El Mate Tuerto

"Se fingirá el saber que no se tiene."

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Nombre: El Mate Tuerto
Ubicación: Argentina

28 septiembre, 2008

El campeón

Resfriado, pero voy igual. Salgo tarde para Azopardo a buscar pasaporte y cédula. Espero una cola que dé vuelta la manzana. Pero llego y no veo nada. Empiezo a dudar si no estará cerrado. Si no será feriado, el Día del Vuelto o San Perón Patrono de los Empleados Públicos. Por suerte, todas mis dudas y angustias se evaporan al ver una pequeña cola que no llega a la esquina. Casi da lástima llamarla cola. Colita. Colita linda.
La cola, como cualquier práctica humana, tiene sus reglas. Lo primero que hace el jugador experimentado es revisar que se encuentra en la cola adecuada. Lo segundo, llevar material de lectura. Un libro, un artículo académico sobre epistemología feminista o el diario.
Instalado en la cola adecuada, libro en mano, comienza el partido. Anticipo que no va a durar más de cuarenta y cinco minutos, una hora. No pasan cinco minutos que se acerca una joven de setenta años, de ascendencia española. Mientras agita un formulario en la mano, me pregunta si ésta es la cola para “el trámite”. Soy un tipo intuitivo, lo que equivale a contestar lo primero que se me ocurre sin revisar su adecuación empírica. “No, ésta no es la cola, vaya para allá” le digo mientras señalo hacia la derecha. “Nene, ¿vos sos pelotudo o estás drogado? Vengo de allá y me dijeron que tenía que venir para acá”. Instantáneamente maldigo mi tipo psicológico y recuerdo el dictum kantiano: “Muchas veces sería conveniente que los filósofos se limitaran a decir ‘no sé’”. Estoico, contesto el insulto de la señora con una sonrisa. “Entonces, no sé”. “¿Qué decís?”. “No sé”. Sus ojitos se me clavan en la mueca de sonrisa, a esta altura un calambre facial, que cada vez me cuesta más sostener. Por suerte, alguien la toma del brazo y se la lleva. Sus ojos siguen clavados en mi barbilla. Kiri-kiri-kiri. Mejor vuelvo a la lectura.
Pasan veinte minutos. Medio tiempo. El libro está interesante y eso ayuda. Cinco minutos más y ya franqueo la puerta de entrada. Adentro, la cola serpentea pero no es para alarmarse. Sigo leyendo hasta que entra un joven barbudo y de pelo largo. Flaco como perro sin dueño. Pantalones de jeans acampanados. Una fina capa de tierra lo cubre completamente, lo que le da un aire a villano de espagueti western. Pregunta si ésta es la cola para retirar los documentos. El coro le contesta afirmativamente. El joven se queda parado en el medio de la cola, extasiado, mirando el horizonte con sus ojos color miel. Lo primero que se me ocurre es que el tipo se está haciendo el boludo para colarse. Pasan los minutos. Ni su mirada extática ni su posición cambian. Entro en leve pánico. Ahora sé que no se trata de colar. Viene en busca de venganza. Y dentro del ataúd que arrastra, no lleva a su novia, sino una ametralladora.
Vuelvo al libro. Una rubia se sale de la cola para hablar con uno de los empleados que entregan pasaportes y cédulas. Pregunta si puede retirar el suyo con la fotocopia del documento. Negativo. “Pero… pónganse de acuerdo. Allá me dijeron que se podía. Y estuve haciendo media hora de cola. Y ahora vos me decís que no se puede”. Todos sabemos cómo termina esto. O la rubia le pide prestado al joven de los ojos de miel su ametralladora y nos acribilla a todos o se va a su casa a buscar el documento. Se va a su casa a buscar el documento. El documento. Me olvidé el documento. Puteo para mis adentros en un acto de constricción. Por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa de pelotudo, Dios mío como me voy a olvidar el documento.
Pienso en dejar el partido. Tan cerca. No faltan más de quince minutos para que me toque el turno. Ya decidido a retirarme, recapacito. Estamos en Argentina, no en Dinamarca. No se necesita saber tres idiomas para ser basurero. Tampoco tener un documento de identidad para retirar otro documento de identidad. Además ¿qué tipo de regla es esa? Vengo a retirar mi pasaporte y mi cédula, dos documentos de identidad. ¿Necesito un tercer documento de identidad? ¿No le alcanza con verme la cara en el pasaporte para darse cuenta que soy el mismo? Si esto no sirve, la institución de los documentos de identidad no tiene sentido. Así me preparaba para enfrentar a la vieja del guardapolvo turquesa. “¡Documento!”. Sabía que mis argumentos, aunque irrefutables, no causarían el menor convencimiento a esa vieja con un piano lleno de telarañas en la concha. Pensé en seducirla con mis encantos viriles. Levantarle el guardapolvo y desempolvarle el piano me parecía excesivo, pero nada se pierde con una sonrisa. O susurrarle al oído que estaba afónico, mientras le agarraba de la mano en forma sugerente. Mala idea. Demasiado romántico. Seguro termino en alguna celda especial para seductores de empleadas públicas. Por suerte, antes de ser sodomizado por uno de mis compañeros de celda imaginaria, los dioses del trámite burocrático vinieron en mi ayuda. Una chica sin guardapolvo se pone a atender a un cuarentón dos turnos delante de mí. “¿No tenés la partida de casamiento de tu mujer? Si fuera por mí… Te anoto y venís a buscarla después sin hacer la cola”. La luz al final del túnel. Lo único que tengo que conseguir es que me atienda ella en lugar de la vieja. Calculo. Como cuando estaba en la Facu y no quería que me tomara el final algún hijo de puta. Dejo pasar a una joven de sesenta. “Señora, pase usted”. “Gracias, muchas gracias”. “No, por favor”. Cínico, actúo por egoísmo de acuerdo al deber.
Mi turno. La chica joven sin guardapolvo me pide el acuse de recibo de la cédula y el pasaporte. Se lo entrego. Estoy solo frente al arco. Sólo tengo que empujarla. “La cédula te la llevan a tu casa. Estamos atrasados cuatro meses”. No importa mi amor, tráemela cuando quieras, pienso lujurioso, sintiendo la victoria cerca. Me trae el pasaporte y me lo muestra. “Tenías el pelo más largo”. “Sí”. Me voy con el pasaporte en la mano. La hinchada canta. Yo, levanto los brazos y coreo: “Dale campeón, dale campeón”. De la bolita y del bolón.

Nacho

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13 Comentarios:

Anonymous Anónimo dijo...

Sos la vida intrucciones de uso, Nacho. Creo que tu principal mérito es el cambio automático de pantalla, siempre enfocarte en la nueva jugada.
Ah: me cagué de risa con la escena de la vieja.
Comparar la vida con un partido: es lo que define a un filósofo. (Los futbolistas, en cambio comparan el futbol con la filosofía. De ahí que todo futbolista reflexivo comienza su apología con 'nuestra filosofía es...').

28/9/08 12:31  
Blogger Bruja dijo...

genial. lo de la vieja es impagable. que lindos que son los pibes cuando hablan de la vida con el futbol!!! unos caramelitos...

28/9/08 14:19  
Blogger Ojaral dijo...

Ya decía Camus que la mejor forma de aprovechar el tiempo es hacer cola sin perder nunca el turno: uno lo siente transcurrir en toda su lentitud. No sabía el argelino las aventuras que pueden suceder en una oficina pública porteña. Muy bien contado, che.
Saludos.

28/9/08 18:07  
Blogger Marianevy dijo...

nacho, como me hacés reir!!!!

y el kiri kiri kiri, inolvidable una vez que uno lo escuchó!

muy bien 10 felicitado!

28/9/08 23:48  
Blogger Carlos Paredes Leví dijo...

Me ha hecho sonreír, lo cual no es poco y sólo por eso, le doy las gracias. A todos, quién más quién menos, nos entró un pánico similar ante la cola para hacer la matrícula de la universidad u otra situación semejante. A veces, cuando el pánico está ahí al lado nuestro, acechante y apremiante, la luz entra de golpe y de dónde menos lo esperamos. Tal vez es que seamos demasiado aprensivos....O no.
Un saludo.

29/9/08 05:01  
Anonymous Anónimo dijo...

Hacer cola en una dependencia pública argentina es sin duda una gesta deportiva, muy bien reflejada en esta crónica. Celebro el uso del kiri kiri Miikeano.
Abrazo

29/9/08 09:30  
Blogger julieta eme dijo...

excelente, nacho. la primera vez que lo leí me morí de la risa. sos muy bueno.

beso.

29/9/08 14:51  
Anonymous Anónimo dijo...

me encantó! Y me hizo reir mucho también. O será por eso precisamente que me encantó! Muy cinematográfico el texto, por otro lado.
Pero el kiri kiri kiri nunca lo escuché en persona así que no puedo concebirlo. Una lástima.

29/9/08 18:45  
Anonymous Anónimo dijo...

Gracias a todas y todos.
Me pone muy feliz que les haya gustado el texto.

Descargo:

A Fede/Matías le afané la expresión "material de lectura" del post que contaba como se había quedado toda la noche en una YPF o Shell.

Y lo del piano lleno de telarañas en la concha de la vieja es una bella imagen robada al gran maestro Laiseca. No sé que tan robada está, porque no pude encontrar la fuente (me interesaría si alguien la puede rastrear). Sino, pasará a ser una creación original mía.

El resto no puede señalar origen. Me alegra haber sido el primero en introducir el kiri-kiri a la literatura latinoamericana, jajaja.
Con esto ya puedo abrir una entrada en la wikipedia, ¿no?

Otra vez, muchas gracias y disculpen los excesos. Los halagos me intoxican.

29/9/08 21:52  
Anonymous Anónimo dijo...

si querés puedo desintoxicarte a fuerza de puteadas. Avisame.

30/9/08 00:44  
Blogger Marianevy dijo...

nunca jamás pensé que fuera a decir esto pero.....

BIEN AHI PAILOS!!!!!

30/9/08 00:56  
Anonymous Anónimo dijo...

Gracias Fede y Amy. Ya me siento mejor. Igual si tienen ganas de putearme no se repriman. Serán devueltas con saña.

:D

30/9/08 10:10  
Anonymous Anónimo dijo...

jaa qué bueno, muy bueno

3/10/08 23:50  

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