Lo importante II
Lo importante no es ser feliz. Quiero decir: no es verdad que lo único importante en la vida sea ser feliz. Hay multitud de otras actividades que no redundan inmediata o intuitivamente en la felicidad, pero igualmente merecen ser acometidas. Acaso podrías responder: si lo merecen, o si tan apremiante es su realización, entonces lo más probable es que ellas sean ya parte de la felicidad. Concedo. Tomalo como quieras, describilo como te parezca u ordenalo como te guste, no es lo importante. No es lo importante porque en cualquier caso te lo concedo… Cerveza… ¿Heinekeen o Quilmes…? ¿Vos qué querés…? Okey, Heinekeen, por favor… ¿en qué estaba? ¡Ah! Sí. Digo: mirá a Juan Pablo. El tipo recién se separó de la novia y te plantea que añora ser afanado porque quiere sentirse vivo, que quiere ir a bailar a Constitución por lo mismo, que quiere exponerse a situaciones impensadas y bajo cualquier descripción anómalas porque quiere descubrir quién es él en realidad. Es legítimo. Es correcto. Es deseable. Es el tipo de conducta que yo espero de una persona sana, y encomio. Me dirás: lo hace por la adrenalina. Tenés razón. ¿Lo hace solo por la adrenalina? No. En efecto: quiere descubrir quién es, cómo se comporta, cómo reacciona, qué va a creer, qué va a sentir y qué va a desear cuando sea apurado, cuando le ofrezcan paco, cuándo pongan un caño frío en su sien. Es ridículo que uno se desviva por visitar una favela y rehuya las villas miseria, tiene razón. ¿Es parte de su felicidad? Quizás. Pero entendés por qué cabe excluir ese tipo de experiencias o experimentos o actos o padeceres de ‘la felicidad’, ¿no? No reportan ninguna satisfacción inmediata. Al menos no una habitual. No es como conseguir el disco de tu banda favorita, o dar con un libro buscado; tampoco tiene nada que ver con cogerte a la mina que te gusta. Sí es más parecido a una vuelta de montaña rusa… pero distinto, ¿no…? Gracias… ¿No tendrás…? Bárbaro. Sí, gracias… Qué perra, por dios. Qué perra, ¿no…? ¿En qué estaba…? ¡Ah! Entendés, Fede, ¿no? ¿Leíste el libro de Schick…? ¿Cómo se llama? “Hacer elecciones”… Gedisa… Sí, una mierda. Bueno: ahí Schick cuenta, o mejor: explica, que los médicos nazis consiguieron realizar su labor selectiva no solo sin culpa, sino además con franco entusiasmo, porque lograron ver su tarea no como un crimen de lesa humanidad o como una violación de su juramento hipocrático, sino como el cumplimiento de su deber como nazis, como alemanes puros o no sé qué. El punto es: si eso puede hacerse con esa tarea, también es posible (claramente es posible) con cualquier otra actividad. Ir a bailar a Constitución no es visto por Juan Pablo como yo lo veía: como meter la cabeza en la boca del lobo. Por el contrario, es: (a) incursionar en una acción adrenalínica, (b) vivir una aventura y (c) comenzar la labor autoindagatoria de descubrir quién es él. Claro que no digo que Schick tenga razón. Lo que hace Juan Pablo es todo lo que él cree, más meter la cabeza en la boca del lobo. Hay que hacer algún tipo de balance, no sé… hay que hacer cuentas… es todo muy difícil… No sé, ¿sabés? Pero entendés el planteo, ¿no? Bien… ¿Que qué haría en el lugar de Juan Pablo…? No sé. La verdad, no sé. ¿Vos?
Matías Pailos
Matías Pailos
3 Comentarios:
Somos buenos y por eso tenemos derecho a ser felices. Somos felices porque somos afortunados y esto es todo lo que podemos saber.
Quizás este señor que caga a palabras a tu Tú postético pueda decirme cómo se hace para entrar en una escalera -lo de tirarla, creo poder entenderlo, pero ésto ya me supera.
Besos, Pailos.
A una escalera, S, se entra siempre por los escalones. Y no: no tengo idea de qué quise decir cuando dije lo que dije. Besos patí también.
ZC: acuerdo con que somos buenos, felices y afortunadas. Con lo demás, no.
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