El Mate Tuerto

"Se fingirá el saber que no se tiene."

Mi foto
Nombre: El Mate Tuerto
Ubicación: Argentina

27 julio, 2007

La irresistible ligereza de Santiago Gamboa

Hace unos años hice algo que no acostumbro: adquirí en una librería el ejemplar de un escritor que me era absolutamente desconocido. El libro era Los Impostores y el autor un tal Santiago Gamboa. El motivo fue la conjunción de una extraña y errónea disposición optimista ante la vida y el hallazgo de una cita a Gombrowicz en el inicio de la novela. Mis sanos prejuicios me dijeron que nunca podría ser del todo malo un autor latinoamericano que invocaba a Witoldo como santo y seña para resguardar su obra. Claro que al llegar a casa archivé el volumen en mi biblioteca y allí durmió unos cuantos años hasta que Matías Pailos reparó en él, se asombró igual que yo ante el epígrafe y decidió llevárselo para leerlo y ver de qué iba la cosa. El entusiasmo con el que acompañó su devolución del ejemplar lo revalorizó y me obligó a ubicarlo en la difusa lista de las inminentes lecturas. Empecé Los Impostores el primer día del 2005 y rápidamente sentí defraudadas mis expectativas. La cita a Gombrowicz me había hecho pensar en una ficción de corte ensayístico con una escritura enrevesada y sostenida por una trama débil que justificara un mínimo avance de la historia. En lugar de eso me encontré con una trama de espionaje intelectual que incluía, sí, “un misterioso manuscrito chino”, personajes arquetípicos, una insólita localización de la historia tratándose de un escritor latinoamericano (La ciudad de Pekín) y acción y aventuras y la insólita constatación de que en esa jornada de resaca había leído las primeras 60 páginas de un tirón. Y que quería leer más. La misma sensación me acompañó el resto de la semana que fue lo que duró el libro en mis manos. La historia: predecible, los personajes: caricaturescos, la escritura: llana, sin floreos, muy fluida. ¿Qué opinás de Gamboa? Me preguntaba Matías. Que es malo, muy malo, tan malo que no puedo dejar de leerlo, le contestaba. Así podrían haber terminado las cosas si unos meses después no hubiese encontrado en el super Coto del barrio El cerco de Bogotá a $8. ¿Y por qué me pongo tan contento al comprarlo? No lo sé ¿Y por qué acometo su lectura apenas llego a mi casa? Tampoco puedo explicarlo. El cerco es todavía peor que Los Impostores, lo que ya es mucho decir, es como un work in progress que en lugar de ser desechado adquiere forma de libro (o que el autor publica para sacárselo de la cabeza y emprender alguna otra cosa). Aquí Gamboa visita Colombia pero en calidad de Corresponsal de Guerra para cubrir el sitio de la ciudad por las tropas de la guerrilla. Los temas son la canalla y heroísmo de los periodistas, la destrucción de Bogotá como metáfora de una Colombia que se desangra en sus luchas intestinas y la dignidad de las inocentes víctimas de los conflictos bélicos y la crueldad de los oportunistas y nada más porque la novela termina abruptamente justo cuando parecía que iba a empezar a ponerse buena. Para evitar que el lector acuda a defensa al consumidor y solicite que le devuelvan su dinero el prevenido editor incluye unos relatos cortos de Gamboa que diluyen el gusto a poco y donde el autor demuestra que ha leído con sus puntos y sus comas el manual del Bolaño ilustrado y ha aprendido que a todos nos gustan las historias de pobres y desdichados escritores latinoamericanos tratando de abrirse camino en la jungla impiadosa del primer mundo. Esto se aplica especialmente a “Clichy: días de vino y rosas”, pasadizo que nos conduce directamente a su última novela: El síndrome de Ulises, que oportunamente Pailos me regalara para mi cumpleaños. Ah, Gamboa, dije al desenvolver el paquete, tratando de demostrar el menor entusiasmo posible. Horas después, con esa compulsión fascinada de nuevo rico con la que revisamos nuestros regalos una vez que se han ido los invitados se me dio por leer el primer párrafo de El síndrome y no sé por qué sentí que me invandían una ganas tremendas de seguir leyendo. A duras penas logré recuperar el dominio de mí y cerré el libro como si este contuviera una maldición de por vida. Leí una cosa y después otra y sin embargo Gamboa seguía ahí, asomado al precipicio desde la mesa del comedor y mientras leía los otros libros a escondidas volvía sobre ese párrafo inicial y el deseo de leer, casi incontenible, resurgía. Al mal paso darle prisa, me dije la semana pasada y la emprendí con el El síndrome. Las desastrosas 70 páginas iniciales que devoré en esa sentada ya me daban una idea clara de por donde iba la cosa: se impone la primera persona. El protagonista es Gamboa y el relato tiene visos (o vicios) de autobiográfico. Estamos en París a principios de los años 90 y nuestro héroe es un joven y pobre estudiante colombiano que sueña con ser escritor. En su derrotero parisino, y mientras lucha por su subsistencia, el autor conoce a una variopinta galería de personajes, la gran mayoría inmigrantes como él y que construyen en un relato coral el rosario de las penurias, las esperanzas y los sufrimientos del inmigrante contemporáneo. De ese modo, una historia lleva a la otra bajo una irresistible pulsión narrativa ¿Alguien dijo Bolaño? ¡Allá al fondo, hablen más fuerte que no se oye! La primer parte de la novela tiene una estructura simple que al poco tiempo se torna predecible: apenas el autor-protagonista se cruza un nuevo personaje es éste el que asume la voz cantante para contar en primera persona su propia vida. Sin embargo Gamboa no está dispuesto a asumir riesgos allí donde no se siente seguro como narrador y excepto dos o tres colombianos el resto de los inmigrantes, sin importar que sean estos coreanos, iraquíes, rumanos, polacos o marroquíes, hablan todos igual, es decir, sus primeras personas suenan igual a la primera persona de Gamboa que acaba de presentarlos. La segunda parte, que es la más extensa de la novela, abandona este procedimiento y pasa a la narración lisa y llana. Aquí la historia da un giro y comienza a avanzar impulsada sobre las vías paralelas de de una intriga seudo policial y la agitada vida amorosa del protagonista. Gamboa es un estudiante pobre en París pero garcha como un playboy millonario en Montecarlo, abarcando un amplio arco que va de negras senegalesas a blondas blancas y blandas muchachitas de Europa del Este pasando por españolas, turcas, húngaras y alguna que otra compatriota colombiana. Ante tamaña performance sexual, destinada a despertar la admiración y envidia de sus lectores, suenan un poco desmedidas las constantes protestas del protagonistas sobre su “vida triste, sufrida y falta de expectativas” y dan ganas de susurrarle, después de todo: “a vos no te va tan mal, gordito”. No obstante, a despecho de este doble motor narrativo es evidente que El Tema del libro es la inmigración y si hay que reconocerle un mérito (¿Hay que hacerlo?) al libro es revelar que ese conjunto de antihéroes que por motivos económicos, políticos y culturales han sido expulsados de su país para sufrir las de Caín en un primer mundo que exhibe su prosperidad como una vidriera lejana y ajena conforman su propia transnacional: la gran exportación del 3er mundo, la Corporación global de la miseria y el hambre y la injusticia y el sufrimiento cuyas oficinas centrales pueden encontrarse en las principales capitales del mundo Occidental y Cristiano.
Y si, cuando ni siquiera había llegado a compilar todas las quejas que me despertaba este libro descubrí de pronto que ya había recorrido sus 353 páginas y que era tal la nostalgia y la tristeza y el vacío y la indignación que ya quisiera tener en mis manos la próxima obra de este autor para leerla a toda velocidad y formular las peores diatribas y anatemas en su contra porque ya he descubierto que Santiago Gamboa es tan, pero tan malo que su lectura se me ha vuelto absolutamente imprescindible.

Zedi Cioso

Etiquetas:

10 Comentarios:

Blogger verborrea dijo...

ZC
Debo decirle que eso suele ocurrirme. Mas de una ves me he encontrado leyendo autores sabiendo lo malos que son, sin poder dejarlos. Es bueno saber que uno no esta solo en ciertos vicios. Solo que algunos lo guardamos en secreto.
Mañana voy a coto, espero encontrar un ejemplar de Gamboa. Llevo 8 pesos mas por las dudas.
saludos

28/7/07 00:16  
Anonymous Anónimo dijo...

"La cita a Gombrowicz me había hecho pensar en una ficción de corte ensayístico con una escritura enrevesada y sostenida por una trama débil que justificara un mínimo avance de la historia". ¿Qué leés cuando leés Gombrowicz, papá? Ahora sigo leyendo, pero estoy indignado. Me parece que confundís Gombrowicz con Sebald [ronquidos aquí].

28/7/07 13:13  
Anonymous Anónimo dijo...

No es bueno desoir nuestro entusiasmo. Tampoco minusvalorar el hecho de que es nuestro, lectones más o menos avezados y de gusto, aunque porfiemos, exigente. Si nos gusta, algún mérito tendrá.

El punto, es cierto, es que no es Rey Rosa. Mucho menos Bolaño. El punto, también, es que acaso tiene varios años más a su favor. (Y sus personajes suenan tan iguales o diferentes como diferentes o iguales suena la galería de individuos que desfila por Detectives Salvajes. Nadie se queja por ello.)

28/7/07 13:41  
Anonymous Anónimo dijo...

Hola verborrea, ojalá encuentre su Gamboa a $0.99 el kilo en el Coto de su barrio.

MP, lo de Gombrowicz no se refería a él sino a los que lo citan. Y aunque esta recomendación suene repetida, para decir que Sebald es aburrido (que lo es, lo que no quita que sea excepcional) le recomiendo que antes lo lea, pst. Aburrido no es sinónimo de malo así como divertido no es garantía de calidad.

Por lo demás, no le niego méritos a Gamboa y expongo muchos de ellos en en post. Por favor, no me haga explicar los chistes.

29/7/07 22:42  
Blogger Playmobil Hipotético dijo...

injusto. Completamente injusto su comentario; tambi�n completamente injusto con su propio gusto.

29/7/07 22:54  
Anonymous Anónimo dijo...

Creo haber entendido buena parte de los chistes (no diré que todos). Mi comentario no viene a cuento de lo que escribiste, sino de lo que, entiendo, es un genuino desacuerdo entre nosotros sobre el punto (Gamboa). Por lo demás, entiendo que la diferencia entre nuestros pareceres es más de grado que de otra cosa.

Sobre el tópico Gombrowicz-Sebald: ahora entiendo cuál era tu presunción, pero: ¿Por qué será que muchos que citan a Gombrowicz se dedican a escribir como Sebald? ¿No les vendría mejor citar a Sebald derecho viejo?
Nunca equiparé divertimento con calidad ni aburrimiento con demérito. Insinué que Sebald era aburrido; no que era malo.
¿Qué puedo decirte? Estoy en una etapa lectora en la que estoy dispuesto a sacrificar la calidad si tengo que pagar con bostezos.

30/7/07 12:22  
Anonymous Anónimo dijo...

Porque Gombrowicz será muchas cosas, pero nunca aburrido.

30/7/07 12:23  
Anonymous Anónimo dijo...

Y porque mejor bueno divertido que bueno aburrido.

30/7/07 12:23  
Anonymous Anónimo dijo...

Hola Playmobil, no entiendo si acusa de injusto al comentario mío o al de Pailos (encima que somos pocos y discutimos mucho no nos distinguimos)

MP, coincidimos en que mejor bueno divertido que bueno aburrido, y es cierto que hay etapas en las qeu sólo podemos leer textos alucinatorios, evasivos, la literatura también puede ser una droga dura. Ahora tampoco se si sirve la categoría de aburrido, porque está muy devaluada hoy día (del mismo modo que se ha entronizado el "entretenimiento"). A veces no se tratan de textos que aburren sino que implican otro tipo de lectura y aportan otros placeres.

31/7/07 10:22  
Blogger Laurel dijo...

Este comentario ha sido eliminado por el autor.

21/10/09 13:10  

Publicar un comentario

Suscribirse a Comentarios de la entrada [Atom]

<< Página Principal