Benjamin Biolay: conozco la chanson
Matías Pailos —acaso apiadado de mi extenuada economía— me convidó una entrada para el recial de Benjamín Biolay. No todo es malo en el Bafici; el año pasado nos trajo a Tom Waits (si bien que mudo), este año nos acerca a la máxima figura de la chanson francesa (guitarra en mano y presta a interpretarnos su obra). Con Matías nos apuramos para llegar tarde pero fallamos y nos vimos obligados a sumar nuestras voluntades a una cola prêt-à-porter que doblaba la esquina de Niceto Vega para internarse en las honduras de Humbolt. Había mucha chica y chico afrancesado para la ocasión. Unas niñitas, incluso nos pidieron que nos mezcláramos con ellas para elevar su promedio de edad a más de 18. Doy una idea de lo jovencitas que eran si digo que despertaron en Matías más ternura que instintos sexuales. Una vez adentro nos dedicamos a ahumarnos lento con el vaho del tabaco y las finas hierbas que la concurrencia quemaba para la ocasión. El inicio se demoraba mientras plomos y técnicos hacían pruebas y ajustes que uno nunca entenderá por qué no se llevan a cabo 2 o 3 horas antes del show. El crescendo de la expectativa y el calor tocaron a su punto máximo hacia las nueve y cuarto, cuando las luces se apagaron y volvieron a prenderse y posarse sobre un guitarrista medio nerd (pelado, con chomba negra y anteojos de marco grueso), un tecladista con impronta viejita de conurbano y después, sí, recortada su fina estampa contra el humo, el perfil de Benjamín Biolay acariciando las teclas del piano y susurrando las palabras de la primera canción. “Canta dos temas al micrófono y después se va al piano”, había pronosticado Matías. Pifió. Fue una al piano y muchas al micrófono, bien de frente al público. Se nota que Benjamín ha entrenado en trasnoche para dejarse crecer las ojeras a lo Gainsbourg, pero la facha lo separa del autor de Je t’aime. Creo que todo cultor de la chanson francesa que se precie debe hacer gala de algún componente antiheroico, algo que le permita guardar una calculada distancia del fervor que acompaña todo suceso artístico; esa pose de flaneur indiferente a todo que en Gainsbourg estaba dada por la fealdad física, Biolay la logra haciendo gala de cierta torpeza. En otras palabras: nuestro héroe es un poco aparato: una pizca encorvado, alto y tosco para moverse por el escenario, enmarañado al sacudir los brazos cuando ensaya gestos hip hoperos en algunas de las canciones más rapeadas, cuando el susurro deja paso al verborrágico improperio. Todo esto, claro está, no hace más que reforzar la atracción de la platea femenina. Por lo demás no queda otro sentimiento más que la admiración o la envidia sino ambas. Biolay alterna el piano con la guitarra, los teclados y hasta se anima con la trompeta en una personalísima versión de “As time goes by” como para demostrar que “si quiero te pelo un crooner”. Se permite traer un theremin —el instrumento más raro del mundo y preferido por los musicalizadores de películas de terror— sólo para sazonar el final de un tema (creo que “Chère inconnue”), bebe de su copa de vino entre tema y tema y se da el gusto de terminar una canción de espaldas al público, su silueta recortada contra la bruma del escenario a la que alimenta con el humo del Gauloises que se consume entre sus dedos.
El recital es excelente salvo por algunos detalles, como la voluntad del artista por manifestarse en su lengua madre (“perdonen, en el colegio me tocó alemán”, explicará a modo de cómica disculpa) ante un público en un 90% no francoparlante aunque dispuesto a salvar todo abismo lingüístico con el fervor que lo caracteriza. En el momento en que un traductor se hace presente en escena, Biolay aclara que vino “de onda” sin que mediara ningún interés del sello discográfico y que para su banda ir a tocar lejos equivalía a dar un concierto en Bruselas. Tanto entusiasmo inesperado debe haber conmovido al músico galo, que hasta se animó a dejar al público la responsabilidad de cantar el coro de Chaise à Tokio, a lo que sobrevino un escalofriante silencio. Tras unas insuficientes clases de fonética para inculcar en el auditorio la letra del coro (“y dice: No manga, no bongo, une chaise à tokio”) los voluntariosos de la platea acabamos gritando algo así como “no hay manga no hay bongo en chelsea tokió”)
La lista de temas fue pareja y abarcó toda la carrera de Biolay, desde Rose Kennedy (de donde provenían la mayoría de los pedidos del público y algunos de los temas más aplaudidos, como “les cefils volantes” , “les joggers sur la plage” y el coreado por la hinchada “Los Angeles”) hasta el flamante Trash ye-ye. El show incluyó una sección acústica en la que Benjamín interpretó —sin resentimientos, por favor— algunos temas de Home, el disco que grabara junto a su (ahora ex) esposa Chiara Mastroianni. Esas bellísimas versiones rebossadas de “la ballade du mois de juin” y “la plage” provocaron el recalentamiento global y definitivo derretimiento de los casquetes polares de la platea femenina. El recital duró alrededor de dos horas que pasaron como un susurro de chanson francesa. Al final las palmas del público se ganaron dos bises: la atmósfera apocalíptica de “négatif” y el pum para arriba de qu'est-ce que ça peut faire. Merci y bon soir.
Ariel Idez
El recital es excelente salvo por algunos detalles, como la voluntad del artista por manifestarse en su lengua madre (“perdonen, en el colegio me tocó alemán”, explicará a modo de cómica disculpa) ante un público en un 90% no francoparlante aunque dispuesto a salvar todo abismo lingüístico con el fervor que lo caracteriza. En el momento en que un traductor se hace presente en escena, Biolay aclara que vino “de onda” sin que mediara ningún interés del sello discográfico y que para su banda ir a tocar lejos equivalía a dar un concierto en Bruselas. Tanto entusiasmo inesperado debe haber conmovido al músico galo, que hasta se animó a dejar al público la responsabilidad de cantar el coro de Chaise à Tokio, a lo que sobrevino un escalofriante silencio. Tras unas insuficientes clases de fonética para inculcar en el auditorio la letra del coro (“y dice: No manga, no bongo, une chaise à tokio”) los voluntariosos de la platea acabamos gritando algo así como “no hay manga no hay bongo en chelsea tokió”)
La lista de temas fue pareja y abarcó toda la carrera de Biolay, desde Rose Kennedy (de donde provenían la mayoría de los pedidos del público y algunos de los temas más aplaudidos, como “les cefils volantes” , “les joggers sur la plage” y el coreado por la hinchada “Los Angeles”) hasta el flamante Trash ye-ye. El show incluyó una sección acústica en la que Benjamín interpretó —sin resentimientos, por favor— algunos temas de Home, el disco que grabara junto a su (ahora ex) esposa Chiara Mastroianni. Esas bellísimas versiones rebossadas de “la ballade du mois de juin” y “la plage” provocaron el recalentamiento global y definitivo derretimiento de los casquetes polares de la platea femenina. El recital duró alrededor de dos horas que pasaron como un susurro de chanson francesa. Al final las palmas del público se ganaron dos bises: la atmósfera apocalíptica de “négatif” y el pum para arriba de qu'est-ce que ça peut faire. Merci y bon soir.
Ariel Idez
Etiquetas: Recitales
13 Comentarios:
En otro gesto de la demagogia que caracteriza a Biolay, se lo ve en la foto tomando mate con pajita.
Creo que 'Negatif' estuvo al principio. Notable y (perdón por el exabrupto) muy climático. (Claro que la pregunta es: muy clima, ¿a qué? A vaho londinense, a smog de película en blanco y negro, a melodrama policial tipo Casablanca. Vous savez, no rompas plus las bols.)
Mención aparte merece la fuga pagadiósica progatonizada por la dupla protagonista tras una cerveza con nachos en bolichón a la vuelta de Niceto.
(Y en mi opinión Gainsbourg tiene más de 'sacado' que de 'nada me conmueve'. Se confunden porque son dos variedades de 'no me importa nada'.)
muy buen relato del evento. en este caso, me reí con la frase: "Doy una idea de lo jovencitas que eran si digo que despertaron en Matías más ternura que instintos sexuales".
la nota de russo no se puede leer on line. la revista cuesta 11.50.
en cuanto al cantante, no parece muy lindo en la foto. pero verlo cantar debe ser otra cosa...
saludos.
Gracias dos veces gracias MP, es probable que Negatif haya sido el primer tema (aquel que comienza con BB al piano y termina enganchado con "Clint Eastwood" de gorillaz. ¿Cuál fue el penúltimo tema entonces? Se aceptan ayudas para corregir la errata.
Me pareció que contar el pagadiós era como darme aires (o que la anécdota podía devorarse el resto del recital), dejo en sus manos la reseña de esa obra maestra de la sangre fría que acometimos en el boliche de Niceto. (Soy un desastre; ud me invita una entrada a Biolay y yo pongo en riesgo su integridad física evadiendo la paga a un rugbier gigante)
Julieta, la revista excede mi budget, igual voy a tratar de escribir la crítica a Tropa... en cuanto a la facha de Biolay, creo que en esa foto (que ilustra su último disco) no salió muy favorecido, pero googlealo y buscá imágenes y vas a ver que es un rico guacho.
Saludos
vi dos videos de Benjamin Biolay en youtube y algunas fotos. sí, está bueno. le encuentro cierto parecido con benecio del toro (¿¡!?).
un beso.
Me gustó mucho el relato: me hizo reir, aunque de Biolay no sé más que es, como se dice por acá, un rico guachito.
Por supuesto, se impone ahora una narración del pagadiós.
Si julieta, puede ser, creo que los dos comparten ciertos rasgos bradpittescos (que viene a ser como un arquetipo de la belleza masculina contemporánea).
Jus, se lo tenemos que pedir todos a Matías, ¡que-lo-cuente! ¡que-lo-cuente! Y que exagere bien los detalles, que diga que el barman que era un rugbier de 1,90 y pesaba 150 kilos era un rugbier de 1,90 y pesaba 150 kilos.
Buenísimo.
Parecido a lo de Santiago.
Saludos!
Gracias Francisco, me alegra saber que Benjamin Biolay sonó tan bien en Santiago como en Buenos Aires.
Saludos
Después de leer el post, escuché las canciones que figuran en youtube. Un recital casero con ayuda de la tecnología masiva. Y la verdad es que Benjamin me embola. Son todos los temas iguales. Puede que el vivo mejore. Pero seguramente no pude recuperar la emoción del relato en sus videos y sus canciones.
Lo que en definitiva constituye un mérito para el autor, Ariel Idez.
PD: creo que si hay un área de la vida en la que me destaco por tener mal gusto, tirar fruta y cambiar de opinión es la música. Así que los fans de Benjamin, o me perdonan o me educan. Porque no pienso ni irme de Atenas ni tomar cicuta.
Hola Nac, respetamos su gusto y no le impondremos aquí la pasión por la chanson francesa. Es probable que los temas suenen parecido, pero no sería la primera vez que sucede en la música popular contemporánea (cfr AC/DC, Los Ramones) bastaría entonces con que le guste un tema para que ergo le gusten todos. Si su voluntad es férrea yo le recomendaría empezar por "Rose Kennedy" o, si está ud. muy enamorado y quiere dar caricias con fondo musical, "Home"
Saludos
Gracias AI.
Me gusta eso de dar caricias con fondo musical.
una chanson que conozcamos todos, benjamín.
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