Hay que salir
Si Catón fuera poeta (que lo es) y si la prosa imitara los modos de circulación de la poesía (que lo hace) al referirme a Ya no salimos (Mansalva, 2010) yo diría que se trata de la poesía reunida del autor, ese volumen con el que una editorial de peso premia al poeta que supo infiltrarse en el circuito literario con el goteo de las plaquetas. En estos tres largos relatos o petites nouvelles Catón se mueve con destreza del realismo al Csi-fi criollo, del pulso poético a la precisión de la economía narrativa, del relato clásico a la literatura posautónoma. Celebremos que no tengan nada en común porque cada uno despliega sus saberes, depara sus sabores y, gancho publicitario al margen, constituyen “tres libros en uno”: la prosa reunida de Catón.
En el primer relato, que da nombre al libro, Catón paga en la casilla de Fogwill el peaje de las influencias y (como se verá después) sigue su propio camino. La voz (muy lograda) de una esposa rica que tiene tristeza, va puntuando a la manera de entradas de un diario las escenas de una vida que gira en descubierto (“todavía me falta bastante pero dicen que después que cumplís los cuarenta la vida se termina”), un marido publicista exitoso (“Esteban se fue a filmar una campaña a Miami. Hoy me llamó. Cuando no está se pone afectuoso”), amigas famosas (Vero estuvo en el programa de Susana. Habló muy bien. Habló de todo. De Nahuel. De Martín. De la película nueva. De los desaparecidos”), cómo tratar a la servidumbre (“Me gustaría que las muchachas me duren. Pero se me van”.) y la consabida mudanza al country (“Esteban no quiere que le diga country. No queda bien. Prefiere que lo llame el barrio o Santa Clara. Igual, cada tanto se me escapa un ‘cantri’”).
En el último texto “El camino del solo”, Catón incursiona en un género poco transitado por la literatura argentina: el post-apocalíptico. Un tipo que se quiere matar termina siendo el último que queda con vida después de la hecatombe que acaba con la humanidad. El tema, que ha sido explotado en la literatura desde el Richard Matheson de Soy leyenda al Cormac McArty de La carretera encuentra en la versión catoniana el atractivo de su traducción local (al fin y al cabo el mérito del género se revela en el matiz). Un hombre devastado por la desgracia personal (“el divorcio es una catástrofe”) encuentra en el fin de la humanidad una curiosa vía de redención; después de todo el fin de un amor es poco menos que la devastación de la especie. Es una historia de redención, no de supervivencia, por eso Catón apenas insinúa los peligros clásicos que acechan a este tipo de héroes (jaurías de perros asesinos, cataclismos naturales, otros sobrevivientes que compiten por los escasos recursos) y enseguida los conjura o los aleja sin más para alojar a su personaje en un hotel de lujo y concentrarse en la reconstrucción interna de su tejido emocional hasta llegar a una escena de bucolismo chacarero con ganado y mieses; casi como una declaración de principios: si la literatura argentina empezó con un gaucho, culminará con un estanciero.
Dejo para el final el segundo relato: “Noches del Yacaré” no por ser el más logrado (los tres textos lo son, todos exhiben la “naturalidad de lo muy trabajado”) sino el más “catoniano” o al menos el que rezuma más personalidad literaria. “Noches” es un cocktail con una parte de crónica, dos de poesía y una de autobiografía que Catón prepara y sirve con destreza de barman para que el lector agradecido se lo lleve a los labios. Relato de iniciación, sí, con todos los ingredientes: joven de provincias que arriba a la gran ciudad y sintoniza rápidamente con el clima de la bohemia poética de los 90’ y lleva adelante con un grupo de amigos (Fontana, Bode) el (con el tiempo) mítico ciclo de lecturas “Yacaré Cumbiao”. Y si bien hay historia(s) que se tienden como hilos lo que más suma en “Noches” es el estilo, hecho de breves entradas puntuadas por subtítulos que, como bien señala Gustavo Álvarez Núñez en la contratapa, remiten o recuerdan el efecto de esos titulares de neón que usaba Godard en Alphaville. Los subtítulos funcionan como los nudos de una red y como dijo Libertella “la verdad de la red es puro agurero”, ese 1,5 % de materia y 98, 5% de vacío logra capturar en cuarenta páginas el espíritu de una década. Efecto de recepción o mimesis poética, los párrafos tienen la cadencia de la poesía de los noventa, por lo que la época está tanto en lo que se cuenta como en el modo de contarla. “Noches de Yacaré” es la Educación sentimental de los ’90. Dejo tres muestras y no digo más, vayan y lean.
PELICULA: Después de tomarnos declaración, el secretario de juzgado nos cerró la causa. No hacía falta mucha astucia para descubrir que éramos inofensivos. Pero nos dijo que teníamos veinticuatro horas para volver a Buenos Aires.
-Es como en Rambo -comentó el Chungo.
FITO: El Bode ganaba mucho por la canción de Fito, pero no cogía nunca. Y si cogía, embarazaba. Ya le había pasado antes. A decir verdad, salvo Fontana que tenía pinta porque era pintor, los demás no cogíamos mucho. La literatura es cosa de feos.
La ESSO: Amanece. Fast Food de la estación de servicio frente a la Plaza Pizzurno. El superrancho con mostaza, mayonesa y ketchup es la metáfora suprema de la derrota.
VEREDAS: También voy a contar cómo susurra la soledad en la madrugada. Es como el motor de un coche que va perdiéndose en el silencio unos minutos antes de que los porteros salgan a baldear la vereda.
Ariel Idez
5 Comentarios:
Muy buena reseña. Te agita. Desde ya, pica en punta el relato post-apocalíptico. El giro 'hotel de lujo a todo culo' es un toque personal allende cualquier cacofonía. Aplausos.
Gracias Compadre. Mi preferido es "Noches del Yacaré" pero sin duda vos te vas a inclinar por el postapocalíptico, que no tiene desperdicio. A propósito, al hablar del hotel, Catón lo llama "Falena", no sé si será una errata, un artilugio para evitar demandas legales o una sutil manera de decir que esta lleno de felones.
Abrazos
Y el próximo miércoles, Catón lee en vivo en una nueva edición de "No lo intenten en sus casas". Ampliaremos
falena
1. f. Nombre común de diversos insectos lepidópteros de cuerpo delgado y alas anchas y débiles, cuyas orugas simulan el aspecto de las ramas de los árboles.
Aunque no tenga nada que ver con la cosa, por supuesto.
Ariel: Interesante blog. Tu articulo tambien me llamo pero lo tengo que leer con mas detenimiento. Vi tu libro, LITERAL. Bien. Bien. UQe la diversion de otra epoca sean exitos en esta!!!!!
Publicar un comentario
Suscribirse a Comentarios de la entrada [Atom]
<< Página Principal