Literatura chabón
I
¿Y donde carajo queda la calle Argañaraz? Son las diez menos cuarto y llevo casi veinte minutos deambulando en busca de la mentada callejuela. En vano consulto a los vecinos (si es que el barrio de Palermo aún puede entablar este tipo de relación con el colectivo humano que lo habita) que me responden con caras de indiferencia o azoro, con indicaciones vagas e hipotéticas o con sinceros “no escuché nombrar esa calle en mi vida”. Para peor dejé olvidada la Filcar en casa, justamente aquella que con los recaudos propios de un distraído había consultado antes de salir al trabajo y que señalaba al pasaje a escasas cuadras de Scalabrini y Córdoba. Y así, mientras yo camino perdido víctima de un mapa leído al revés, a escasos metros, en la gran ciudad, el Evento tiene lugar: el Escritor parte y departe, los presentadores se lucen con sus reseñas críticas, el vino se escancia, el público se deleita.
II
Llego al Centro Cultural Pacha Mama rayando las 10. Un providencial policía resolvió el arcano gracias a una minúscula Guía T que todavía no me explico cómo fue capaz de leer al halo mortecino de un farol. Yo tengo mis motivos. Conocí a Juan Diego Incardona en una charla de Puán, a la que éste fue invitado como suplente de un Carlos Gamerro ausente y sin aviso en una mesa compartida con Daniel Link y Miguel Vitagliano. Incardona llevaba un corte de pelo tan desastroso (después me enteré leyendo su libro que se lo corta él mismo) que me recordó a ese hombre al que se le mente una cucaracha gigante adentro en Hombres de Negro I. Tras los vituperios de turno de Link y el soporífero discurso de Vitagliano le tocó el turno a Juan Diego que se excusó por no tener algo tan inteligente para decir como sus compañeros de mesa y se limitó a leer un texto que puso a todo el auditorio en estado de cagarse de risa. Me acuerdo también que después le comenté a Matías que me había gustado ese recurso de recrearse como vendedor ambulante de bijouterie a lo que Matías repuso “¡Qué recurso ni que ocho cuartos, este vende en serio!”.
Primera intervención
Llegamos tarde. Llegamos tarde a todo. Pensamos, hablamos, debatimos, conjeturamos, decidimos y, finalmente, vamos. Cuando llegamos el destino ya partió. Pero no nos deja impenitentes cual oasis imaginario en el desierto. Más bien nos permite subir al vagón de cola, al furgón, y desde allí, lentamente, remontar el ascenso social hasta algún coche con asientos (a primera todavía no llegamos nunca). “Estaba tan entusiasmado con el nuevo soporte que pensé en hacer mi propia revista, aunque no sabía nada de diseño ni programación. Entonces habré escuchado un consejo de Fabián Casas ‘hay que hacer el medio que uno necesite para lo que quiera decir’, así que me interné un verano y estudié diferentes tutoriales que me fui bajando de la web”. Juan Diego Incardona, “Objetos Maravillosos”, Ed. Tamarisco, Bs. As, Argentina, Diciembre de 2007. Llegamos como cinco años después de Incardona (¿o más?), que a su vez llega como cinco (¿o más?) años después de Casas –a la sazón, una suerte de patriarca y de (socio) fundador; de porte mitológico y realidad palpable en varios eventos del ramo.
Pero no llego tarde. El que llega tarde es Cioso, rayano al término del formidable dueto cómico constituido por Mairal y Llach. Los intérpretes (Mairal y Llach) son malísimos, pero es de sospechar que esta sea una maniobra sesudamente planeada para destacar las palabras tras el soporte oral, el significado y el ritmo y los chistes y las ideas tras la performance (un diálogo de dos escritores sentados que leen sus textos en la penumbra de un centro cultural de Almagro, entre risas, sonrisas y muecas de inteligencia y comprensión (había muchos “¡ah…,claro!” pululando por el ambiente; ninguno se manifestó ante la grey) entre los vapores del alcohol, el calor y la estulticia ocasional de nosotros el auditorio. Si Cioso llegó tarde, Facundo PH ni siquiera vino. Puso una excusa que sonaba como que vino un amigo de la infancia de Misiones y ahí lo dejó de escuchar de tan inverosímil que sonaba. Me dejaron solo. Como siempre, los muy putos. Caí temprano (yo sí caí temprano, porque soy el más boludo) y me llevé puesto a Incardona. Yo dije hola. Él respondió: hola. Me escabullí en busca del paraíso soñado: un baño dónde descargar las aguas menores acumuladas en una hora de viaje en tren hasta Retiro y subte (con combineta a la línea B incluida). Salgo y voy en busca de más combustible. Compro cerveza y compro dos ejemplares del libro y voy a que el autor me lo firme. Ya vuelvo. Me deja plantado. Decido acabarme la cerveza. Llega Incardona y necesito volver al baño. Fin de la primera parte.
III
La sala está atestada así que me quedo en la puerta sin poder atisbar la escena, de la que me llegan apenas las voces que conjeturo deben corresponder a Mairal y Llach. Enfrente de mí lo tengo a Hernáinz, suerte de cruza entre Cortázar y Kenny Rogers. Estirando un poco el cogote logro asomar la cabeza y quedo cara a cara con la efigie de Buda de Fabián Casas. Me repliego. En la barra echan cerveza sobre frascos vacíos de mermelada; toda una declaración de principios. Los presentadores se alternan leyendo un párrafo cada uno como en una payada crítica. Cuando terminan el Autor toma la palabra para hacer un racconto de su propia bildungsroman proletaria y bonaerense: Colegio industrial, peón de taller para el bobinado de motores, matricero, artesano, estudiante de letras, hippie en viaje beat por el país, agitador cultural con el Interpretador, forjador de objetos maravillosos que ofrece a sus clientas con estrategias que le deben más a Góngora que a Kotler.
IV
Incardona encandila al auditorio, lo tiene en un puño. Es tierno y rústico a la vez, un “hijo sensible del capitalismo”. Pienso para mí que Incardona encarna el milagro de la literatura que, como los líquenes, es capaz de regenerarse y surgir en los ambientes más hostiles y menos propicios. Pienso también en Incardona como en la cabeza de playa de una conspiración de escritores secretos agazapados y camuflados en los oficios más disímiles, capaces de traernos noticias de aquellos mundos, procesados y transformados en literatura. No se trata aquí del “entrismo” que consistiría en abordar los oficios terrestres como una aventura de la cual abrevar y extraer material en bruto para el trabajo literario. Se prefigura, en cambio el revés de la pauperización laboral de los 90’: agotados los clásicos lugares que solían ocupar los intelectuales para parar la olla, el afán de supervivencia disemina potenciales autores como esporas en el mundo para que subsistan como puedan y de ahí al arte que sabe hacer de la necesidad virtud hay apenas un paso.
Segunda intervención
La literatura chabón no existe. Dudo entre zamparme la bondiola que es una manteca o teñir mi garguero de Norton Malbec. Opto por hacer las dos cosas a la vez. Dos chicas me miran. El insondable atractivo del salvaje. Dejo que Cioso especule con que Incardona podría ser literatura chabón, que acaso Casas… basta de bolucedes. Si es literatura es porque hay algún mérito. Si hay algún mérito literario es porque hay sensibilidad y saber práctico y teórico que solo se adquiere con la lectura, que solo se consigue con la reflexión sobre lo leído y su relación con el universo, que solo se compra con el diálogo sobre todo lo anterior con tipos más o menos parecidos en intereses, en formación, en aspiraciones. Abro el libro de Incardona y me tira todo Puán por la cabeza. Abro “Ensayos bonsái” y no hace falta leer: gané el debate. Cioso está en otro cosa. Monologa hace media hora sobre las peculiaridades y virtudes de la bondiola, el carpaccio, la entraña, el coso ese de mayonesa enmantecada al roquefort o lo que sea. Como una práctica de un equipo de Menotti, jugué contra nadie y la victoria tuvo sabor a una chupada al quinto forro de mis pelotas.
Tercera intervención
Salimos tambaleantes y nuestros senderos se bifurcan. Vuelvo para Córdoba y a la altura de Argañaraz me topo con una jauría de jóvenes escritores comandado por El Autor. Incardona me reconoce y me invita a morfar. “Ya comí”. “Venite igual”. Lo sigue por el carisma innegable que el líder populista (Incardona) ejerce sobre las masas, también populistas (Pailos). Tengo un lugar de privilegio en la mesa: entre Molina y Mairal. Para uno que la vive bastante de afuera como yo esto equivale a una anécdota, y como tal la anoto en el haber. Sigo chupando. Incardona destila anécdotas. Salimos y entablo un breve diálogo con La Campeona de Nado que me instala definitivamente en el lugar de pajero simpático. Incardona propone volver al centro cultural y hacia allá nos dirigimos. Llegamos, subimos e Incardona entabla un duelo de guitarras con Mairal, en busca del hit. (Frena un tema por la mitad porque “no lo conoce nadie”. Un genio. Entendió todo.) Después pela armónica y las masas (populistas y no populistas) deliran. Detrás del líder, Mairal y Llach terminan de colgar la pancarta definitiva: “Incardona conducción”.
V
”Todavía es temprano”, cierra Incardona con el mantra de los vendedores ambulantes. Me encuentro a Pailos con una botella de cerveza en la mano. Me pasa el libro de Incardona que incluye de yapa una bonita dedicatoria del autor y se va a mear. Esto también es la literatura argentina y está sucediendo ahora. Me siento un poco intimidado por tantas remeras astutas de Burroughs, de Ron Damón y de “Laura Palmer no ha muerto”. ¿Dónde está Pailos? Lo busco y finalmente lo encuentro chamuyándose dos minitas. Logro arrastrarlo casi a la fuerza hasta una parrilla donde le explico que el carpaccio (que él pidió por mera afinidad fonética) es carne cruda y que si algún vivillo lo enrollara en una hoja de acelga inventaría el sushi argentino. “Viste a la morochita de anteojos, me come la cabeza”, Pailos dixit. Después el pingüino de la casa surte efecto y discutimos acerca de si existe o no la literatura chabón pero Pailos interrumpe con impertinentes “me está mirando, la morocha de anteojos me está mirando”. Trato de encauzar la charla pero Pailos insiste “Viste cómo me miró, cambiame el lugar que me come el coco”. Intento ponerle paños fríos a la escalada de ridículo y le digo a Pailos que la movida blog coloca a Casas en un lugar de privilegio, que le eleva el piso “Basta, no aguanto más” Pailos golpea la mesa con las palmas de las manos y se pone de pie y sale disparado a la mesa de la morocha. Bajo la cabeza porque no quiero ver pero no puedo cerrar los oídos.
_Disculpame, te puedo invitar un postre, un flancito con dulce de leche, un panqueque, tal vez dos bochas de helado.
_No, no, gracias, ya nos íbamos…
Pailos vuelve a materializarse frente a mí.
_Ya está, ya puedo dormir tranquilo.
Nos saludamos en la puerta y salimos despedidos en sentidos contrarios por Estado de Israel. Yo rumbo a mi casa y Pailos a la Avenida Córdoba o adonde lo lleve su próxima aventura.
Esto también es la literatura argentina y está sucediendo ahora de aquí en más y para siempre.
Zedi Cioso y Matías Pailos
¿Y donde carajo queda la calle Argañaraz? Son las diez menos cuarto y llevo casi veinte minutos deambulando en busca de la mentada callejuela. En vano consulto a los vecinos (si es que el barrio de Palermo aún puede entablar este tipo de relación con el colectivo humano que lo habita) que me responden con caras de indiferencia o azoro, con indicaciones vagas e hipotéticas o con sinceros “no escuché nombrar esa calle en mi vida”. Para peor dejé olvidada la Filcar en casa, justamente aquella que con los recaudos propios de un distraído había consultado antes de salir al trabajo y que señalaba al pasaje a escasas cuadras de Scalabrini y Córdoba. Y así, mientras yo camino perdido víctima de un mapa leído al revés, a escasos metros, en la gran ciudad, el Evento tiene lugar: el Escritor parte y departe, los presentadores se lucen con sus reseñas críticas, el vino se escancia, el público se deleita.
II
Llego al Centro Cultural Pacha Mama rayando las 10. Un providencial policía resolvió el arcano gracias a una minúscula Guía T que todavía no me explico cómo fue capaz de leer al halo mortecino de un farol. Yo tengo mis motivos. Conocí a Juan Diego Incardona en una charla de Puán, a la que éste fue invitado como suplente de un Carlos Gamerro ausente y sin aviso en una mesa compartida con Daniel Link y Miguel Vitagliano. Incardona llevaba un corte de pelo tan desastroso (después me enteré leyendo su libro que se lo corta él mismo) que me recordó a ese hombre al que se le mente una cucaracha gigante adentro en Hombres de Negro I. Tras los vituperios de turno de Link y el soporífero discurso de Vitagliano le tocó el turno a Juan Diego que se excusó por no tener algo tan inteligente para decir como sus compañeros de mesa y se limitó a leer un texto que puso a todo el auditorio en estado de cagarse de risa. Me acuerdo también que después le comenté a Matías que me había gustado ese recurso de recrearse como vendedor ambulante de bijouterie a lo que Matías repuso “¡Qué recurso ni que ocho cuartos, este vende en serio!”.
Primera intervención
Llegamos tarde. Llegamos tarde a todo. Pensamos, hablamos, debatimos, conjeturamos, decidimos y, finalmente, vamos. Cuando llegamos el destino ya partió. Pero no nos deja impenitentes cual oasis imaginario en el desierto. Más bien nos permite subir al vagón de cola, al furgón, y desde allí, lentamente, remontar el ascenso social hasta algún coche con asientos (a primera todavía no llegamos nunca). “Estaba tan entusiasmado con el nuevo soporte que pensé en hacer mi propia revista, aunque no sabía nada de diseño ni programación. Entonces habré escuchado un consejo de Fabián Casas ‘hay que hacer el medio que uno necesite para lo que quiera decir’, así que me interné un verano y estudié diferentes tutoriales que me fui bajando de la web”. Juan Diego Incardona, “Objetos Maravillosos”, Ed. Tamarisco, Bs. As, Argentina, Diciembre de 2007. Llegamos como cinco años después de Incardona (¿o más?), que a su vez llega como cinco (¿o más?) años después de Casas –a la sazón, una suerte de patriarca y de (socio) fundador; de porte mitológico y realidad palpable en varios eventos del ramo.
Pero no llego tarde. El que llega tarde es Cioso, rayano al término del formidable dueto cómico constituido por Mairal y Llach. Los intérpretes (Mairal y Llach) son malísimos, pero es de sospechar que esta sea una maniobra sesudamente planeada para destacar las palabras tras el soporte oral, el significado y el ritmo y los chistes y las ideas tras la performance (un diálogo de dos escritores sentados que leen sus textos en la penumbra de un centro cultural de Almagro, entre risas, sonrisas y muecas de inteligencia y comprensión (había muchos “¡ah…,claro!” pululando por el ambiente; ninguno se manifestó ante la grey) entre los vapores del alcohol, el calor y la estulticia ocasional de nosotros el auditorio. Si Cioso llegó tarde, Facundo PH ni siquiera vino. Puso una excusa que sonaba como que vino un amigo de la infancia de Misiones y ahí lo dejó de escuchar de tan inverosímil que sonaba. Me dejaron solo. Como siempre, los muy putos. Caí temprano (yo sí caí temprano, porque soy el más boludo) y me llevé puesto a Incardona. Yo dije hola. Él respondió: hola. Me escabullí en busca del paraíso soñado: un baño dónde descargar las aguas menores acumuladas en una hora de viaje en tren hasta Retiro y subte (con combineta a la línea B incluida). Salgo y voy en busca de más combustible. Compro cerveza y compro dos ejemplares del libro y voy a que el autor me lo firme. Ya vuelvo. Me deja plantado. Decido acabarme la cerveza. Llega Incardona y necesito volver al baño. Fin de la primera parte.
III
La sala está atestada así que me quedo en la puerta sin poder atisbar la escena, de la que me llegan apenas las voces que conjeturo deben corresponder a Mairal y Llach. Enfrente de mí lo tengo a Hernáinz, suerte de cruza entre Cortázar y Kenny Rogers. Estirando un poco el cogote logro asomar la cabeza y quedo cara a cara con la efigie de Buda de Fabián Casas. Me repliego. En la barra echan cerveza sobre frascos vacíos de mermelada; toda una declaración de principios. Los presentadores se alternan leyendo un párrafo cada uno como en una payada crítica. Cuando terminan el Autor toma la palabra para hacer un racconto de su propia bildungsroman proletaria y bonaerense: Colegio industrial, peón de taller para el bobinado de motores, matricero, artesano, estudiante de letras, hippie en viaje beat por el país, agitador cultural con el Interpretador, forjador de objetos maravillosos que ofrece a sus clientas con estrategias que le deben más a Góngora que a Kotler.
IV
Incardona encandila al auditorio, lo tiene en un puño. Es tierno y rústico a la vez, un “hijo sensible del capitalismo”. Pienso para mí que Incardona encarna el milagro de la literatura que, como los líquenes, es capaz de regenerarse y surgir en los ambientes más hostiles y menos propicios. Pienso también en Incardona como en la cabeza de playa de una conspiración de escritores secretos agazapados y camuflados en los oficios más disímiles, capaces de traernos noticias de aquellos mundos, procesados y transformados en literatura. No se trata aquí del “entrismo” que consistiría en abordar los oficios terrestres como una aventura de la cual abrevar y extraer material en bruto para el trabajo literario. Se prefigura, en cambio el revés de la pauperización laboral de los 90’: agotados los clásicos lugares que solían ocupar los intelectuales para parar la olla, el afán de supervivencia disemina potenciales autores como esporas en el mundo para que subsistan como puedan y de ahí al arte que sabe hacer de la necesidad virtud hay apenas un paso.
Segunda intervención
La literatura chabón no existe. Dudo entre zamparme la bondiola que es una manteca o teñir mi garguero de Norton Malbec. Opto por hacer las dos cosas a la vez. Dos chicas me miran. El insondable atractivo del salvaje. Dejo que Cioso especule con que Incardona podría ser literatura chabón, que acaso Casas… basta de bolucedes. Si es literatura es porque hay algún mérito. Si hay algún mérito literario es porque hay sensibilidad y saber práctico y teórico que solo se adquiere con la lectura, que solo se consigue con la reflexión sobre lo leído y su relación con el universo, que solo se compra con el diálogo sobre todo lo anterior con tipos más o menos parecidos en intereses, en formación, en aspiraciones. Abro el libro de Incardona y me tira todo Puán por la cabeza. Abro “Ensayos bonsái” y no hace falta leer: gané el debate. Cioso está en otro cosa. Monologa hace media hora sobre las peculiaridades y virtudes de la bondiola, el carpaccio, la entraña, el coso ese de mayonesa enmantecada al roquefort o lo que sea. Como una práctica de un equipo de Menotti, jugué contra nadie y la victoria tuvo sabor a una chupada al quinto forro de mis pelotas.
Tercera intervención
Salimos tambaleantes y nuestros senderos se bifurcan. Vuelvo para Córdoba y a la altura de Argañaraz me topo con una jauría de jóvenes escritores comandado por El Autor. Incardona me reconoce y me invita a morfar. “Ya comí”. “Venite igual”. Lo sigue por el carisma innegable que el líder populista (Incardona) ejerce sobre las masas, también populistas (Pailos). Tengo un lugar de privilegio en la mesa: entre Molina y Mairal. Para uno que la vive bastante de afuera como yo esto equivale a una anécdota, y como tal la anoto en el haber. Sigo chupando. Incardona destila anécdotas. Salimos y entablo un breve diálogo con La Campeona de Nado que me instala definitivamente en el lugar de pajero simpático. Incardona propone volver al centro cultural y hacia allá nos dirigimos. Llegamos, subimos e Incardona entabla un duelo de guitarras con Mairal, en busca del hit. (Frena un tema por la mitad porque “no lo conoce nadie”. Un genio. Entendió todo.) Después pela armónica y las masas (populistas y no populistas) deliran. Detrás del líder, Mairal y Llach terminan de colgar la pancarta definitiva: “Incardona conducción”.
V
”Todavía es temprano”, cierra Incardona con el mantra de los vendedores ambulantes. Me encuentro a Pailos con una botella de cerveza en la mano. Me pasa el libro de Incardona que incluye de yapa una bonita dedicatoria del autor y se va a mear. Esto también es la literatura argentina y está sucediendo ahora. Me siento un poco intimidado por tantas remeras astutas de Burroughs, de Ron Damón y de “Laura Palmer no ha muerto”. ¿Dónde está Pailos? Lo busco y finalmente lo encuentro chamuyándose dos minitas. Logro arrastrarlo casi a la fuerza hasta una parrilla donde le explico que el carpaccio (que él pidió por mera afinidad fonética) es carne cruda y que si algún vivillo lo enrollara en una hoja de acelga inventaría el sushi argentino. “Viste a la morochita de anteojos, me come la cabeza”, Pailos dixit. Después el pingüino de la casa surte efecto y discutimos acerca de si existe o no la literatura chabón pero Pailos interrumpe con impertinentes “me está mirando, la morocha de anteojos me está mirando”. Trato de encauzar la charla pero Pailos insiste “Viste cómo me miró, cambiame el lugar que me come el coco”. Intento ponerle paños fríos a la escalada de ridículo y le digo a Pailos que la movida blog coloca a Casas en un lugar de privilegio, que le eleva el piso “Basta, no aguanto más” Pailos golpea la mesa con las palmas de las manos y se pone de pie y sale disparado a la mesa de la morocha. Bajo la cabeza porque no quiero ver pero no puedo cerrar los oídos.
_Disculpame, te puedo invitar un postre, un flancito con dulce de leche, un panqueque, tal vez dos bochas de helado.
_No, no, gracias, ya nos íbamos…
Pailos vuelve a materializarse frente a mí.
_Ya está, ya puedo dormir tranquilo.
Nos saludamos en la puerta y salimos despedidos en sentidos contrarios por Estado de Israel. Yo rumbo a mi casa y Pailos a la Avenida Córdoba o adonde lo lleve su próxima aventura.
Esto también es la literatura argentina y está sucediendo ahora de aquí en más y para siempre.
Zedi Cioso y Matías Pailos
Etiquetas: Crónicas, Literatura
14 Comentarios:
Me mató la "pick up line" de Pailos "puedo invitarte un flancito con dulce de leche..." recogida por Z..
Ambos (narrador y personaje) merecen formar parte de la literatura argentina.
:D
Nacho
Gracias por lo que me toca, en cuanto a Pailos... un auténtico artista del levante.
Primero: consultar en el blog de Incardona (diasqueseempujanendesorden.blogspot.com) el texto que leyeron Mairal y Llach. Imperdible.
Segundo: otro capítulo más de la saga "mitologizar al paparulo", de ZC. Gracias, supongo.
q incursión más divertida... dos tipos audaces, cual arturo belano y ulises lima (jem, lima)
me gusta la tesis de literatura chabón, favor elaborar.
buenisismo el relato!!!! Imagine casi todo menos el sushi (gracia a Dio)
Por lo visto, el que se comio el flancito con la morocha fue Incardona que es el autentico langa, no?
Lo que vale es la intencion
Como me perdí eso...
Mary
Sublime. Inúndennos de literatura los ojos, chabones.
Muchas Gracias Pola, ahora tendremos que decidir quién de nosotros escribirá Los Detectives Salvajes y quién morirá atropellado en el D.F.
Prometemos ampliar la tesis sobre la literatura chabón
Nos alegra que le haya gustado Mary. Incardona no es ciertamente un langa pero me late que debe tener mucho levante.
Anónimo, muchas gracias por sus desmedidos elogios, haremos lo posible por satisfacerlo.
Pailos, a la morocha de anteojos, en lugar de ofrecerle un flancito, tendrías que haberle regalado un anillo made in incardona. Yo ya lo hice y así me fue. Tenelo en cuenta la próxima.
entonces no soy tan especial? yo, morocha a la que el tan AFAMADO incardona pidió el celular pero jamás (subrayo esto) jamás llamó... ¿ustedes que creen? será que el gran Juandi es manicero? ESPERO RESPUESTAS (muy divertido vuestro racconto)
Estimado Tommy, seguiremos sus consejos y nos pertrecharemos con una docena de Objetos Maravillosos para obsequiar a las damas que cortejamos.
Querida Jims, desconozco los atributos de Incardona, sólo puedo aconsejarle que le deje su teléfono a nuestro Pailos y ya va a ver cómo no deja de sonarle.
Saludos
parecías tan amable.
Es que desde chico Tato me inculcó eso de que no basta con serlo sino que también hay que parecerlo. Y ya de grande forjé la aspiración de devenir personaje de una novela de Marcelo Cohen -con éxito dispar.
entre Molina y mairal, qué joda!!
el texto al que remite MP en su primer comentario puede leerse acá:
http://diasqueseempujanendesorden.blogspot.com/2007/12/diecinueve-tesis-sobre-objetos.html
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