La Falla
—¿Cómo empieza?
—Sin dolor. Apenas una leve molestia al caminar.
—¿Renguera?
—Menos que eso. Un cosquilleo, un titubeo al mover las piernas con cada paso.
—¿Dónde se manifiesta?
—Comienza por la ingle, exactamente como una prolongación de la entrepierna.
—¿Evoluciona rápidamente o…
—No, crece a una tasa infinitesimal, pero constante. Resulta imperceptible a lo largo del día o el mes. Se mide en años.
—¿Cuántos hasta la fecha?
—Doce.
—¿Por qué no acudió usted antes?
—Incredulidad, insensatez, incluso dejadez, ¿quién sabe? Le soy sincero, en realidad esperaba que el proceso se revirtiera, o se interrumpiera al menos.
—¿El progreso es rectilíneo, uniforme?
—No, parece que evoluciona según un patrón aleatorio, zigzagueante. Creo entender que por respeto a los órganos nobles.
—Supuraciones, excreciones…
—Ninguna.
—Marcas, cicatrices.
—En absoluto, piel lisa, algo más pálida. Colorada con el paso del tiempo, por la fricción.
—Ahá, la fricción.
—El afán de conservarme, el disimulo.
—¿Infecciones?
—No. Evito las llagas untando la zona con vaselina y otros lubricantes naturales.
—¿Folículos pilosos?
—¿Qué?
—Pelo, bello.
_No, nada de pelos.
_¿Urticaria?
_Creo que no, no.
—¿Picazón?
—Sí, muchísima, pero solamente en el extremo.
—En la “zona activa”, quiere decir usted.
—Por llamarla de alguna manera, sí.
—¿Dificultades en la digestión de alimentos?
—Sí, se me han declarado a partir del abdomen.
—¿Soluciones?
—Abandoné los alimentos pesados, grasas, fritos y experimenté una notoria mejoría. Lo atribuyo a que la vesícula debe haber quedado aislada del hígado.
—¿Relaciones Sexuales?
—Imposible. No fisiológicamente, conservo mi aparato reproductor en una pieza. Es la impresión sobre todo, que aniquila el deseo.
—¿Propio?
—Y ajeno.
—¿Circulación?
—Confusa. Experimento frecuentes taquicardias y bradicardias. Boqueo y me fatigo con facilidad, pero también podría deberse al esfuerzo cada vez más extremo al que tengo que someterme para salir a la calle y hacer, como se dice, “mi vida normal”.
—¿Respiración?
—En los últimos tiempos alterada, disminuida. El plexo se contrae, pero el aire no ingresa satisfactoriamente a los pulmones. Temo que la agitación acelere el proceso.
—¿Dificultades para expulsar el aire?
—Aún no.
—¿Para hablar?
—Se me aflauta la voz, como habrá notado.
—¿Paliativos?
—Muchos, de todo tipo. A las pomadas, ungüentos y lubricantes hay que agregar cinturones y fajas, sobre todo en la primera etapa, a la que después sumé las vendas. Más adelante descubrí los beneficios del corsé, posteriormente reforzado con arneses de acero, como los que se utilizan para corregir los casos serios de escoliosis. En los últimos tiempos me he visto obligado a recubrir el conjunto con un chaleco de fuerza, de ahí mi aparente robustez. En verdad soy un alfeñique.
—¿Dolores de espalda?
—Concomitantes, agudos. Combatidos con una batería de analgésicos y antiinflamatorios.
—¿Actividad física?
—¿Me lo pregunta en serio?
—Camina cuanto menos…
—Lo mínimo indispensable, cada vez menos, tengo miedo de desprenderme en el camino.
—¿Cómo duerme?
—Atado.
—Me refiero a si puede conciliar el sueño o…
—Me cuesta muchísimo, supongo que el hecho de no poder cambiar de posición en la cama una vez que me acuesto tiene bastante que ver. Cuando logro dormirme puedo llegar a 2 o 3 horas seguidas de sueño constante, en los días buenos.
—¿Pesadillas?
—Todas las noches.
—¿Y no se mueve mientras duerme?
—Ya le dije que me ato a la cama.
—¿Cómo lo hace?
—Tengo mi sistema: cuerdas, manivelas, poleas.
—Lo ayuda su pareja, supongo.
—Ayudaba, me abandonó hace dos años.
—Ah, disculpe.
—No se inquiete, es comprensible, yo hubiera hecho lo mismo.
—Y ahora ¿hasta donde se extiende la anomalía?
—¿Ve este pañuelo de seda al cuello en pleno verano? ¿Eso le dice algo?
—Comprendo. Ahora entenderá usted que ha dejado que la situación avance demasiado. Temo que sea poco lo que quede por hacer.
—¿Quiere decir que no hay esperanzas?
—Siempre hay, podríamos suturar –pienso en voz alta– pero sólo sería una solución de compromiso. Podríamos cortar. Abrir y unir, pero no garantiza que el proceso no se reedite, amén de los riesgos inherentes a una cirugía de esas características.
_Doctor…
—Sí.
—Qué cree usted que pase cuando tome la cabeza.
—Lo ignoro, dependerá de la forma de la cesura.
—¿No puede llegar a revertirse el proceso?
—¿Y usted qué cree?
—…
—Ya terminamos con el cuestionario. Ahora recuéstese y quítese el chaleco, el corsé, los arneses y las vendas. Voy a revisarlo.
Ariel Idez
—Sin dolor. Apenas una leve molestia al caminar.
—¿Renguera?
—Menos que eso. Un cosquilleo, un titubeo al mover las piernas con cada paso.
—¿Dónde se manifiesta?
—Comienza por la ingle, exactamente como una prolongación de la entrepierna.
—¿Evoluciona rápidamente o…
—No, crece a una tasa infinitesimal, pero constante. Resulta imperceptible a lo largo del día o el mes. Se mide en años.
—¿Cuántos hasta la fecha?
—Doce.
—¿Por qué no acudió usted antes?
—Incredulidad, insensatez, incluso dejadez, ¿quién sabe? Le soy sincero, en realidad esperaba que el proceso se revirtiera, o se interrumpiera al menos.
—¿El progreso es rectilíneo, uniforme?
—No, parece que evoluciona según un patrón aleatorio, zigzagueante. Creo entender que por respeto a los órganos nobles.
—Supuraciones, excreciones…
—Ninguna.
—Marcas, cicatrices.
—En absoluto, piel lisa, algo más pálida. Colorada con el paso del tiempo, por la fricción.
—Ahá, la fricción.
—El afán de conservarme, el disimulo.
—¿Infecciones?
—No. Evito las llagas untando la zona con vaselina y otros lubricantes naturales.
—¿Folículos pilosos?
—¿Qué?
—Pelo, bello.
_No, nada de pelos.
_¿Urticaria?
_Creo que no, no.
—¿Picazón?
—Sí, muchísima, pero solamente en el extremo.
—En la “zona activa”, quiere decir usted.
—Por llamarla de alguna manera, sí.
—¿Dificultades en la digestión de alimentos?
—Sí, se me han declarado a partir del abdomen.
—¿Soluciones?
—Abandoné los alimentos pesados, grasas, fritos y experimenté una notoria mejoría. Lo atribuyo a que la vesícula debe haber quedado aislada del hígado.
—¿Relaciones Sexuales?
—Imposible. No fisiológicamente, conservo mi aparato reproductor en una pieza. Es la impresión sobre todo, que aniquila el deseo.
—¿Propio?
—Y ajeno.
—¿Circulación?
—Confusa. Experimento frecuentes taquicardias y bradicardias. Boqueo y me fatigo con facilidad, pero también podría deberse al esfuerzo cada vez más extremo al que tengo que someterme para salir a la calle y hacer, como se dice, “mi vida normal”.
—¿Respiración?
—En los últimos tiempos alterada, disminuida. El plexo se contrae, pero el aire no ingresa satisfactoriamente a los pulmones. Temo que la agitación acelere el proceso.
—¿Dificultades para expulsar el aire?
—Aún no.
—¿Para hablar?
—Se me aflauta la voz, como habrá notado.
—¿Paliativos?
—Muchos, de todo tipo. A las pomadas, ungüentos y lubricantes hay que agregar cinturones y fajas, sobre todo en la primera etapa, a la que después sumé las vendas. Más adelante descubrí los beneficios del corsé, posteriormente reforzado con arneses de acero, como los que se utilizan para corregir los casos serios de escoliosis. En los últimos tiempos me he visto obligado a recubrir el conjunto con un chaleco de fuerza, de ahí mi aparente robustez. En verdad soy un alfeñique.
—¿Dolores de espalda?
—Concomitantes, agudos. Combatidos con una batería de analgésicos y antiinflamatorios.
—¿Actividad física?
—¿Me lo pregunta en serio?
—Camina cuanto menos…
—Lo mínimo indispensable, cada vez menos, tengo miedo de desprenderme en el camino.
—¿Cómo duerme?
—Atado.
—Me refiero a si puede conciliar el sueño o…
—Me cuesta muchísimo, supongo que el hecho de no poder cambiar de posición en la cama una vez que me acuesto tiene bastante que ver. Cuando logro dormirme puedo llegar a 2 o 3 horas seguidas de sueño constante, en los días buenos.
—¿Pesadillas?
—Todas las noches.
—¿Y no se mueve mientras duerme?
—Ya le dije que me ato a la cama.
—¿Cómo lo hace?
—Tengo mi sistema: cuerdas, manivelas, poleas.
—Lo ayuda su pareja, supongo.
—Ayudaba, me abandonó hace dos años.
—Ah, disculpe.
—No se inquiete, es comprensible, yo hubiera hecho lo mismo.
—Y ahora ¿hasta donde se extiende la anomalía?
—¿Ve este pañuelo de seda al cuello en pleno verano? ¿Eso le dice algo?
—Comprendo. Ahora entenderá usted que ha dejado que la situación avance demasiado. Temo que sea poco lo que quede por hacer.
—¿Quiere decir que no hay esperanzas?
—Siempre hay, podríamos suturar –pienso en voz alta– pero sólo sería una solución de compromiso. Podríamos cortar. Abrir y unir, pero no garantiza que el proceso no se reedite, amén de los riesgos inherentes a una cirugía de esas características.
_Doctor…
—Sí.
—Qué cree usted que pase cuando tome la cabeza.
—Lo ignoro, dependerá de la forma de la cesura.
—¿No puede llegar a revertirse el proceso?
—¿Y usted qué cree?
—…
—Ya terminamos con el cuestionario. Ahora recuéstese y quítese el chaleco, el corsé, los arneses y las vendas. Voy a revisarlo.
Ariel Idez
Etiquetas: Relatos
20 Comentarios:
Te lo repito: impecable. Y creo que es tu máximo logro en el casillero 'títulos'. Y el recurso de contar a través de un diálogo está muy bien. (Y no es tan obvio lo que pasa, porque de hecho en la primera lectura no había entendido lo que pasaba.)
Sí, es probable lo del título, especialmente comparándolo con otros de antigua data. Hablé con otra persona que lo leyó y parece que no se entiende tanto. Mejor así.
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Yo les puedo asegurar que no se entiende nada. Lo leí dos veces. Iba a leerlo una tercera, pero desistí, porque sabía que tampoco iba a entender. Y ahora me van a tener que decir qué le pasa al tipo, porque quiero saber!!
Ariel: está muy bueno, porque se nota que vos sabés exactamente qué le pasa. Tenés la imagen precisa del tipo y de su "falla". Pero te digo que para el lector es un misterio (o al menos, para mí, ja). Y las cosas que una puede llegar a imaginar están muy buenas. Se me cruzó "Crash" (de Cronenberg) por la cabeza mientras lo leía y también Frida Kahlo.
ariel, yo tampoco sé muy bien que le pasa, ¿está en pedazos? ¿es un psicótico? no sé, pero me hizo acordar mucho a esta novela de roth que te recomiendo que la leas, que se llama "el pecho", es de un prof de literatura que un día se convierte en una gran teta, y queda varado en el hospital, y está lleno de diálogos con el médico, con el psicoanalista y con su jefe en la univ, todos estos diálogos los mantiene en su condición de teta.
aclaración: me hizo acordar por el tono y por lo rídiculo de la situación, pero son diferentes. ¿esto es parte de otra cosa? ¿continúa?
Yo lo imagino con cortes por todo el cuerpo, grandes cortes que empiezan de afuera hacia adentro, como si lo hubieran rebanado con un cuchillo. Imagino que si el tipo abre las partes separadas por el tajo, se le pueden ver los músculos y los órganos internos... Muy feo...
A mí me parece que el tono no es ridículo, sino muy serio y que de verdad pasa algo realmente malo y grave. Yo le creo al tipo todo lo que dice. No creo que esté loco. Pero por ahí se saca todo lo que tiene puesto y el médico se da cuenta de que no le pasa nada. Quién sabe. Sería una pena...
Me parece muy bueno, Ariel. Y espero que nos digas qué cuernos le pasa. ¿Es como esos acertijos que no podés sacar y que cuando te dicen la respuesta, vos decís: "pero claro, cómo no me di cuenta antes!!"?
me encantó, y aunque es cierto que no se entiende, me pareció que era parte del encanto del texto, que era como esos cuentos que dejan un espacio de silencio que el lector llena por sí mismo o bien vive como una gran interrogación que lo inquieta. Inquietante: esa es la palabra.
La vaga sensación que me vino es la de ser una falla, como una falla geográfica además de una falla orgánica, una gran grieta abriéndose y partiendo al medio al tipo, de a poco...
Me gusta.
Si de traer recuerdos se trata, me recordó al Virgilio Piñera de _Los cuentos fríos- y a cierto Cortázar.
Abrazos, A
claro, sí, una falla geográfica, que lo parte en dos, en forma vertical, en una parte izquierda y otra derecha, ¿no? lo que no me cierra es que busqué dónde quedan la vesícula y el hígado y ambos quedan del mismo lado (del derecho)... aunque el hígado tiene un lóbulo derecho y otro izquierdo... las cosas que se aprenden con un cuento...
y sí, coincido, la palabra es "inquietante".
Gracias a todas por sus comentarios. Al fin y al cabo, me parece más interesante lo que ustedes tienen para decir sobre el texto que lo que yo, en carácter de autor, pueda decir al respecto.
A la pregunta puntual de si tiene continuación, digo que por ahora no, pero uno nunca sabe (voy a chequear la novela de Roth, no lo tenía en esa veta fantástica).
Me alegra que les haya gustado y disparado tantas ideas.
Saludos
lo del hígado y la vesícula se entiende porque la falla no progresa en forma rectilínea, sino zigzagueante, no?
me hizo reír la aclaración del pobre fulano al médico, que no es justamente el deseo propio el que disminuye con la falla.
muy divertido para mi y bastante cortazar, y por que no también variación de la metamorfosis, si comentar incluye también este ejercicio ...
saludos y voy por el hombre teta de syp-roth
espantoso y fanfarrón como todos ustedes
Gracias Hipo, toda hipótesis está de antemano permitida, en cuanto a las influencias, todas me honran.
Saludos
Anónimo, ponete un nombre al menos, me das pena.
La vez y 1/2 que lo leí quedé claro que al tipo le habían salido alas. Da lo mismo lo que se dice en el texto mismo. Lo imagino partiéndose por culpa de la emergencia de sus alas. Qué lindo sería. Por lo demás, da lo mismo qué diga uno u otro, sino lo que el texto quiere gritar, en mi cerebro, como una caja de resonancia sónica. Abrazos a todos.
muy buen relato
un profesor de la facultad solia decirnos:
lo que es una "falla" para algunas culturas, es una virtud para otras
El cuento me hizo acordar la película Tetsuo, de Shinya Tsukamoto. Pero digamos que este sería un capitulo paralelo en su vida, en la que decide ir al médico y contarle un poco de sus dolencias.
Muy bien logrado.
Muchas Gracias Salgado, su lectura cobra vuelo, me alegra que le haya gustado. Un abrazo grande
Gracias Jime, sabias las palabras antietnocentristas de su profesor.
Gracias Nacho, procuraré ver la película.
Yo creo que en esa ambigüedad, en ese no poder determinar con certeza de qué falla habla el relato es donde reside su fuerza.
ya de por sí sugestivo, lo que remite a una grieta, partición, error, accidente geográfico?
lo bueno es la posibilidad de irnos metamorfoseando con el protagonista, cronenbergnianamente, mutaciones, disloques donde el cuerpo estalla, excrecencias fagocitando la ¿enfermedad? la ¿normalidad?.
me gustó mucho Ariel
Lilián
Lilián, muchas gracias por tu lectura, me alegra que te haya gustado el relato.
Saludos
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