La misma conversación
Comenzó hablando de mujeres y conquistas, pero rápidamente saltó al tema que verdaderamente le interesaba. Borges es un mal poeta, dijo del otro lado del teléfono. Concedí que su poesía no está a la altura del resto de su literatura, pero Martin Ludwig insistió, tachando y corrigiendo: no es lo que yo espero de la poesía. Insinuó: sus méritos son extrapoéticos. Apeló al siguiente modelo: es como apreciar a un músico por sus letras. Mi única idea destacable era plenamente irrelevante: no siempre es válido separar letra de música. Ninguna por separado emociona; en combinación, su efecto puede ser el inverso. (Más tarde, cerveza de por medio, con la ‘Antología Poética’ como consulta permanente, en medio de extensos y fatigosos recitados en los que tarde o temprano primaba la imitación –no exenta de burla; su compás asmático es irresistible-, Zedi Cioso retomaría esta idea y la decoraría con una explicación científica.)
Ludwig desempolvó de los meandros de su memora un impresionante acerbo de ejemplares de la poesía del bibliotecario, buenas, buenísimas y malas. Algunas, francamente pésimas. Hay una cadencia, hay un ritmo propio, alegué. Sí, pero no es revolucionario, replicó. Son formas canónicas. Nos mueven sus ideas; no otra cosa. Yo, dijo él, busco otra cosa en la poesía. Lo que recordé podría perfectamente haber adoptado una forma ensayística o narrativa.
Abrumado por las múltiples ideas (las que me dedicaría minuciosamente a olvidar para, en un futuro no lejano, engañar y engañarme atribuyéndome su autoría, haciendo pasar recuerdo por invención), abandoné el hogar y realicé las mil combinaciones que me depositaron en el domicilio de Cioso. En el trayecto cifré el impacto de su poesía en el uso de ciertos términos y conceptos (‘la rosa’, ‘espejo’, el infinito, el tiempo), en la peculiar anteposición de adjetivos vagamente impropios (‘grave rincón’, ‘trenzado laberinto’), en una cadencia y un vaivén peculiar, que se demora en las alturas y las abstracciones para caer, brevemente, en lo concreto y prosaico, en la información irrelevante. Con ese gesto, clausura el poema. ¿Ejemplos? Tengo fiaca. Demando fe.
La segunda idea propia –no por eso original- de la noche también fue marginal –donde ‘marginal’ es un eufemismo por, una vez más, ‘irrelevante’. Versaba sobre el buen escribir y su relación con el estilo Borges. Para un escritor argentino (con lo que quiero decir: para cualquier escritor argentino) escribir bien no es una entelequia. Por el contrario, es algo que ha encarnado de una vez y para siempre. O mejor: no ha encarnado de ninguna manera, sino que es uno e inescindible con el estilo del Borges maduro (pongamos, el de ‘El Aleph’). Incardona mencionó en una mesa antológica a la que entró por la ventana que hubo un tiempo en que buscaba escribir como Borges. Lo que retuve de esa parte de su discurso es lo que Incardona consideró distintivo de la prosa borgeana: el uso abusivo (el abuso) de punto y coma. Por supuesto, esa no es ni de casualidad la cualidad más destacada del estilo del que hablamos: del bien escribir. Sin embargo, Incardona pone el ojo en una marca no menor. Confieso que desde que reparé, Incardona mediante, en este hecho, aprovecho (si la hubiera; de lo contrario, la genero a patadas) la menor oportunidad para usar, usar abusivamente, y abusar del punto y coma.
Cioso tuvo otras y mejores ideas. Conviene, por tanto, cederle la palabra. Hola, aquí Cioso trasmitiendo desde el planeta de los monstruos. Como dije una vez, Borges mismo es una lengua dentro de la lengua. Una lengua extraña, que podemos comprender, pero no podemos hablar, (de allí los vanos intentos de los escritores autóctonos de “escribir bien”, de “hablar en Borges”). También está más o menos acordado que lo mejor de Borges no radica en su poesía, la cual en ocasiones parece fría (frente al sentimiento de un Neruda) como si hubiera sido compuesta bajo las emociones de un androide, o falta de riesgo (frente a la experimentación vanguardista de un Vallejo). Y sin embargo hay algo que nos atrae irresistiblemente hacia esos versos al punto que con escucharlos una vez ya se nos quedan adheridos a la memoria “Como dijo el griego en el cratilo/ si el nombre es arquetipo de la cosa” o “Bruscamente la tarde se ha aclarado/ pues ya cae la lluvia minuciosa./ Cae y cayó. La lluvia es una cosa/ Que sin duda sucede en el pasado” “Dios mueve al jugador y este, la pieza/ ¿Qué dios detrás del Dios la trama empieza?” etc. Indagando en este misterio de la irresistible atracción de la poesía borgeana me atrevería a arriesgar que una de sus causas principales radica en su música. La música, como todos sabemos, estimula el hemisferio derecho y ayuda a retener las palabras o letras que la acompañan (cuyo significado es interpelado por el hemisferio izquierdo) esta interacción conjunta de los dos hemisferios cerebrales facilita la memorización, y allí radica la primitiva e instrumental causa de la rima: la trasmisión oral de los primeros relatos, cfr La Ilíada y La Odisea de Homero. Todos hemos experimentado esto al recordar íntegra la letra de una canción sin proponérnoslo y con solo escucharla un par de veces mientras que memorizar un texto se torna mucho más arduo y es el mismo mecanismo que han aprovechado las agencias para promocionar productos a través de jingles publicitarios. Por otra parte Borges no apela al sinsentido o la polisemia sino que hace de la poesía un vehículo comunicativo de primer orden para transmitir ideas, historias, argumentos (con lo que se enfrenta a cierta concepción de la poesía como libre juego con el lenguaje fuera de todo uso instrumental del mismo) al tiempo que muchas de sus poesías (Las Causas, Le regret d’Heraclite) culminan de forma inesperada o ingeniosa, con lo que se acercan más a la estructura de un cuento. En definitiva, que la poesía de Borges parece ser el anticipo de su obra mayor, donde estas protoformas practicadas en la poesía son tratadas según el género que les corresponde: ensayo y cuento. De este modo, la poesía de Borges vale como antecedente de su prosa, o, para decirlo en términos borgianos, la prosa de Borges crea a la poesía de Borges como su precursora y desde ahí la ilumina. Y, last but not least, y extrañamente para un hombre que elogió el Corán porque allí no aparecía ni un camello, en su poesía Borges se las ingenia para que siempre figure al menos uno o más objetos característicos de su mundo. De ese modo, es casi imposible recorrer un poema borgeano sin toparnos con un laberinto, un espejo, una rosa, un tigre, una sombra, una biblioteca. Esta repetición ad infinitum de motivos “marca registrada” Borges, nos aportan el placer añadido del reconocimiento, ya los estamos esperando y nos sentimos reconfortados en cuanto los vemos surgir entre las líneas del poema.
O sea: música, ideas, relatos, diálogo con su obra mayor y constante provisión de motivos recurrentes, he ahí los atractivos que vuelven irresistible cualquier poema de Borges por malo que sea.
Matías Pailos y Zedi Cioso
Ludwig desempolvó de los meandros de su memora un impresionante acerbo de ejemplares de la poesía del bibliotecario, buenas, buenísimas y malas. Algunas, francamente pésimas. Hay una cadencia, hay un ritmo propio, alegué. Sí, pero no es revolucionario, replicó. Son formas canónicas. Nos mueven sus ideas; no otra cosa. Yo, dijo él, busco otra cosa en la poesía. Lo que recordé podría perfectamente haber adoptado una forma ensayística o narrativa.
Abrumado por las múltiples ideas (las que me dedicaría minuciosamente a olvidar para, en un futuro no lejano, engañar y engañarme atribuyéndome su autoría, haciendo pasar recuerdo por invención), abandoné el hogar y realicé las mil combinaciones que me depositaron en el domicilio de Cioso. En el trayecto cifré el impacto de su poesía en el uso de ciertos términos y conceptos (‘la rosa’, ‘espejo’, el infinito, el tiempo), en la peculiar anteposición de adjetivos vagamente impropios (‘grave rincón’, ‘trenzado laberinto’), en una cadencia y un vaivén peculiar, que se demora en las alturas y las abstracciones para caer, brevemente, en lo concreto y prosaico, en la información irrelevante. Con ese gesto, clausura el poema. ¿Ejemplos? Tengo fiaca. Demando fe.
La segunda idea propia –no por eso original- de la noche también fue marginal –donde ‘marginal’ es un eufemismo por, una vez más, ‘irrelevante’. Versaba sobre el buen escribir y su relación con el estilo Borges. Para un escritor argentino (con lo que quiero decir: para cualquier escritor argentino) escribir bien no es una entelequia. Por el contrario, es algo que ha encarnado de una vez y para siempre. O mejor: no ha encarnado de ninguna manera, sino que es uno e inescindible con el estilo del Borges maduro (pongamos, el de ‘El Aleph’). Incardona mencionó en una mesa antológica a la que entró por la ventana que hubo un tiempo en que buscaba escribir como Borges. Lo que retuve de esa parte de su discurso es lo que Incardona consideró distintivo de la prosa borgeana: el uso abusivo (el abuso) de punto y coma. Por supuesto, esa no es ni de casualidad la cualidad más destacada del estilo del que hablamos: del bien escribir. Sin embargo, Incardona pone el ojo en una marca no menor. Confieso que desde que reparé, Incardona mediante, en este hecho, aprovecho (si la hubiera; de lo contrario, la genero a patadas) la menor oportunidad para usar, usar abusivamente, y abusar del punto y coma.
Cioso tuvo otras y mejores ideas. Conviene, por tanto, cederle la palabra. Hola, aquí Cioso trasmitiendo desde el planeta de los monstruos. Como dije una vez, Borges mismo es una lengua dentro de la lengua. Una lengua extraña, que podemos comprender, pero no podemos hablar, (de allí los vanos intentos de los escritores autóctonos de “escribir bien”, de “hablar en Borges”). También está más o menos acordado que lo mejor de Borges no radica en su poesía, la cual en ocasiones parece fría (frente al sentimiento de un Neruda) como si hubiera sido compuesta bajo las emociones de un androide, o falta de riesgo (frente a la experimentación vanguardista de un Vallejo). Y sin embargo hay algo que nos atrae irresistiblemente hacia esos versos al punto que con escucharlos una vez ya se nos quedan adheridos a la memoria “Como dijo el griego en el cratilo/ si el nombre es arquetipo de la cosa” o “Bruscamente la tarde se ha aclarado/ pues ya cae la lluvia minuciosa./ Cae y cayó. La lluvia es una cosa/ Que sin duda sucede en el pasado” “Dios mueve al jugador y este, la pieza/ ¿Qué dios detrás del Dios la trama empieza?” etc. Indagando en este misterio de la irresistible atracción de la poesía borgeana me atrevería a arriesgar que una de sus causas principales radica en su música. La música, como todos sabemos, estimula el hemisferio derecho y ayuda a retener las palabras o letras que la acompañan (cuyo significado es interpelado por el hemisferio izquierdo) esta interacción conjunta de los dos hemisferios cerebrales facilita la memorización, y allí radica la primitiva e instrumental causa de la rima: la trasmisión oral de los primeros relatos, cfr La Ilíada y La Odisea de Homero. Todos hemos experimentado esto al recordar íntegra la letra de una canción sin proponérnoslo y con solo escucharla un par de veces mientras que memorizar un texto se torna mucho más arduo y es el mismo mecanismo que han aprovechado las agencias para promocionar productos a través de jingles publicitarios. Por otra parte Borges no apela al sinsentido o la polisemia sino que hace de la poesía un vehículo comunicativo de primer orden para transmitir ideas, historias, argumentos (con lo que se enfrenta a cierta concepción de la poesía como libre juego con el lenguaje fuera de todo uso instrumental del mismo) al tiempo que muchas de sus poesías (Las Causas, Le regret d’Heraclite) culminan de forma inesperada o ingeniosa, con lo que se acercan más a la estructura de un cuento. En definitiva, que la poesía de Borges parece ser el anticipo de su obra mayor, donde estas protoformas practicadas en la poesía son tratadas según el género que les corresponde: ensayo y cuento. De este modo, la poesía de Borges vale como antecedente de su prosa, o, para decirlo en términos borgianos, la prosa de Borges crea a la poesía de Borges como su precursora y desde ahí la ilumina. Y, last but not least, y extrañamente para un hombre que elogió el Corán porque allí no aparecía ni un camello, en su poesía Borges se las ingenia para que siempre figure al menos uno o más objetos característicos de su mundo. De ese modo, es casi imposible recorrer un poema borgeano sin toparnos con un laberinto, un espejo, una rosa, un tigre, una sombra, una biblioteca. Esta repetición ad infinitum de motivos “marca registrada” Borges, nos aportan el placer añadido del reconocimiento, ya los estamos esperando y nos sentimos reconfortados en cuanto los vemos surgir entre las líneas del poema.
O sea: música, ideas, relatos, diálogo con su obra mayor y constante provisión de motivos recurrentes, he ahí los atractivos que vuelven irresistible cualquier poema de Borges por malo que sea.
Matías Pailos y Zedi Cioso
15 Comentarios:
para mi en los poemas es otro, con un pudor, un respeto excesivo por el terreno en que pisa, sin la irrespetuosidad de los cuentos o los ensayos; en los poemas, si bien estoy de acuerdo en que prefiguran muchas cosas de los cuentos, se amaricona mucho, como si estuviera siendo dictado por esa madre terrible, aunque claro, junto sujeto y escritura malamente, pero en definitiva hablo de estilo, dificulto que en un poema pueda decir que tal persona o personaje está aplastado por la decencia, como sí hace en algún tramo de hist.univ.delainfamia; en el cuento no es subsidiario del género, no es solemne. en su prosa reconozco lo de lengua dentro de una lengua, en sus poemas, no estoy tan seguro.
Muchas Gracias por su comentario, er. Lo suyo es como lo de Manu Ginóbili: aporta desde el banco y se convierte en figura del partido. Coincido con ud en el pudor que campea en la poesía, y en cuanto a lo de la lengua borgiana ¿no cree que se relaciona con el ejercicio de la poesía? ¿De donde sale, sino, ese "sonido Borges" tan característico que identifica cada línea de su prosa?
zedi, sí, indudablemente esa lengua surge de la práctica de la poesía, pero no necesariamente del verso, ya que sus versos, si bien llenos de imágenes, tienen por lo que me han dejado de impresión, algo elegíaco y pretérito, de ahí mi idea de lo venerado y pudoroso, y por qué no, de lo estático, en contraposición a los cuentos y a la agresividad de los ensayos. Creo que su música es fundamentalmente prosística, así como no quisiera leer ningún poema de onetti, por ejemplo.
Cuando quiroga va en coche al muere tal vez no, tal vez sea excepción, pero en el resto, cierta inmovilidad de la estampa, me irrita un poco, ya es un tema de gusto personal, por supuesto, contra la acción insidiosa y la insidia del narrador de sus prosas. Para decirlo en latín: cuando escribe poemas toca en el medio, juega sin arcos, cuando poemas, tiene el arco de enfrente entre ceja y ceja.
cuando prosa en lugar de cuando poemas, debió decir al final.
Para empezar: me cago en blogger.com. Acabo de escibir otra cosa y cuando le puse "publicar comentario" me informó de un "error" en el servidor y todo lo que escribí se fue al limbo digital.
Así que aca voy de nuevo. Mi parte de esta disputa viene una entrada, algo mala, en la cual todo lo que quería hacer era citar dos finales de Borges. Pero me extiendo
a) La poesía de Borges, para continuar con la analogía, son canciones con cuatro acordes.
b) Podrían ser buenas de cualquier manera, pero siempre los puso igual. Algún encabalgamiento interesante, algún endecasílabo asincompado, pero ya.
c) El resto de mi argumento serán tres ejemplos:
c.1) "No nos une el amor, sino el espanto,
será por eso que la quiero tanto".
(Buenos Aires)
c.2) "Un símbolo, una rosa te desgarra
y te puede matar una guitarra".
(1964, I)
c.3) "Casi no soy, pero mis versos ritman
la vida y su esplendor. Yo fui Walt Whitman."
(Camden, 1982)
En síntesis: seguro que Borges no era el peor poeta de su barrio. Claro que sabía usar las palabras. Pero continuar practicando la condescendencia sobre su poesía, sólo porque nos gustan sus cuentos y sus ensayos es, en el mejor de los casos, un mal uso del tiempo que nos queda.
c1 y c2 comparten el ver su excelente primer verso dilapidado por un remate en forma de segundo verso chapucero.
"Nadie rebaje a lágrima o reproche
esta declaración de la maestría
de Dios, que con magnífica ironía
me dio a la vez los libros y la noche."
Si es que me lo acuerdo bien.
Coincido con tu por mí desconocido interlocutor, Pailos. Las poesías de Borges son malas. Es muy cierto que este juicio se vuelve más lapidario habiendo leído su prosa -adjetivarla es difícil, de modo que seguiré el ejemplo de él y no lo haré. Así y todo, son malas. Hay excepciones, claro, sobre todo entre sus últimos poemas, algunos de los cuales me ha presentado un conocido que curiosamente comparte iniciales con el tal Ludwig y probablemente también su opinión.
"Y te puede matar una guitarra". Sacado de una canción de Iván Noble. Y compite con las bellas metáforas de mi amigo Gus, v.g., "entre tus labios de plata y mi acero inolvidable". Pobre Georgy.
Me hacen acordar a Borges citando los peores versos de Lugones para desestimarlo. Una vez me dijo Pailos "No juzgues a un escritor por su peor libro". Palabra santa.
El que yo cité me gusta mucho.
Y la canción que yo cité de Cerati me hace estallar de frenesí.
Que te gusten o te hagan estallar de frenesí no significa necesariamente que sean buenos.
¿y dónde está lo bueno, sino en el gusto o en el frenesí, carajo? ¿en los manuales?
Puede ser en los manuales pero depende quién los escriba, carajo
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