Maniqueísmo
El chico del centro es abierta o veladamente soberbio. Es instruído, misterioso, drogadicto. Habla demasiado o demasiado poco. (El exceso, la falta de mesura que quizás, según algunos, sea el distintivo del diablo.) Es promiscuo e incurre en todo tipo de aberraciones sexuales. Fácilmente podría catalogárselo de bisexual. Es tolerante, al menos en apariencia –y la apariencia la antepone a todo. Por sobre todas las cosas, es egoísta. No sabe de lealtades, por lo que no es extraño enterarse de que haya estado con la mujer de su mejor amigo. Es seductor, y es conciente de que lo es. Gusta más de ser amado que de amar, y prefiere la infelicidad al ridículo. Jamás jugó al fútbol ni practicó deporte alguno. Por supuesto: se ufana de ello. Vota siempre en blanco, no vayan a achacarle la responsabilidad de una medida o un gobierno. No vayan a achacarle ninguna responsabilidad. Detesta quedar afuera de un chiste. En caso de padecerlo, resta importancia al asunto. Pero, vengativo, no ceja hasta cobrar sus deudas. La plata nunca es un problema, ni lo será.
El pibe de barrio es franco, generoso, y de tan desprendido, es boludo. Carece de dobleces, y se envanece de ello. Por eso es más fácilmente hipócrita: porque la va de bueno, y nadie es bueno. Consume cerveza en cantidad. Ocasionalmente probó la marihuana, pero nunca fue más allá. Es hombre de una sola mujer, lo que lo hace carne de cuernos –y en esto no se diferencia del resto de la humanidad. (Las esporádicas putas que pudiera consumir no suman en su contabilidad de fidelidad.) Hace lo posible por no vestirse bien. Los códigos están ante todo: jamás se le cruzaría por la cabeza yacer con la mujer de un amigo, que, como es público y notorio, no es una mujer. Le gusta sobremanera declamar esto a los cuatro vientos. Quizás, en una de esas, tenga la oportunidad de negarse y mostrarse como un hombre. (Pero mejor no lo tienten.) Va siempre a la cancha, juego al fútbol con regularidad –y esa es toda la actividad física que realiza. Trata a todos por igual, y es machista, xenófobo y homofóbico. Hace de la ignorancia una bandera. No le interesa la política, y no entiende de ella (por una vez, es sincero). Los amigos ante todo, la familia ante todo; que nadie se atreva a tocar a su vieja. Hay que laburar, y lo hace de sol a sombra. No por eso la plata deja de ser un problema.
Uno de los motivos por los cuáles se establecen dicotomías es para sustraerse a ellas. Uno –quien las establece- no cae en ninguno de los casilleros, que curiosamente agotan las posibilidades del dominio. Y aunque esto es así, uno se postula como la imposible tercera opción. Otro de los motivos para instituirlas es para ponerse por sobre ellas. Uno –quien las establece- es más que cualquiera de estas posibilidades. Bien por uno.
Yo, el demiurgo de estas dualidades, cumplí mi objetivo. Quiero que sepan que no soy ni un chico del centro ni un pibe de barrio. En parte, porque ya no soy chico –y nunca fui pibe. Porque, quiero que se enteren, soy cada vez más quien quiero ser: un dechado de virtudes. Cada vez más, de modo cada vez más evidente, estoy convirtiéndome en el egoísta, soberbio, charlatán, desleal, irresponsable, vengativo, avaro, pelotudo, hipócrita, vago, machista, xenófobo y homofóbico que siempre quise ser.
Matías Pailos
El pibe de barrio es franco, generoso, y de tan desprendido, es boludo. Carece de dobleces, y se envanece de ello. Por eso es más fácilmente hipócrita: porque la va de bueno, y nadie es bueno. Consume cerveza en cantidad. Ocasionalmente probó la marihuana, pero nunca fue más allá. Es hombre de una sola mujer, lo que lo hace carne de cuernos –y en esto no se diferencia del resto de la humanidad. (Las esporádicas putas que pudiera consumir no suman en su contabilidad de fidelidad.) Hace lo posible por no vestirse bien. Los códigos están ante todo: jamás se le cruzaría por la cabeza yacer con la mujer de un amigo, que, como es público y notorio, no es una mujer. Le gusta sobremanera declamar esto a los cuatro vientos. Quizás, en una de esas, tenga la oportunidad de negarse y mostrarse como un hombre. (Pero mejor no lo tienten.) Va siempre a la cancha, juego al fútbol con regularidad –y esa es toda la actividad física que realiza. Trata a todos por igual, y es machista, xenófobo y homofóbico. Hace de la ignorancia una bandera. No le interesa la política, y no entiende de ella (por una vez, es sincero). Los amigos ante todo, la familia ante todo; que nadie se atreva a tocar a su vieja. Hay que laburar, y lo hace de sol a sombra. No por eso la plata deja de ser un problema.
Uno de los motivos por los cuáles se establecen dicotomías es para sustraerse a ellas. Uno –quien las establece- no cae en ninguno de los casilleros, que curiosamente agotan las posibilidades del dominio. Y aunque esto es así, uno se postula como la imposible tercera opción. Otro de los motivos para instituirlas es para ponerse por sobre ellas. Uno –quien las establece- es más que cualquiera de estas posibilidades. Bien por uno.
Yo, el demiurgo de estas dualidades, cumplí mi objetivo. Quiero que sepan que no soy ni un chico del centro ni un pibe de barrio. En parte, porque ya no soy chico –y nunca fui pibe. Porque, quiero que se enteren, soy cada vez más quien quiero ser: un dechado de virtudes. Cada vez más, de modo cada vez más evidente, estoy convirtiéndome en el egoísta, soberbio, charlatán, desleal, irresponsable, vengativo, avaro, pelotudo, hipócrita, vago, machista, xenófobo y homofóbico que siempre quise ser.
Matías Pailos
11 Comentarios:
Quiero decirte que para las chicas de clase media acomodada, en la adolescencia, no elegíamos entre ninguno de éstos dos muchachos. Andábamos con ambos, para hacer enfurecer a nuestros padres en parte, y no hacer carne la tercera opción. Claro que luego crecimos.
"Va siempre a la cancha, juego al fútbol con regularidad –y esa es toda la actividad física que realiza."
Nótese el "juegO al fútbol". Desliz de una primera persona que, todos sabíamos, era el narrador. El chico de barrio puede tratar de ser impostado, pero siempre será chico de barrio. Por eso queremos al chico de barrio.
faaaaaaa...toda una declaración de principios!!
Se está defendiendo de alguien en particular?
saludos.
'Las esporádicas putas que pudiera consumir no suman en su contabilidad de fidelidad.'
Bueh...
Me estoy defendiendo del chico del centro y del pibe de barrio, por supuesto.
ML: no estoy muy seguro de esto, pero creo que no todo error es un fallido. (Freud decía que a veces un habano era solo un habano. A él tampoco le creían.) Si desde ahí se me ve como barrial, es solo porque usted es más central que yo.
Ema: usted comprende que no suscribo, ¿no?
definitivamente no sos ninguno de los dos (como decis, nadie lo es)...
y si... sos mejor que antes.
Hacen temblar los vidrios de mi casa todas las líneas de colectivos, al lado tengo un restaurante y enfrente un bar. Ya no puedo caretearla, por mucho que me gustaría, el mío no es barrio. Una lástima.
(Deberías escribir también sobre la piba de barrio y la chica del centro.)
Pocas cosas mas sabrosas que saberse fallido e hijo de puta.
Felicito su tercera opción.
Desde acá se lo ve divino!
Gracias totales.
El que avisa no es traidor
Le hago un pedido estimado Zedi? Porque no se escribe un post desarrollando esa frase/título: "El que avisa no es traidor"
saludos.
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