Cuando Sergio es un Bizzio
A despecho de la receta que prescribe Tabarovsky en su literatura de izquierda (ser más airista que Aira) Sergio Bizzio parece haber encontrado su tono en la estrategia opuesta: conserva la pulsión por narrar del Gran César pero encara el asunto por debajo de los fuegos de artificio creativos, extirpando la dosis de delirio como petición de principios creativa. Circunscribiéndose, como en un soneto, a las reglas que dicta el verosímil de un vertiginoso realismo, las novelas de Bizzio de un tiempo a esta parte son increíbles sin dejar de ser plausibles, su absurdo, si existe, no es más que un realismo de anticipación, ahora como para dejar las cosas del todo claras el autor titula a su último opus con un nombre frío, ascético y estremecedor: Realidad.
En Realidad, como en Rabia (Interzona, 2004) Bizzio parte de una idea tan simple como genial y la lleva adelante con la destreza del narrador avezado que sabe lo que quiere contar y cómo hacerlo. En este caso se trata de cruzar dos tendencias del mundo contemporáneo que tienen mucho más en común de lo que podría parecer a simple vista: el terrorismo fundamentalista islámico y los reality shows. Un célula terrorista toma por asalto un canal de televisión argentino y una vez concretada su exitosa misión descubre que allí dentro se está desarrollando una nueva emisión de Gran Hermano (así, con todas las letras, con lo que, de paso, Bizzio trae de vuelta a casa de la literatura el título que el cinismo a toda prueba de Endemol se había llevado para las tierras del entretenimiento de masas) y decide comenzar a manipular a los participantes para producir la edición más extrema, desopilante y, acaso, sincera del programa y lograr de paso picos históricos de audiencia. El contrapunto entre los terroristas (capaces de darlo todo por una causa) y los participantes del programa (dispuestos a mostrar mucho para ver si consiguen algo) habilita un experimento narrativo al que Bizzio le saca provecho y utiliza, de paso, para deslizar una crítica lúcida, sin dedo en alto, del estado de la sociedad del entretenimiento en la que nos toca vivir.
El hecho mismo de que el autor de Planet se haya ganando durante años los morlacos como guionista de tele no es un dato menor: conoce las miserias de ese mundo desde dentro y como un letal agente infiltrado las expone y les saca el jugo con maestría, pero lo que pesa sobre todo es el métier del autor de Chicos. Como dice mi amigo Facundo, se advierte en la novela su ritmo para encadenar los capítulos al modo de escenas, su exacta dosificación de la tensión y su progresión a lo largo del texto, su talento para los diálogos y su capacidad para dotar de vida a un personaje en dos o tres líneas. No es casual que pronto veamos en pantalla grande Rabia y que ya haya productores extranjeros interesados en comprar los derechos de Realidad. Pero le haríamos un flaco favor a Bizzio si lo redujéramos a un autor de novelas guionables, o protoguiones cinematográficos. El mismo oficio que le permite dominar a discreción la economía del relato y saltearse pormenores prescindibles también le permite hacerse dueño de una poesía cruda y demoledora, que nunca podrán disfrutar quienes vean sus historias filmadas en 35mm, como cuando dice “Y sin realidad, ¿quién notaría que un grupo de chicos que no representan a su generación, ni a su cultura, ni siquiera a ellos mismos, se envilece en un país, se acobarda en una generación y asoma en una cultura que se agacha?”.
La televisión se mete con todos y pareciera que nadie puede meterse con ella. Bizzio se anima a darle pelea con una novela tan entretenida que, si llegara por milagro a manos de un teleadicto, lograría hacer que se olvide por un rato de Gran Cuñado y que deja como saldo la amarga constatación de que el terrorismo extremista parece ser el inconfesado límite al que una sociedad del espectáculo aspira a llegar.
Ariel Idez
En Realidad, como en Rabia (Interzona, 2004) Bizzio parte de una idea tan simple como genial y la lleva adelante con la destreza del narrador avezado que sabe lo que quiere contar y cómo hacerlo. En este caso se trata de cruzar dos tendencias del mundo contemporáneo que tienen mucho más en común de lo que podría parecer a simple vista: el terrorismo fundamentalista islámico y los reality shows. Un célula terrorista toma por asalto un canal de televisión argentino y una vez concretada su exitosa misión descubre que allí dentro se está desarrollando una nueva emisión de Gran Hermano (así, con todas las letras, con lo que, de paso, Bizzio trae de vuelta a casa de la literatura el título que el cinismo a toda prueba de Endemol se había llevado para las tierras del entretenimiento de masas) y decide comenzar a manipular a los participantes para producir la edición más extrema, desopilante y, acaso, sincera del programa y lograr de paso picos históricos de audiencia. El contrapunto entre los terroristas (capaces de darlo todo por una causa) y los participantes del programa (dispuestos a mostrar mucho para ver si consiguen algo) habilita un experimento narrativo al que Bizzio le saca provecho y utiliza, de paso, para deslizar una crítica lúcida, sin dedo en alto, del estado de la sociedad del entretenimiento en la que nos toca vivir.
El hecho mismo de que el autor de Planet se haya ganando durante años los morlacos como guionista de tele no es un dato menor: conoce las miserias de ese mundo desde dentro y como un letal agente infiltrado las expone y les saca el jugo con maestría, pero lo que pesa sobre todo es el métier del autor de Chicos. Como dice mi amigo Facundo, se advierte en la novela su ritmo para encadenar los capítulos al modo de escenas, su exacta dosificación de la tensión y su progresión a lo largo del texto, su talento para los diálogos y su capacidad para dotar de vida a un personaje en dos o tres líneas. No es casual que pronto veamos en pantalla grande Rabia y que ya haya productores extranjeros interesados en comprar los derechos de Realidad. Pero le haríamos un flaco favor a Bizzio si lo redujéramos a un autor de novelas guionables, o protoguiones cinematográficos. El mismo oficio que le permite dominar a discreción la economía del relato y saltearse pormenores prescindibles también le permite hacerse dueño de una poesía cruda y demoledora, que nunca podrán disfrutar quienes vean sus historias filmadas en 35mm, como cuando dice “Y sin realidad, ¿quién notaría que un grupo de chicos que no representan a su generación, ni a su cultura, ni siquiera a ellos mismos, se envilece en un país, se acobarda en una generación y asoma en una cultura que se agacha?”.
La televisión se mete con todos y pareciera que nadie puede meterse con ella. Bizzio se anima a darle pelea con una novela tan entretenida que, si llegara por milagro a manos de un teleadicto, lograría hacer que se olvide por un rato de Gran Cuñado y que deja como saldo la amarga constatación de que el terrorismo extremista parece ser el inconfesado límite al que una sociedad del espectáculo aspira a llegar.
Ariel Idez
Etiquetas: Reseñas, Sergio Bizzio
7 Comentarios:
Muy bueno el comentario. Leí Realidad la semana pasada y estoy totalmente de acuerdo con usted. Bizzio no tiene nada que ver con Aira, lo atravesó, lo pasó de lado a lado (y no lo digo en el burdo sentido sexual), digo que Bizzio hizo la suya como un maestro.
Cristian G.
Gracias Cristian, igual yo no diría que Bizzio no tiene nada que ver con Aira, en algún punto me parece que Aira hace posible a Bizzio (pienso en el tono ligero, en la apuesta por narrar, en cierta desfachatez que frustra de antemano toda amenaza de "solemnidad") pero sí opino que Bizzio ha sabido encontrar su propio camino y que, hoy por hoy, es más "bizzioso" que "aireano".
Saludos
gran cita. (Casi tan grande como la frase de apertura: "Si lo que sigue va a leerse como un novela, entonces conviene decir ya mismo que los terroristas entraron al canal con un lugar común: a sangre y fuego".) Y aguda observación final. (Un observación muy aguda: ¿es esdrújula? Perdón...)
Sí, es cierto, el comienzo ya está entre mis preferidos de la literatura argentina, tal vez solo superado por el imbatible "-¿Queda miel?" con el que Vanasco principia "Los muchos que no viven" .
Sí, grandes frases las de Bizzio.
Estilo.
R.
se parece al argumento de la banda de los chacales, de enrique symns...
saludos
Gracias R, coincido con ud.
Hola e.r., sus siglas me recuerdan a un amigo y colaborador que supimos tener. Desconozco esa ¿novela? de Symns, voy a rastrearla.
Abrazos
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