El Mate Tuerto

"Se fingirá el saber que no se tiene."

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Nombre: El Mate Tuerto
Ubicación: Argentina

20 marzo, 2008

Qué olor

Poco antes de mudarme sufrí una reiterada alteración sensorial. Cada vez que llegaba a mi casa y abría la puerta me recibía un penetrante y concentrado olor a durazno. Nunca dejaba de tomarme desprevenido ese vaho y la violencia que ejercía sobre mi olfato, ocultando con su omnipresencia todo vestigio de vida en el departamento que habitaba y transmutándolo en el centro exacto de un durazno sangrante. La explicación era más sencilla de lo que parece: mi suegra había cumplido el anhelo de su hija y le había regalado uno de esos artefactos que reúnen lo peor de dos ramas ya de por sí nefastas: la decoración de interiores y los desodorantes de ambientes. Se trata del Glade Interiores (creo que ese es su nombre comercial) que consiste en un pequeño marco de acrílico con un cuadrado amarillo en el centro. Ese cuadradito central despide su fragancia concentrada, sin descanso, día y noche, aproximadamente durante un mes, al cabo del cual es menester comprar un “repuesto” de la misma u otra de las fragancias, que deberá ser colocado en su respectivo marco. Mediante este simple expediente la casa se transformará durante esos 30 días en un templo de adoradores del pelón, y las moléculas odoríferas que despide el Glade Interiores se encargarán de imponerse, por la fuerza, a cualquier olor que la casa emita por sus propios medios o, en el peor de los casos, se acoplará en combinaciones funestas con el humo del churrasco o la fritanga del filet de merluza, hasta que éstos se mitiguen con el correr de las horas.
Cuando yo era chico cada cosa tenía su olor. Los libros olían a moho y polvo, los autos a combustión y monóxido de carbono, los mocasines olían a pata, las revistas de cómics tenían un olor muy peculiar y me encantaba aspirarlas, lo mismo que las estaciones de servicio y las zapaterías, los juguetes tenían un olor a goma nueva que era sinónimo de la felicidad. Ahora parece que todo tiende a subsumirse en las cuatro o cinco opciones del Glade Interiores y el Glade Autos y el Glade Ambientes. Antes sólo se apelaba a estos aromas artificiales para tapar el olor a mierda del baño, labor en la cual los desodorantes de ambientes demostraban ser tan ineficientes que pronto ese perfume a lavanda quedaba indudablemente asociado a las evacuaciones de la familia.
Pero de esa época rescato, sobre todo, el olor que tenían las casas. Los hogares de mis amigos hacían gala de un aroma único e inimitable, algo así como su adn odorífero, producto tal vez de una combinación irrepetible de los alimentos cocinados con las condiciones atmosféricas y el perfume de las plantas del jardín y vaya uno a saber cuántas cosas más. Lo cierto es que era entrar y ser atajado por ese olor como prueba irrefutable de que nos encontrábamos en la casa ajena y familiar a la vez. De hecho cuando un compañerito de la escuela me invitaba por primera vez a su casa para jugar o hacer los deberes yo ya me preguntaba cómo olería y en ese primer esnifazo apenas cruzada la puerta de calle quizá ya intuía si la iba a pasar bien o no. La casa de mi amigo Pablo, por ejemplo, que vivía a la vuelta de la mía, tenía un olor característico que reconocería incluso hoy (el olor queda alojado en algún lugar de nuestra memoria, imposible de ser evocado a voluntad pero reactualizado al instante y sin margen de error si alguien nos lo pusiera frente a nuestras narices). Ese olor me encantaba y lo disfrutaba casi tanto como los juegos con los que disolvíamos las tediosas horas de la siesta. El olor se volvía más intenso conforme nos acercábamos al fondo, donde estaba la pieza de los abuelos, lo que rara vez hacíamos, por lo que tal vez el secreto, la esencia oculta de esa fragancia no fuera otra cosa más que el olor a viejo que irradiaban los cuartos del fondo. En esa época todas las casas tenían olor, excepto la mía. Esto no me afligía porque imaginaba que tampoco mi amigo Pablo podía reconocer el maravilloso olor de la suya, mientras que sí disfrutaba del aroma que se debía respirar en mi hogar. Estaba convencido que cada uno era inmune al olor de su propia casa por el simple hecho de habitar en ella. Sin embargo hoy día ya casi no percibo el olor de las casas ¿He perdido la habilidad con el paso de los años o las casas se han tornado inodoras? La única que sostiene esa virtud es la casa de Matías. De hecho recuerdo haberle prestado remeras o medias a Matías y que me las devolviera lavadas e impregnadas con la fragancia de su casa (y créanme que ésta no tiene nada que ver con los perfumes de los suavizantes de ropa). Ahora mismo estiro el brazo y tomo un libro de Philip Roth que me llevé de su biblioteca hace unos meses. Lo acerco a la nariz, inspiro profundo… y ahí está, es ese olor único, inimitable, el olor a la casa Pailos, el olor de la casa de mi amigo.
Tal vez ahora, que habito mi propio hogar, pueda proponérmelo como un programa y en el transcurso de los años por venir logre extractar una esencia, obtener el destilado justo y darle a mi casa la dicha de tener su propio olor, pienso, mientras hago desaparecer el Glade Interiores para que no sobreviva a la inminente mudanza.

Ariel Idez

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13 Comentarios:

Blogger julieta eme dijo...

ja ja... leí el segundo párrafo al azar y no pude evitar la carcajada... muy bueno! cuando termine de leer el prólogo del i ching, vuelvo y leo el post completo...

20/3/08 15:22  
Anonymous Anónimo dijo...

Muy bueno Ariel, una mezcla entre Marcel Proust y Patrick Suskind.
De chico, me pasaba lo mismo con el olor de las casas.

20/3/08 16:16  
Anonymous Anónimo dijo...

Dejaría el verbo esnifar para Patricio Rey y utilizaría el simple pero siempre efectivo oler.

20/3/08 16:19  
Anonymous Anónimo dijo...

"Esnifar" es muchísimo más eficaz que "olor". No siempre el camino más directo es el mejor.
Entre Proust y Suskind, y detrás de Alacrán.
¿Una carcajada? ¿Nada más que una carcajada? Estoy a punto de mandarle una carta documento, Julieta.

20/3/08 18:12  
Anonymous Anónimo dijo...

Me interesa más la opinión de Ariel Idez. También tenemos otros verbos como olfatear, inhalar, aspirar.
"yo aspiro la paz, tu aspiras de la otra / saquéame la dicka sin tu tropa"
Y abarajame la bañera representante.

20/3/08 20:24  
Anonymous Anónimo dijo...

Veo que hemos logrado arrancar una pizca de agresividad del camarada Nacho. Con su permiso, me voy a anotar un poroto.
La eficacia es del empleo de un término se mide en el contexto. 'Oler', donde fue usada, no estaba mal. Ahora bien: 'esnifar' (aunque el Indio prefiera 'esninfar' -'la cabeza', para más datos) es claramente superior. ¿Por qué? Porque aporta contraste y sorpresa. El universo conceptual, la familia de nociones de 'esnifar' está claramente alejada de la baranda hogareña. Por eso el contraste, por eso la sorpresa... papá.

20/3/08 20:36  
Anonymous Anónimo dijo...

Excelente post, Idez. Acerca del olor a Pailos, tambien me acompaña a todos lados. Hace poco, debido a que me perdieron una valija, el susodicho me presto tres calzoncillos suyos. Uno de ellos lo tengo puesto en este momento, con lo cual su hedor caracteristico me acompaña al subte, a la universidad, al gimnasio. Que mejor manera de recordarlo...

20/3/08 21:14  
Anonymous Anónimo dijo...

Punto Pailos.

20/3/08 22:39  
Anonymous Anónimo dijo...

"Adoradores del pelón".
Ariel Idez, blasfemo.
Todavía me estoy riendo.

20/3/08 22:46  
Blogger julieta eme dijo...

lo de adoradores del pelón me mató de la risa... muy bueno el post!

besos.

pd.: es verdad que las casas ya no tienen olor. pero las personas siguen teniendo olorcito... el olorcito a la piel de cada uno es muy lindo...

21/3/08 13:47  
Anonymous Anónimo dijo...

Se habrán dado cuenta que Ariel no responde. No lo hace de maleducado, sino por colgado. Colgado en la contemplación del paisaje serrano y cordobés. Vuelve en unos días. No lo extrañen.

22/3/08 12:17  
Blogger Rapote dijo...

Mi abuela compró uno y yo encontré una buena excusa para volver a usar el Mahely Master "cinco y medio" que hace años descansaba en un ropero.

Saludos,
Rapote

22/3/08 15:40  
Blogger julieta eme dijo...

ya que ariel está de vacaciones, aprovecho para hacerles dos recomendaciones de películas que pasarán en la sala lugones del san martín:

Viernes 28
A las 17, 19.30 y 22 horas (105’; 35mm).
Sindromes y un siglo
(Sang Sattawat; Tailandia/Austria/Francia, 2006)
Dirección: Apichatpong Weerasethakul.

Sábado 29
A las 14.30, 17, 19.30 y 22 horas (115’; 35mm).
No quiero dormir solo
(Hei Yan Quan; Taiwán/Austria/Francia, 2006)
Dirección: Tsai Ming-liang.

el último director es el mismo de "la nube errante", que actualmente está en cartel.

besos. julieta.

23/3/08 12:52  

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