y sin embargo juan vivía
Soy tan chanta, que aún sin haberla terminado, escribo sobre ella, la novela.
Pero es ahora o nunca; las sierras me abrieron su lectura, y el cemento me la cerrará. Y sin embargo, qué importa no haberla terminado. Sin releer, transcribo el fragmento serrano, ignorando si estoy ahora de acuerdo o no.
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El lector es permanentemente interpelado, en este relato en 2ª persona y en verbo futuro, que le escamotea toda certeza a la historia: "luego habrás sospechado la verdad. Pero la has de perseguir como persigue un perro a otro perro: sin ningún interés en alcanzarlo."
El de Vanasco es un libro extraño, hondo, acaso más extraño pensando que fue escrito en 1946 o 47. Y un tanto difícil, tal vez, inscribirlo en la tradición de un Onetti, un Arlt, un Borges, un Murena, un Di Benedetto. Si creemos al Jitrik del prólogo, escribe contra el realismo, pero la pregunta más fructífera en este caso sería ¿con quién escribe? ¿A quién dicta y quién habla al oído de esa escritura? No sabemos la respuesta.
Parece un texto más propio de los 60 y primeros 70, y de hecho es reeditado 20 años después, en el 67 por sudamericana.
Al revés de un Onetti, un Chandler, un Faulkner, donde la amargura del cinismo deja entrever un latente brillo de compasión (esto parece la solapa detestable de un antiteórico de editorial comercial), en Vanasco, en la abrumadora pesadez de sus climas breves y livianos, en sus conversaciones entrecortadas, y en una serenidad un tanto prolija y bien escrita, propia de un narrador conocedor de muchas cosas mundanas, brota una sensación recóndita, acaso oculta en el final de su apellido, por la propia especie.
Vanasco es un autor incómodo, una especie de voz rota, quebradiza, un hongo venenoso con que alimentar los propios mitos sobre la escritura y sobre esta ciudad.
El capítulo 7 es una joya negra, asíi como el principio del 6.
Confesamos querer, entre otras cosas, un lugar semejante en el campo literario: permanecer a la sombra del árbol, con forma propia, expuestos a la humedad de ciertas lecturas, y al hallazgo silencioso de otros descentrados.
Un libro, por supuesto, para no recomendar. Vanasco deja un sabor, seguramente, decepcionante para quien vaya a buscar el brillo de una lengua; en la suya, apenas si brilla la opacidad del desamor, de las precarias certezas acerca del camino elegido, y de un recorrido anhelante y esperanzado hacia el final.
Y con esto no queremos figurar melancolía, fatalismo, conformidad, sino un avance ronco sobre la microfísica de la vida, de los sucesos y las cosas, que nos deja perplejos, entre la risa y la siesta de la tarde.
Claro que luego de despertarnos de esa siesta, el mundo y nosotros no seremos los mismos, y sin embargo viviremos.
ER
Pero es ahora o nunca; las sierras me abrieron su lectura, y el cemento me la cerrará. Y sin embargo, qué importa no haberla terminado. Sin releer, transcribo el fragmento serrano, ignorando si estoy ahora de acuerdo o no.
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El lector es permanentemente interpelado, en este relato en 2ª persona y en verbo futuro, que le escamotea toda certeza a la historia: "luego habrás sospechado la verdad. Pero la has de perseguir como persigue un perro a otro perro: sin ningún interés en alcanzarlo."
El de Vanasco es un libro extraño, hondo, acaso más extraño pensando que fue escrito en 1946 o 47. Y un tanto difícil, tal vez, inscribirlo en la tradición de un Onetti, un Arlt, un Borges, un Murena, un Di Benedetto. Si creemos al Jitrik del prólogo, escribe contra el realismo, pero la pregunta más fructífera en este caso sería ¿con quién escribe? ¿A quién dicta y quién habla al oído de esa escritura? No sabemos la respuesta.
Parece un texto más propio de los 60 y primeros 70, y de hecho es reeditado 20 años después, en el 67 por sudamericana.
Al revés de un Onetti, un Chandler, un Faulkner, donde la amargura del cinismo deja entrever un latente brillo de compasión (esto parece la solapa detestable de un antiteórico de editorial comercial), en Vanasco, en la abrumadora pesadez de sus climas breves y livianos, en sus conversaciones entrecortadas, y en una serenidad un tanto prolija y bien escrita, propia de un narrador conocedor de muchas cosas mundanas, brota una sensación recóndita, acaso oculta en el final de su apellido, por la propia especie.
Vanasco es un autor incómodo, una especie de voz rota, quebradiza, un hongo venenoso con que alimentar los propios mitos sobre la escritura y sobre esta ciudad.
El capítulo 7 es una joya negra, asíi como el principio del 6.
Confesamos querer, entre otras cosas, un lugar semejante en el campo literario: permanecer a la sombra del árbol, con forma propia, expuestos a la humedad de ciertas lecturas, y al hallazgo silencioso de otros descentrados.
Un libro, por supuesto, para no recomendar. Vanasco deja un sabor, seguramente, decepcionante para quien vaya a buscar el brillo de una lengua; en la suya, apenas si brilla la opacidad del desamor, de las precarias certezas acerca del camino elegido, y de un recorrido anhelante y esperanzado hacia el final.
Y con esto no queremos figurar melancolía, fatalismo, conformidad, sino un avance ronco sobre la microfísica de la vida, de los sucesos y las cosas, que nos deja perplejos, entre la risa y la siesta de la tarde.
Claro que luego de despertarnos de esa siesta, el mundo y nosotros no seremos los mismos, y sin embargo viviremos.
ER
Etiquetas: Reseñas
9 Comentarios:
Y sin embargo sí resuenan en el uso del futuro ecos o gritos de tragedia griega, de todo ya está escrito. Y va a salir todo lo mal que pueda.
una vez terminada la novela no tiene gracia mencionarla.
es casi como la diferencia entre un romance y un matrimonio.
Tengo muchas cosas para decir, tantas que se amontonan en la puerta de salida, se atoran, se hace un embudo y al final no sale nada. Ultimamente me pasa eso ¿vio?
Lo felicito por el post y por su esperado regreso al MT. Yo sí lei a Vanasco enterito hace cosa de un mes. Acoto que la novela no sólo fue publicada en el 47' sino que su autor contaba con 22 años en ese momento, todo un prodigio.
La escritura en futuro de esta obra deja en evidencia todo el dispositivo técnico de la novela, asistimos a los ajustes y decisiones del autor en tiempo real. Los diálogos rebosan de ingenio y abundan las reflexiones como ésta:
"Lo único importante en una casa -dirás- es el que toca el timbre, porque se deja cualquier cosa para ir a ver quién es"
Gracias por traer a Vanasco al Mate Tuerto.
Abrazos
ah, zedi, mire ud, no sabía que este muchachito había escrito semejante texto a esa edad, mamita querida.
sí, esa frase es extraordinaria, del mismo tenor que la del perro, creo.
gracias por la bienvenida, los extraño.
y respecto de vanasco, agradézcale mejor a mp, que me regaló el libro.
Sí, ya se lo tengo agradecido, ¡Porque a mí también me lo regaló! (o para ser mas precisos, me lo rescató entre un montón de saldos inútiles en la mítica librería Dany de San Bernardo.
Nosotros también lo extrañamos.
mp, como siempre, ha puesto ud una palabra que me abre otra cosa: oráculo, tal vez, y por qué no, al hablar de qué textos le dictan al de av, esté jacques el fatalista.
querido yo (era muy frio decirle estimado al yo), totalmente de acuerdo.
zedi, encontrar dos vanascos en un lapso de tiempo acotado, obliga a conservar una amistad semejante, así que nada de boxeo.
snif, todos invitados a asado y ping pong.
De nada, de nada. No se pongan llorones. (Sí: ping pong y asado, por favor.)
Su no-recomendación surtió efecto, er. Ni bien pueda, revolveré los anaqueles en busca de un ejemplar. Un gran saludo, y cómase un choricito a mi salud. V.
bueno, vero, seguro brindaré a su salud, y celebro que la no recomendacion la tiente.
el domingo es un día excelente para el evento, por mi parte, aquí el blog hace las veces de citador.
sho shorón? sha no, sha no, e recuperado mhiz hatrivutos, zoi hun onbre nuebo.
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