El Mate Tuerto

"Se fingirá el saber que no se tiene."

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Nombre: El Mate Tuerto
Ubicación: Argentina

22 febrero, 2007

La optometría es destino

A los 5 años mis padres me encontraron con la cara pegada a la pantalla del televisor y sospecharon que algo andaba mal.
_Miopía y astigmatismo, dictaminó el oculista mientras ordenaba en un maletín sus instrumentos de optometría y se disponía a escribir la receta con la graduación correspondiente. Así las cosas, comencé el preescolar con un par de inmensos anteojos de marco metálico. De inmediato sufrí el estigma del diferente y comprobé en carne propia la afamada crueldad de los niños, que me hicieron el blanco predilecto de sus burlas: “anteojito” “calculín” y el ya clásico “cuatro ojos, cinco piojos” se repetían a diario para subrayar mi segunda naturaleza y señalar el defecto que mi prótesis óptica, en el vano intento por subsanar, hacía evidente.
A partir de primer grado adquirí la costumbre de depositar los anteojos sobre el cuaderno Rivadavia antes de salir a jugar en los recreos. Ya estaba acostumbrado a que el resto de mis compañeros me preguntaran si veía algo y me mostraran una mano para que constatara cuántos dedos tenían abiertos o directamente fingieran estar ciegos en mi presencia, efectuando una torpe mímica con los brazos extendidos y chocándose contra las columnas de cemento. De todas formas, el escarnio era preferible al siempre temido accidente: caer o recibir un golpe que astillara el cristal y me incrustara un fragmento de vidrio en el ojo. Por el mismo terror atávico me resultaba imprescindible sacarme los anteojos y dejarlos en un lugar seguro antes de emprender cualquier acción intempestiva. Esto me llevó a forjar un carácter medido, mesurado, reflexivo y poco afecto a dejarse gobernar por los impulsos, porque cuando uno acepta que antes de abandonarse a los instintos básicos del amor o la guerra debe afrontar indefectiblemente un acto tan prosaico y poco heroico como es el de quitarse unas gafas, de inmediato comprende la artificial banalidad del asunto, adquiere conciencia de la barbarie en ciernes y opta por evitarla.
El tiempo transcurrió y mis anteojos no mejoraron: siempre usaba modelos horribles. Los padres, que nunca entienden nada de estas cosas, me sometían con ingenuo candor a los espantosos lentes disponibles sin cargo a través de la obra social: armazones dorados con cristales inmensos y marcos poliédricos que no acababan de ser ni redondos ni cuadrados, recreando aberrantes figuras geométricas. Al ingresar en la adolescencia me comprometí a no salir jamás a la calle con los anteojos puestos. Sólo los utilizaba durante los horarios de clase (exceptuando los recreos, en los que descansaban sobre mi carpeta decorada con tapas de Deep Purple) y puertas adentro de mi casa. Me sacaba los lentes hasta para ir a comprar el pan a la esquina, o los llevaba en un enorme estuche que me abultaba el bolsillo, en caso de emergencia visual. Los sábados a la noche paraba todos los colectivos hasta que el indicado se detenía frente a mí.
Durante todos esos años corrí, nadé, levanté pesas. Tenía que volverme fuerte para refutar esos anteojos. Y al mismo tiempo no me quedaba más remedio que confirmarlos, entonces leía, estudiaba, razonaba y me esforzaba por hacer comentarios tan ingeniosos como inteligentes. Busqué mis referentes entre aquellos usaban gafas y en ninguna otra actividad los hallé más abundantes que entre los escritores. Entonces me propuse ser uno de ellos. Ahí, en la tierra de los autores literarios mis lentes pasarían desapercibidos, casi como un rasgo natural de mi personalidad. Ahí mis ojos estarían a salvo tras el reflejo de las luces que rebotan sobre los cristales convexos. Y así, una vez consumado escritor, con las palabras a mi disposición, podría escribir una vindicación de mis anteojos y atribuirles el injustificado mérito de mis escasos logros.

Zedi Cioso

12 Comentarios:

Anonymous Anónimo dijo...

precioso cuento

22/2/07 02:35  
Anonymous Anónimo dijo...

Gracias er. Y... sí, la vida es puro cuento.

22/2/07 09:37  
Blogger Cobiñas dijo...

Linda ficción de origen, amigo Zedi. Abrazos, Cobas

22/2/07 10:53  
Blogger Simpática y puntual dijo...

Me encantó. Qué bueno que volviste a publicar en el blog. Ficción o no, sepa que en Infinit hay anteojos muy muy lindos, y si no, está la operación con laser.

22/2/07 11:03  
Anonymous Anónimo dijo...

hay compensaciones, todas de más grande. Uno pasa por inteligente, por ejemplo. Uno se compra anteojos con onda y pasa a ser cool. Se puede, también, usa los anteojos para frenar la embestida de la pelambre cayendo sobre el rostro. O, en otra modalidad cancherita, puede guardárselo en la parte más baja del cuello de la remera.

22/2/07 11:57  
Blogger Simpática y puntual dijo...

Jaaaaaaaaaaaaaa

22/2/07 12:37  
Blogger Libelula de Acero dijo...

Mis primeros anteojos los estrené a los 6 pero con igual resultado en mis pares que Ud. Misma resistencia a mostrarlos en`público. Si hasta entré a letras para no sentirme tan sola.
Pero mi teoria se fué volando cuando al cumplir 25 y obra social al día, en un ratito de distracción, mi lado más glamoroso me llevó de una corrida a Córoba y Callao para una operación.
Desde entonces me encuentro en una severísima crisis de identidad que solo se calma cuando, para no perder la costumbre, me pruebo anteojos ajenos.

22/2/07 13:07  
Anonymous Anónimo dijo...

Muy divertido su relato, estimado zedi.
Padecí todo tipo de broma en mi época de aparatos dentales: no podía pronunciar la "ch". Una maestra re bruja me hizo leer en voz alta un cuento adelante de mis compañeros (sin darme tiempo para sacármelos), el relato era sobre una "mushasha" y un delfín.
Ese día revoleé olímpicamente los aparatos, y decidí no usarlos más.
Aquí me tienen con 35 años y pidiendo turno al ortodoncista (y al primero que se ría con mis futuros braquets le bajo su sonrisa de una piña!!!)

saludos.

22/2/07 23:47  
Anonymous Anónimo dijo...

Gracias Cobiñas, sus elogios me hacen empañar los cristales.

Simpática, gracias por el saludo y el chivo, por ahora estoy muy contento con mi modelo, sólo me urge cambiar los cristales que están bastante deteriorados por el uso continuo al que los someto.

MP, me cuesta aceptar consejos de uno que se pasó al otro bando, cirugía mediante, pero igual los voy a tener en cuenta.

Libélula, entiendo su padecer, uno se encariña hasta de sus defectos (y especialmente de sus defectos, a decir verdad). Le recomiendo anteojos sin aumento, o dejar pasar los años hasta que le llegue la presbicia después de los cuarenta.

Querida Pau, ya me ha dado tema para otro post-traumático: yo padecí todo tipo de mecanismos aplicados a mis dientes y el simple detalle de todos esos artefactos y sus nefastas consecuencias sobre mi vida social conformaría un bonito compendio del horror al que nos somenten los ortodoncistas. (Curioso esto de cómo las prótesis ideadas para corregir nuestros defectos físicos deforman irremediablemente nuestra personalidad)

23/2/07 12:11  
Blogger Playmobil Hipotético dijo...

tenía la extraña suerte de uqe en mi división de primaria - que ahora pensandolo mejor, quizás era de niños con capacidades diferentes - había varios, digamos casi la mitad, que usaban anteojos; así que si bien no eramos mayoría tampoco eramos minoría; la cosa fue cuando empecé a usar lentes de contacto y me convertí, por un lado, en odiado por los que debían seguir usando anteojos, y por el otro lado, desconocido por quienes nunca los habían usado.
Así, que, más que chistes, era una especie de monstruo para todos que se metia los dedos en los ojos (acompañado del grito "SE ESTA SACANDO LOS OJOS!!!!!), el que lloraba por cualquier cosa en cualquier momento ("NO TE DAS CUENTA QUE ES UN PUTO!!!!. ESTA LLORANDO PORQUE EL AMIGO HIZO EL GOL), el ortiba (DALE, DALE, SACATELOS QUE LOS QUIERO VER!!!!!) y algunas otras más que he decidido olvidar.
Así, aprendí el arte de la política: que seas mayoría o minoría con esperanzas, no te garantiza absolutamente nada del futuro. Salvo recuerdos.

23/2/07 17:26  
Anonymous Anónimo dijo...

Siiii ,totalmente por años en vez de sonreir me limitaba a hacer una mueca horrible. Claro que trae problemitas de personalidad ciertos aparatejos!!
Y si de temas o títulos para futuros post se trata, yo le pedí hace un tiempo que desarrollara una frase que tiró en un comment "el que avisa no es traidor".

saludos.

24/2/07 13:17  
Anonymous Anónimo dijo...

Afortunado y desafortunado, Playmobil, o tal vez un extraño gusto por el camino solitario: en un curso con tantos anteojos usted opta por los lentes de contacto (pensé que a los niños no les estaba permitido usarlos).
Los lentes de contacto fueron un alivio provisorio para mí, cuando los empecé a usar en la facultad. Hasta que me reconcilié definitivamente con las gafas y ahora los reservo para los partidos de fútbol, el cine y con un resto de coquetería, las salidas del sábado a la noche.

Pau, me veo más cerca de escribir sobre ortodoncia e implantes dentales que sobre esa frase. Como siempre:
El que avisa no es traidor.

27/2/07 14:13  

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