Mientras cae la lluvia
Es difícil estar preparado para los grandes acontecimientos. Muchos de ellos requieren nuestra distracción para ocurrir. Puede que eso explique, en parte, cómo es que no vi llegar uno de los recitales de mi vida.
Este complemento, ‘… de mi vida’, suele despertar resquemores. ¿Por qué esa compulsión a establecer jerarquías? ¿Por qué no agotarse en el disfrute, para qué parangonar eventos –con el consiguiente deprecio de algunos, valiosos ellos? Tienen razón; no hay necesidad de hacerlo. Porque me gusta, es una primera respuesta. Porque así es el juego, es otra. Porque eso agrega dramatismo y adoro el dramatismo, vale como una tercera.
Embarcado en estas y otras reflexiones, bajé de un 130 que supo demorarse como la más minita de las minitas, y caminé las cuadras que separan Libertador de Figueroa Alcorta, y los metros que distancian a ella del Planetario. Confieso que, al no ver el escenario de buenas a primeras, temí que el recital se hubiera suspendido, que fuera en otro lado o en otra fecha. Y me puteé. Alto y fuerte. Pero como no di pábulo a mis temores, seguí buscando. Inmediatamente vi gente, cada vez más densamente apretada, en lo que desde mi perspectiva era el reverso del Planetario. Y corrí, confieso que corrí. Ahí estaba, la banda del arrabal rockero ‘Ángela Tullida’. Conviene distinguir el arrabal rockero, afluente del tango y de la milonga y del vals, pero también, y sustancialmente, de Nick Cave y Tom Waits y el Balcan-rock de Kusturica y Bregovic, del rock arrabalero, tipo Gardelitos, que funge con el rock chabón de, por caso, Callejeros.
No me mató. Un whiskero sentado dándole a la guitarra, queriendo aparentar decadencia de noches de cocaína y puteríos de Constitución, con un violinista y algunos otros músicos detrás. Simpático, sin embargo. Denme diez escuchas más y soy hincha (no practicante, eso sí que no).
Busqué y encontré: PH daba vueltas como bola sin manija… ah, no: ese era yo. Él solo me buscaba. Me apropicué adonde aguardaba L, líder de señera banda de rock, y nos embarcamos en un debate sobre el tipo musical de su mundo, de su empresa, de su mundo de hoy. ‘Power depresivo’, ‘rock suicida de dientes apretados’, ‘yo, y toda esta gente, estamos dispuestos a matar por Prozac’, fueron algunas de las etiquetas que se barajaron. PH comenzó a armar. Temí que, una vez más, perdiera todo el material en el camino. Fue peor: se nos agotaron las sedas.
La juventud está perdida. Nadie fumaba. Nadie, de las quinientas, mil personas reunidas, tenía un porro encendido. Salí de expedición, y recibí más rechazos que los que habitualmente me deparan las mujeres. ‘¿Qué es una seda?’, me preguntó uno, con un pucho entre los dedos. No, creo que no me estaba cargando.
Lo bueno de fumar con tus alumnos es que podés reconocer potenciales proveedores. Este se materializó en forma de un pelirrojo, buen pibe, inteligente y eficaz. No tenía, pero estaba con gente que probablemente, en una de esas, quién te dice. Se ha cantado ¡Bingo! en la sala: tenía.
En el ínterin, comenzó una llovizna que pronto devino lluvia, en intensidad creciente. En el ínterin, subió una orquesta de bossa y funk y soul y lounge y psicodelia y música de películas. ‘Brian Storming’, se hace llamar. Ahí. Casi simpático. Re cool. Lo cool de lo cool. ¿Sangre? No, de eso no tenían. Música amable, no se crean, y muy variada. Muy buena, estoy seguro. No es para mí. (Pero mi mal gusto es proverbial, así que…)
Michael Stipe, cantante de R.E.M., cuenta, cada vez que alguna pregunta pasa besando el poste, que ver a Patti Smith en vivo fue una de las cinco experiencias más importantes de su vida. ‘No musicales; fue una de las cinco experiencias más importantes de cualquier ámbito de mi vida’. Sin exagerar, escamoteando todo potencial escandaloso a la declaración, podría contar la performance de Reincidentes de esa noche como una de las cinco experiencias musicales, en vivo, de mi vida.
Claro que hablo de la Pequeña Orquesta, y no de los gaitas punk. Pero como peino canas, como los vi por vez primera hace diez años, cuando no se habían agregado primer y segundo nombre, para mí siguen siendo los Reincidentes. Ya estábamos bien fumados, eso es un detalle a señalar. Los teníamos a cinco metros, en el centro. Los primeros temas ya me pusieron al palo, y a PH le pasó otro tanto. Una flaquita, veterana, le estaba moviendo el culo delante de su pija, con su novio al costado. Una provocadora profesional. PH, impertérrito. Y a cada segundo más colorado. Los primeros temas fueron todos de los últimos dos discos, que no tengo, que no escuché, que conozco apenas. Todos buenísimos. Mejores que los intermedios, casi tan buenos como los del primer disco.
Del pedigrí, cercanías e influencias de Reincidentes se puede decir lo mismo que de Ángela Tullida. Solo que lo que los últimos hacen lento, y a baja intensidad, aquellos lo hacen rápido, denso, como si en lugar de cinco fueran una orquesta. La clave: son cinco solistas. Cada tema son tantos como los integrantes de la banda, al menos, y puestos en relativa coordinación. Quizás los armónicamente más ricos, los más melódicos también, sean los temas de Pessoa, el tecladista y hombre acordeón. Mi favorito es Fernández. El líder que no quiere ser, favorecido por su coexistencia con tres potenciales competidores en el liderazgo (el contrabajista, Pessoa, y, last but not least, Vintrob, en batería y percusión –que, dicho sea de paso, acaba de sacar un disco de propia y exclusiva autoría). Pero el corazón de Reincidentes es Fernández. Su voz puede ser peor que la de Pessoa, pero es más dramática, más emotiva, siempre al borde de romper todo y largarse a llorar (siempre al borde de romper todo y largarse a llorar). Sus temas son iguales. Hay un punto en el que entran en ebullición. Hay un punto en el que la lava sale despedida, en el que todos quedamos derretidos.
Highlights: ‘Gallo rojo’. No para mí, pero sí para PH, que se me colgó de los hombros. Sí, todos somos zurditos. Apartidarios, progresistas, radicales o peronistas. Nos tocan al Che y saltamos todos. Siempre funciona. ‘Sin dinero no puedo pensar’, futuro slogan de futuras manifestaciones de becarios en mora (copyright: PH). Y los bonus track. Sí, tocaron ‘7 horas leyendo’; sí, me emocioné. Sí, bailé como desaforado, sí, hice pogo autista (copyright: L). Sí, llovió.
‘I wanna know, have you ever seen the rain?’, bromeó, citó, imitó Fernández. Yo le festejé el chiste. Stipe, con R.E.M., en el Campo Argentino de Polo, años atrás, con lluvia incesante enmarcando el show, hizo el mismo chiste. Stipe cantó el tema; Fernández no. Aquél año, consultado por la Rolling Stone acerca de cuál consideraba él que había sido el recital del año, Fernández, sin dudarlo, respondió: R.E.M. en el Campo Argentino de Polo. Las coincidencias no existen.
Matías Pailos
PD: nos retiramos. Cuadras más allá, L y PH se detuvieron (de hecho retrocedieron) a zamparse un chori. Yo quería birra, no chori, así que me abstuve. Adopté mi típica pose de oligofrénico: cabeza reclinada, boca abierta, mano rascando cabeza. Ahí empezó otra historia. Una que no es esta.
Este complemento, ‘… de mi vida’, suele despertar resquemores. ¿Por qué esa compulsión a establecer jerarquías? ¿Por qué no agotarse en el disfrute, para qué parangonar eventos –con el consiguiente deprecio de algunos, valiosos ellos? Tienen razón; no hay necesidad de hacerlo. Porque me gusta, es una primera respuesta. Porque así es el juego, es otra. Porque eso agrega dramatismo y adoro el dramatismo, vale como una tercera.
Embarcado en estas y otras reflexiones, bajé de un 130 que supo demorarse como la más minita de las minitas, y caminé las cuadras que separan Libertador de Figueroa Alcorta, y los metros que distancian a ella del Planetario. Confieso que, al no ver el escenario de buenas a primeras, temí que el recital se hubiera suspendido, que fuera en otro lado o en otra fecha. Y me puteé. Alto y fuerte. Pero como no di pábulo a mis temores, seguí buscando. Inmediatamente vi gente, cada vez más densamente apretada, en lo que desde mi perspectiva era el reverso del Planetario. Y corrí, confieso que corrí. Ahí estaba, la banda del arrabal rockero ‘Ángela Tullida’. Conviene distinguir el arrabal rockero, afluente del tango y de la milonga y del vals, pero también, y sustancialmente, de Nick Cave y Tom Waits y el Balcan-rock de Kusturica y Bregovic, del rock arrabalero, tipo Gardelitos, que funge con el rock chabón de, por caso, Callejeros.
No me mató. Un whiskero sentado dándole a la guitarra, queriendo aparentar decadencia de noches de cocaína y puteríos de Constitución, con un violinista y algunos otros músicos detrás. Simpático, sin embargo. Denme diez escuchas más y soy hincha (no practicante, eso sí que no).
Busqué y encontré: PH daba vueltas como bola sin manija… ah, no: ese era yo. Él solo me buscaba. Me apropicué adonde aguardaba L, líder de señera banda de rock, y nos embarcamos en un debate sobre el tipo musical de su mundo, de su empresa, de su mundo de hoy. ‘Power depresivo’, ‘rock suicida de dientes apretados’, ‘yo, y toda esta gente, estamos dispuestos a matar por Prozac’, fueron algunas de las etiquetas que se barajaron. PH comenzó a armar. Temí que, una vez más, perdiera todo el material en el camino. Fue peor: se nos agotaron las sedas.
La juventud está perdida. Nadie fumaba. Nadie, de las quinientas, mil personas reunidas, tenía un porro encendido. Salí de expedición, y recibí más rechazos que los que habitualmente me deparan las mujeres. ‘¿Qué es una seda?’, me preguntó uno, con un pucho entre los dedos. No, creo que no me estaba cargando.
Lo bueno de fumar con tus alumnos es que podés reconocer potenciales proveedores. Este se materializó en forma de un pelirrojo, buen pibe, inteligente y eficaz. No tenía, pero estaba con gente que probablemente, en una de esas, quién te dice. Se ha cantado ¡Bingo! en la sala: tenía.
En el ínterin, comenzó una llovizna que pronto devino lluvia, en intensidad creciente. En el ínterin, subió una orquesta de bossa y funk y soul y lounge y psicodelia y música de películas. ‘Brian Storming’, se hace llamar. Ahí. Casi simpático. Re cool. Lo cool de lo cool. ¿Sangre? No, de eso no tenían. Música amable, no se crean, y muy variada. Muy buena, estoy seguro. No es para mí. (Pero mi mal gusto es proverbial, así que…)
Michael Stipe, cantante de R.E.M., cuenta, cada vez que alguna pregunta pasa besando el poste, que ver a Patti Smith en vivo fue una de las cinco experiencias más importantes de su vida. ‘No musicales; fue una de las cinco experiencias más importantes de cualquier ámbito de mi vida’. Sin exagerar, escamoteando todo potencial escandaloso a la declaración, podría contar la performance de Reincidentes de esa noche como una de las cinco experiencias musicales, en vivo, de mi vida.
Claro que hablo de la Pequeña Orquesta, y no de los gaitas punk. Pero como peino canas, como los vi por vez primera hace diez años, cuando no se habían agregado primer y segundo nombre, para mí siguen siendo los Reincidentes. Ya estábamos bien fumados, eso es un detalle a señalar. Los teníamos a cinco metros, en el centro. Los primeros temas ya me pusieron al palo, y a PH le pasó otro tanto. Una flaquita, veterana, le estaba moviendo el culo delante de su pija, con su novio al costado. Una provocadora profesional. PH, impertérrito. Y a cada segundo más colorado. Los primeros temas fueron todos de los últimos dos discos, que no tengo, que no escuché, que conozco apenas. Todos buenísimos. Mejores que los intermedios, casi tan buenos como los del primer disco.
Del pedigrí, cercanías e influencias de Reincidentes se puede decir lo mismo que de Ángela Tullida. Solo que lo que los últimos hacen lento, y a baja intensidad, aquellos lo hacen rápido, denso, como si en lugar de cinco fueran una orquesta. La clave: son cinco solistas. Cada tema son tantos como los integrantes de la banda, al menos, y puestos en relativa coordinación. Quizás los armónicamente más ricos, los más melódicos también, sean los temas de Pessoa, el tecladista y hombre acordeón. Mi favorito es Fernández. El líder que no quiere ser, favorecido por su coexistencia con tres potenciales competidores en el liderazgo (el contrabajista, Pessoa, y, last but not least, Vintrob, en batería y percusión –que, dicho sea de paso, acaba de sacar un disco de propia y exclusiva autoría). Pero el corazón de Reincidentes es Fernández. Su voz puede ser peor que la de Pessoa, pero es más dramática, más emotiva, siempre al borde de romper todo y largarse a llorar (siempre al borde de romper todo y largarse a llorar). Sus temas son iguales. Hay un punto en el que entran en ebullición. Hay un punto en el que la lava sale despedida, en el que todos quedamos derretidos.
Highlights: ‘Gallo rojo’. No para mí, pero sí para PH, que se me colgó de los hombros. Sí, todos somos zurditos. Apartidarios, progresistas, radicales o peronistas. Nos tocan al Che y saltamos todos. Siempre funciona. ‘Sin dinero no puedo pensar’, futuro slogan de futuras manifestaciones de becarios en mora (copyright: PH). Y los bonus track. Sí, tocaron ‘7 horas leyendo’; sí, me emocioné. Sí, bailé como desaforado, sí, hice pogo autista (copyright: L). Sí, llovió.
‘I wanna know, have you ever seen the rain?’, bromeó, citó, imitó Fernández. Yo le festejé el chiste. Stipe, con R.E.M., en el Campo Argentino de Polo, años atrás, con lluvia incesante enmarcando el show, hizo el mismo chiste. Stipe cantó el tema; Fernández no. Aquél año, consultado por la Rolling Stone acerca de cuál consideraba él que había sido el recital del año, Fernández, sin dudarlo, respondió: R.E.M. en el Campo Argentino de Polo. Las coincidencias no existen.
Matías Pailos
PD: nos retiramos. Cuadras más allá, L y PH se detuvieron (de hecho retrocedieron) a zamparse un chori. Yo quería birra, no chori, así que me abstuve. Adopté mi típica pose de oligofrénico: cabeza reclinada, boca abierta, mano rascando cabeza. Ahí empezó otra historia. Una que no es esta.
14 Comentarios:
qué es Gallo rojo, el tema de los Cadillacs?
supongo que habrás ido con tu rrrrremera blanca y amarilla.
Ok, las coincidencias no existen. Pero, ¿que las hay, las hay?
sinceramente, hace tanto que no veía un recital tan pero tan a gusto; usted tuvo su culpa en eso. Y no me venga con eso de no creerle a AT; imposible no creer el puerto, el whisky, la merca en esa cara tan parecida, a veces, al gordo casero
ML: deme una licencia puética, sea bueno.
R: sí sí; remera blanca y amarilla, raya gris.
PH: ¡qué recital, papá!
Habría ido, si el que Ud. -muy a lo cronista de 13/20- decidió llamar mi "líder" hubiera recordado avisarme -lo mataría y me quedaría con su Prozac.
Por otra parte, el recital de REM fue, indeed, buenísimo; que el diluvio fuera acompañando in crescendo Everybody hurts nos hace creer que Dios existe y es bueno y todo éso. Beck estaba súper drogado pero es hermoso y estuvo bueno. Oh, qué tiempos aquellos en que las entradas para festivales internacionales salían $30.
No sea licencioso, Pailos.
escuchar a REM en vivo, bajo la lluvia, eso fue hermosamente licencioso
gracias por recordármelo!
Queda en pie la cita en Parque Saavedra, Pailos.
P.S.: Creía que el "pogo autista" había sido producto de la inspiración colectiva, no obstante aceptaré los beneficios del copyright para poder escapar del infierno del enero porteño.
Respóndanos, Pailos, por el amor de Dios.
PD: Cuánta obsesión por lo Bueno en mi comentario anterior. Sí, soy platónica, por lo visto.
Últimamente estoy medio falto de palabras. De todas maneras diré, en orden inverso:
L: acepte el crédito, no sea modesto.
Emma: ¿cómo olvidarlo? Ese recital fue tan, pero tan bueno, que hasta la lluvia se vio llamada a presenciarlo.
ML: Obedezco.
S: la verdad creo que ya estaba pasado de edad para la época de la 13/20, pero puedo estar confundido. De todas formas, hay algo que salió mal. Mi ambición es escribir como el hijo de un periodista de La Mano y otro de Olé. Ah, y si le sirve de consuelo, las entradas siguen saliendo 30 dólares. ¿Qué? ¿Qué usted gana en pesos? No puedo estar en todo.
quiero decirte que como loca busque en ese mismo recital tambien, alguien que fume. es cierto, que terrible, nadie bebia, nadie fumaba... pero casualmente el frances que te comente en tu post reincidente, fue el que me convido de fumar justamente... si me hubieses olido de lejos, yo te convidaba...
otra cosa, que feo, no? que pessoa se ubique mas centrado y adelante que JPF?
quiero decirte que como loca busque en ese mismo recital tambien, alguien que fume. es cierto, que terrible, nadie bebia, nadie fumaba... pero casualmente el frances que te comente en tu post reincidente, fue el que me convido de fumar justamente... si me hubieses olido de lejos, yo te convidaba...
otra cosa, que feo, no? que pessoa se ubique mas centrado y adelante que JPF?
quiero decirte que como loca busque en ese mismo recital tambien, alguien que fume. es cierto, que terrible, nadie bebia, nadie fumaba... pero casualmente el frances que te comente en tu post reincidente, fue el que me convido de fumar justamente... si me hubieses olido de lejos, yo te convidaba...
otra cosa, que feo, no? que pessoa se ubique mas centrado y adelante que JPF?
Publicar un comentario
Suscribirse a Comentarios de la entrada [Atom]
<< Página Principal