El Mate Tuerto

"Se fingirá el saber que no se tiene."

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Nombre: El Mate Tuerto
Ubicación: Argentina

05 octubre, 2006

Perfeccionismo, Parte I

El año pasado me mudé a una pequeña y miserable habitación en una antigua casa de Toronto. La dueña, una polaca con pocos pruritos, me aclaro que iba a tener que compartir la cocina y el baño con otra persona, pero me prometió que esta persona iba a ser rigurosamente seleccionada y que, por lo tanto, no iba a tener problemas de convivencia con ella. Confiado en su palabra, estiré mi mano y le extendi un cheque con la suma correspondiente. Al dia siguiente me mude.
Los dias transcurrian apaciblemente para mí, hasta que un dia conoci a quien iba a ser mi compañero de convivencia por un año: una mole de unos 150 kilogramos, con un rostro de profunda satisfacción. Parecía simpático. Era inglés y fanático del fútbol. Lo primero que hizo cuando me vió fue aclararme que era una persona muy limpia y ordenada, y que iba a lavar los platos cada vez que terminara de comer. También me prometió que iba a usar la cocina (si es que se le puede llamar cocina a un lugar en el que apenas cabían una heladera, una hornalla y un gordo) apenas dos o a lo sumo tres veces por dia, porque estaba a dieta. Seducido por su amabilidad y agradecido con la polaca de pocos pruritos, le dí la bienvenida a la casa, no sin antes haberle fregado por la cara, por supuesto, la anécdota de la mano de Dios.
Los días siguieron transcurriendo, aunque ya no tan apaciblemente. Resultaba ser que el gordo, vamos a llamarle ‘Luke’ por respeto a su condición física, no sólo no estaba a dieta sino que además pasaba horas y horas en la cocina. Era un poeta de la cocina. Revolvía sus salsas elaboradas por un largo rato, un muy largo rato, lentamente. Miraba con cariño las especias que les iba a agregar y se inspiraba en aromas de todo tipo. Claro que esto no significaba que en aquellos idílicos momentos se dedicaba a elaborar finos platos franceses. Sus preferencias eran mas bien grasosas hamburguesas, pochoclos, frituras, salsas de mala calidad, salchichas y otras yerbas. Estas largas sesiones culinarias se repetían una y otra vez, a cualquier hora del dia. 3 de la mañana, 5, 11, no importaba. Nada detenía a Luke en su afán por cultivar la glotonería. Ni siquiera mis ocasionales y tímidos intentos de hacer una ensaladita.
Qué hacía Luke el resto de las horas, preguntarán. Trabajaba? Salia con sus amigos? Iba a la cancha a ver partidos de futbol? Nada de eso. Miraba televisión. Horas y horas. Entre hamburguesa y pochoclos, una serie de Fox. Entre el primer y segundo tiempo de un partido de fútbol, unas papas fritas. Así transcurria la vida de Luke. No trabajaba, seguramente gracias a algún generoso subsidio de desempleo del gobierno canadiense, y su vida se reducía a la pereza y la gula. Nunca una mujer, nunca una preocupación, nunca una gran tristeza, nunca una euforia, nunca un gran riesgo, nunca una gran derrota, nunca una gran alegría. Era, en pocas palabras, una vida simple y sencilla. Una vida feliz, según él mismo sostenía. Feliz?


Xilofón

10 Comentarios:

Anonymous Anónimo dijo...

Continuara...

5/10/06 11:28  
Anonymous Anónimo dijo...

Los criterios de felicidad son relativos a cada individuo. Nada impide que, prima facie, ese sujeto fuera feliz. Sospecho que, como los seres humanos no somos tan diferentes (en general), nuestro gordo alberga en su coleto pasiones insatisfechas. La de mujer es la que se me impone primero. Sospecho que hay allí más verguenza y timidez que indiferencia. Pero quizás no, quizás no...
Dejemos al inglés en paz. Él ha hecho sus jugadas, y a él atañen principalmente. ¿Queremos eso para nuestras vidas? No. La pregunta que surge es: ¿debemos legislar en cuestiones de formas de vida? ¿No será mejor dejar de lado, lisa y llanamente olvidar todo el asunto?

PD: ya vendrán quienes mentarán a Ignatius Reilly. Y, a pesar de que el inglés parece libre de todo resto de cultura, la referencia no será en vano.

5/10/06 12:15  
Blogger xenia dijo...

Efecto "qué decadente es mi housemate" al palo.
No debe haber nada más triste que ponerse a pensar si acaso uno no es el housemate decadente de alguien. Pero capaz que aún bajo tu mirada de housemate relativamente menos decadente y todo, al gordo no le importaba y era feliz igual, nomás.

5/10/06 21:45  
Anonymous Anónimo dijo...

yo creo que deberia hacerte un lugar en la cocina... quizas, convidarte algun grasoso banquete... por que no, invitarte a mirar el partido... la liga canadiense despierta pasiones descontroladas (¿hay pasiones controladas? si son controladas ¿son pasiones? bueh).
luke me parece un housemate ideal: no molesta...
acaso solo superado por un housemate de esos que te invitan a las fiestas de la prepa o de los alfa-beta o, mejor, de los lamda-lamda-lamda.
zatoichi

7/10/06 01:03  
Anonymous Anónimo dijo...

Yo creo que tendrías que haberle dicho (o cantado)
"La pinta es lo de menos/vos sos un gordo bueno"
la-la-la-la-la

9/10/06 15:47  
Anonymous Anónimo dijo...

y pa cuando la parte II? Queremos saber cómo es esto del perfeccionismo. No nos defraude, Xilofón. Se intoxica el gordo? Se atratataganta, digo, se atraganta con un pretzel y decide volverse vegan?

9/10/06 20:29  
Anonymous Anónimo dijo...

Me parece que ese sujeto de la tele y la comida, es el sujeto feliz, pero no feliz de sí mismo, sino feliz de los medios y de las grandes corporaciones gastronómicas.
Por supuesto que no se puede legislar sobre la felicidad ajena, pero el punto también es que si no hay horizonte, hay una animalización, una alienación importante, pero menos dañina que otras, claro. Ese sujeto parece no hacer el mal más que a sí mismo.
Pero, ¿podría ser o hacer otra cosa que eso?
Si no pudiera, entonces su vida es inmejorable. Lo digo por experiencia, cambio el pochoclo y las hamburguesas grasientas por mate, cerveza, vino tinto, y hete aquí que ahí me veo.

salud.

10/10/06 21:12  
Anonymous Anónimo dijo...

MP: No, no creo que sean relativos a cada uno. Podemos legislar sobre eso; eso es lo que un perfeccionista pretende hacer. Ya se, todo el mundo se me va a calentar porque voy en contra de las intuiciones de la clase media argentina (a la cual pertenezco, evidentemnte).
Xenia: Mi housemate era efectivamente decadente. Lo digo abiertamente.
Zato: la verdad que no molestaba mucho, salvo cuando el olor a pochoclo entraba al cuarto a las tres de la maniana. pero hasta a eso me acostumbre.
Zedi: aunque no lo creas, se lo dije en forma diplomatica:)
ER: si, su vida era mejorable en casi todos los aspectos. Esa es una de las cosas desesperantes de el.

11/10/06 01:26  
Anonymous Anónimo dijo...

Desde lo hondo de la clase media argentina, desde mi condición de progre burgués posmo, te apostrofo: estás en pedo. Y me voy encima tuyo: los criterios de felicidad sí son contextuales (y más específicamente, relativos a cada individuo).
Te insto, sin embargo, a escribir la segunda parte, donde quizás nos expliques de qué la va esta cosa tan antagónica a mis convicciones. Y ahí podemos abrir el debate. (Habrás notado que me limité a repetir mi posición, sin dar un puto argumento.)

11/10/06 13:12  
Anonymous Anónimo dijo...

Con u namigo siempre discutimos si el ignorante es feliz en verdad solo por no conocer el abanico de posibilidades que ofrece el mundo para pasarla bien, pero así mismo ese conociemiento también puede provocar sufrimiento. Para mí el tipo no es feliz, es cautivo del no saber.

12/10/06 01:14  

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