Demudado
I
Tenés tu casa embutida en cajas y cada vez que entrás y salís es como la primera y última escena del ciudadano: el perfil inequívoco de una ciudad de edificios con la fachada verde pálido del cartón corrugado se recorta en el living. Las cajas crecen y crecen en directa proporción al vacío que llena todos los lugares de lo que supo ser tu hogar y de pronto te lamentás de que no quepa todo lo tuyo en una maldita valija.
II
Yo nunca me había mudado. Hace unos años me fui a vivir solo pero esa fue otra historia: primero tomé posesión del departamento vacío como Robinson del mundo desarrollado y después las cosas, una a una, me fueron llegando como los restos del naufragio de la civilización. Ahora en cambio, todo debe ser trasladado al unísono en una delicada, compleja y brutal operación que consiste en meter los objetos que atesoraste a lo largo de tu vida en la caja de un camión y desembarcarlos en otro lugar tan distante como distinto ¿Y nadie se preguntó nunca acerca de la violencia que la mudanza ejerce sobre los objetos mismos, obligados al apretujamiento, el traslado traumático sobre calles adoquinadas con una vetusta pick up de amortiguadores vencidos y su azorado amanecer en un entorno nuevo y, por principio, completamente ajeno?
III
Son los últimos días y pienso que debería despedirme de mi casa, que tendría que fijar y atesorar algunas imágenes, que ciertas líneas deberían ser trazadas sobre el lienzo azul del sentimiento. Pienso, pero la verdad es que me encuentro demasiado preocupado por disputar en la calle palmo a palmo las preciadas cajas con los cartoneros y en lograr que un ser humano al final del túnel de la matrix logre atender mis reclamos de cambio de domicilio para el teléfono, el cable y la Internet y en precintar y reforzar las cajas y volver a la ferretería donde al adormilado dependiente me extiende la nueva cinta adhesiva de embalaje sin mediar palabra y por más que me esfuerce en Vallejo y “en el rincón aquel, donde dormimos juntos tantas noches” no pasa nada. La evocación es un vano ejercicio si se la conjuga en tiempo presente; no hay objeto en convocar hoy a la nostalgia retrospectiva del futuro. Lo que sea que se pierda y deje atrás con estas paredes sólo me será revelado cuando ya sea demasiado tarde para invocar algún fantasma de sus irredentas cenizas.
IV
También resulta extraño el adiós a esos personajes secundarios que enmarcan la existencia y con quienes se trazan alianzas basadas en el azar del encuentro y en difusos intereses compartidos. El chino del súper, que en verdad es coreano y se llama Cristian Chow y si sos varón te saluda “Hola Pá” y si sos mujer “Hola Má” y que ha hecho de este atributo único su marca de fábrica al punto de bautizar su minimercado como “Ma y Pa” y Sergio el fiambrero fanático de Zeppelin, Purple y Floyd y Jorge el portero, siembre ensimismado en su abúlica contemplación de la avenida y Bela Lugosi, el vigilancia nocturno, alto canoso, ojeroso y maestro indiscutido en el deslizamiento lacaniano del significante, capaz de sacarle jugo a las piedras si se trata de iniciar y sostener una conversación. A todos ellos buena suerte y hasta luego y nada de heroísmos, por favor.
V
Una leyenda negra recorre los rincones de mi casa: cuántas veces habré escuchado “Lo perdí en una mudanza”, como si éstas fueran maelströms o portentosos agujeros negros capaces de tragarse los objetos y depositarlos en otra dimensión del espacio-tiempo. De modo que me aplico con método al llenado de las cajas. Al principio, discípulo de Noé, discriminando por género y especie: enseres de cocina, ropa de invierno, libros, electrodomésticos. Al final, apremiado por el tiempo y la escasez crónica de cajas, mezclando vajilla con zapatos, novelas con calzones y raquetas de tenis con teléfonos contestadores en un aquelarre de pertenencias apareadas por mero acoplamiento de sus volúmenes, como un rompecabezas incapaz de formar alguna imagen.
VI
La angustia y las expectativas culminan con el puntual timbrazo del fletero a las 8 de la mañana. Un pibe grandote con un águila incaica tatuada en el brazo y su compañero, menudo y flaquito, hombre rata que viajará en algún recoveco entre mis posesiones, se presentan y empiezan a apilar las cajas. En dos viajes trasladan todo, saludan y se retiran. Pongo al derecho una de las sillas y me siento a contemplar la provisoria ciudad de cajas bajas montada sobre el nuevo living con su promesa de reorganización a cuestas. Y ese primer día no pasa nada de lo que temía. Ni atino a equivocarme de colectivo y abordar los que me llevaban a mi viejo hogar ni me despierto a la mañana siguiente preguntándome dónde estoy, quién soy yo, que hora es, donde estaré. Mi nuevo departamento está presente y titilante como un cartel de neón en mi cabeza CASA NUEVA – CASA NUEVA – CASA NUEVA. Esa misma noche camino a la parada del nuevo colectivo con el cuerpo transido por la falta de sueño y el esfuerzo de la mudanza. El barrio me recibe con un apagón que milagrosamente se detiene en la esquina de mi manzana, pero limita las posibilidades de hallar un lugar donde alimentarnos. Finalmente hallamos una pizzería iluminada como un faro sobre la oscura Avenida San Martín. Nos atienen un mozo estrábico al quien le pedimos una grande napolitana.
—Mirá, acá la pizza es cuadrada y tiene 12 porciones. Mejor les recomiendo una chica.
Nos miramos con Momé y decidimos no contradecir al mozo. Carajo, pienso, a qué escaso perímetro se circunscribe nuestro lugar en el mundo. Nos alejamos apenas 20 cuadras y descubrimos que la pizza ha mutado en forma y tamaño.
VII
A la noche duermo profundo como si reposara en la habitación de un hotel. Me despierto y recorro mi departamento con azoramiento y deleite. MI CASA – MI CASA titila el cartel y descubro por qué el capitalismo, a pesar de todas sus miserias, logra sostenerse: la propiedad es una droga dura. Levanto la cortina del living y recuerdo por qué me incliné por este departamento: la luz del día entra y rebota en las paredes blancas y se difunde hasta iluminar todo con una claridad lechosa. Desayuno en el balcón mientras observo el cielo cubierto de La Paternal en lontananza. Está nublado y hace frío, lo que acrecienta la sensación de extrañamiento. Me apoltrono en la reposera y me dispongo a emprender mi primera excursión exploratoria por el barrio. Mudarse es como viajar a un país extranjero y quedarse a vivir ahí para siempre.
Ariel Idez
Tenés tu casa embutida en cajas y cada vez que entrás y salís es como la primera y última escena del ciudadano: el perfil inequívoco de una ciudad de edificios con la fachada verde pálido del cartón corrugado se recorta en el living. Las cajas crecen y crecen en directa proporción al vacío que llena todos los lugares de lo que supo ser tu hogar y de pronto te lamentás de que no quepa todo lo tuyo en una maldita valija.
II
Yo nunca me había mudado. Hace unos años me fui a vivir solo pero esa fue otra historia: primero tomé posesión del departamento vacío como Robinson del mundo desarrollado y después las cosas, una a una, me fueron llegando como los restos del naufragio de la civilización. Ahora en cambio, todo debe ser trasladado al unísono en una delicada, compleja y brutal operación que consiste en meter los objetos que atesoraste a lo largo de tu vida en la caja de un camión y desembarcarlos en otro lugar tan distante como distinto ¿Y nadie se preguntó nunca acerca de la violencia que la mudanza ejerce sobre los objetos mismos, obligados al apretujamiento, el traslado traumático sobre calles adoquinadas con una vetusta pick up de amortiguadores vencidos y su azorado amanecer en un entorno nuevo y, por principio, completamente ajeno?
III
Son los últimos días y pienso que debería despedirme de mi casa, que tendría que fijar y atesorar algunas imágenes, que ciertas líneas deberían ser trazadas sobre el lienzo azul del sentimiento. Pienso, pero la verdad es que me encuentro demasiado preocupado por disputar en la calle palmo a palmo las preciadas cajas con los cartoneros y en lograr que un ser humano al final del túnel de la matrix logre atender mis reclamos de cambio de domicilio para el teléfono, el cable y la Internet y en precintar y reforzar las cajas y volver a la ferretería donde al adormilado dependiente me extiende la nueva cinta adhesiva de embalaje sin mediar palabra y por más que me esfuerce en Vallejo y “en el rincón aquel, donde dormimos juntos tantas noches” no pasa nada. La evocación es un vano ejercicio si se la conjuga en tiempo presente; no hay objeto en convocar hoy a la nostalgia retrospectiva del futuro. Lo que sea que se pierda y deje atrás con estas paredes sólo me será revelado cuando ya sea demasiado tarde para invocar algún fantasma de sus irredentas cenizas.
IV
También resulta extraño el adiós a esos personajes secundarios que enmarcan la existencia y con quienes se trazan alianzas basadas en el azar del encuentro y en difusos intereses compartidos. El chino del súper, que en verdad es coreano y se llama Cristian Chow y si sos varón te saluda “Hola Pá” y si sos mujer “Hola Má” y que ha hecho de este atributo único su marca de fábrica al punto de bautizar su minimercado como “Ma y Pa” y Sergio el fiambrero fanático de Zeppelin, Purple y Floyd y Jorge el portero, siembre ensimismado en su abúlica contemplación de la avenida y Bela Lugosi, el vigilancia nocturno, alto canoso, ojeroso y maestro indiscutido en el deslizamiento lacaniano del significante, capaz de sacarle jugo a las piedras si se trata de iniciar y sostener una conversación. A todos ellos buena suerte y hasta luego y nada de heroísmos, por favor.
V
Una leyenda negra recorre los rincones de mi casa: cuántas veces habré escuchado “Lo perdí en una mudanza”, como si éstas fueran maelströms o portentosos agujeros negros capaces de tragarse los objetos y depositarlos en otra dimensión del espacio-tiempo. De modo que me aplico con método al llenado de las cajas. Al principio, discípulo de Noé, discriminando por género y especie: enseres de cocina, ropa de invierno, libros, electrodomésticos. Al final, apremiado por el tiempo y la escasez crónica de cajas, mezclando vajilla con zapatos, novelas con calzones y raquetas de tenis con teléfonos contestadores en un aquelarre de pertenencias apareadas por mero acoplamiento de sus volúmenes, como un rompecabezas incapaz de formar alguna imagen.
VI
La angustia y las expectativas culminan con el puntual timbrazo del fletero a las 8 de la mañana. Un pibe grandote con un águila incaica tatuada en el brazo y su compañero, menudo y flaquito, hombre rata que viajará en algún recoveco entre mis posesiones, se presentan y empiezan a apilar las cajas. En dos viajes trasladan todo, saludan y se retiran. Pongo al derecho una de las sillas y me siento a contemplar la provisoria ciudad de cajas bajas montada sobre el nuevo living con su promesa de reorganización a cuestas. Y ese primer día no pasa nada de lo que temía. Ni atino a equivocarme de colectivo y abordar los que me llevaban a mi viejo hogar ni me despierto a la mañana siguiente preguntándome dónde estoy, quién soy yo, que hora es, donde estaré. Mi nuevo departamento está presente y titilante como un cartel de neón en mi cabeza CASA NUEVA – CASA NUEVA – CASA NUEVA. Esa misma noche camino a la parada del nuevo colectivo con el cuerpo transido por la falta de sueño y el esfuerzo de la mudanza. El barrio me recibe con un apagón que milagrosamente se detiene en la esquina de mi manzana, pero limita las posibilidades de hallar un lugar donde alimentarnos. Finalmente hallamos una pizzería iluminada como un faro sobre la oscura Avenida San Martín. Nos atienen un mozo estrábico al quien le pedimos una grande napolitana.
—Mirá, acá la pizza es cuadrada y tiene 12 porciones. Mejor les recomiendo una chica.
Nos miramos con Momé y decidimos no contradecir al mozo. Carajo, pienso, a qué escaso perímetro se circunscribe nuestro lugar en el mundo. Nos alejamos apenas 20 cuadras y descubrimos que la pizza ha mutado en forma y tamaño.
VII
A la noche duermo profundo como si reposara en la habitación de un hotel. Me despierto y recorro mi departamento con azoramiento y deleite. MI CASA – MI CASA titila el cartel y descubro por qué el capitalismo, a pesar de todas sus miserias, logra sostenerse: la propiedad es una droga dura. Levanto la cortina del living y recuerdo por qué me incliné por este departamento: la luz del día entra y rebota en las paredes blancas y se difunde hasta iluminar todo con una claridad lechosa. Desayuno en el balcón mientras observo el cielo cubierto de La Paternal en lontananza. Está nublado y hace frío, lo que acrecienta la sensación de extrañamiento. Me apoltrono en la reposera y me dispongo a emprender mi primera excursión exploratoria por el barrio. Mudarse es como viajar a un país extranjero y quedarse a vivir ahí para siempre.
Ariel Idez
Etiquetas: Crónicas
20 Comentarios:
los porteros-me hacen acordaaar-a Bela Lugooooooosiiii... (entono, para contrapesar las referencias redondísticas del primer párrafo y las salmónicas del cuarto).
A ese depto le falta luz. Pero tiene una linda vista desde el exiguo patio.
No escatimes a tu público este dato: la mayoría de las cajas estaban rellenas de libros.
Ahora encaro la lectura de los tres últimos parágrafos. Ya vuelvo.
Así que también referenciamos a los Abuelos... la lectura de los ensayos en bonsai ha dejado huella. O mejor: acentuó una tendencia que todavía no se había desbocado. La celebro. (Yo estoy igual.)
"La propiedad es una droga dura". Este aforismo vivirá mucho tiempo, se reproducirá y será millones. Vas a ver.
Por alguna extraña razón, la sensación de haberse mudado recién se parece mucho a estar jugando a que uno se mudó recién. Dura hasta que uno se pudre de estar jugando e intenta volver a casa, y se da cuenta de que ya no hay nada a lo que llamarle así.
Perdón, estaba leyendo cosas aca y vi que hablan de "Puan", ¿Qué es "Puan"?
Disculpen mi ignorancia.
Pastorius
se que estas en contra de la ultima parte de los reincidentes - sí, en contra, sos enemigo total - pero en traje, podés poner el primer disco, "mudanza" y ahí está todo lo que tiene que ver con cajas, movilidad y abandono (también podría hablar de un delivery de pizza ahora que lo pienso)
Soy basto en libros, calcetines y calsonsillos. Ninguno antagonico a otro en un traslado en cajas y posterior convivencia, mientras los dos ultimos permanezcan limpios.
Con este contenido da siempre gusto empacar, porque la perdida de alguna caja con tal contenido es poco probable (a menos que aceptaras ayuda de los matetuertianos en su traslado).
Antonio
PDT: siempre he tratado de imaginar el rostro de aquel abrecerrojos que atreviera entrar en mi depto a intentar el hurto y lo unico que encontrara a mano fuese a Di Benedeto junto a Bolaño y Onetti haciendole guiños...
Mi mi mejor amigo, optimista, opino acelerada y torpemente que seguro aquel se sentaria a leerlos mientras ponia la tetera en la hornilla.
Mientras en matetuerto no cambien de oficio y no sea el hurto bandalico el plato fuerte, descansaran tranquilamente apilados los libros que por ahora me cobijan, y esperan un nuevo domicilio.
Hola MP. Ese tipo definivamente te hace acordar a Bela Lugosi. No reniego del viejo depto, pero este es mejor y la vista al mundo exterior se me hacía imprescindible.
Es cierto lo de los libros y por eso hubo que hacer dos viajes, bibliófilos sigan mi consejo y absténganse de mudarse muy a menudo.
Hola Jus, creo que ud tiene algo de razón pero que esa saudade de la casa anterior se ve mitigada cuando el cambio es para mejor.
Pastorius, trataré de sacarlo de la duda.
Puan: calle perteneciente al barrio porteño de Caballito sobre la que se emplaza la Facultad de Filosofía y Letras. Por un deslizamiento metonímico se utiliza la palabra "Puan" para denominar a la susodicha facultad y también a los defectos y virtudes de la inteligentsia argentina. P.e.ante un comentario muy sofisticado citando a un crítico francés o un teórico alemán alguien podría alegar "Eso es muy Puan".
Gracias por el consejo, Playmobil. Voy a bajar el disco en bermudas pero me calzo el traje para escucharlo entre las cajas vaciadas.
Antonio, muchas gracias por su comentarios con bonus track literario. Yo también tengo a Bolaño cerca de Onetti, a Di Benedetto lo dejé un poco más arriba, con otros compatriotas.
Aunque no me crea me he mudado a una calle que lleva el apellido Cervantes
Muy bueno el post. Siempre quedará en mi recuerdo la pizza cuadrada demasiado grande para dos personas (en mi recuerdo la pizza tiene 20 porciones pero en le post sólo 12).
En lo que respecta a la mudanza de libros, debo confesar que estuve un año para juntar las fuerzas necesarias y mudar mis libros.
Es un placer tenerlos, pero ciertamente lo hacen a uno un ser menos fluído.
La propiedad es una droga dura indeed.
hola ariel: muy bueno el post. me encantó. yo me mudé muchas veces. tres en 3 años. y acá me quedo. tener balcón es lindo, pero creo que he salido sólo dos veces en un año. mis plantas viven de la humedad ambiente... ja ja...
si tu depto tiene buena luz, podés pintar alguna pared de color: rojo o violeta intenso no queda mal...
un beso. julieta.
precarizados_mr@yahoo.com.ar
http://www.precarizados-mr.blogspot.com
Espacio de socialización, denuncia y acción coordinada de l@s trabajadores precarizad@s de la Municipalidad de Rosario
Somos un colectivo de trabajadores que realiza tareas en diversas áreas y programas de la Municipalidad de Rosario.
¿Qué buscamos?
Hacer visible la precarización laboral que debemos afrontar, siendo concientes que:
* El mercado de trabajo actual condiciona nuestra inserción laboral, obligándonos a aceptar estas modalidades de contratación: pasantías, contratos de locación de servicios, honorarios o planta transitoria;
* Ello implica un claro fraude, puesto que se intentan tapar verdaderas relaciones de empleo público.
* Se hallan vedados los mecanismos legales de reclamo, siendo impractible el derecho individual y/o colectivo de trabajo, colocándonos, de esta manera, en una situación de total desprotección estatal.
¿Cómo participar?
Sabemos que reunirse para problematizar y discutir nuestra situación laboral, es visto por le municipio como un acto impío, desleal, sin justificativo.
De esta forma nos privan del derecho de todo trabajador de agruparse libremente y reclamar por mejoras en sus condiciones de trabajo y modalidades de contratación.
Nuestro blog y el periódico, surgen como espacios de socialización y denuncia, contra la sistematización del silencio, de la tiranía del mercado, del sometimiento por necesidad y su naturalización.
Podés encontrar el periódico en el blog. Si tenés ganas, descargalo, imprimilo y difundilo!!
www.precarizados-mr.blogspot.com
Gracias Nacho, tal vez por su casa haya pizzas de 20 porciones, creo que Phillip Dick habría sospechado inmediatamente de este sutil desplazamiento en tamaño y forma de la tradicional muzza.
Gracias Julieta, uf, 3 mudanzas en 3 años parece mucho, pero supongo que uno se adapta a todo. Por ahora estoy en primeras nupcias con el balcón, en su caso, opte por los cactus, se arreglan con casi nada.
Precarizados, apoyo su lucha: es vergonzoso que el Estado avale el subcontratismo y pauperice los derechos de los trabajadores. Si quiere puede poner su url debajo del nombre en las opciones de comentario así saldrá el link para que quien quiera pueda visitar su blog automáticamente.
Acoto algo que no quedó en el texto final: para los que vivimos juntando papeles y cachivaches las mudanzas son una excelente oportunidad para purgarnos de semejante sobrecarga. Es cierto que uno deposita afecto en algunos objetos pero después deposita esos mismos objetos en un polvoriento desván que es la antesala del olvido definitivo.
yo todavía no terminé de desarmar las cajas de mi última mudanza y ya me estoy por mudar en unos meses. debería acostumbrarme a dejar las cosas en cajas y no en muebles.
y coincido con ariel, la última etapa de reincidentes es muy fea.
por favor, mi departamento de marketing me informó que tiene mal linkeado mi blog, el simpática y puntual debería linkear a nomadeenmifeudo.blogspot.com (¿me mudaron de blog?)
saludos
Hola Simpática, pensando en su caso en particular creo que lo difícil de las cajas es que sólo se utiliza lo que está más arriba, la caja es un poco como el ataúd de las cosas. Yo estoy a favor del desembalaje y lo que es más, lo disfruto bastante más de lo que creía.
Notificaremos al depto. de prensa y difusión para que normalice la situación de su link.
Saludos
Ariel, muy bueno tu relato, quien haya pasado la experiencia(y yo ya me olvidé cuantas...) se siente identificado al toque.
Coincido en que las cosas tienen una mirada cuando uno se muda para bien (léase más luz, espacio, vivienda propia, inicio de convivencia, etc.) o cuando estás en la mala (y también me ha pasado) y de un lugar amado te vas a un departamentucho triste y falto de ventilación. O peor a casa de un familiar....
En fin, lo de los libros, tal cuál, algún día no me será posible organizar ninguna mudanza con esas cajas, no los podré mover y sigo acumulando.
Ahora casa aquí o casa allá, extranjeros somos siempre, de algún modo.
Saludos
Lilián
Hola Lilián, muchas gracias por sus comentarios, muy acertado aquello de que "Extranjeros somos siempre" Martín Caparrós dijo una vez "la escritura es el exilio", de alguna manera las dos frases juegan entre sí.
Saludos
Anoche volví y soñé con Dora.
Cariños
G
Gracias Gardener, espero que haya sido un sueño grato.
Saludos
Publicar un comentario
Suscribirse a Comentarios de la entrada [Atom]
<< Página Principal