El gusto es mío
Si bien el 2004 fue probablemente el peor año de mi vida, apenas el año 2000 cayó en desuso entré en inconsciente campaña para cambiar de modelo de conducta. Esto viene a cuento de modo anómalo, lo reconozco. Solo quise señalar que parte de la responsabilidad por mi estallido fue de aquél modelo que lenta e irremisiblemente comenzó decaer ante este otro candidato curiosamente más joven y cercano a mí. El asombro acaso sea solo falta de atención, podría acotar -y lo haré. “No se entiende nada, caballero”. Intentaré ser más claro.
El derrotero del colectivo 55 es proverbialmente estrafalario. Imposible para un habitante del norte de la ciudad, expulsado de la capital como quien suscribe, discernir en cuál de las cuatro mil parroquias en que Buenos Aires se segmenta me hallaba en el momento preciso en que erré en mi intento de dar con la sintonía de la Rock&Pop. Fallé por tanto, y sospecho que el tema irradiado no me era del todo desagradable pues dejé de preocuparme por el asunto. Seguí, de hecho, despreocupado una vez una voz familiar irrumpiera en el éter. Aparentaba recato, procuraba mesura. Su dueño me terminó de caer en gracia con sus dos pretéritos programas nocturnos en la radio que creía, equívocamente, estar escuchando. Anunciaba el inicio de un ciclo nuevo, pero no sabía lo que hacía. El programa era una contradicción ambulante, pues no era uno sino dos, pero era uno. De 2 a 4, “Basta de fútbol”. Conducción: Matías Martin. De 4 a 6, “Todo pasa”. Conducción: Matías Martin y Juan Pablo Varsky. Para el mundial 2002 Varsky recaló en Corea siguiendo el decurso del fatídico mundial que llenó de zozobra el corazón de los bielsistas del mundo todo (snif…). Fue esa la enorme oportunidad para que tomara la escena un amigo del conductor que quedó en estas costas varado, a la sazón oyente del programa: Diego Ripoll. Fueron casi dos meses de risa permanente y penetrante, de revolcarme por el suelo, de dejar de correr del dolor de estómago que la sucesión inaudita de barbaridades generaba en mí y en la mitad de la ciudad. Después Varsky abandonó el barco y Ripoll se sostuvo el año que su inconstancia le permitió. “Los que no usan ropa interior son inconstantes”, sentenció El Hombre Cualquiera, creación de Gabriel Schultz, el productor originario de todos estos programas y actual co-conductor. Sumemosles un impresentable llamado Cabito Massa Alcántara, un gordo dado a prorrumpir barbaridades, pelearse con el mundo, preguntarle a las ancianas si practican sexo anal y demás delicias. El programa signó mi vida desde su inicio, y opacó en mí de una vez y (espero) para siempre la presencia fatídica de Alejandro Dolina. Es claro que la culpa no es de Dolina, sino de la imagen que de él me generé, pero no podía más. Basta de pensar que el amor vale más que la vida, que el rock no es música, que el cine es un arte menor, que las mujeres son lo mejor que nos pasó en la vida. Aunque cueste la erudición y la inteligencia, no quiero pensar más así –ni lo hago. Lo bueno es que no hay que dejar como prenda de pago de la felicidad ni la una ni la otra. Porque es mentira, también, que a mayor inteligencia mayor infelicidad, como sostiene Dolina. La idea es que el más inteligente tiene mayor capacidad para detectar los elementos trágicos que nos acosan, y esto es verdad. También lo es (pero Dolina lo soslaya) que quien porte inteligencia podrá dar con mayor facilidad con las superficies de placer y los oasis de sosiego y placidez –y sabrá en qué momento acallar las voces que claman en el desierto por las muertes presentes y futuros, por la ubicua infelicidad. Martin, o su imagen en mí, sabe que la infelicidad no es ubicua. Sabe cómo pasarla bien sin ser estúpido; sabe cuándo, cómo y dónde entregarse en cuerpo y alma a la estupidez. En su programa campea la tontería en su forma más aceptable: la humorística. No hay chistes: hay esa sustancia imprecisa y que nosotros los de esta parte del mundo portamos como estandarte: la joda. En ese programa se jode. Se jode al prójimo, se jode al oyente, se jode al amigo, se jode a uno mismo. En la práctica de esa joda y en el disfrute de su escucha me prendo yo, y abandono a Dolina a su suerte. Lo que hay ahí es lo mismo que exuda y enchastra las páginas de mi escritor argentino de cabecera, el enorme Osvaldo Lamborghini, prueba dramática de que en literatura todo es posible; todo, y en ‘todo’ incluyo la violación de todas las reglas y la imposición de las más idiotas. Lamborghini deja ver lo que de insatisfactorio tiene el dadaísmo literario de Boris Vian y Jarry, dónde se van al carajo y dónde no se van suficientemente al carajo. Les falta rigor. Por supuesto, les falta también volar por los aires ese rigor. Curioso, la experiencia Lamborghini repara eventos similares al dispositivo Martin. Me veo en un vagón del tren Mitre entre Vicente López y Olivos, un inhóspito domingo por la mañana en pos de abrir las puertas de la sucursal San Isidro la cadena Yenny de librerías, doblándome en dos en mi asiento ante la sucesión enferma de chistes en cada una de las páginas de la edición de Del Serbal de “Novelas y Cuentos”, me veo maravillándome ante los logros cada vez mayores de su autor, me veo comprendiendo que nunca podré hacer eso. Que nunca nadie volverá a hacer eso jamás. Me veo sonriendo de felicidad. Hay en Lamborghini algo similar a Martin, algo que es muy mío y que explica cómo un lector sofisticado puede ser la misma persona que un oyente futbolero: hay humor, hay humor adolescente, hay humor adolescente porteño, lo que significa que: hay escatología (hay mierda, hay vísceras, hay gente comiendo mierda y hay gente destripando gente; hay gente incrustando las vísceras en las vísceras de otra gente), hay sexualidad (violenta, directa, escatológica), hay retruécano y chascarrillos. Porque lo que tenemos los que envejecemos anclados en la adolescencia es la perpetua escatología sexual boluda de la que, en secreto, nos enorgullecemos. Este fenómeno se replica, y es el modelo con el que puedo aunar a todo esto mi preferencia política peronista (Dolina, pero también Lamborghini, la tiene) y el gusto tatuado en el corazón por el mundo rock (misma marca hay en el pecho de Martin: tajéenlo y verán). Es que el mundo de las preferencias también es un sistema de citas, como el de las creencias. Hay piezas más firmemente atadas que otras, más conectadas y centrales; las hay también de las otras. Es ya un lugar común que cualquier conjunto de creencias es contradictorio. Si hubiera un análogo de la contradicción para las predilecciones, el sistema de gustos exhibiría ese patrón. Por eso no deja de sorprenderme que haya quien se sorprenda ante quien manifiesta favoritismos aparentemente antagónicos. Por ellos y por mí, valga lo ya dicho: el asombro acaso no sea más que falta de atención.
Matías Pailos
El derrotero del colectivo 55 es proverbialmente estrafalario. Imposible para un habitante del norte de la ciudad, expulsado de la capital como quien suscribe, discernir en cuál de las cuatro mil parroquias en que Buenos Aires se segmenta me hallaba en el momento preciso en que erré en mi intento de dar con la sintonía de la Rock&Pop. Fallé por tanto, y sospecho que el tema irradiado no me era del todo desagradable pues dejé de preocuparme por el asunto. Seguí, de hecho, despreocupado una vez una voz familiar irrumpiera en el éter. Aparentaba recato, procuraba mesura. Su dueño me terminó de caer en gracia con sus dos pretéritos programas nocturnos en la radio que creía, equívocamente, estar escuchando. Anunciaba el inicio de un ciclo nuevo, pero no sabía lo que hacía. El programa era una contradicción ambulante, pues no era uno sino dos, pero era uno. De 2 a 4, “Basta de fútbol”. Conducción: Matías Martin. De 4 a 6, “Todo pasa”. Conducción: Matías Martin y Juan Pablo Varsky. Para el mundial 2002 Varsky recaló en Corea siguiendo el decurso del fatídico mundial que llenó de zozobra el corazón de los bielsistas del mundo todo (snif…). Fue esa la enorme oportunidad para que tomara la escena un amigo del conductor que quedó en estas costas varado, a la sazón oyente del programa: Diego Ripoll. Fueron casi dos meses de risa permanente y penetrante, de revolcarme por el suelo, de dejar de correr del dolor de estómago que la sucesión inaudita de barbaridades generaba en mí y en la mitad de la ciudad. Después Varsky abandonó el barco y Ripoll se sostuvo el año que su inconstancia le permitió. “Los que no usan ropa interior son inconstantes”, sentenció El Hombre Cualquiera, creación de Gabriel Schultz, el productor originario de todos estos programas y actual co-conductor. Sumemosles un impresentable llamado Cabito Massa Alcántara, un gordo dado a prorrumpir barbaridades, pelearse con el mundo, preguntarle a las ancianas si practican sexo anal y demás delicias. El programa signó mi vida desde su inicio, y opacó en mí de una vez y (espero) para siempre la presencia fatídica de Alejandro Dolina. Es claro que la culpa no es de Dolina, sino de la imagen que de él me generé, pero no podía más. Basta de pensar que el amor vale más que la vida, que el rock no es música, que el cine es un arte menor, que las mujeres son lo mejor que nos pasó en la vida. Aunque cueste la erudición y la inteligencia, no quiero pensar más así –ni lo hago. Lo bueno es que no hay que dejar como prenda de pago de la felicidad ni la una ni la otra. Porque es mentira, también, que a mayor inteligencia mayor infelicidad, como sostiene Dolina. La idea es que el más inteligente tiene mayor capacidad para detectar los elementos trágicos que nos acosan, y esto es verdad. También lo es (pero Dolina lo soslaya) que quien porte inteligencia podrá dar con mayor facilidad con las superficies de placer y los oasis de sosiego y placidez –y sabrá en qué momento acallar las voces que claman en el desierto por las muertes presentes y futuros, por la ubicua infelicidad. Martin, o su imagen en mí, sabe que la infelicidad no es ubicua. Sabe cómo pasarla bien sin ser estúpido; sabe cuándo, cómo y dónde entregarse en cuerpo y alma a la estupidez. En su programa campea la tontería en su forma más aceptable: la humorística. No hay chistes: hay esa sustancia imprecisa y que nosotros los de esta parte del mundo portamos como estandarte: la joda. En ese programa se jode. Se jode al prójimo, se jode al oyente, se jode al amigo, se jode a uno mismo. En la práctica de esa joda y en el disfrute de su escucha me prendo yo, y abandono a Dolina a su suerte. Lo que hay ahí es lo mismo que exuda y enchastra las páginas de mi escritor argentino de cabecera, el enorme Osvaldo Lamborghini, prueba dramática de que en literatura todo es posible; todo, y en ‘todo’ incluyo la violación de todas las reglas y la imposición de las más idiotas. Lamborghini deja ver lo que de insatisfactorio tiene el dadaísmo literario de Boris Vian y Jarry, dónde se van al carajo y dónde no se van suficientemente al carajo. Les falta rigor. Por supuesto, les falta también volar por los aires ese rigor. Curioso, la experiencia Lamborghini repara eventos similares al dispositivo Martin. Me veo en un vagón del tren Mitre entre Vicente López y Olivos, un inhóspito domingo por la mañana en pos de abrir las puertas de la sucursal San Isidro la cadena Yenny de librerías, doblándome en dos en mi asiento ante la sucesión enferma de chistes en cada una de las páginas de la edición de Del Serbal de “Novelas y Cuentos”, me veo maravillándome ante los logros cada vez mayores de su autor, me veo comprendiendo que nunca podré hacer eso. Que nunca nadie volverá a hacer eso jamás. Me veo sonriendo de felicidad. Hay en Lamborghini algo similar a Martin, algo que es muy mío y que explica cómo un lector sofisticado puede ser la misma persona que un oyente futbolero: hay humor, hay humor adolescente, hay humor adolescente porteño, lo que significa que: hay escatología (hay mierda, hay vísceras, hay gente comiendo mierda y hay gente destripando gente; hay gente incrustando las vísceras en las vísceras de otra gente), hay sexualidad (violenta, directa, escatológica), hay retruécano y chascarrillos. Porque lo que tenemos los que envejecemos anclados en la adolescencia es la perpetua escatología sexual boluda de la que, en secreto, nos enorgullecemos. Este fenómeno se replica, y es el modelo con el que puedo aunar a todo esto mi preferencia política peronista (Dolina, pero también Lamborghini, la tiene) y el gusto tatuado en el corazón por el mundo rock (misma marca hay en el pecho de Martin: tajéenlo y verán). Es que el mundo de las preferencias también es un sistema de citas, como el de las creencias. Hay piezas más firmemente atadas que otras, más conectadas y centrales; las hay también de las otras. Es ya un lugar común que cualquier conjunto de creencias es contradictorio. Si hubiera un análogo de la contradicción para las predilecciones, el sistema de gustos exhibiría ese patrón. Por eso no deja de sorprenderme que haya quien se sorprenda ante quien manifiesta favoritismos aparentemente antagónicos. Por ellos y por mí, valga lo ya dicho: el asombro acaso no sea más que falta de atención.
Matías Pailos
10 Comentarios:
Pailos querido: me ha sucedido algho particularmente parecido con el programa de fernando peña donde hacía delicias con sus personajes allá por el 2000, obviamente me refiero al parquímetro. Estaba yo en una clase de matemáticas, materia que ya estaba en un barco rumbo a marzo cuando me pareció que escuchar la radio sería mucho más divertido que a Graciela Romano. En un zapping del eter pegué con un travesti y un mexicano discutiendo, un villero acotando y un locutor mediando (Ripoll). Al principio pensé que era un programa de cumbia. Si grata fue mi sorpresa al ver que era un programa de la metro muy divertido, imagínense cuando me enteré que Fernando Peña era el padre de las criaturas.
Oh, interesante encontrar esto. Lindo, muy lindo...
"Por eso no deja de sorprenderme que haya quien se sorprenda ante quien manifiesta favoritismos aparentemente antagónico".
Juaj... sí, sin duda alguna. Suscribo violentamente. Igual, aclaro... suscribo violentamente, sí, pero inscriptos dentro de determinadas condiciones. A ver, si alguien es comunista y anarquista (cosa que en este país ocurre, ¿eh?... No te imaginás) no va. Bueno, vos hablaste de "aparentemente antagónicos", y el anarquismo y el comunismo nada tienen de "aparente" en cuento a antagonismo. Igual... no sé... creo que la cagaste con lo de "aparente", pues de lo contrario todo esto que estoy escribiendo tendría bastante más sentido. Bastante, sí, sí...
Bueno, en fin... inscripta dentro de determinadas condiciones, a tu idea esa de la sopresa que no quiero volver a repetir... suscribo. Oh, sí.
MP siempre un gusto leerte.
Asociar Lamborghini y Matias Martin: qué atrevimiento! que osadía!, y bien parado saliste!.
Muy de acuerdo: es que las citas, los gustos, las predilecciones, vendrian a ser un montón de sogas que nos atraviesan como líneas y se vienen a juntar como un nudo, en el medio de nosotros. Y vos sos muy bueno atando cabos.
Y sin embargo, Andrés, no nos olvidemos de que en Los Simpsons se probó la existencia de los 'comunistas-nazis'.
yo escuchaba dolina cuando era mas joven... tiempo despues conoci a matias martin...
MP me los explico a ambos.
y muchas otras cosas tambien.
ademas, tiene el don (MP) de hablar bien de uno y dar (me/nos) confianza.
siempre me vuelvo un sentimental.
¡¡salud MP!!
Sr. Pailos, creo que está usted equivocado si piensa que el amor no vale más que la vida: en el amor se juega la vida, por un amor, cuando sin él nuestra vida no tiene sentido, vale la pena arriesgarla.
Soy un cursi, qué va a hacer.
gracias por los comentarios. Creo que son más porque me quieren que por el post, que revela las telarañas que enredan las teclas de mi ordenador.
Esto va por usted, SYP, y por usted, Zato, mi alter ego y mi versión mejorada.
No: el amor no vale la felicidad. Hay que saber en qué momento darle, al amor, una patada en el culo. Si esto no le convence, recuerde al virósico que quería estar libre para un nuevo amor y me dará la razón.
me entrometo y digo que tampoco olvidemos que el "virósico" ese, si hablamos del mismo, dijo también "todo el tiempo quiero estar enamorado".
me entrometo y digo que tampoco olvidemos que el "virósico" ese, si hablamos del mismo, dijo también "todo el tiempo quiero estar enamorado".
eh... me estoy poniendo un poco pesada con los comments, pero éste es noble, solidario e informativo:
no olviden que hoy a la noche dan en el festival, en pantalla grande y a todo volumen: Ziggy Stardust and the Spiders from Mars!!!
Publicar un comentario
Suscribirse a Comentarios de la entrada [Atom]
<< Página Principal