicito por eso, sin embargo prefiero seguir escuchando esa canción desesperada que JP Fernández canta una y otra vez a voz en cuello y al borde del abismo en los dos primeros álbumes.
Y sí, una vez Los Reincidentes nos dieron pelota: habíamos ido a verlos al Club del Vino, entre quesos azules y copas de pinot noir. Un show estupendo aunque, hay que decirlo, demasiado parecido a la banda de sonido de un documental de Kustirica sobre Maradona. Cuando llega la hora de los bises y Pailos y yo ni nos miramos, al unísono nos ponemos de pie y entonamos con ímpetu y retórica futbolera:
¡Pri-ti Pu-ta! ¡Pri-ti-Pu-ta! ¡Pri-ti Pu-ta!
Y se escuchan los primeros acordes y JP Fernández pega su boca al micrófono y entona con la misma pasión atribulada: Anda a mirar si esta sola/ me dijo muerto de pena/ bajé nomás la escalera/ y entonces…la ví/ Con esa risa de ángel/ que hasta a los muertos paraba/ me la clavó en un instante en el corazón/ que latía inquieto/ Yo que pensaba que el mundo/ tenía nomás noche y día/ ahora el destino decía/ que había algo más / yo que vivía a los tumbos y siembre un cuatro jugé, ahora tenía este ancho lo iba a jugar/ Y mi destino era ella/ que supo ser de mi amigo / y que tenía mil caras/ como un carrousel/ lleno de fantasmas/ linda como una sirena/ me hizo dormir en su pelo/ y caminé por las luces/ que ahora me dormían/ y pensar que por mi amigo/ a esa milonga yo entré/ para decirle que afuera/ él moría de amor./ Para decirle que vuelva/ con el muchacho que afuera/ tenía el alma en pedazos/ lo mismo que hoy yo, oooh, oooh, oooooh! La, la la la lara, laaaa. (Coro de borrachos que todos entonamos a voz en cuello haciendo bambolear nuestras copas).
Hoy cuando llamo a Pailos para que me confirme algunos datos de esta reseña, le digo que no comprendo cómo no escribimos antes sobre Reincidentes, y él me contesta que es lógico, porque Los Reincidentes forman parte de nuestro pasado y nosotros preferimos abordar nuestro presente. Le doy crédito a sus palabras, pero inmediatamente después me cuenta que no aguanta más el dolor y que se va a Montevideo Rogando que lo extrañen/ que lo odien/ ¡que lo lloren un poco! Y entonces comprendo que inexorablemente seguimos viviendo atrapados en esas bellas, tristes y amargas canciones.
Zedi Cioso
Corría 1996 y por esa época yo creía que la banda del futuro era una que fusionaba rock suburbano, cumbia, murga y cómic. Pero Pailos insistió: me forzó a acompañarlo a un par de recitales más (eso sí, le hice jurar que no habría ni un delfín nadando por allí) hasta que algunas canciones, algunos estribillos se me comenzaron a hacer conocidos, de a poco transitaba, sin saberlo, por el mundo de Los Reincidentes, anhelaba visitar su ciudad gris: Montevideo, y me pasé, una tarde de cielo encapotado, 7 horas leyendo, y así finalmente descubrí que la resaca de Tom Waits era definitivamente mejor que el histrionismo de Mick Jagger y Axl Rose.
Sin embargo, no me volví definitivamente devoto hasta que otra vez Pailos adquiriera el segundo disco del grupo y me lo grabara en casette. Al principio me resistía a escucharlo, disgustado con el nombre del álbum: Que sois ahora, que me parecía harto pretencioso, pero poco a poco fui sucumbiendo a esas canciones misteriosas, tristes, de enorme carga dramática: un desdichado que se encuentra con su ex mujer y no puede sacarse de la cabeza la remera blanca y amarilla, Como el curry al arroz, la monedas de un peso y tu dolor: hilo y algodón, el hijo cuya madre le confiesa que no sabe quién es su padre, que lo que creyó toda su vida es una pintoresca mentira, Si te sirve fue al revés/ yo lo inventé/ le puse un lindo nombre / Ivan Dessau / L’artiste fraçais, o el desparpajo para llamar Cruz una canción y preguntarse: Che, este de River, Cruz ¿Juega en Holanda?. Era la banda de sonido ideal para una improbable novela neoarltiana a finales del siglo XX. Claro que las palmas, el altar mayor sería para “Pretty puta sirenita”, la trágica confirmación de que el amor, más frío que la muerte, es capaz de asesinar a la amistad. El último tema del disco se llamaba bonito y hacía honor a su título, pero un guacamayo se ponía a volar entre la niebla smog de los colectivos y ya preanunciaba un giro en la carrera de los Reincidentes: transformarse es una forma diplomática de morir.
Obnubilado por el segundo disco no paré hasta adquirir el primero, sarcásticamente titulado Nuestros años felices, aunque para mí cifra realmente mis años felices con la banda. Comienza literalmente como una novela: Ya era tarde, el taxi se adueñó de las calles, y la tensión va in crescendo tema a tema. Canciones que son como bombas de tiempo: Joselito, no vuelvas a casa. Si ella ya no te espera y brinda con él, no importa si el pueblo es chico o la ciudad inmensa, porque el Infierno siempre es Grande, y allí Salpica la noche el cielo a la carne, pero los Reincidentes se mantienen firmes, con sus uniformes de oficinistas agobiados: traje y corbata con el cuello algo flojo, preguntándose con desesperación:
¿Cuál será el plato del día?
¿Cuál será el plato del día?
¿Cuál será el plato del día?
¿Cuál…
será el plato del día?
¡Nuestra única esperanza!
Lo mejor que pasó en el tercer disco de Reincidentes, Mi suerte, fue el alejamiento de Alejandro Marcer, el engreído y funesto bajista que componía canciones exasperantes (pretenciosas en sus intenciones y decepcionantes en sus resultados, excepto por la bellísima Más allá del mar) y su reemplazo por el contrabajista Rodrigo Guerra. Sin embargo, a partir de este disco Goran Bregovic empezó a ganarle la pulseada a Nick Cave y Tom Waits y la “balcanización” de Reincidentes hizo virar sus letras de la angustia a la gastronomía: nunca compré ni escuché Miguita de pan, el cuarto disco, aunque sospecho que no estará nada mal. Les fue bien, fueron felices y supongo que fieles a sí mismos, los felicito por eso, sin embargo prefiero seguir escuchando esa canción desesperada que JP Fernández canta una y otra vez a voz en cuello y al borde del abismo en los dos primeros álbumes.
Y sí, una vez Los Reincidentes nos dieron pelota: habíamos ido a verlos al Club del Vino, entre quesos azules y copas de pinot noir. Un show estupendo aunque, hay que decirlo, demasiado parecido a la banda de sonido de un documental de Kustirica sobre Maradona. Cuando llega la hora de los bises y Pailos y yo ni nos miramos, al unísono nos ponemos de pie y entonamos con ímpetu y retórica futbolera:
¡Pri-ti Pu-ta! ¡Pri-ti-Pu-ta! ¡Pri-ti Pu-ta!
Y se escuchan los primeros acordes y JP Fernández pega su boca al micrófono y entona con la misma pasión atribulada: Anda a mirar si esta sola/ me dijo muerto de pena/ bajé nomás la escalera/ y entonces…la ví/ Con esa risa de ángel/ que hasta a los muertos paraba/ me la clavó en un instante en el corazón/ que latía inquieto/ Yo que pensaba que el mundo/ tenía nomás noche y día/ ahora el destino decía/ que había algo más / yo que vivía a los tumbos y siembre un cuatro jugé, ahora tenía este ancho lo iba a jugar/ Y mi destino era ella/ que supo ser de mi amigo / y que tenía mil caras/ como un carrousel/ lleno de fantasmas/ linda como una sirena/ me hizo dormir en su pelo/ y caminé por las luces/ que ahora me dormían/ y pensar que por mi amigo/ a esa milonga yo entré/ para decirle que afuera/ él moría de amor./ Para decirle que vuelva/ con el muchacho que afuera/ tenía el alma en pedazos/ lo mismo que hoy yo, oooh, oooh, oooooh! La, la la la lara, laaaa. (Coro de borrachos que todos entonamos a voz en cuello haciendo bambolear nuestras copas).
Hoy cuando llamo a Pailos para que me confirme algunos datos de esta reseña, le digo que no comprendo cómo no escribimos antes sobre Reincidentes, y él me contesta que es lógico, porque Los Reincidentes forman parte de nuestro pasado y nosotros preferimos abordar nuestro presente. Le doy crédito a sus palabras, pero inmediatamente después me cuenta que no aguanta más el dolor y que se va a Montevideo Rogando que lo extrañen/ que lo odien/ ¡que lo lloren un poco! Y entonces comprendo que inexorablemente seguimos viviendo atrapados en esas bellas, tristes y amargas canciones.
Zedi Cioso
8 Comentarios:
el otro dia con pailos, ya lo contará, conocimos francesas que odiaban montevideo; las miramos con una cara particular como si dijeramos "vos no estás entendiendo algo". Con tu post, zedi, ya sabemos lo que no están entendiendo.
Gracias, Playmobil, y para desgracia de las francesas ya imagino que Pailos se traerá bajo el brazo un bonito retrato de la capital charrúa.
zedi, lei partes de este post, no se por que, prefiero que asi sea, montevideo es un lugar propio, amigo y pequeñamente enorme.
y un día me di cuenta de la emocion al caminar, por azar, en la encrucijada de durazno y convencion.
Muchas Gracias por caminar al azar por este post. "Hay que ver las cosas que leo, por las calles de Montevideo"
Abrazos
ZC
que pseudo alegria encontrar este post sobre la banda que en algun momento supo ser en mis gustos lo mas alto de mi goce!
pero de todas formas, si se me permite, quisiera hacer algunos comentarios (cierto, estoy en los comments del blog):
si tarde fue el primero, nuestros anios felices el segundo, que sois ahora? el tercero, el cuarto no es pequenia orquesta reincidentes y recien mi suerte, entonces seria el quinto?.
coincido en que hubo un quiebre estilistico en la banda, yo lo ubico entre pequenia orquesta reincidentes y mi suerte, y plenamente cristalizado este en miguita de pan...
pero yo no compre mas discos de ellos justamente luego de pequenia orquesta reincidentes... y tampoco diria que les ha ido bien... o que les ha ido del todo bien... lo que componen ahora es otra cosa que no tiene mucho que ver con el bello que sois ahora?, cada vez mas kusturica y menos rock, menos tango...
nose... devino en algo que para escuchar mejor taparse las orejas...
paradoja aun, que el otro dia fui al planetario a escuchar angela tullida, y los amigotes quisieron quedarse a ver a pequenia... y conoci en el publico a un frances de viaje por bs as, que se fanatizo con pequenia orquesta reincidentes!
karma...
Gracias por el ajuste de datos, simpática. Coincido con ud. en sus apreciaciones, supongo que P.O.R. habrá ganado más público global a costa de perder ese visceralismo propio de los primeros discos.
Saludos
muy buen blog. es cierto que cambiaron el rumbo a partir de mi suerte. creo que cambiaron el rumbo a partir del alejamiento de marcer y la llegada de un contrabajo a la banda, cosa que les dió mucha más plasticidad al grupo y los sacó del esquema clásico de Cave. Sin embargo, creo que deberían abrirse un poco a miguita de pan y traje, dado que ambos me parecen (a mi modesto entender, obvio) excelentes discos, y no todo en ellos tiene su origen balcánico. compruebenlo ustedes mismos. saludos!
En algunas cosas puede a llegar estar cerca de las palabras aunque mi fanatísmo desde 1995 es poco objetivo...pero el comentario sobre Fernando Marcer me pareció bastante pedorro y fuera de lugar, las letras de este tipo son muy superiores a las de Rodrigo, sin desmerecer la musicalidad que le ofreció Guerra a la banda...y "Más allá del mar" justamente no es letra de él, sino de Vintrob, otroletrista de puta madre....y si, yo sigo añorando los primeros discos..."tarde" es un discazo y el contacto con ellos, más lállá de las distancias es maravilloso y ameno....
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