Por qué nos gusta tanto Zedi Cioso
Julio Cortazar sobre Bioy Casares: ‘Me gustaría ser Adolfo Bioy Casares’. Cortazar, por supuesto, incluía en su deseo el encomio a las habilidades literarias de Bioy (Cortazar no desearía no ser un grande escritor, no en verdad). También es cierto que su declaración, no exenta de envidia, iba más allá de los textos.
¿A qué viene este rodeo por nuestros muertos queridos? Bueno: me gustaría ser Zedi Cioso.
El parangón no es gratuito. Nadie se parece más a Bioy que Cioso. Al menos eso, si no más, visto desde cierto ángulo. Hay en Cioso (y espero que mucho de lo que diga sobre él también valga para Bioy, porque no me ocuparé más del ABC de la narrativa) mucho de... digamos que la literatura de Cioso no es muy distinta de su persona. Vayamos a su literatura, entonces.
Se puede decir muchas cosas a favor de ella, entre otras las siguientes: ejerce una inventiva feroz, de rango tan amplio que asusta encontrarla en una sola persona (enanos más sexys del mundo, escritores como genios malignos, mujeres que poco a poco van inmovilizándose hasta alcanzar un nirvana de inaudita potencia vital, exnovios de novias de tenistas números uno que son a la vez cumbres del resentimiento, imposibles escritores empleados de hoteles alojamientos, trapecistas suicidas amantes de jeques, el mejor director técnico posible), complejidad de tramas dadas a vueltas y recovecos y saltos al vacío que redoblan la apuesta narrativa y siempre caen paradas; pero caen paradas veinte pisos más arriba, pasmosa fluidez narrativa para la complejidad de la trama y la riqueza de los personajes y el nivel de lenguaje empleado, que hace imposible abandonar la lectura una vez empezada, múltiples golpes de efecto y sorpresas al por mayor (a veces la sorpresa está en el mismo narrador, como en el caso del cuento magistral ‘Break Point’, que nos remite a ‘El asesinato de Roger Ackroyd’, de A. Christie, uno de los puntos más altos del policial inglés). Y hay más.
Ojo: no todo son rosas. No pocas veces los personajes adolecen de carnadura o sutileza o espesura sentimental. Más de una vez parecen meras funciones narrativas (no digo que haya personaje logrado que no lo sea; digo que a veces es mejor si no se nota). Pero bueno: puede ser tomado como un estilo. Y después de todo lo mismo puede decirse de ABC (con lo que el parentesco se hace tan pavorosamente patente que estalla en los ojos), qué tanto.
Pero en verdad nada de esto importa, ni lo mucho bueno ni lo tan poco malo. La papa es esta: la literatura de Cioso es felicidad. No es meramente feliz: es felicidad. No sólo vemos felicidad: produce y experimentamos felicidad y somos felices leyéndola, sabiendo que existe. ¿Cómo explicarles? Dijo Gamerro sobre Saer: ‘El pesimismo de Saer es de ésos que nos llenan de un inexplicable y probablemente injustificado orgullo de pertenecer a la raza humana, de alegría de haber vivido y de ganas de seguir’. Lo mismo digo de Cioso, sólo que Cioso no es pesimista (aunque él crea que sí, aunque todos ustedes crean que sí, aunque nada cambiaría si lo fuera).
La literatura de Cioso es felicidad, como lo es ‘La isla a mediodía’ de Cortazar. Con una diferencia.
La liviandad. La literatura de Cioso, así como la de ABC, a diferencia de la de Cortazar, es ligera. Digo: es etérea, es volátil, es trasparente, y nos hace ligeros incluso a nosotros los densos, los de alta gravedad, los pesados: nos permite volar, volamos. ¿Recuerdan cómo es volar en sueños?
La literatura de Zedi Cioso incluye una novela, ‘La última de Cesar Aira’ (con el enano escritor como héroe y el escritor consagrado como genio maligno), y dos libros de cuentos, ‘¿De qué viven los escritores?’ (otra vez la literatura de escritores) y ‘Esto sí es América’ (cuentos de tema y estilo (norte)americanos), el primero casi concluido, el segundo momentáneamente abandonado, además de un volúmen de ‘Otros Cuentos’, heterogéneo y de nivel desparejo, pero que incluye sus dos cuentos de fútbol con el (compartido) personaje del DT filósofo Marcel Bauhaus (o qué pasaría si cruzamos a Marcelo Bielsa con Ludwig Wittgenstein). También existe un tomo de poesía, intitulado ‘Poesías Pedorras’.
Hay una escena en la novela de Cioso en la que Dante, El Enano Más Sexy Del Mundo, va a visitar a El Gurú Chitarroni, y mientras espera a ser atendido rasga casualmente una almohada y la descubre llena de papelitos con frases: versos (potenciales o actuales). La almohada es una máquina de Turing productora de poesías; basta con sacar un número n de papelitos y transcribir de modo vertical su contenido y vualá, una poesía. ¿Qué hace Dante (alterego de Cioso)? Pícaro, juguetón y subrepticio, escribe unos versos de su autoría en sendos papelitos, que posteriormente introduce en la almohada. Terminada la operación, orondo y satisfecho, se acomoda en su sillón con una mueca de contento e inquietud hija del ilícito (menor) que acaba de fraguar. Unos instantes después sale Chitarroni y Dante se olvida del asunto. En ese olvido, en ese aire juguetón, en ese lapsus de la trama principal, en esa hendija está Dios que acecha. O lo mismo: está la felicidad.
Matías Pailos
¿A qué viene este rodeo por nuestros muertos queridos? Bueno: me gustaría ser Zedi Cioso.
El parangón no es gratuito. Nadie se parece más a Bioy que Cioso. Al menos eso, si no más, visto desde cierto ángulo. Hay en Cioso (y espero que mucho de lo que diga sobre él también valga para Bioy, porque no me ocuparé más del ABC de la narrativa) mucho de... digamos que la literatura de Cioso no es muy distinta de su persona. Vayamos a su literatura, entonces.
Se puede decir muchas cosas a favor de ella, entre otras las siguientes: ejerce una inventiva feroz, de rango tan amplio que asusta encontrarla en una sola persona (enanos más sexys del mundo, escritores como genios malignos, mujeres que poco a poco van inmovilizándose hasta alcanzar un nirvana de inaudita potencia vital, exnovios de novias de tenistas números uno que son a la vez cumbres del resentimiento, imposibles escritores empleados de hoteles alojamientos, trapecistas suicidas amantes de jeques, el mejor director técnico posible), complejidad de tramas dadas a vueltas y recovecos y saltos al vacío que redoblan la apuesta narrativa y siempre caen paradas; pero caen paradas veinte pisos más arriba, pasmosa fluidez narrativa para la complejidad de la trama y la riqueza de los personajes y el nivel de lenguaje empleado, que hace imposible abandonar la lectura una vez empezada, múltiples golpes de efecto y sorpresas al por mayor (a veces la sorpresa está en el mismo narrador, como en el caso del cuento magistral ‘Break Point’, que nos remite a ‘El asesinato de Roger Ackroyd’, de A. Christie, uno de los puntos más altos del policial inglés). Y hay más.
Ojo: no todo son rosas. No pocas veces los personajes adolecen de carnadura o sutileza o espesura sentimental. Más de una vez parecen meras funciones narrativas (no digo que haya personaje logrado que no lo sea; digo que a veces es mejor si no se nota). Pero bueno: puede ser tomado como un estilo. Y después de todo lo mismo puede decirse de ABC (con lo que el parentesco se hace tan pavorosamente patente que estalla en los ojos), qué tanto.
Pero en verdad nada de esto importa, ni lo mucho bueno ni lo tan poco malo. La papa es esta: la literatura de Cioso es felicidad. No es meramente feliz: es felicidad. No sólo vemos felicidad: produce y experimentamos felicidad y somos felices leyéndola, sabiendo que existe. ¿Cómo explicarles? Dijo Gamerro sobre Saer: ‘El pesimismo de Saer es de ésos que nos llenan de un inexplicable y probablemente injustificado orgullo de pertenecer a la raza humana, de alegría de haber vivido y de ganas de seguir’. Lo mismo digo de Cioso, sólo que Cioso no es pesimista (aunque él crea que sí, aunque todos ustedes crean que sí, aunque nada cambiaría si lo fuera).
La literatura de Cioso es felicidad, como lo es ‘La isla a mediodía’ de Cortazar. Con una diferencia.
La liviandad. La literatura de Cioso, así como la de ABC, a diferencia de la de Cortazar, es ligera. Digo: es etérea, es volátil, es trasparente, y nos hace ligeros incluso a nosotros los densos, los de alta gravedad, los pesados: nos permite volar, volamos. ¿Recuerdan cómo es volar en sueños?
La literatura de Zedi Cioso incluye una novela, ‘La última de Cesar Aira’ (con el enano escritor como héroe y el escritor consagrado como genio maligno), y dos libros de cuentos, ‘¿De qué viven los escritores?’ (otra vez la literatura de escritores) y ‘Esto sí es América’ (cuentos de tema y estilo (norte)americanos), el primero casi concluido, el segundo momentáneamente abandonado, además de un volúmen de ‘Otros Cuentos’, heterogéneo y de nivel desparejo, pero que incluye sus dos cuentos de fútbol con el (compartido) personaje del DT filósofo Marcel Bauhaus (o qué pasaría si cruzamos a Marcelo Bielsa con Ludwig Wittgenstein). También existe un tomo de poesía, intitulado ‘Poesías Pedorras’.
Hay una escena en la novela de Cioso en la que Dante, El Enano Más Sexy Del Mundo, va a visitar a El Gurú Chitarroni, y mientras espera a ser atendido rasga casualmente una almohada y la descubre llena de papelitos con frases: versos (potenciales o actuales). La almohada es una máquina de Turing productora de poesías; basta con sacar un número n de papelitos y transcribir de modo vertical su contenido y vualá, una poesía. ¿Qué hace Dante (alterego de Cioso)? Pícaro, juguetón y subrepticio, escribe unos versos de su autoría en sendos papelitos, que posteriormente introduce en la almohada. Terminada la operación, orondo y satisfecho, se acomoda en su sillón con una mueca de contento e inquietud hija del ilícito (menor) que acaba de fraguar. Unos instantes después sale Chitarroni y Dante se olvida del asunto. En ese olvido, en ese aire juguetón, en ese lapsus de la trama principal, en esa hendija está Dios que acecha. O lo mismo: está la felicidad.
Matías Pailos
2 Comentarios:
Cuando se aplaque el rubor de mis mejillas voy a tratar de esbozar un comentario.
Si, como dijo Aristóteles, "toda política es política de la felicidad" intentaré que mi literatura siga esa premisa.
¿El parentesco con ABC? Me honra, pero doy fe que no es conciente. La cosa sale así y se parece.
Gracias M.P. mi fan de la primera hora.
Zed
Oscilo entre dos actitudes hoy día: el embobamiento y adulación frente al nimbante estilo de Zed, o cierta desconfianza y rechazo. Presiento, o prejuzgo, que para mi salud autoral y la de mi dignidad personal, es preferible optar por la última mentada.
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