El Mate Tuerto

"Se fingirá el saber que no se tiene."

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Nombre: El Mate Tuerto
Ubicación: Argentina

29 enero, 2007

Post para el día que se muera mi papá

Las necrológicas suelen transitar dos caminos: la enumeración de virtudes del difunto y la exploración de anécdotas que vinculan al autor con el muerto. No es conveniente, en esos casos, sustraerse a ninguna de ambas vías. Las muertes, como los nacimientos, nos piden que no seamos originales. Ayer murió mi papá, y esta es su evocación.
Él está ligado a muchas de mis primeras veces. Por supuesto, fue él quién me llevó a la cancha por primera vez. Fuimos a ver a Independiente, a la cancha de Independiente, contra, creo, Talleres. Ya no era tan chico (tendría cinco o seis años), por lo que supongo que el que hayamos terminado en la platea baja, con la pelada del Bocha a escasos metros de mi mano, con jugadores mucho más grandes y rápidos de lo que se veía por televisión, debió haberse debido al lime al que mi madre lo habrá sometido. (Cosas como “ni se te ocurra llevar al chico a la popular”; de ahí para arriba.) Pero no solo de fútbol está hecho el hombre, y mi primer recital también vino de la mano de mi papá. Tendría 11 años, más o menos, y corría el año ’87 (también más o menos). La radio nos fulminaba con dos cosas: reggae berreta y ska berreta. Los Cadillacs y Los Pericos eran la nueva cosa nueva, y The Police el grupo más importante de la historia. En la Argentina de ese tiempo, UB40 llega para tocar en Velez y yo me siento convocado a asistir. Mis viejos aceptan con naturalidad, y ahí estamos, mi viejo y yo, no sé quién estaba más perdido. Para peor, mi viejo (es decir, mi papá) había comprado las entradas en algún sitio non sancto, pues al llegar al segundo control comprobamos que nos faltaba un segundo papelito, indispensable para acceder al terreno. Mi viejo agarra y se vuelve loco pero, como en la abrumadora mayoría de los casos, prima la razón y accede a lo inevitable: desembolsar más guita por lugares menos exclusivos. Es así como terminamos en la más alta de las plateas, solos como perro malo, lejísimos del acontecimiento. Eso, a mí, poco me importa: para mí es todo nuevo, todo me deslumbra. Apenas llegamos, mi viejo hace de las suyas: “vos tranquilo, como si yo no existiera. Movete, bailá, saltá… hacé lo que quieras”. Después de eso, imaginarán, difícil hacer el menor movimiento. Pero como me sabía todos los temas, como la situación me excedía de felicidad, terminé, por una vez, haciendo exactamente lo que me pedía: cualquier cosa.
Mi viejo no fue más desenvuelto en ningún otro lugar que en la pista de baile. Era, además, muy bueno para eso, y dejaba que su técnica se derramara por doquier, no importa qué ritmo se impusiera, más allá de lo que claramente manejaba: el folklore (integraba más de un grupo de baile) y el tango. Era por muchos querido y por todos estimado, pues era considerado, unánimemente, un buen tipo. Él detestaba eso, y no es lo único que heredé de él. Sentía, con razón, que el ‘bueno’ está en el diccionario demasiado cerca del ‘boludo’ para ser algo que merezca ser apreciado. Solo conoció el amor de grande, y en esto, más que en cualquier otra cosa, no me siento tan hijo suyo.
Parece que mi hermano y yo somos muy parecidos. Más parecidos, sin embargo, somos a él. Papá creía que yo me parecía a él también en espíritu, y yo siempre acordé. En los últimos años, particularmente después de la separación de mi vieja, nos volvimos cada vez más amigotes y, estoy seguro, devine su confidente. Papá me contó cosas que no contó a nadie. Cosas que yo, siguiendo el llamado de la vocación, conté a todo el mundo. Será eso, ¿no? Philip Roth hizo lo mismo, y también se sentía un hijo de puta por hacerlo. Sentirnos hijos de puta nunca fue obstáculo para hacer cosas.
Una vez me dijo que siempre había sido un hombre calculador. Sostuvo, como ejemplo elucidatorio, que el matrimonio con mi madre había sido hijo de ese cálculo.
Siempre fue un tibio. Yo, que siempre quise ser como él, aún cuando no sabía cómo era él, lo admiré por eso. Pero además de tibio era razonable, e indudablemente inteligente. Esto lo vi nunca tan claramente (aunque indudablemente estoy exagerando) como una vez que hablábamos de política. Yo era muy chico, y como toda la familia, marcadamente gorila. Mi viejo, un gorila moderado, vertió siguiente comentario: lo mejor que le podría pasar a este país es ser gobernado por un peronista bueno. Que un gorila desee ser gobernado por un peronista era, entonces y para mí, varias cosas a la vez: era inconcebible, era un acto de una tolerancia suprema, era un juicio que, de tan original, no podía menos que ser verdadero. Así lo recibí. Ahí comenzó mi viraje ideológico.
Nunca supo lo que quería ser; nunca supo lo que quería. En algún tiempo creyó que quería ser comerciante. En eso, como en todo negocio que emprendió, fracasó inexorablemente.
Era un fatalista descuidado. Eso me sublevaba, y despertaba en mí una admiración inaudita. Nunca me tomé los malos tragos sin entregarme, antes, durante y después, a una rabieta en regla y de proporciones. Verlo ser arrollado por la realidad, sufrir, estar mal y cambiar de tema, todo en un mismo movimiento, siempre me dejó pasmado.
Yo, que siempre supe lo que quise, aún cuando más tarde comprendiera haber estado equivocado, quiero que no se hubiera muerto. Quiero que reviva. Como sé que es imposible, quiero también otra cosa. No dejo de querer lo anterior por eso. Quiero hacer algo grande. Quiero hacer algo bien, bien grande. Algo que haga que todos lo recuerden. Incluso cuando nosotros, como él, dejemos de estar.

Matías Pailos

8 Comentarios:

Anonymous Anónimo dijo...

veo, por lo que leo, que ha tenido un buen padre (q.e.p.d.)
el mio me llevaba a conciertos de musica clasica en lugar de a recitales, y a marchas pacifistas en lugar de partidos de futbol. en fin...
abrazos,
X

29/1/07 11:21  
Anonymous Anónimo dijo...

X: tambien te llevaba, creo, a casas de gobernadores y a cuevas misteriosas en las entrañas de montañas.
Abrazo, P.

30/1/07 02:05  
Anonymous Anónimo dijo...

Veo que se conocen... Los dejo solos.

30/1/07 05:08  
Anonymous Anónimo dijo...

Tu viejo siempre me cayó bien. Me saludaba por mi nombre, cosa que pocos padres de amigaos eran capaces de hacer.
Recuerdo que una vez nos llevó a la cancha de Boca, cuando Independiente peleaba el campeonato del 94' que finalmente ganó. Estábamos en la tercera bandeja, de pronto hubo una enorme e inmotivada abalancha. Cuando pasó el temblor humano tu viejo se palpó el bolsillo trasero y dijo:
"Puta, me robaron la billetera".

Walterio, nunca te olvidaré.

31/1/07 12:37  
Anonymous Anónimo dijo...

Parece exceder todo y entre ello, el lenguaje. Te dejo un abrazo escrito, esperando que sea lo más parecido posible a uno de los otros.

31/1/07 12:57  
Anonymous Anónimo dijo...

Sí, leí el título, pero igual. Me puse muy triste por usted y todo. Malditos blogs y su indefinición genérica. Llamemos, pues, a mi comentario anterior, "comentario para el día que se muera su papá". Ud. juega con los sentimientos de sus lectores, Pailos. Y yo lo culpo por mi estupidez.

Herida, no lo abraza nada,
S.

31/1/07 13:46  
Anonymous Anónimo dijo...

Perdón, S. Y gracias, S. Esperaba que alguien pasara por alto el título. (No ha sido la única. Uno que usted conoce me mandó un mail pidiendole que me confirmara que mi viejo seguía vivo.)

31/1/07 13:53  
Blogger Catalina Vélez dijo...

Difícil entender esa gran habilidad de los padres, para transportarnos a lugares concretos, inexistentes y fantasiosos, con el sólo propósito de vernos felices.
Más difícil es, entender su propia transportación... con el propósito de que ellos sean felices.

2/2/07 22:46  

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