Así en la vida como…
Ayer un domingo fatal . Almuerzo opíparo en casa de mis suegros (matambre de entrada, 3, 4 porciones de lasaña (¿quién las cuenta?) flan con crema) regado con vino blanco y brindis con champagne. El exceso de comida, el alcohol, el calor. Algo me afectó. Me fui a dormir al sillón del living y resultó peor. Me desperté todo traspirado, la ropa pegada al cuerpo. Me sentía pesado, el cuerpo transido por miles de años de existencia. Compromisos familiares. Salimos de Flores rumbo al departamento. Caminar 5 cuadras al sol rengueando por el dedo mocho del pie izquierdo. Saltando en una pata para poder agarrar el 63. Renguear de vuelta por Sánchez hasta Cervantes con Papá y Mamá en la esquina oteando el horizonte de Paternal. Y sí, indefectiblemente, elogios y loas a la remodelada cocina. Óptimas reformas. Vagaba por el vacío de mi nueva casa. Me dolía la cabeza. Quería acostarme y dormir en lo oscuro. Me sentaba en el piso y lo descubría lleno de polvo. El calor. La ropa pegada. Mañana se espera el arribo de los pintores. Descubro un entretenimiento. Una forma de pasar el tiempo. Empiezo a despegar el empapelado de las paredes. Tomo el pliego de las puntas sueltas junto al zócalo y tiro. El papel se desprende con increíble docilidad. Al otro día pelo un durazno muy maduro con los dedos y al retirar la retícula de la fruta recobro esa escena de ayer como extraída de un sueño: desprendo las muescas de papel con el filo de las uñas, tiro aferrándome de los extremos con ambas manos y me deslizo hacia atrás a medida que el decorado cede en una tira rectangular perfecta y queda tenso, asido a una última esperanza contra el yeso de las molduras del techo. Entonces le aplico un tirón y el papel cae muellemente como una serpentina gigante, como una inútil columna de tela.
Del departamento nos acercan a Coto. Es el día sí o sí de comprar el calefón con el 15% de descuento. Veo reproducida en 20 pantallas distintas la derrota de Independiente ante Arsenal. El calefón tiene capacidad para 14 litros. Válvula de seguridad para escape de gas. Me estalla la cabeza. Cruzo Gaona con el Calefón en brazos como un bebé hipertrofiado con pañales de telgopor y lo deposito en el asiento delantero de un taxi. De vuelta al nuevo departamento: el eterno retorno. Momé propone ir al cine ya mismo. Dan una película rumana sobre el aborto que obtuvo excelentes críticas. Sólo me anima la posibilidad de ver innumerables Dacias circulando por las calles de Bucarest. Señalo la ventaja de hacer una escala técnica en casa para tomar un mate. Intento leer el suplemento cultural en el patio pero la luz declina y las líneas tienden a mezclarse y desaparecer. Entro y le pido a Momé que prepare ese mate. En cuanto se levanta me arrojo sobre el puf que ella ocupaba. Me quedo dormido con el cuello dislocado hacia arriba, la boca abierta como un borracho. Me siento dormir abatido, sin poder hacer nada al respecto. Despierto con la espalda adherida al cuero negro por una película de sudor caliente y espeso. La cabeza me explota. Al ver a Momé cobro real conciencia del tiempo transcurrido en ese abismo denso del sueño. Ella tiene puesto el camisón y la toalla a modo de turbante sobre la cabeza. Ha cambiado las bombitas defectuosas de la pieza y el baño y ha puesto orden en toda la casa. Como 3 empanadas y mientras mastico me pregunto si habré de digerirlas o lanzarlas diez minutos más tarde hechas un pasta informe de masa, relleno y jugos gástricos. En mi cabeza se ha desatado la 3ra Guerra Mundial. Me tomo un ibuprofeno 600, recuerdo de las alturas de La Paz, Bolivia. Me pego una ducha fría. Me meto en la cama.
Me duermo de inmediato.
Otra vez el agujero negro.
Esta mañana supe que había sobrevivido. Un día más, un día menos. Llovía a cántaros, el viento ululaba. Miré el reloj: eran las siete y cuarto. Me incorporé y permanecí sentado en la cama, la colcha cubriéndome las piernas. Cavilé si despertarme o no. Ya había dormido suficiente. No demasiado. Me dejé caer hacia atrás, hacia el agujero negro. Seguía lloviendo. Abandoné la cama a las nueve y media. Momé dormía acurrucada sobre su lado. Era el día de la Asunción de Cristina, Santo Feriado. Fui a la cocina, me preparé el desayuno y lo tomé leyendo el suplemento cultural de ayer. Decidí plegarme al asueto aunque entrara a trabajar a las 14. Ya no llovía. El temporal había lavado la mañana y el aire frío tenía ese regusto a vida nueva, la ficción de una existencia a estrenar. Prendí la computadora y guglié a Fabián Casas para buscar sus poemas en la web. Creo que leí todo El Salmón. Poemas cortos, llenos de profanas iluminaciones cotidianas. El tipo que atisba la muerte cuando se le cierra la puerta al salir al palier para sacar la basura. El beso con la mujer amada a través del plástico de una cortina de baño, de los mejores. Me sentí bien. Contento. Satisfactoriamente vivo. Momé se levantó, se vistió rápido y se fue al departamento a supervisar a los pintores. Traté infructuosamente de trabajar un poco. Sin razón social me abandoné a pensarme escribiendo mis propios poemas. Siempre lo mismo. Leés, querés. Me dediqué a repasar piadosamente estos dos días. La nefasta tarde de ayer y la luminosa mañana de hoy y ver si una llevaba a la otra o si todo es casualidad y seguimos vivos de milagro a Dios gracias.
Todavía no sé si escribir es vivir dos veces. O media.
Zedi Cioso
Del departamento nos acercan a Coto. Es el día sí o sí de comprar el calefón con el 15% de descuento. Veo reproducida en 20 pantallas distintas la derrota de Independiente ante Arsenal. El calefón tiene capacidad para 14 litros. Válvula de seguridad para escape de gas. Me estalla la cabeza. Cruzo Gaona con el Calefón en brazos como un bebé hipertrofiado con pañales de telgopor y lo deposito en el asiento delantero de un taxi. De vuelta al nuevo departamento: el eterno retorno. Momé propone ir al cine ya mismo. Dan una película rumana sobre el aborto que obtuvo excelentes críticas. Sólo me anima la posibilidad de ver innumerables Dacias circulando por las calles de Bucarest. Señalo la ventaja de hacer una escala técnica en casa para tomar un mate. Intento leer el suplemento cultural en el patio pero la luz declina y las líneas tienden a mezclarse y desaparecer. Entro y le pido a Momé que prepare ese mate. En cuanto se levanta me arrojo sobre el puf que ella ocupaba. Me quedo dormido con el cuello dislocado hacia arriba, la boca abierta como un borracho. Me siento dormir abatido, sin poder hacer nada al respecto. Despierto con la espalda adherida al cuero negro por una película de sudor caliente y espeso. La cabeza me explota. Al ver a Momé cobro real conciencia del tiempo transcurrido en ese abismo denso del sueño. Ella tiene puesto el camisón y la toalla a modo de turbante sobre la cabeza. Ha cambiado las bombitas defectuosas de la pieza y el baño y ha puesto orden en toda la casa. Como 3 empanadas y mientras mastico me pregunto si habré de digerirlas o lanzarlas diez minutos más tarde hechas un pasta informe de masa, relleno y jugos gástricos. En mi cabeza se ha desatado la 3ra Guerra Mundial. Me tomo un ibuprofeno 600, recuerdo de las alturas de La Paz, Bolivia. Me pego una ducha fría. Me meto en la cama.
Me duermo de inmediato.
Otra vez el agujero negro.
Esta mañana supe que había sobrevivido. Un día más, un día menos. Llovía a cántaros, el viento ululaba. Miré el reloj: eran las siete y cuarto. Me incorporé y permanecí sentado en la cama, la colcha cubriéndome las piernas. Cavilé si despertarme o no. Ya había dormido suficiente. No demasiado. Me dejé caer hacia atrás, hacia el agujero negro. Seguía lloviendo. Abandoné la cama a las nueve y media. Momé dormía acurrucada sobre su lado. Era el día de la Asunción de Cristina, Santo Feriado. Fui a la cocina, me preparé el desayuno y lo tomé leyendo el suplemento cultural de ayer. Decidí plegarme al asueto aunque entrara a trabajar a las 14. Ya no llovía. El temporal había lavado la mañana y el aire frío tenía ese regusto a vida nueva, la ficción de una existencia a estrenar. Prendí la computadora y guglié a Fabián Casas para buscar sus poemas en la web. Creo que leí todo El Salmón. Poemas cortos, llenos de profanas iluminaciones cotidianas. El tipo que atisba la muerte cuando se le cierra la puerta al salir al palier para sacar la basura. El beso con la mujer amada a través del plástico de una cortina de baño, de los mejores. Me sentí bien. Contento. Satisfactoriamente vivo. Momé se levantó, se vistió rápido y se fue al departamento a supervisar a los pintores. Traté infructuosamente de trabajar un poco. Sin razón social me abandoné a pensarme escribiendo mis propios poemas. Siempre lo mismo. Leés, querés. Me dediqué a repasar piadosamente estos dos días. La nefasta tarde de ayer y la luminosa mañana de hoy y ver si una llevaba a la otra o si todo es casualidad y seguimos vivos de milagro a Dios gracias.
Todavía no sé si escribir es vivir dos veces. O media.
Zedi Cioso
Etiquetas: Crónicas, Fabián Casas, Literatura
14 Comentarios:
seguimos vivos de milagro.
no hay duda.
y siga escribiendo. así.
saludos.
excelente post!
Estaba tentado a preguntar qué leíste, pero ya me constestaste: Casas. Mi prejuicio me insta a negar que el estilo de este post remita a Casas. Las frases cortas son nuevas. Le pusiste bridas a los chistes y te la pasaste zofrenándolos. El estilo, compruebo para mi sorpresa (pensaba decir algo un poco más extraño) es el del Gamerro de Las Islas relatando sus trances drogones (en particular el capítulo dedicado a la merca, en el que se la pasa sufriendo), pero sin drogas.
El Ibuprofeno no cuenta.
Ni tanto ni tan poco. Vivir, en lo que a vos respecta, a vivir una vez y media.
Muchas Gracias, Pau, trataré de complacer su pedido. Saludos
Gracias lector anónimo.
MP, sí, estaba un poco cansado de la oración aluvional. Supongo que por eso no logro escribir otra novela: no puedo sostener un estilo más de 3 páginas seguidas. ¿Gamerro? Encantado, voy a chequear.
Gracias por la sabia extrapolación
hasta a mi me dolía todo y el peso del calefon cruzando Gaona
Mary
Gracias Mary, espero que no le pese tanto como a mí.
Saludos
Escribí cuentos, entonces.
mate
pasate por mi blog, dale , hay un cuento que creo te va a gustar, lo deje hoy . Me interesa tu opinion.
Mary
hola: en el diario página 12 de hoy salió un reportaje a fabian casas, por si les interesa.
http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/espectaculos/4-8683-2007-12-19.html
un saludo. julieta.
Gracias Julieta, lo leeremos atentos.
Saludos
Julieta: no sólo leí la entrevista, que me gustó mucho, sino que también me decidí a comprar "Ensayos Bonsai" que estoy leyendo con pasión de tribuna y que recomiendo efusivamente desde acá, a menos que quieran esperar el puntual saldo a que Emecé nos tiene acostumbrados.
hola zc: cuando leí tu nota, hice click en el link que pusiste y leí varios poemas de casas. casi todos me gustaron. leí la nota de página 12 y también me gustó mucho. si puedo, compraré el libro.
un saludo. julieta.
acá hay otra entrevista:
http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/espectaculos/4-1337-2005-12-20.html
leí todo el salmón y realmente me gustó mucho.
un beso. julieta.
Muchas gracias por la data, Julieta. Estoy tan entusiasmado con Ensayos Bonsai que atravieso esa etapa en la que uno empieza a cortar el libro matizando su lectura con otros textos para que dure un poco más (sí, como la droga). Espero poder escribir algo pronto al respecto.
Saludos
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