¿Qué te hiciste en el pelo?
Nada. Ese es el problema. Que no me hice nada en el pelo y éste crece salvajemente en todas direcciones sin método, sin concierto, sin ningún plan de obra. Quisiera hacer mía la frase de uno de nuestros más grandes PPC (Poetas Populares Contemporáneos) “Perdí casas y dinero, pero no el pelo”. Lamentablemente yo sí perdí pelos y aunque conserve algunas mañas bajo la manga una cosa no alcanza a compensar la otra. De todas formas debo admitir que podría ser peor y esto sí me alegra a mí. Confieso que llegar a los 30 años con suficiente cabello en la cabeza como para que nadie en su sano juicio ose llamarme Pelado! ha sido uno de los objetivos cumplidos de mi vida y más allá de una Tala Indiscriminada de Bosques que ha sufrido mi coronilla aún estoy al resguardo del colapso capilar.
Pero eso no oculta, todo lo contrario, agrava, el hecho de que hace varios meses que no me someto a las tijeras de un peluquero. La situación empeora cada mañana con mis crenchas desmañadas y la mujer que sufre la iniquidad de amanecer a mi lado que me pregunta “¿Cuándo pensás ir al peluquero?”. La frase se me clava como un puñal en el centro vital de mi elegancia. Y ojo que yo digo no al hippismo y al heavy metal. No adoro estar Sucio y Desprolijo. ¿Entonces? Si tampoco le pego a la vagancia, dónde está la clave, cuál es el asunto. Antes de arribar a esta respuesta permítanme una digresión que viene a cuento y déjenme invitarlos a una visita guiada por el museo de mis peinados:
0 a 12 años Qué lindo te queda
Durante esta etapa mis padres tuvieron potestad absoluta sobre mis cortes de pelo. Por lo tanto, toda responsabilidad, culpa y méritos acumulados durante este ciclo deberá ser remitida a ellos. Digamos que entre los períodos más importantes podemos destacar el corte “casquito de astronauta” con flequillo a’ la Carlitos Balá que también sufrieron muchos de mis contemporáneos. Cerca de los 10 años mis padres descubrieron la practicidad (y la economía dado que distanciaba las visitas al peluquero) del rapado. “¿Qué corte le hago, señora?” “Pásele la maquinita, nomás”. Mi cabeza con medio centímetro de cabello me hacía ver orejón y algo enjuto “Parecés un prisionero de Auschwitz” me decían los parientes (somos judíos, podemos permitirnos esta clase de comentarios).
13 a 15 años La rebelión inútil
La primera medida que tomé en cuanto descubrí que podía ejercer el libre albedrío sobre mi peinado fue una reacción directa contra aquellos peluqueros obedientes y sus maquinitas castradoras: no volví a poner un pie en ninguno de sus nefastos locales.
La preocupación de Papá y Mamá crecía en directa proporción a mi cabellera “Puto” “Mariquita” “Maricón” para papá no era de hombre llevar el pelo largo. Las presiones en pos de un corte radical se incrementaron, pero yo me propuse no dar el brazo a torcer mientras le robaba gomitas para el pelo a mi vieja y me dispuse a librar la primera y tal vez única batalla contra mis padres en esa guerra de posiciones familiares llamada adolescencia. Y vencí. Estirado con el cepillo el pelo me cubría los hombros. Todos queríamos ser Axl Rose, pero yo tenía más facha de Izzy Stradlin’ el segundo guitarrista de los Guns: pelo castaño oscuro mitad lacio, mitad ondulado, con puntas florecidas, algo pajoso. Decidí cortármelo. El problema: hacía dos años que no visitaba una peluquería. La amenaza: mamá me sugiere que vaya a lo de Gloria, su peluquera. La tragedia: le hago caso. Lo que me lleva directamente a la siguiente sala.
Pero eso no oculta, todo lo contrario, agrava, el hecho de que hace varios meses que no me someto a las tijeras de un peluquero. La situación empeora cada mañana con mis crenchas desmañadas y la mujer que sufre la iniquidad de amanecer a mi lado que me pregunta “¿Cuándo pensás ir al peluquero?”. La frase se me clava como un puñal en el centro vital de mi elegancia. Y ojo que yo digo no al hippismo y al heavy metal. No adoro estar Sucio y Desprolijo. ¿Entonces? Si tampoco le pego a la vagancia, dónde está la clave, cuál es el asunto. Antes de arribar a esta respuesta permítanme una digresión que viene a cuento y déjenme invitarlos a una visita guiada por el museo de mis peinados:
0 a 12 años Qué lindo te queda
Durante esta etapa mis padres tuvieron potestad absoluta sobre mis cortes de pelo. Por lo tanto, toda responsabilidad, culpa y méritos acumulados durante este ciclo deberá ser remitida a ellos. Digamos que entre los períodos más importantes podemos destacar el corte “casquito de astronauta” con flequillo a’ la Carlitos Balá que también sufrieron muchos de mis contemporáneos. Cerca de los 10 años mis padres descubrieron la practicidad (y la economía dado que distanciaba las visitas al peluquero) del rapado. “¿Qué corte le hago, señora?” “Pásele la maquinita, nomás”. Mi cabeza con medio centímetro de cabello me hacía ver orejón y algo enjuto “Parecés un prisionero de Auschwitz” me decían los parientes (somos judíos, podemos permitirnos esta clase de comentarios).
13 a 15 años La rebelión inútil
La primera medida que tomé en cuanto descubrí que podía ejercer el libre albedrío sobre mi peinado fue una reacción directa contra aquellos peluqueros obedientes y sus maquinitas castradoras: no volví a poner un pie en ninguno de sus nefastos locales.
La preocupación de Papá y Mamá crecía en directa proporción a mi cabellera “Puto” “Mariquita” “Maricón” para papá no era de hombre llevar el pelo largo. Las presiones en pos de un corte radical se incrementaron, pero yo me propuse no dar el brazo a torcer mientras le robaba gomitas para el pelo a mi vieja y me dispuse a librar la primera y tal vez única batalla contra mis padres en esa guerra de posiciones familiares llamada adolescencia. Y vencí. Estirado con el cepillo el pelo me cubría los hombros. Todos queríamos ser Axl Rose, pero yo tenía más facha de Izzy Stradlin’ el segundo guitarrista de los Guns: pelo castaño oscuro mitad lacio, mitad ondulado, con puntas florecidas, algo pajoso. Decidí cortármelo. El problema: hacía dos años que no visitaba una peluquería. La amenaza: mamá me sugiere que vaya a lo de Gloria, su peluquera. La tragedia: le hago caso. Lo que me lleva directamente a la siguiente sala.
15 años: El Oprobio
La peluquera de mamá me hizo el corte de Araceli González. “Puto” “Puto” me atizaban los pelilargos hippyheavies del colegio. Hasta que uno de ellos, más perspicaz en sus percepciones, observó cierta tendencia conoidal en mi cabellera y acuñó el inolvidable “cabeza de un cono” que todo el curso canto en coro y a viva voz. Sólo un oportuno cambio de división —y de peinado— pudo salvarme al año entrante.
18 años: Nicolás Repetto
No se me ocurre mejor forma de describirlo. Pelo ni corto ni largo, lacio con tenues ondas, sedoso, con brillo y volumen digno de publicidad de Rubén Orlando ¿Mi mejor momento?
24 años: Cristóbal Colón
Un experimento fallido o el triste anhelo de volver el tiempo atrás para enmendar los errores del pasado. Hoy puedo admitir que sí, mi intención era volver a dejármelo largo pero me quedé a mitad de camino. A mi novia de entonces (y de ahora) le gustaba el pelo cortito (como a Papá). Hubiese persistido de no ser por el alerta que Greenpeace lanzó sobre los peligros de la deforestación en la azotea, y desistí.
25 a 30 años “Cortito y desmechado, con oreja descubierta”
Eso es lo que le decía a Oscar, responsable de mi look capilar y principal factórum de mi crisis actual (ver próximo post).
Por más de 5 años, puntualmente cada 2 o 3 meses “Hoy quiero hacerme algo distinto, Oscar: corto y desmechado con oreja descubierta”.
30 años La crisis del peluquero
Motivada por la extraña desaparición de Oscar (que contaré en el próximo post). Mechones hirsutos, crenchas desmañadas. Después de bañarme me tiro el pelo hacia atrás ‘a la garçón’ y acto seguido ejecuto la horripilante raya al costado. Interrumpo y salgo desesperado a la busca infructuosa de una peluquería.
Zedi Cioso
Etiquetas: Relatos
19 Comentarios:
Te felicito por el tema elegido.
Era hora que se hable en este blog de
un tema verdaderamente trascendental como lo es el peinado!!!!
Gracias Pau, como verás entramos en la madurez y ya estamos ocupándonos de temas realmente importantes.
¿Dónde está Oscar? Quisiera pedir su aparición con vida, pero prefiero no incurrir en exigencias que caigan en saco roto.
Coincido: Repetto tu mejor momento, CC(olón) tu momento más lastimoso.
Autorreferiré: tuve mi momento 'tío cosa' (con pelo largo hasta las tetas, acompañado por una elegante barriga a tono y el excelso olor a adolescente que rehuye el baño diario), tuve mi momento CC (olvidable). Después mi hermano compró maquinita y a raparse cada seis meses. El pelo crece, y mucho. Se mueve en espiral, creando el efecto 'rabino' o 'judío ortodoxo', que causa sensación en Villa Crespo. Se aproxima un período de novedades.
Decile a tu pelo que aguanten los trapos. El pelo (el tener pelo) es una de las fuentes principales de autoestima masculina.
como usted lo dijo tan bien, el problema con el peluquero es que uno no sabe nunca que decirle al peluquero. Uno carece del vocabulario, o como en su caso, repite una frase una y otra vez. Una vez le dije a uno que quería el corte del cantante de Travis y me dejó como una versión teveziana de Beckham; ahora aprendí y repito sintéticamente, sin errores fonéticos y sin posibilidad de duda, el mantra: con la maquinita, número 2. Después me quedo callado, viendo como otros posibles cortes de pelo me hubieran gustado más pero sin saber como pedirlos. abrazo.
Muy bueno, Zedi!!=))) Ahora, lo que no recuerdo en absoluto es su cortecito Cristobal-Colon. Alguna foto para ilustrar el asunto?
MP: en su recuento falta la (breve)etapa totalmente pelado. Y para esa sí que tengo una foto que ilustra el asunto...
Yo una vez tuve el mal tino de hacerme un flequillo. Parecia un playmobil (para nada hipotetico)
Besos.V.
Gracias MP. Recuerdo que en mi etapa pelilarga coincidí con su momento "tío cosa". Una vez nos cruzamos al pie de la escalera del colegio (todavía faltaba bastante para que nos convirtiéramos en amigos) Yo le dije, sin que viniera a cuento:
_Mirá, el pelo me llega hasta el hombro.
Usted casi sin mirar se tomó el extremo de uno de sus bucles renegridos y lo estiró hacia abajo en toda su extensión
_A mí me llega al pecho, dijo y tras su categórica demostración se marchó sin despedirse.
Playmobil, creo que ud. da en el clavo del asunto: un abismo semántico nos separa de los peluqueros, jamás seremos capaces de expresar con palabras (ni siquiera, o menos aún, los que estamos más familiarizados en el trato con ellas) lo que queremos que nos hagan en el pelo. Supongo que por eso elegimos un peluquero y lo conservamos en el tiempo: por sus dotes telequinéticas para interpretar como catzo pretendemos llevar nuestro cabello.
Abrazo
Gracias Vero por recordarme mi ataque fundamentalista. Es cierto: una vez me hice rapar como cuando niño y los resultados, huelga decirlo, no fueron muy alentadores (no lo incluí porque más que una etapa fue un accidente). La Cristóbal Colón coincide con mi cumpleaños nro 23. Ya le mostraré unas fotos pero prometa no impresionarse.
Saludos
Al peluquero hay que llevarle una foto. Hay que decirle: quiero que me quede así. Ya tengo mi foto frente y perfil del negro Tevez preparada para la ocasión.
"...esa guerra de posiciones familiares llamada adolescencia..."
Brillante.
PD: Yo opte por una solucion extrema: me corto el pelo yo mismo.
Mi relacion con mi pelo siempre fue poco complicada. Si me lo dejo crecer adopta la forma de un hongo o de una masa amorfa, al punto que durante mi infancia me llamaban "porrudo" o "Pepe Jopo". Si me lo corto demasiado parezco un colimba sumiso. De manera que lo unico que tengo que hacer es decirle al tipo "corto, pero no mucho. Mas corto en los costados que arriba". El resto es automatico. Mi unico problema es que ahora me corta una coreana que no sabe ni ingles ni español, con lo cual ni a ese recurso puedo apelar. Asi que cuando voy le muestro dos dedos, que es suficiente para que ponga en la maquinita el numero 2.
MP, ¿Tevez con trencitas o con pelo planchado?
P. Muchas Gracias, yo no me atrevería a tanto, a duras penas puedo afeitarme.
Xilo: desopilante. Le recomiendo que cuanto menos aprenda a contar hasta dos en coreano.
no, el de la etapa fundamentalista de absolutamente pelado no era ud., zc, sino MP. Por eso escribi "MP:" Besos. V
Tevez con trencitas.
Mi etapa de peinado skinhead fue absoluta, porque el rapado fue acompañado de una poda de barba y bigote.
Si me permiten acotar, el rapado a la cero de MP fue producto de la arrasadora influencia de Michael Stipe. Plenamente conmovidos tras el increíble recital de REM MP dijo
_Si no puedo hacerme puto como Stipe por lo menos me voy a pelar la cabeza como él.
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