La Librería Argentina
¿Existe la crítica como arte poética? Héctor Libertella cree que sí y su afirmación tiene forma de libro: La Librería Argentina (Alción, 2003). Aquí el autor expone la tradición literaria nacional a los “obreros” del trabajo onírico: condensación y desplazamiento: la literatura argentina deviene así en una librería que a su vez es un barco, lo que no parece nada extravagante tratándose de una tradición forjada a las orillas de un río que se asemeja a un mar y todo en un país que, como reza el epígrafe “no es ninguna raza ni nacionalidad, sino puro estilo y lengua” (Osvaldo Lamborghini). De este modo Libertella se dispone, Virgilio, a guiarnos por los húmedos pasillos de este barco sin rumbo fijo (¿Una nave de los locos a la deriva, quizá?) al acecho de los escurridizos volúmenes, porque “algo habrá de flotante en los libros, algo de blando y difícil de atrapar, como si fueran peces pequeños: pequeños seres lunáticos que se adueñaron de todos los rincones”. Y en este galeón algunos piratas curten su piel en la cubierta mientras otros pálidos desdichados se pudren en las galeras.
En La Librería Argentina Libertella hace gala de una auténtica “imaginación crítica” y así Osvaldo Lamborghini es ese marinero que se detiene en algunos puertos “para comprar Todo en librerías (y leer todo como barato)”. Un marinero rumano que dormita en el trance insomne de un polvoriento sarcófago en la sentina del barco “ese vampiro; leía cualquier tipo de cosas, las digería después y las expulsaba por su Órgano Prestigioso”.
Claro que el galeón no sólo transporta inquietantes marinos y sospechosos polizontes sino también libros; cajas de libros que descienden entre embarques de contrabando para engalanar la vidriera de la Librería Argentina de Marcos Sastre. Sin que le tiemble el pulso, Libertella fotografía a todos esos jóvenes circa 1837 que esperan ansiosos acodados en la dársena y revuelven después la trastienda de la Librería, repleta de objetos exóticos. “¿Quién podría adivinar, con Echeverría, Gutiérrez, el mismo Sastre, Alberdi, cuantos de esos elementos fueron o no echando, desde aquel entonces, las Bases y Puntos de Partida Inconscientes para la Constitución Nacional de una Literatura?”
Se trata de un viaje sentimental, donde el grumete puede de pronto convertirse en capitán y avizorar junto al timón el incipiente rumbo de la crujiente nave: “¿Qué será moderno, todavía, en los noventa? Tal vez esa forma de barajar identidades de sujetos con personajes y vidas imaginarias”. Y en medio del viaje, en el rincón más oscuro de la bodega el alférez se tropieza con la sombra ciega del más taimado de los marinos, y a su lado, de pie, monumental, un Ahab que dedicó su vida a dar caza a la ballena blanca de la metafísica. “Borges por Macedonio” es uno de esos casos en los que el ensayo crítico convoca la felicidad de la ficción pura: una literatura de las ideas. Una entre ellas, extraída como muestra del lujoso tejido, se pregunta: “¿Sería posible una teoría de la lectura que postula que Uno es la necesidad de traducir a Otro?”. Gragea en precisa dosis para tratar la melancolía de los afligidos por la angustia de las influencias. Astrolabio maravilloso para trazar nuevas rutas de lectura.
Y la nave no detiene su curso, a través de mares helados y trópicos febriles, mientras Héctor Libertella apura su último ron en el bar de legendarios marineros y se dispone a una nueva travesía, sin ignorar su inevitable destino como el último de los argonautas.
Zeci Cioso
En La Librería Argentina Libertella hace gala de una auténtica “imaginación crítica” y así Osvaldo Lamborghini es ese marinero que se detiene en algunos puertos “para comprar Todo en librerías (y leer todo como barato)”. Un marinero rumano que dormita en el trance insomne de un polvoriento sarcófago en la sentina del barco “ese vampiro; leía cualquier tipo de cosas, las digería después y las expulsaba por su Órgano Prestigioso”.
Claro que el galeón no sólo transporta inquietantes marinos y sospechosos polizontes sino también libros; cajas de libros que descienden entre embarques de contrabando para engalanar la vidriera de la Librería Argentina de Marcos Sastre. Sin que le tiemble el pulso, Libertella fotografía a todos esos jóvenes circa 1837 que esperan ansiosos acodados en la dársena y revuelven después la trastienda de la Librería, repleta de objetos exóticos. “¿Quién podría adivinar, con Echeverría, Gutiérrez, el mismo Sastre, Alberdi, cuantos de esos elementos fueron o no echando, desde aquel entonces, las Bases y Puntos de Partida Inconscientes para la Constitución Nacional de una Literatura?”
Se trata de un viaje sentimental, donde el grumete puede de pronto convertirse en capitán y avizorar junto al timón el incipiente rumbo de la crujiente nave: “¿Qué será moderno, todavía, en los noventa? Tal vez esa forma de barajar identidades de sujetos con personajes y vidas imaginarias”. Y en medio del viaje, en el rincón más oscuro de la bodega el alférez se tropieza con la sombra ciega del más taimado de los marinos, y a su lado, de pie, monumental, un Ahab que dedicó su vida a dar caza a la ballena blanca de la metafísica. “Borges por Macedonio” es uno de esos casos en los que el ensayo crítico convoca la felicidad de la ficción pura: una literatura de las ideas. Una entre ellas, extraída como muestra del lujoso tejido, se pregunta: “¿Sería posible una teoría de la lectura que postula que Uno es la necesidad de traducir a Otro?”. Gragea en precisa dosis para tratar la melancolía de los afligidos por la angustia de las influencias. Astrolabio maravilloso para trazar nuevas rutas de lectura.
Y la nave no detiene su curso, a través de mares helados y trópicos febriles, mientras Héctor Libertella apura su último ron en el bar de legendarios marineros y se dispone a una nueva travesía, sin ignorar su inevitable destino como el último de los argonautas.
Zeci Cioso
7 Comentarios:
Embarcarse, como Queequeg, arpón en mano para lanzarlo sobre el lomo del cetáceo literario que a la vez constituye tu firma y registro de embarque.
La ballena lo es todo. El barco sólo existe en función de ella.
Muchas Gracias, Gernández. Y felicitaciones por su blog a estrenar, que desde ya, recomiendo a todos nuestros lectores.
Los agradecimientos van para usted, amigo Cioso, por el aliento y la promoción siempre bien recibida.
A propósito de otra cosa, me preguntaba usted en otro post, rato ha, acerca de "El río" de Gómez Morel. En lo personal me parece un libro entrañable e irrepetible (Demasiado cariño hacia el Mapocho, tal vez, pero también algo más.) Más le diré al respecto en cierta misiva que permanece pendiente.
Espero entonces que las próximas líneas me tracen el curso de ese río tan célebre.
¿Por qué los escritores disfrutan tanto los tópicos marinos? ¿Por qué Ahab, por qué Conrad? Sin embargo gustan menos de escribir sobre estas cosas que de leer (claro, sobre estas cosas). Quizás gusten de estas cosas para tenerlas lejos, para admirarlas a la distancia.
Borges capitán. ¿Bioy grumete?
salud eterna al bueno deLibertella!
abajo la UBA
Cool blog, interesting information... Keep it UP » »
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