El Mate Tuerto

"Se fingirá el saber que no se tiene."

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Nombre: El Mate Tuerto
Ubicación: Argentina

11 abril, 2012

¡Tengo miedo, nene!

La primera vez que vi a Garcés fue hace como ocho años, en la mesa de saldos del Carrefour de Vicente López. Era marrón y blanco, con ojos tristes y gesto fiero. Había un si es no es perruno en su expresión.

GARCÉS HACE OCHO AÑOS

La cosa es que me lo llevé a casa. Y más temprano que tarde, me encontré escapándome “a hurtadillas” de Vila-Matas –en su modalidad “Dr. Pasavento”- para correr a los brazos de Garcés.

¿Por qué? Porque el libro en cuestión –“El Futuro”- hacía conmigo eso que los críticos llaman “interpelarte”. El tema era la relación padre-hijo, un tema al menos recurrente para todo varón de cualquier edad. Lo meritorio del planteo del libro es que el narrador no era el hijo, sino el enemigo: el propio padre.

Para peor: acá, el conservador es el hijo. Y el padre –liberal, libertario, contra toda sujeción y atadura y represión y constreñimiento básico a su libertad básica- se mortifica con el hecho irrisorio –pero también cacofónicamente irritante- de que su hijo encarne y abrace todo lo que él detesta, todo lo que él combate. Por ejemplo, y en particular: el matrimonio. La novela empieza con un padre que llega a un aeropuerto para estar en el casamiento de su hijo. Lo recibe el propio hijo. Y su des-pam-pa-nante mujer.

Con tu nuera no, papá.

Con lo que quiero decir, también, es que con los padres no hay caso: siempre van a estar en contra tuyo. ¿O es al revés?

Con Garcés me pasa algo parecido a lo que me pasa con Linklater. Más exactamente, con el Linklater de “Antes del Amanecer”/“Antes del Atardecer”: siento que es el libro (la película) que necesito leer (mirar) en ese-preciso-momento. Y prepararme para una actualización en diez años.

Yo no soy amigo de Garcés. Pero como cualquier hijo de vecino, tengo amigos. Así que este comienzo de novela: “Es raro: en la literatura moderna, la amistad no aparece mucho”, me metió de cabeza en “El Miedo”: la historia –el libro- en cuestión.

Pero el comienzo es un caza-bobos.

“El Miedo” es la nueva novela de Garcés, y sale ocho años después de “El Futuro”. “El Futuro”, a su vez, salió algunos meses antes que “El Pasado”, la novela de Pauls. “El Pasado” es una novela de amor, con todos los peros y las aclaraciones de rigor.

Como “El Miedo”.

“El Miedo” es el ajuste de cuentas de “El Futuro” con “El Pasado”.

Después de ese comienzo, la amistad no vuelve a tomar el centro de la escena nunca. O casi nunca. “El Miedo” es una novela de amor, o de desamor –que es la forma más efectiva del amor en literatura. A diferencia de “El Pasado”, acá la narración está a cargo del protagonista. A diferencia de “El Futuro”, acá la historia no está contada por el enemigo. El protagonista es el propio Garcés, o eso nos hace creer. (Y no importa que el “Gonzalo” de “El Miedo” no corresponda palmo a palmo al “Gonzalo” de “La Realidad”.) La historia se narra desde el futuro de la pareja ya rota, diez años después de empezada, con dos hijos en el camino, con marchas y contramarchas, con hijaputismos y persecuciones, con amor apasionado de una y otra parte, en diferentes momentos, con ternuras, grisuras y entremeses, con un mundo visto a través de los ojos de un hombre que tiene ojos para una sola mujer –aunque tenga ganas de muchas más.

Acá, la cosa es a corazón abierto. Con reflexiones temblequeantes y certeras en medio de una road movie global. Porque esta pareja no deja el culo quieto por más de dos o tres años. Así que pasan de París a Barcelona a Santiago a Buenos Aires a Saint-Nazaire a Barcelona.

De todas formas, que quede claro: lo que importa acá no es lo que pasa. Es, más bien, lo que le pasa al narrador. Un narrador que habla a calzón quitado. La historia está plagada de sufrimientos: como cualquier historia de amor. Digo: no esperen otra “Romeo y Julieta” o “Las relaciones peligrosas”. Porque Garcés necesita esa historia de amor particular, y como cualquier otra, para explayarse, para contar un duelo mientras se lo hace, para hablar hasta por los codos. En verdad, Garcés usa la historia de amor como pista de baile para tirarse un paso.

Garcés tira muchos pasos. Cambia de primera a tercera persona; juega reiteradamente con la idea de que los personajes ahora son personas, ahora son personajes, ahora son personas (“observemos cómo la identidad se solidifica en personaje”, “mi personaje, en nuestra historia, había cambiado”, en fin: “todo esto, por supuesto, es ficción”); marchas y contramarchas (“aunque pensándolo bien, ¿por qué no contar también el viaje?”); metareflexiones encubiertas (“¡Cora narraba tan bien!”, “decepción de la forma del relato de amor”); chistes (“Pero acá está ahora el culo de Dorotea. Una realidad sobre la que apoyarse”). Y, además, una voluntad descomedida de argentinismo. Como dijo Casciari en la presentación, Garcés suelta la mano. Lo que sale son pepitas de argot. A lo largo de la novela, Garcés dice:

Rea

Cogerse al macho

Los que estaban en la pomada

Ratero

Un boliche

Un tipo cinco pesos mejor

Una pavada, y otra pavada

Una garúa

Decía el nabo letal

Va fangulo

Y para final, el final. Que no está al final, sino un capítulo y diez páginas antes. ¿Qué es? Un diálogo que mezcla charlas de toda la historia de la pareja, que muchas veces son la misma, en la que más de una vez Gonzalo le dice a Cora (porque ella se llama “Cora”)

-Cora, creo que ya no me querés

Y Cora:

-¡Te quiero más que a nadie en el mundo!

Así una y otra vez. Hasta que a un

-Cora, creo que ya no me querés

Cora responde

-Es verdad, ya no te quiero.


Matías Pailos

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1 Comentarios:

Anonymous Ariel Idez dijo...

Grosso! Una presentación tan buena como el final de la novela.

26/4/12 17:33  

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