Caballitos de Troya
Tengo el raro mérito de ser beneficiario de excelentes regalos que caen en desuso rápidamente. Muy rápidamente. Todavía no fueron obsequiados y ya son dejados de lado. Así dicho, soy un ingrato. Ese, por cierto, es el caso. No soy una buena persona, pero, ¡vamos!: usted tampoco (¿a qué engañarnos?). Como estos comentarios son sustancialmente irrelevantes, volvamos al punto: si bien no soy malo brindando regalos, soy pésimo recibiéndolos. ¿Un Modem? Inapreciable. Bien: casi se lo estrolo a Zedi Cioso por la cabeza. ¿Lo qué? ¿Un qué? (Notabene: esto ocurrió hace mucho, mucho tiempo, casi en la prehistoria.) ¿Cómo lo leo? ¿Entra en la compactera? ¡Pero por qué no lo guardas en aquella región de tu anatomía que no ve jamás la luz del sol, so otario…! Después de casi tranzarnos a golpes de puño (episodio que cíclicamente está a punto de surgir de las brumosas esferas de lo posible, pero que, ¡ay!, nunca se decide… ¿cobardes? ¿Cobardes, nosotros? ¡Por favor…! No lo diga en voz alta, ¿quiere?), dejé a un lado el artefacto. Lentamente fui persuadido y acá estoy: usufructuando las capacidades con las que la tecnología nos obsequia.
Un poco más acá en el tiempo, mi padre y mi hermano no sabía qué regalarme. Optaron entonces por regalarme cualquier cosa. En particular, un libro ilustrado con letras de canciones de los Beatles. Recorro las páginas de ese libro… una vez por quinquenio, más o menos. Pero decora con no poca coquetería mi tacho de basura, sirviendo en el mismo acto y por el mismo precio como tabla de apoyo de tés, cafés, mates y una surtida gama de infusiones que acompañan el consumo de mi ser frente a la pantalla titilante. Gracias pa, gracias broder.
Una tercera variedad del rubro ‘regalos’, casi única en su género, la constituye la elegante lámpara art noveau que recibiera de manos de mi madre cuando aún estaba esposada con (o ‘a’) mi padre, o al revés. Duró medio día. La reventé de un pelotazo. (Solía: hacer jueguito con una pelotita de tenis, practicar palomitas con una media, procurar parar con la zurda, la diestra y el pecho la supramentada pelotita de tenis, hacer puntería con mi pelota de juguete de basket contra mi aro de juguete de basket… así no hay art noveau que resista los embates del progreso deportivo.) Pelea con mi madre: que no sabía apreciar sus regalos, que no cuidaba nada, que no la quería. (Eso último… me parece que lo inventé. Mis disculpas; la enumeración exigía un tercer elemento, era menester que inventara algo.)
Pero el palmarés está reservado al mejor regalo de la historia: “Las manos de Orlac”, película de 1935, con Peter Lorre. La cosa es así: con Zedi Cioso, para la época en que conocimos a Zatoichi, no parábamos de romper las pelotas con “Bajo el volcán”, la novela de Malcolm Lowry. “Mezcal, dijo el cónsul”, eran las únicas palabras que emergían de nuestro tracto respiratorio. Bien: lo único que hace el cónsul en la novela, además de chupar hasta por los codos, es ver en todas partes, y cuando digo en todas partes quiero decir: mucho, “Las manos de Orlac”, con Peter Lorre. (La película, que no el video, que al tiempo de escritura no existía. Pero sí la película, que acababa de ser estrenada en cine.) No va que tanto le hinché-tanto le hinché-tanto le hinché, que me termina regalando la película… el día que mis viejos deciden separarse. (Notabene 2: ¿se separaron el día de mi cumpleaños? ¿Pueden ser tan hijos de puta? No, creo que fue una semana más tarde.) En fin: cae Zato en casa y mis viejos acaban de comunicarnos, entre el desbocamiento recriminatorio de mi vieja y el silencio empecinado de mi viejo (siempre admirable) que sí, se separan, no se aguatan más… y ahí estamos mi hermano y yo, sin entender nada (podrían haber mandado alguna puta señal antes, ¿no?), y yo no me iba a quedar de brazos cruzados, ¡no señor! ¿Por quién me han tomado? Yo iba a hacer lo que todo buen hijo de vecino hace ante trances semejantes: esconder la cabeza bajo tierra. Cayó Zato con el video y el ¡Feliz Cumpleaños!, así que aproveché la oportunidad y nos fuimos a casa de ZC a verlo. (Notabene 3: al toparnos con Cioso le dije: “No sabés: me separé de Fernanda”. ZC: “¡No! ¿En serio?”. Eu: “No”. ZC: “Aaahh…”. Eu: “Mis viejos se separaron”. ZC: “¡No! ¿En serio?”. Eu: “Sí”.) “Las manos de Orlac”: Probablemente la película más insufrible de la historia. Pero, ¡qué regalo!
Hoy lo uso como soporte de la lámpara de mi habitación.
Matías Pailos
Un poco más acá en el tiempo, mi padre y mi hermano no sabía qué regalarme. Optaron entonces por regalarme cualquier cosa. En particular, un libro ilustrado con letras de canciones de los Beatles. Recorro las páginas de ese libro… una vez por quinquenio, más o menos. Pero decora con no poca coquetería mi tacho de basura, sirviendo en el mismo acto y por el mismo precio como tabla de apoyo de tés, cafés, mates y una surtida gama de infusiones que acompañan el consumo de mi ser frente a la pantalla titilante. Gracias pa, gracias broder.
Una tercera variedad del rubro ‘regalos’, casi única en su género, la constituye la elegante lámpara art noveau que recibiera de manos de mi madre cuando aún estaba esposada con (o ‘a’) mi padre, o al revés. Duró medio día. La reventé de un pelotazo. (Solía: hacer jueguito con una pelotita de tenis, practicar palomitas con una media, procurar parar con la zurda, la diestra y el pecho la supramentada pelotita de tenis, hacer puntería con mi pelota de juguete de basket contra mi aro de juguete de basket… así no hay art noveau que resista los embates del progreso deportivo.) Pelea con mi madre: que no sabía apreciar sus regalos, que no cuidaba nada, que no la quería. (Eso último… me parece que lo inventé. Mis disculpas; la enumeración exigía un tercer elemento, era menester que inventara algo.)
Pero el palmarés está reservado al mejor regalo de la historia: “Las manos de Orlac”, película de 1935, con Peter Lorre. La cosa es así: con Zedi Cioso, para la época en que conocimos a Zatoichi, no parábamos de romper las pelotas con “Bajo el volcán”, la novela de Malcolm Lowry. “Mezcal, dijo el cónsul”, eran las únicas palabras que emergían de nuestro tracto respiratorio. Bien: lo único que hace el cónsul en la novela, además de chupar hasta por los codos, es ver en todas partes, y cuando digo en todas partes quiero decir: mucho, “Las manos de Orlac”, con Peter Lorre. (La película, que no el video, que al tiempo de escritura no existía. Pero sí la película, que acababa de ser estrenada en cine.) No va que tanto le hinché-tanto le hinché-tanto le hinché, que me termina regalando la película… el día que mis viejos deciden separarse. (Notabene 2: ¿se separaron el día de mi cumpleaños? ¿Pueden ser tan hijos de puta? No, creo que fue una semana más tarde.) En fin: cae Zato en casa y mis viejos acaban de comunicarnos, entre el desbocamiento recriminatorio de mi vieja y el silencio empecinado de mi viejo (siempre admirable) que sí, se separan, no se aguatan más… y ahí estamos mi hermano y yo, sin entender nada (podrían haber mandado alguna puta señal antes, ¿no?), y yo no me iba a quedar de brazos cruzados, ¡no señor! ¿Por quién me han tomado? Yo iba a hacer lo que todo buen hijo de vecino hace ante trances semejantes: esconder la cabeza bajo tierra. Cayó Zato con el video y el ¡Feliz Cumpleaños!, así que aproveché la oportunidad y nos fuimos a casa de ZC a verlo. (Notabene 3: al toparnos con Cioso le dije: “No sabés: me separé de Fernanda”. ZC: “¡No! ¿En serio?”. Eu: “No”. ZC: “Aaahh…”. Eu: “Mis viejos se separaron”. ZC: “¡No! ¿En serio?”. Eu: “Sí”.) “Las manos de Orlac”: Probablemente la película más insufrible de la historia. Pero, ¡qué regalo!
Hoy lo uso como soporte de la lámpara de mi habitación.
Matías Pailos
Etiquetas: Micronsayos
17 Comentarios:
Que loco!
Yo en cambio estoy del otro lado y soy la inosportable obsequiadora de los objetos mas inusitados.
Por ejemplo, voy caminando por la calle y veo una remera y digo, claro! esto le quedaría divino a mi amigo F.
O encuentro un par de tazas, par siendo dos y nada más que dos, y las compro y se las regalo a otra persona.
Claro que es igual de divertido ver las caras cuando abren los regalos proque para esa altura yo ya olvidé porque me hicieron acordar a ellos y termina siendo un "tomá, no se porque, pero pensé en vos."
Delicioso. Una masita (fina) literaria. Puedo dar fe de que todo lo narrado es absolutamente cierto (especialmente el destino final de tan insignes presentes).
El módem era un US Robotics de "última genración" y la reacción de MP la de una loca despechada, pero sabía que con el tiempo sería valorado y, sobre todo, no podría servir a fines decorativos.
Creo que nuestro trompeo es (para retomar la idea de un lector) como una asíntota. Espero que con el presente que tengo pensado para el próximo 22 de Octubre finalmente llegemos a las piñas.
Frente a esa escena clásica (padres anunciándo separación a los hijos); el "desbocamiento recriminatorio" de tu vieja me simpatiza mucho más que el "silencio empecinado" de tu viejo. Pero supongo que es una cuestión de gustos.
Bueno, para el 22 de octubre voy pensando un regalo.
Coincido con Tommy, la escena de la separación (de su comunicación a los hijos) es muy buena. MP, esas señales no las ven los hijos.
Como acostumbran por acá, muy bien escrito, un poco interrupto nomás, pero se banca. Es casi una marca de su estilo.
Saludos mios.
Libélula: seguí así. Todo regalo se agradece, con el tiempo. A menos que uno sea un desagradecido irredento, claro.
ZC: voy comprando los guantes.
TB: mirá: está bien que los padres, en esos casos, clarifiquen a los indirectamente damnificados (los hijos) por qué hacen lo que hacen. Eso lo hicieron ambos. Pero lo que siguió a eso fue el desbocamiento de mi madre, acusando a mi viejo de crímenes variopintos, con mucho resentimiento encima y buscando exculparse. Eso no lo hizo pensando en sus hijos: lo hizo pensando en ella. Digo: se cagó en sus hijos. Como hijo no me pareció muy copado, qué querés que te diga.
Sí, por otra parte, me pareció muy copada la actitud de mi viejo, que la dejó descargarse FRENTE A NOSOTROS (porque este es todo el punto; asumo que en privado se habrán descargado uno frente al otro de modo suficiente), y solo intervino cuando yo salté para defenderlo, con el único fin de pedirme que me callara, que la dejara 'hablar' ('hablar', y no 'descargarse', que hubiera sido acaso algo ofensivo). Mi viejo, a diferencia de mi vieja, no solo estaba pensando en nosotros: estaba pensando, también, en ella.
Hip: espero tu regalo. El 'interrupto' carguémoslo en la cuenta del porro que me fumé antes de escribirlo y listo.
Si es parte de su vida me saco el sombrero mi amigo. El día que mis padres nos regalen a mis hermanos y a mi con su separación dudo contar con algo tan pintoresco, pero le aseguro que si tal día llega, posiblemente usted este en mis pensamientos.
Como siempre, un gusto leerlo.
Un saludo
Si este post es la antesala del garroneo de presentes por su onomástico, yo voy solicitando por anticipado una invitación a dicho festejo.
está bien?
(congratulations, volvió al blog con sus mejores escritos)
Mi duda, don:
¿"Las manos de Orlac" soportan la nueva lámpara prontamente destruida por tu aún infatigable deportismo?
Y le dedico el mismo tributo que ver.sui.: si el esperado día de que se separen llega, me acordaré de usted.
Pau: no tengo idea. ¿Usted sugiere que empieze a garronear a partir de ahora?
VS et alt: me permito desearles la menor dosis posible de pintoresquismo para ese tipo de situaciones.
ah, era el porro...
(che, el título está muy bueno)
Yo tengo un pedestal de videos, entre los cuales está "Pieza inconclusa para piano mecánico", "Hiroshima mon amour" y otras películas de mi agrado. Uso el pedestal para levantar el monitor de la compu, así no se me contractura el cuello de mirar hacia abajo, y esto no dice nada de las "supramentadas" películas.
Y no sé si los hijos nunca captan las señales. Yo, con mi nueve años, desee ante y supe en el momento que esa separación era una bendición.
Meta ud. una ese ("s") en alguna parte de mi comment.
ML: no, claro. Tengo por ahí 'Besos Robados', a la que también le doy usos no previstos por el fabricante, y es, con mucho, una de mis películas favoritas. No pretendí hacer ningún tipo de afirmación general que relacione estos bodriez y multiuso.
Y tampoco: los hijos no siempre captan las señales. Yo solo deseé que las hubieran mandado.
Qué felicidá cuando me regalan algo. Siempre quiero que me sorprendan. No siempre lo logran, claro. Pero que me regalen lo que deseo sin que yo sospeche que lo harán, sin haber dado yo pista alguna, es cosa sublime. Eso, creo, nunca ha ocurrido.
Recordándolos mucho, un beso para todos.
Mire Pailos si ud. no garronea me deja a mi como una desubicada y sabrá entender que eso no me gusta nada.
saludos como siempre.
pregunta: que esta pasando con el staff e MT, que anda medio raleado???
Y entonces quedaron dos?
Nosotros también lo recordamos con cariño. Y volveremos por allí, RSB.
Pau: entonces quedó uno y uno, por lo que se ve. Creo que detento la regencia momentánea de MT, por lo que se ve.
hola: no conocía este blog. muy bueno el texto. muy gracioso y bien escrito. al parecer, el autor cumple años el 22 de octubre, así que feliz cumpleaños atrasado.
un saludo. julieta.
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