El Mate Tuerto

"Se fingirá el saber que no se tiene."

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Nombre: El Mate Tuerto
Ubicación: Argentina

09 junio, 2007

Las cosas más extrañas que me pasaron en un bar II

Trato de avanzar con algo que se esfuerza por pertenecer al campo de la literatura en un bar situado frente al monumento al Cid Campeador. Mi condición de habitué implica que conozco a los personajes que pululan en ese café: el gigantón que busca roña cuando trasmiten cualquier tipo de evento deportivo en la TV del local, la señora muy, muy mayor con tapado de piel de leopardo a la que el mozo debe ayudar a superar el escalón a la puerta del bar y que apenas toma asiento se pide un whisky doble sin hielo, los dos viejos a los que apodé Bouvard y Pécuchet, que se rompen el cráneo para hacer las claringrillas del diario, etcétera etcétera. De pronto hace ingreso al bar un hombre que jamás había visto antes: es joven y grandote, lleva puesta una campera marrón absolutamente pasada de moda, un jean azul y zapatos marrones y lleva, sobre todo, un libro en la mano, lo que me provoca una enorme curiosidad: siempre trato de averiguar de cualquier forma posible el título del ejemplar que lee otra persona y casi siempre me llevo una enorme decepción, por supuesto, aunque los escasos triunfos justifican los remanidos fracasos. Al cabo de unos minutos olvido a esa figura misteriosa y vuelvo a lo mío, hasta que una sombra enorme se proyecta sobre mi cuaderno. El tipo está de pie frente a mí; tiene el pelo largo y enrulado que le cae hasta la base del cuello, los ojos grandes y la cara alargada y triste de un perro golfo, mejor dicho, el tipo mismo es como un perro golfo que huele a frío y tabaco. Me muestra el libro y pregunta “¿Querés comprarlo?”. Se trata de Casanova, último acto, de Arthur Schnitzler.
_No, gracias, contesto por acto reflejo. El hombre abandona mi mesa y recorre las restantes, preguntándole a cada parroquiano si por casualidad no quiere comprar una novela usada de Arthur Schnitzler. Nadie quiere. Pienso en el nombre del autor, que me suena conocido, es Mittleerupeo, seguramente austro-húngaro y estoy casi seguro que alguien a quien yo leí lo leyó y comentó alguna vez. Y pensándolo bien Schnitzler también suena como la exótica raza de un perro de la que el improvisado vendedor podría ser el reflejo vivo. Me conmuevo, por supuesto. Hay un gesto de obstinado rechazo al Orden del Mundo en el hecho de confiar la economía del día a la posibilidad de vender una novela de un escritor naturalista cuyo prestigio se perdió junto con las últimas ruinas del imperio Austro-Húngaro. Hay, también, seguramente, una tragedia, un derrumbe en el hombre que debe subsistir vendiendo los restos del naufragio de su propia biblioteca. Y a un héroe de la venta le corresponde un héroe de la compra, un partenaire en el íntimo desafío al mundo-tal-como-lo-conocemos. El vendedor aferra el picaporte de la puerta y se dispone a abandonar el bar cuando lo llamo con gesto de llamar al mozo. Le pido examinar el libro y mientras lo hojeo con estudiado desinterés el hombre-golfo me da algunos datos contextuales sobre libro y autor aunque no queda claro si lo ha leído o no. En verdad quisiera preguntarle el derrotero que lo ha llevado a esta situación, pero apenas lo interrogo con un tímido “¿Cuánto cuesta?”. Extraigo el dinero de mi billetera y se lo extiendo. El vendedor me agradece y se marcha del bar con la infinita lentitud y el vacilante vaivén de un transatlántico destinado a naufragar en su mismísimo viaje inaugural.

Zedi Cioso

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9 Comentarios:

Anonymous Anónimo dijo...

Comparto la compulsión de mirar el contenido de los libros leidos en bares, plazas, la variopinta gama del transporte público. Cuando los gustos del lector se solapan con los del inquisidor (los míos), el gozo es mayúsculo, y esta respuesta es invariablemente estúpida.
No: el gigante no leyó a Schnitzler. Se lo acababa de afanar a un alfeñique que circulaba sin más posesión que esa a la vuelta del bar.

10/6/07 05:56  
Blogger verborrea dijo...

ZC, comparto la necesidad por descubrir el titulo/autor de quienes me rodean. Y si, suelo desilusionarme.
Coincido con MP, ese no era definitivamente su libro. Su día de suerte diría yo.
Acaricio la idea de encontrarlo en un bar, llevare ese día un dibujo y un libro, sabrá ubicarme.
Le gusto el libro?
saludos

10/6/07 12:06  
Anonymous Anónimo dijo...

Interesante versión, MP, pero si le hubiera visto la cara al gigantón se habría dado cuenta que era incapaz de asustar incluso a un alfeñique de 40 kilos.

De acuerdo verborrea, yo llevaré un perramus marrón y sombrero negro y fumaré unos cigarrillos franceses a los que previamente les arrancaré el filtro con los dientes.
No leí el libro aún y creo que pasará más de una vida hasta que lo haga.

10/6/07 19:36  
Blogger Libelula de Acero dijo...

Porque leo los comentarios antes de escribir?
O mejor, porque no vine mas temprano?
Iba a preguntar que tal había resultado el libro y quedaba perfecta!
Nunca sé que decir en este blog.
Pero los leo. Firme.

Que linda la foto? nah.. no es mi estilo.

Saludos

Magdalena (ex libélula de acero)

11/6/07 00:10  
Anonymous Anónimo dijo...

Hola Magda (ex libélula, veo que muchos bloggers están haciendo el comming out del anonimato). Gracias por estar y leernos siempre. La foto deja en claro que mi aspiración se limita al ámbito de las letras y poco puedo hacer con la imagen.
Saludos

11/6/07 10:06  
Blogger Luciana dijo...

Cioso, me gustaron mucho las dos historias sobre cosas extrañas que le sucedieron en bares.
A esta altura puede sonar repetitivo, pero también intento espiar el título de los libros que leen otras personas y es una gran desilusión - es cierto - descubrir a Danielle Steel, Sidney Sheldon, Paulo Cohelo y demás especímenes poco gratos.
Pero hoy fue feliz encontrar en el subte a un niño de no más de dieciséis leyendo Teogonía de Hesiodo.
Saludos.

11/6/07 14:56  
Anonymous Anónimo dijo...

Ah, que afortunada es ud. Luciana. Lo más cerca que estuve de semejante iluminación fue el día que un alumno de 10 años me dijo que había leído la Ilíada en su versión original.
Veo que somos muchos los que compartimos la misma obsesión, no importa cuanta veces nos decepcionemos, seguiremos pispeando tapas y contratapas de soslayo.

11/6/07 23:46  
Blogger Hipotermia dijo...

Estimado ZC, la extrañez de los acontecimientos en bares I y II parece estar dada por 'personajes' que lo interpelan de alguna manera mientras usted se debate con su literatura. Ahora, lo extraño a II respecto de I es la propia evolución de su conducta: de anonadada a heroica. Usted qué piensa, diría mi psicóloga.
Perdón por el desliz, es mi convelecencia que no se lleva bien con mi escaso estilo comentarístico.
Sí me enorgullezco de saber, que son los ángeles los que pululan.
Me gustó el post y tuve que decir algo.
Saludos agudos.

14/6/07 15:56  
Anonymous Anónimo dijo...

Hola hipot, muy agudo su análisis, personalmente pienso que para un tímido es más fácil afrontar a la Bestia que departir con la Bella. Una versión más optimista diría que he aprendido la lección y ahora sí reacciono cuando lo extraordinario me sucede, pero sería falso: nunca aprendemos nada.
Espero seguir encontrándome por aquí con su hermoso estilo comentarístico. Saludos

15/6/07 10:55  

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