La Costa Mosquito
Buenos Aires sufrió una de las peores invasiones de mosquitos de su historia. Gracias a la gran cantidad de lluvias y días cálidos, estos pequeños insectos llegan en cantidades infernales a la ciudad y su periferia. Nada logra combatirlos o repelerlos: espirales, repelentes, fumigaciones municipales, ropa larga, césped corto; aparentemente somos rehenes de su voraz apetito.
Esta impotencia genera sentimientos sádicos, reacciones ultraviolentas y torturas en miniatura dirigidas a las pequeñas bestias aladas. Y si nos fijamos podremos encontrar gestos desde primitivos hasta medievales. Destaquemos dos primitivos. El primero es el clásico "manotazo", ya sea sobre el propio cuerpo o algún azulejo, pared o superficies planas y duras (casi siempre de colores claros). Acá se destaca el goce de la mancha aplastada, el cuál se ve potenciado si el mosquito venía de una reciente picadura y al negro se le suma un rojo sangre. Ante ese cuadro abstracto suele haber reacciones varias, desde un simple "tomá puto" hasta un "a ver a quién carajo picás ahora mosquito trolo". Si la alegría es mucha el verdugo se ufana ante sus acompañantes; de estar solo, suele beber cerveza.
La segunda reacción sádico-primitiva es un poco más elaborada; al notar la presencia del mosquito, el atacante suele quedarse quieto, bien quito, transformándose de esta forma en un "blanco seguro". Confiado marcha el insecto de los estiletes a realizar su faena, se coloca sobre la piel y comienza sus movimiento se succión, una mano aplastante lo destroza contra la piel. Casi de cajón que hay mancha de sangre y otra vez el vocabulario obsceno se hace presente. La satisfacción no suele ser tan grande ya que hubo picadura.
Yendo al plano medieval encontramos torturas, planes de ataque, más paciencia que inmediatez. En principio se deja (al igual que en las reacciones primitivas) al mosquito posar sobre la piel, pero acá no solo se lo golpea, además, se calcula la fuerza e incluso con qué parte de la mano de la mano se le da el dicho golpe. La idea no es que el insecto muera: solo que no pueda escapar. Si el impacto fue certero, la bestia alada habrá quedado aturdida, y cuando quiera escapar va a ser muy tarde. Hecho esto hay dos caminos: A)- Se lo toma con los dedos índice y gordo de una mano (por lo general la derecha) y con la otra lo desmembramos y lo soltamos, siempre ansiando que tarde en morir, lo cuál no suele suceder (pronto). B)- En este caso cogemos al mosquito con una pinza de depilar y se lo coloca bajo la llama de un encendedor y dejamos que el calor haga sus letales efectos. Este tipo de muerte es conocida bajo el apelativo de “Mini Hoguera”. Si esto ocurre en un asado, con las brasas ya preparadas, hay quienes llegan al extremo de posar al mosquito sobre alguna de las piezas de carbón aún ardiendo. En estos últimos dos casos no suele haber gritos u obscenidades, ni siquiera una palabra. Simplemente una cara impávida, como la de Hannibal Lecter cuando golpea al policía que le traía su cena con su propia cachiporra.
Guillermo Burros
Esta impotencia genera sentimientos sádicos, reacciones ultraviolentas y torturas en miniatura dirigidas a las pequeñas bestias aladas. Y si nos fijamos podremos encontrar gestos desde primitivos hasta medievales. Destaquemos dos primitivos. El primero es el clásico "manotazo", ya sea sobre el propio cuerpo o algún azulejo, pared o superficies planas y duras (casi siempre de colores claros). Acá se destaca el goce de la mancha aplastada, el cuál se ve potenciado si el mosquito venía de una reciente picadura y al negro se le suma un rojo sangre. Ante ese cuadro abstracto suele haber reacciones varias, desde un simple "tomá puto" hasta un "a ver a quién carajo picás ahora mosquito trolo". Si la alegría es mucha el verdugo se ufana ante sus acompañantes; de estar solo, suele beber cerveza.
La segunda reacción sádico-primitiva es un poco más elaborada; al notar la presencia del mosquito, el atacante suele quedarse quieto, bien quito, transformándose de esta forma en un "blanco seguro". Confiado marcha el insecto de los estiletes a realizar su faena, se coloca sobre la piel y comienza sus movimiento se succión, una mano aplastante lo destroza contra la piel. Casi de cajón que hay mancha de sangre y otra vez el vocabulario obsceno se hace presente. La satisfacción no suele ser tan grande ya que hubo picadura.
Yendo al plano medieval encontramos torturas, planes de ataque, más paciencia que inmediatez. En principio se deja (al igual que en las reacciones primitivas) al mosquito posar sobre la piel, pero acá no solo se lo golpea, además, se calcula la fuerza e incluso con qué parte de la mano de la mano se le da el dicho golpe. La idea no es que el insecto muera: solo que no pueda escapar. Si el impacto fue certero, la bestia alada habrá quedado aturdida, y cuando quiera escapar va a ser muy tarde. Hecho esto hay dos caminos: A)- Se lo toma con los dedos índice y gordo de una mano (por lo general la derecha) y con la otra lo desmembramos y lo soltamos, siempre ansiando que tarde en morir, lo cuál no suele suceder (pronto). B)- En este caso cogemos al mosquito con una pinza de depilar y se lo coloca bajo la llama de un encendedor y dejamos que el calor haga sus letales efectos. Este tipo de muerte es conocida bajo el apelativo de “Mini Hoguera”. Si esto ocurre en un asado, con las brasas ya preparadas, hay quienes llegan al extremo de posar al mosquito sobre alguna de las piezas de carbón aún ardiendo. En estos últimos dos casos no suele haber gritos u obscenidades, ni siquiera una palabra. Simplemente una cara impávida, como la de Hannibal Lecter cuando golpea al policía que le traía su cena con su propia cachiporra.
Guillermo Burros
5 Comentarios:
Tanto tiempo, Burros. Sin duda lo que más me molesta es el zumbido: si me quieren picar que me piquen, pero que no me histeriqueen.
Abrazos
Me identifico con las sádicas-culpógenas mata mosquitos.
Me identifico totalmente con cobiñas, el cumbido es sin duda desesperante, porque uno se empieza apegar en la oreja lo´grnado únicamente dolor y por supuesto, con esta táctica y mientras unos destruye a cachetadas su órgano auditivo el mosquito pica alguna zona del cuerpo lejos de ahí.
Te dejo el abrazo más fuerte de la calle roque perez
HEY!!! les hice publicidad en mi flamante fotolog
si quieren ver como quedó entren a:
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Créame Burros, el mosquito argentino no es nada comparado con la sádica y siniestra mopsquita chupasangre de Coroico.
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